El trece de marzo ya parece toda una vida. Fue entonces cuando la periodista egipcia Namees Arnous nos guió a Greg Berger y a mí en nuestra primera visita a la Plaza Tahrir en el centro de El Cairo. La primera cosa que notamos fue un grupo de 30 o más personas reunidas en la acera teniendo una agitada conversación política. No tenían banderas ni pancartas. No era una protesta ni una reunión. Fue un tipo de debate improvisado que me hizo pensar en el proverbio de Einstein sobre el Village Square.
“Antes de la revolución”, explicó Namees, “era ilegal que cinco o más personas se reunieran en un mismo lugar. Hubieran sido arrestados.”
Era exactamente un mes después de la caída del dictador Hosni Mubarak y en la siguiente semana nos reuniríamos con decenas de participantes de la histórica resistencia civil que derrocó al tirano de treinta años en el poder. Un mes después, la gente de la resistencia se enfrentaba con todo lo que los revolucionarios exitosos han encarado a lo largo de la historia: que después de la etapa de la “revolución”, un permanente tipo de contrarrevolución se reúne para tratar de imponer el viejo orden sobre el nuevo. Entonces el triunfo debe ser defendido.
La revolución no es cuestión de unas semanas tumultuosas de batallas en las barricadas, ni tampoco el glorioso día de la victoria (a pesar de que “la fecha” sea tan atesorada, celebrada, recordada y nunca negada). Más bien, el periodo entre el 25 de enero y el 13 de febrero de 2011 fue un largo y a menudo doloroso trabajo de parto para dar a luz a un nuevo Egipto. Y mientras el viejo faraón huía del castillo, sus lacayos y funcionarios siguen ocupando muchos de sus rincones. Para tomar prestado otro mito famoso de aquellas tierras, los vestigios del farón—el régimen mismo, o el Estado—ahora busca matar la revolución en su infancia. Esto es lo que siempre sucede. La verdad es que la revolución auténtica nunca termina. Y lo que conocimos y aprendimos de ello fue que una valiente masa crítica de egipcios de todos los sectores de la vida está dispuesta a defenderla con todo.
En un departamento de azotea a media cuadra de la Plaza Tahrir, y en otras locaciones, el equipo de Narco News se instaló por una semana. Ahí, recibimos a organizadores comunitarios, estrategas, blogueros, periodistas, personas sin afiliación que durmieron en la Plaza Tahrir durante los tumultuosos eventos, doctores que cuidaron a los heridos, videoastas que los filmaron (y que designaron la serie de videos virales que ayudaron a traer a una inesperada multitud el 25 de enero). Con cámara entrevistamos a musulmanes, cristianos coptos, ateos, laicos, izquierdistas de toda índole, liberales, y participantes de base de diversos matices.
A cada uno le preguntamos una serie de doce preguntas, la cual iniciaba con esta afirmación:
“Estamos llevando a cabo entrevistas con personas que participaron y fueron testigos directos en la resistencia de enero y febrero de 2011 en Egipto, y que llevó a la caída de Mubarak. Nuestras preguntas son sobre sus propias experiencias personales: lo que personalmente vio, hizo, cómo lo hizo, tácticas, estrategias y decisiones que tomó, y cómo esos acontecimientos afectaron su vida cotidiana. A diferencia de muchas entrevistas de periodistas, no le pedimos a la gente que ‘analice lo que otra persona vio o hizo’. Le preguntamos sobre su propia experiencia vivida, para que la gente en México y en todas partes del mundo que quieran hacer lo mismo en sus tierras pueda ver cómo se hizo aquí. Su experiencia personal es importante para ellos y para nosotros para poder aprender de ella. Así que por favor le pedimos que conteste las preguntas diciendo lo que vio, escuchó e hizo durante estos históricos acontecimientos. Su historia es muy interesante para el mundo. Y ¡gracias por hablar con nosotros y nuestra audiencia en muchos idiomas!”
Las preguntas iban desde cómo cada uno pasó los días previos al 25 de enero, hasta lo que hicieron y experimentaron ese día, y en otras fechas clave de la resistencia. Preguntamos sobre las decisiones tácticas y estratégicas que tuvieron que hacer, cómo las tomaron, y por qué eligieron caminos específicos. Preguntamos si el cierre de Internet del 27 de enero lastimó o ayudó a la resistencia (la respuesta fue unánime de cada persona, y el consenso podría sorprender a los tecno evangelistas que hablan descuidadamente de las “revoluciones de Twitter”). También hicimos preguntas profundamente personales sobre si el haber participado en la “revolución” cambió el cómo se veían a sí mismos, sus planes de vida, y sus relaciones con la familia, el amor, la religión y el Estado. Las entrevistas duraban y duraban (la más corta duró 45 minutos) sobre todo porque la mayoría de la gente tenía mucho que decir.
Una de nuestras traductoras al árabe y colaboradoras, una mujer musulmana, que en meses recientes había trabajado como “fijadora” (intérprete y guía) para otros reporteros, incluyendo el New York Times y el Washington Post, nos dijo: “Nunca nos habían hecho esas preguntas. Los tipos del Times y el Post continuaban diciendo ‘queremos entrevistar a los líderes de la revolución.’ Yo les decía, ‘no tenemos líderes.’ Ellos decían, ‘¡haga un esfuerzo!’”
No estabamos buscando “líderes” (los que ya son ampliamente entrevistados o mostrados por los medios internacionales) aunque algunos de ellos nos buscaron cuando se corrió la voz de que estábamos haciendo este tipo de preguntas. Por lo general, cuando una entrevista duraba mucho, aparecía la persona prevista para la próxima entrevista, y resultó que a pesar de que no eran “celebridades de la resitencia” o no eran figuras públicas, casi todos se conocían entre sí, y se saludaban con el efusivo abrazo de soldados que acababan de ganar una guerra juntos. Muchos de ellos se habían conocido en las semanas anteriores en una plaza llamada Tahrir. Nunca lo van a olvidar, ni se olvidarán, eso está claro.
La suma colectiva de sus historias está ahora en video (sentimos como si estuvieramos contrabandeando oro puro, con múltiples copias de seguridad ocultas, discos duros, chips de cámara, memorias USB, sabiendo que ciertas fuerzas del poder estatal contínuo seguían arrestando y torturando a participantes de la resistencia, incluyendo recientemente a una periodista extranjera cuya garganta fue cortada por defender imágenes en video apropiadas de bóvedas de la policía secreta). La revolución ha sido “ganada” pero aún continúa, así como la contrarrevolución. Todos con los que hablamos están conscientes de esa realidad.
En los siguientes días y semanas, tendremos decenas de horas de entrevistas por transcribir (la mayoría en su original árabe), traducir, editar y producir en la forma de videos virales de diez o quince minutos, con el fin de ponerlos a disposición de forma gratuita en Internet. Y además, traduciremos esos videos a otros idiomas, como al español, en donde sus hablantes tienen hambre de ese contenido.
Esto es lo más cercano que hemos llegado a encontrar algo que podría ser similar al manual para la revolución, para la resistencia civil, y para la acción no violenta para derrocar a un violento dictador y por la contínua lucha por traer abajo al resto del régimen—y al concepto de regímen de la tierra—junto con él; un manual narrado no por académicos, intelectuales o autores, ¡sino por los propios participantes!
También fue el momento, el más especial para mí en esta vida, en que fui capaz de investigar intensamente lo que Vaneigem llama el estudio de “cómo en realidad vive la gente durante los momentos revolucionarios más extremos,” y para hacer eso en un momento en que las memorias estaban tan frescas y relativamente sin la carga de los mitos calcificados que encierran los acontecimientos históricos luego de haberse convertido en historia.
Lo que Berger y yo, y nuestros colaboradores egipcios, esperamos crear de este tesoro no apunta a ningún festival de documentales o cualquier tontería o premio. Irá directamente a donde vino: la gente, con su permiso, libre de cualquier cargo, para que todos utilicen el material en sus propias luchas. Con suerte, tendremos parte considerable de los videos listos para la Escuela de Periodismo Auténtico de mayo de 2011. En dado caso que no sea así, presionaremos a nuestros compañeros estudiantes y profesores a que nos ayuden a terminarlos ahí.
Pero esperen. Esta increíble experiencia no terminó en la frontera egipcia…
Luego, el 19 de marzo, salimos de El Cairo, llevando a dos nuevos amigos egipcios con nosotros a Madrid, para que nos ayudaran a conducir un taller de cuatro días sobre Periodismo Ciudadano y Resistencia Civil. Ahí, compartimos habilidades periodísticas y de medios, tácticas y estrategias con 34 otros, muchos de los cuales eran muy parecidos a nosotros. Algunos eran de tierras en profundo conflicto —Afganistán, Bahrein, Líbano, Palestina, Yemen—y otros era de otros lugares del Medio Oriente, del Norte de África, Europa, Asia y América. Y esto ya ha llevado a más colaboraciones internacionales y al fortalecimiento del Renacimiento de la Resistencia Civil y el Renacimiento del Periodismo Auténtico. El “momento revolucionario más extremo” de Vaneigem ha cruzado las fronteras internacionales. Lo que los egipcios han logrado es positivamente contagioso para todos nosotros. Siento como si estuvieramos en el umbral de una cultura global de la resistencia civil en donde ningún tirano, Estado o corporación multinacional (otro tipo de poder estatal) pudiera contener por mucho tiempo.
Como de costumbre, me resisto a sacar conclusiones detalladas tan pronto sobre lo que escuchamos, vimos y vivimos durante estos diez o doce días y noches extramadamente intensos. Aún es tan nuevo y fresco, de todas formas los participantes narran debidamente mucho de ello. Es una enfermedad de los académicos y periodistas del mundo desarrollado el rápidamente envolver una caótica historia de presión y empuje contínuo con un pequeño listón y un eslogan de tarjeta de cumpleaños.
En su lugar, por ahora continuaré con nuestra petición a los entrevistados y trataré de hablar de mi propia experiencia vivida, para tratar de recordar, escribir y entender lo que vi, escuché y viví, y cómo pudo haberme cambiado. Es el principio de Heisenberg a la inversa: también es cierto que no se puede estudiar algo intensamente, sin también haber sido cambiado por él. Estoy seguro que de alguna forma me transformó, de haber respirado en él. Aún no estoy seguro cómo lo hizo. Pero estoy pensando que por el resto de mis días regresaré, cuando sea posible, a una plaza llamada Tahrir, donde las puertas de un nuevo y mejor futuro están abiertas y que ahora esperan a que el resto de los ciudadanos del mundo las atraviesen.
Por Al Giordano