Entrevista del periódico Diagonal al activista anticapitalista Enric Durán.
¿Por qué elegir el modelo de cooperativa?
La idea es que la cooperativa en parte sea una herramienta jurídica que proteja a las iniciativas autogestionarias del control del Estado. Dentro de esa misión, la cooperativa tiene más posibilidades porque permite mayor participación –legalmente es una persona un voto, no un euro un voto como en el resto de formas jurídicas mercantiles–.
El modelo concreto es cooperativa mixta de consumidores y servicios que permite también la forma de socios de trabajo, y queremos también que sea una cooperativa de iniciativa social que permite el formato de voluntariado. Con formas de participación tan ricas es más fácil escapar al control del Estado.
Las leyes prevén que pueda tener un régimen interno y que éste tenga el valor de ley dentro de la cooperativa, de forma que permite ir mucho más allá de lo que figure en los estatutos. Otra ventaja es para los insolventes, y de hecho fue un hecho fundacional de la idea desde el colectivo Crisis que trabajaba el tema de las deudas, porque el capital social no se puede embargar por los bancos.
¿Qué significa ‘integral’?
Por un lado, es integral porque cubre todas las partes de una economía: producción, consumo, comercialización, financiación y una moneda propia. Por otro, queremos cubrir todas las necesidades a nivel económico: alimentación, vivienda, educación, salud, energía, transporte, etc.
¿Cuál ha sido el proceso para crear cooperativa integral catalana?
La idea de la cooperativa fue previa a la publicación de Podemos ! y por eso ocupó una página, aunque en aquellos momentos era sólo una idea. Los meses siguientes, hasta prácticamente septiembre de 2009 que fue también cuando salió Queremos!, se intentó desarrollar la propuesta a nivel local pero, al mismo tiempo, se desarrollaron proyectos de otras gentes con las que teníamos afinidad, las Ecoxarxas.
Entonces el proyecto dio un vuelco y, en lugar de pensar en una cooperativa a nivel local, empezamos a pensar en una cooperativa integral a nivel catalán que permitiera coordinar esas redes locales y crear un proyecto común de mayor envergadura. A partir de ese momento, resultó especialmente significativo el seminario sobre monedas sociales que se hizo en diciembre para consensuar este modelo con esos grupos que se estaban poniendo en marcha. Desde enero hasta abril fue rápido, mediante reuniones para concretar el modelo y ponerlo en marcha.
¿Qué mecanismos de participación y coordinación hay?
Cuando la gente rellena el formulario para hacerse socio puede decidir en qué modo participar: como consumidores, contribuyendo con tareas organizativas, produciendo… A nivel organizativo, se trata de funcionar a través de una asamblea mensual a nivel catalán, más una asamblea permanente que trata cosas urgentes y se tiene que reunir como mínimo dos veces al mes, y luego comisiones de trabajo transversales –gestión económica, consumo, difusión…– y grupos temáticos –alimentación, salud, transporte…– que completan la estructura. Esta estructura a nivel catalán, se reproduce en los grupos locales para que cada vez haya más autonomía y coordinación.
Con el crecimiento ¿no podría peligrar la participación?
Cuanta más gente haya, mayor participación local podrá haber. Nuestro reto será entonces llevar esa participación local a una coordinación a nivel catalán, que las decisiones se puedan hablar en las bases y nos podamos encontrar para decidir los aspectos de forma consensuada entre grupos locales. Quizá la participación virtual sea importante, para venir a las asambleas físicas con un trabajo previo hecho.
Un proyecto catalán nos permite coordinarnos en niveles que nunca habíamos trabajado y la cooperativa nos da fuerza y un paraguas legal. Si queremos crear realmente una alternativa de sociedad, en algún momento tendremos que ser capaces de organizar a mucha gente en esa alternativa hecha desde abajo. Esto es un campo de experimentación.
¿Por qué una moneda?
Tener una moneda propia es imprescindible aunque no suficiente para construir esa alternativa al capitalismo. Quizá en los movimientos sociales hemos tenido poco conocimiento de lo que puede significar esto y por eso a veces se crean dudas. Una moneda permite que el mercado lo dirija una asamblea, y no que el mercado domine nuestra vida. Un mercado puede ser algo muy distinto a lo que conocemos en el capitalismo. Una moneda creada de forma comunitaria, que no genera interés y permite pagar trabajo comunitario o intercambios, y que vaya ganando espacio al euro, es una herramienta clave de transición.
¿Qué la hace diferente a una moneda capitalista?
Se trata de empezar con un saldo O y, a medida que vamos intercambiando, quien ofrece un servicio o un bien genera un saldo positivo y está creando moneda, y quien lo contrata genera un saldo negativo. Hemos acordado hasta que márgenes negativos aceptamos, el margen de confianza que nos damos, aunque este margen puede ir creciendo a medida que el usuario tiene más participación en el sistema. Se permite cambiar euros a moneda social en relación uno a uno, pero no al revés, de moneda social a euros.
Así, facilitamos que quien quiera integrarse pueda utilizar de forma progresiva la moneda social y evitamos que pueda haber gente que convierta lo que gane en un valor especulativo, con euros. Trabajamos con un software creado en Ciudad del Cabo, pensado para intercambios entre redes distintas. Las seis monedas sociales catalanas permiten intercambiar entre redes con facilidad y transparencia. En el sistema informático se puede ver el saldo de cada persona y la moneda va vinculada a esa persona de modo que no se puede falsificar ni se pueden crear relaciones corruptas.
Está pensado para que se pueda controlar eso. Aunque a veces se plantean dudas de cómo hacer frente a problemas de acumulación, aquí aplicamos, como en otros ámbitos, que no podemos solucionar problemas que aún no se han dado. Se trata de ir basando el proceso en la práctica y que ésta nos guíe para no quedarnos sin actuar: la idea es pasar a la acción.
Por Patricia Manrique
Diagonal