Algo más que un obituario (17 de octubre de 1978)
Quizás el signo más recurrente -como imagen- que empleaba el anarquista Ernesto Miranda, entre sus camaradas, era la figura del equino, el de la poesia homérica. Imaginaba la nueva sociedad en nuevos sustentos económicos, donde el trabajo era reivindicado con respecto al capital. Anhelaba que los trabajadores organizados participaran e intervinieran en la elaboración de los planes de desarrollo socio-económico, con acceso a la dirección administrativa y ejecución. Debe -decía- el trabajador comprender todos los pasos elementales de cada tarea y de cada etapa del proceso productivo y por lo tanto debe conocer la riqueza que él genera, para así disfrutar de esa ganancia, supeditado al beneficio colectivo y al bienestar del país. Por ello repudiaba por igual a los sistemas económicos estatales o privados, por considerarlos explotadores y oprobiosos al hombre. Pero estaba convencido que la novísima economía debía ser estructurada “ayer” y no diferida cuando las condiciones objetivas lo permitan.
-Hay demasiada hambre y miseria entre los compañeros en este momento. Si esperamos nos morimos… -señalaba.
Cuando algún estudiante o jóven obrero le preguntaba si los detentores del Poder iban a permitir tal paso, precipitadamente interrumpía. -Compañero. Utilizaremos la “Operación Caballo de Troya”. Y en el acto narraba ese pasaje de “La Odisea” donde el general griego Odiseo (Ulises) -luego de diez años de asedio infructuoso a Troya, opulenta fortaleza que resguardaba el paso de Europa y Asia– en gesto de paz les envió a los sitiados un colosal caballo de madera. Lo mandó a dejar en el campo, de modo que los troyanos al verlo, lo consideraron una ofrenda a los dioses y lo introdujeron en la amurallada cuidad. Pero jamás imaginaron que en el vientre del corcel, venía Ulises y un grupo de selectos guerreros, quienes en pocas horas vencieron en su propia cuidadela a las confiadas tropas de Troya. Esta acción según el zapatero Miranda, mostraba que con astucia e ingenio era posible levantar una estrategia -desde la entraña del caballo- y elaborar una táctica segura de atenuar a los régimenes expoliadores del hombre por el hombre, desde su punto más débil: el económico. Con esta analogía, evocaba a Aquiles, otro personaje de Homero, quien pese a ser hijo de dioses, era vulnerable cual mortal como quedó patentizado cuando una flecha se clavó en uno de sus talones, causándole la muerte.
Con vehemencia y sólidos argumentos -que trazaba en papeles de cuadernos- Ernesto nos daba reflexiones, informaciones y referencias sobre cómo en ciertos lugares del planeta, el rocinante se posaba. Lamentaba que el proyecto mutualista de Proudhon y su consiguiente ‘Banco de los pobres’, “matriz de la economía de los asalariados”, haya quedado marginado de los acuerdos de la Primera Internacional de Trabajadores. Inculpaba de ello, a la visión capitalista de Estado, proveniente de la escuela económica y política sajona, y que después pasó a primar entre los partidos obreros del orbe.
No obstante, la Comuna de París -nos manifestaba- de efímera existencia se rigió por los principios económicos proudhianos.
-Por suerte esta concepción mutualista fue recogida y perfeccionada por el cooperativismo obrero- se reconfortaba. Porque entendia que solo con libertad y bienestar social, sus hermanos de clase iban a lograr la liberación. Entabla entonces contacto con el médico norteamericano, James Peter Warbasse, el gran apóstol del cooperativismo y militante de la IWW, quien epistolarmente lo forma. Paralelamente resolvió a contar de 1949 hacer un seguimiento de las experiencias de cooperación o autogestión económica existentes.
-Estas formas asociativas son exitosas e inteligentes conquistas del sindicalismo, en ejecutar la “Operación Caballo de Troya”-nos expresaba años después.
Investido de fundador y secretario general de la Federacion Obrera del Cuero y del Calzado (Fonacc), conoció el proceso cooperativista israelí, basados en los kibutz, moshav y la central sindical “Histadrut”. Aprovechando una conferencia internacional visitó Yugoslavia para observar la incipiente autogestión obrera. Allí se encontró con Warbasse quien le presentó a Edward Kardelj, fiero guerrillero partisano antinazista y creador de la autogestión yugoslava, con quien en las décadas posteriores se encontrará asiduamente en congresos internacionales, como cuando ambos en 1964 recorrieron Argelia para ver la implementación del cooperativismo. El propio Ernesto Miranda fue anfitrión, en compañía del entonces rector de la Universidad Católica, Fernando Castillo Velasco, de los Seminarios de Autogestión Económica que dictó Kardelj en ese plantel.
Luego recorrió los países escandinavos para interiorizarse del cooperativismo habitacional y de los supermercados populares. Visitó Bolivia, tras la revolución de 1952, para ayudar a la creación del área autogestionaria y luego México donde se aboca a estudiar los Ejidos y las Cajas Populares, donde participó en su Asamblea Constituyente de la Federación de Cajas (1953). Es tal la experiencia que adquiere en los temas económico-políticos, que al constituirse en Chile la Central Única de Trabajadores (CUT) -en 1953- el único grupo que tenía un novedoso plan económico social de corte autogestionario -en oposición radical a las demás fuerzas politícas de tinte estatistas- eran los anarcosindicalistas encabezados por Ernesto Miranda.
Por esa época, formó un inédito organismo mutualista -completamente fuera del Estado- dentro del sindicalismo, pero en particular en su gremio: El Fondo de Compensación del Cuero y del Calzado. Utilizando recursos financieros de los industriales del cuero y de los afiliados de la Fonacc, pone a disposición de sus socios sindicales un vasto y complejo paquete de regalías sociales, expresados en centros de hotelería y recreacionales, clínicas médicas y dentales, que además proporcionaban créditos sociales, bonos estudiantiles, ayudas en servicios mortuorios, etc.
A pesar de ser excluído -por conflictos sectarios entre facciones partidistas de la CUT y del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria)- no ceja de organizar cooperativas. En 1968, ya autodisuelto el Movimiento 7 de Julio, Miranda y sus compañeros, bajo la consigna “Crear uno, dos, tres Caballos de Troya” (En alusión al grito “Crear, uno, dos, tres Vietnam, del Che Guevara), se integran al cooperativismo chileno, logrando en los años siguentes que muchos de ellos, desempeñaran roles importantes en su seno. Una de estas conquistas fue formar durante el gobierno de Allende, la Federación de Brigadas de Trabajo y Solidaridad y Empresas de Trabajadores, que aglutinaba a obreros y empleados asociativos.
En los 70, Bolivia y Perú, que por aquel entonces buscaban la transformación de la sociedad en torno a la Economía Solidaria, fue su nuevo destino. En Lima cooperó en el Comité de Asesoramiento a la Presidencia (Coap) en la confección del anteproyecto de la Ley de Industria. Tales desvelos fueron concretados por el Gobierno Militar Revolucionario, al instaurar la Autogestión bajo la figura de “Comunidad Industrial”. En cambio, Miranda se aleja dolorosamente de Linden F. Burnham, fundador de la Unión Sindical de Guyana Británica y padre de la independencia de ese país. Si bien se habían conocido en citas internacionales del sindicalismo, los unía sus coincidencias sobre cooperativismo. Por ello, ante la proclamación de la nueva República Cooperativista de Guyana, por parte de Burnham y a pedido de él, Ernesto se puso a su disposición. Desafortunadamente la influencia del castrismo cubano no hizo posible estructurar el socialismo cooperativo, repercutiendo en la ruptura de su amistad.
Entusiasmado por el papel que estaba tomando el cooperativismo en América Latina, se sumó esperanzado a la formación de la Confederación Latinoaméricana de Cooperativas del Trabajo y Mutuales (Colacot) en junio de 1975 (Caracas), donde alcanzó un cargo en el buró ejecutivo. Esto le permitió en noviembre de 1976 -con motivo de la promulgación de la trascendental Ley del Trabajo Asociado (único en su género)- asistir como invitado especial a Belgrado (Yugoslavia). En la ocasión, Edward Kardelj, le solicitó que prolongara su estadía para que apreciara el desarrollo presente del proceso autogestionario. Al regresar, 90 días después, seleccionó a un grupo de personas, entre cooperativistas y anarcosindicalistas para que le ayudaran a vertebrar un “Círculo de Estudios y Análisis de la Economía Cooperativista Mundial”, que perduró hasta 1989 como los “Ergocráticos”.
En 1978, el zapatero rechazó el ofrecimiento que le cursó una universidad de Costa Rica, para que asumiera como coordinador del programa de Educación Cooperativista, debido a que le era más prioritario auxiliar en Chile la defensa de los DDHH y restauración del sindicalismo, a través del CODEHS, presidido por su viejo amigo, Clotario Blest.
Para su cumpleaños, en pleno festejo en su casa de calle Sergio Ceppi (La Cisterna), Ernesto Miranda nos mostró a los invitados, varios croquis a lápiz e infinidad de hojas escritas a máquina, anunciando que pronto empezará a ordenar el material, a base de apuntes sindicales, reflexiones anarquistas, estudios económicos y autogestionarios, y rememoranzas de viajes, para incluírlos en un libro. -Se llamará “Caballito de Troya y Odiseo, el sindicalista” -sentenció, pidiéndome a la vez que lo ayude en su elaboración, a contar de noviembre.
El 17 de octubre de ese año, producto de un efisema pulmonar, Ernesto murió.
Durante el velorio de Miranda, si bien es cierto que la tribu anarquista apareció completa, no por ello desaparecieron el desdén contra el fallecido. Para los anarquistas específicos, sus detractores severos, resultaba insoportable esa obsesión de Ernesto Miranda por rescatar o impulsar proyectos de Economía de Trabajo Asociado, en estructuras capitalistas o comunistas estatales. -Era un neoanarquista reformista- coincidieron.
Al conmemorarse 35 años de su fallecimiento, lamentablemente aún subsisten entre las filas de los socialistas libertarios, las posiciones de los antiguos específicos, fundamentados en sólo protestas ruidosas y algunas veces… explosivas. El anarquismo será real amenaza a la Autoridad (no importa el color) y a la Propiedad, cuando solo sea capaz de tener propuesta en el ejercicio productivo y su ciclo.
En esta conmemoración, urge revisar y conocer su legado revolucionario, cotejarlo y evaluarlo con las otras corrientes anarquistas imperantes y determinar si el anarquismo será constructor de una nueva sociedad o sólo una rebeldía generacional.
Por Oscar Ortiz
Historiador
El Ciudadano
Relacionado:
Ernesto Miranda Rivas: Luchador incansable
Empresas de trabajadores en Chile: Otra democratización pendiente