En Chile que wachas y mestizos protesten en la Catedral y confronten a la Iglesia Católica por su opresión y desprecio de siglos, es peor que los partos obligados de niñas violadas sin privilegios de clase ni raza. La pedofilia no es grave en ese edificio, la protesta popular, sí.
Y es que cuando un país presume tanto de civilizado pasa esto, porque la civilización es un monólogo histórico y del cuerpo que acepta a las “conquistadas” sólo de rodillas y el día que los wachos y mestizas gritan NO desde la propia herida colonial, hay escándalo.
Qué hipocresía decir que la Catedral es lo mismo que dios, la virgen y las santas, si la gente les pide favores en cualquier parte, en la calle, en la casa, sentadas en un banco de la plaza, “favores” que por lo demás no son favores, son bienes de un pueblo y un territorio que ellos no descubrieron ni inventaron: Salud, vivienda, trabajo que nos escatiman.
Como el paganismo ancestral enseña, muchas le pedirán a la misma Virgen María que les mande el amor lesbiano y de seguro otras le rogarán no morir en el aborto o no haber quedado embarazadas en la última cópula. Sin duda, otras maldecirán al cielo por haber sido preñadas por un violador y no pocas andarán preguntando a los santos y a dios cómo es que permiten que curas pedófilos abusen de los niños y niñas. Pero la Catedral y su riqueza no es de ellos, es de unos señores con birrete –ese gorro raro- vestidos con una túnica que simboliza un supuesto “despojamiento de toda corrupción” y que desde un púlpito -siempre en un lugar elevado del espacio- discursean pureza sin cuerpo. Porque justo todo lo que soy -mi cuerpo- les parece mal. No les hemos gustado nunca. Desde el principio –hace más de 500 años- que nos miran con desprecio por la desnudez y por los dioses y las diosas que interpelamos. Por eso decretaron deberes y prohibiciones y nos los hicieron cumplir con fuego, sangre y amedrentamientos del infierno. Hoy reclaman sacrilegio porque esos mismos mestizos y wachas que ellos tenían medianamente controlados se desataron y entraron a decirles en su cara: “¡Alejen sus rosarios de nuestros ovarios!”.
NO ERA SÓLO EL ABORTO…
…De hecho sorprende que nuestra libertad les importe a tantos varones que intercalaban sus consignas con las feministas del aborto. Y es que más que el aborto era todo el cuerpo indignado. Fue una muestra más para la Institución colonial de que no nos han “conquistado”. Hemos cedido a su matrimonio, a su bautismo y a su moral para la foto, pero no hemos consentido en abandonar nuestras prácticas paganas: la salamanca, esa comunidad de indias y mestizas –brujas- que fue pecado específico de estos territorios para la Santa Inquisición. Hemos seguido abortando como lo hicimos ancestralmente y jamás hemos renunciado a las prácticas eróticas propias, antes diversas, hoy disidentes: las uniones libres, los «ayuntamientos con lujuria», la sodomía que tanto los escandalizó –y les gustó-, una práctica que se regaba por todo el continente y que llamaron “pecado nefando”. También la «sodomía foeminariun» –femenina- o “acoplamiento torpe”, “torpe” porque para estos santos varones si no hay falo no hay nada. Estas denominaciones son de creatividad eclesial, los pecados y los castigos, por siglos, se han ensañado con nosotros en cuerpo y alma –por hablar en su jerga-. Extendiendo la fe cristiana, a las lesbianas se les azotaba, se les exiliaba, se les perseguía, se les encarcelaba; a los sodomitas se les quemaba, se les aperreaba, es decir se les entregaba a perros grandes y furiosos para que los despedazaran a mordiscos; a las brujas que hacían hechizos imposibles y abortos –entre otras medicinas- se las colgaba y quemaba en grupo.
El ejercicio de miles de acciones concretas contra nuestros cuerpos desde la piadosa Iglesia Católica Apostólica Romana se extendió por años, por siglos; el dolor de las burlas, de la negación y el estigma sentido de “inmundas” sigue sólido: las niñas y mujeres lo vivenciamos en partos que no queríamos, abortos miserables, abortos con posterior violación de aborteros castigadores, insultos, malos tratos y hasta detenciones hospitalarias por llegar de urgencia con un aborto provocado… ¿Y nosotras somos las violentas?
Y EL WACHERÍO ENTRÓ A LA CATEDRAL
Lo mucho que hemos aguantado en Wallmapu exige urgente una sanación de la luna y la tierra copulando para re-parirnos descolonizadas de conductas del dominador, pero eso vendrá en otra etapa wacha, porque en esta, las abortistas, las sueltas, las que salieron con domingo siete, las que se masturban, las lesbianas, los mariquitas, los anarcos, las encapuchadas, cual furias decidieron No ir de rodillas ni colocar la otra mejilla. Y es que -¡mira que cosa!- queremos decidir abiertamente y no en clandestinidad, queremos no morir en abortos miserables, queremos que nuestras niñas no tengan que parir y destrozarse las vidas. Con útero y sin él clamamos por el Derecho a No Nacer –consigna de la CUDS- porque ya basta de traer al mundo guaguas que el E$tado y la Iglesia recibe con limosnas que chorrean de lo que a ellos les sobra… ¿Y nosotros somos crueles?
Los beatos cien mil pesos piñeristas se los pueden guardar donde sea, igual que las palabras de un misericordioso señor que gozoso estaba en la misa esa noche y gritaba: “¡Tú tarada, no decides nada, Dios te ordena parir!”… ¿Y nosotras somos las intolerantes?
Victoria Aldunate Morales
Foto: Ximena Riffo