Fallece Alicia Cáceres Martínez, emblemática militante social de La Victoria

La madrugada del sábado falleció Alicia Cáceres Martínez, mujer incansable en la lucha a favor de condiciones de vida más dignas y más justa para los sectores populares

Fallece Alicia Cáceres Martínez, emblemática militante social de La Victoria

Autor: Mauricio Becerra

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La madrugada del sábado falleció Alicia Cáceres Martínez, mujer incansable en la lucha a favor de condiciones de vida más dignas y más justa para los sectores populares. Protagonista anónima de la historia reciente, Alicia Cáceres ha acompañado e impulsado de manera inclaudicable el fortalecimiento del movimiento de pobladoras y pobladores de Chile.

A fines de la década del 50’ que comienza a plasmarse su compromiso de vida en la organización de los más pobres. De este modo estará presente desde el primer día en la conformación de la población La Victoria en Santiago, primer asentamiento en Latinoamérica establecido a partir de una toma de terreno. Será desde el territorio entonces que, en rebelde alegría, Alicia acompañará incontables procesos organizativos desarrollados en el mundo popular, ya sea, en los convulsionados años 60’, durante la épica Unidad popular, la violenta dictadura militar, y el ignominioso fraude que ha significado el proceso de transición postdictadura. En todos estos momentos Alicia Cáceres fue y continuará siendo un faro de fortaleza y esperanza para quienes luchan por una sociedad más equitativa.

A continuación reproducimos un texto publicado por Le Monde Diplomatique en agosto del 2014:

Centro de Encuentro y Formación Pedro Mariqueo de la Población La Victoria

Una historia de amor solidario

por María Alicia Cáceres Martínez

¿Por qué una sede juvenil se llama Centro de Encuentro y Formación Pedro Mariqueo? Hay que trasladarse a 1957, cuando nace la población La Victoria.

Nosotros, mi marido de diecinueve años y yo de diecisiete, con un hijo de dos años, vivíamos en la población Vicente Navarrete, frente al Zanjón de la Aguada. Allí vivían personas muy trabajadoras, quienes nos invitaron a participar de una toma de terreno. Esa noche mi marido ayudó a preparar una carretela con caballo, en la que se trasladaron muchas personas a la toma de terreno. Al otro día fui a acompañar a mi marido a la toma. Ustedes no pueden imaginar la belleza que es poder ver cientos de plantas de yuyo floridos en aquel terreno recién tomado y las banderas que pusieron los pobladores en cada una de las chozas que habían levantado. En ese instante, cuando crucé el canal que rodeaba a la toma de terreno, con el agua hasta el pecho, ingresé a la universidad de la vida. Con los mejores profesores y profesoras que enseñaban con el lenguaje del pueblo.

Todo esto me ha permitido ir conociendo más, siempre preparándome en comunidad para alcanzar a lograr dignidad y justicia para nuestro pueblo. Así los años sesenta fueron de gran esperanza. Y en el año 1970 al fin un gobierno de grandes sueños. Mucho pero mucho trabajo. En julio de 1970 inauguramos el flamante Jardín infantil bautizado como El Palacio de los Niños. Este nombre fue resultado de una consulta popular. La matrícula inicial fue de veinte niños, de dos a cinco años de edad. El equipo de tías estuvo compuesto por pobladoras capacitadas por un equipo interdisciplinario de la Universidad de Chile y miembros del área de Salud Mental del Ministerio de Salud…

En 1973 vino la dictadura militar. Horror integral. Ese 11 de septiembre nos concentramos como pobladores en defendernos, creando nuevos frentes de acción. Por ejemplo, el mismo 11 de septiembre varios vecinos nos tomamos el Consultorio. Otro grupo montó un escenario en el centro de la población, para animarnos y ver qué hacer. El sol estaba opaco. Nos animábamos unos a otros para no caer en crisis de pánico. La Vicaría de la zona sur cumplió un gran papel. En el mismo septiembre, con Sergio Naser a la cabeza, quien aún no se había consagrado como sacerdote, hicimos una campaña de recolección de alimentos. Por su puesto nos llevaron presos. Pero no nos dejamos amedrentar por el miedo. A finales de ese mismo año 73 nos convocamos para formar la Plaza pre-escolar, que consistía en un espacio abierto, solamente cubierto con un techo de totora, donde se atendían a niños en edad pre-escolar. La intención era mantener viva a las organizaciones de población.

Con esta experiencia llegamos a los años ochenta. Todos teníamos miedo, por eso nos juntábamos todos los jueves en la Capilla de la población, a veces sin luz porque recurrentemente esa casa era allanada por los organismos represores. Nos encontrábamos distintas personas, creyentes o no creyentes, con distintas tendencias políticas. Nos juntábamos para sentirnos acompañados.

Otra historia que nace en esos tiempos, y que es importante que ustedes sepan, es la creación de un policlínico en la zona sur de Santiago, que fue inaugurado por el padre Pierre Dubois, y a cargo de una gran cantidad de profesionales y pobladores voluntarios.

Avanzando en el tiempo llegamos al año 83. Hasta ese momento la organización social iba retomando nuevas fuerzas. En ese contexto, a través de Rosita Parisi, quien trabajaba en el mundo de las ONGs, un grupo de pobladores nos adjudicamos un proyecto. El cual consistía en el arriendo de un local para reunirnos. Dentro de las actividades que realizamos se encontraba un Bar Lácteo, el cual estaba a cargo de los integrantes de las organizaciones que pudieran colaborar. Aunque nunca tuvimos recursos para ofrecer productos lácteos, este Bar consistía en vender té, café, sopaipillas, empanadas, y de este modo contar con recursos económicos que pudieran apoyar el trabajo de nuestras organizaciones.

Junto a lo anterior, dentro de las actividades que desarrollábamos en este local se contaban talleres de manualidades, grupos de salud, talleres de formación sobre distintos temas. Algunos de temas tratados eran los siguientes; cómo llevar la protesta social adelante, historia del movimiento obrero, cursos sobre teología de la liberación.

Además de los monitores a cargo de la realización de los talleres, también venían algunos jóvenes. Entre ellos destacaba un joven moreno, inquieto, de mirada profunda y gran sonrisa; se llamaba Pedro Mariqueo. Yo puse atención a su participación sencilla y a sus propuestas concretas. Por ejemplo, él decía: “Las pichangas de fútbol callejero permiten mayor participación de los pobladores. También permiten jugar con las palabras, por ejemplo, en vez de decir ¡gol!, podemos decir ¡unidad! O ¡va a caer!”. Estas eran consignas que circulaban en ese entonces, cuando las fuerzas sociales se estaban reagrupando para luchar contra la dictadura.

1984. Qué triste fue la conmemoración del 1º de mayo de ese año. Qué peleas más insensatas entre compañeros que luchábamos por una misma causa, esto era, el fin de la dictadura. Ese día con Pedro Mariqueo nos miramos a los ojos, él estaba también triste. Pidió que se hiciera una pirámide humana. Él tomó las banderas de los distintos partidos en sus manos, y desde lo más alto de esta pirámide humana hizo una arenga de unidad. ¡Unidad compañeros, unidad. Esta es la única forma de derrotar al tirano. Por favor unidad, unidad, unidad¡

Luego de esto lo aplaudimos y los invitamos a una porotada que íbamos a realizar en la población. Le insistimos, pero él, bien serio, nos dijo: “Tengo un compromiso con mis compañeros de pichanga callejera”. Los testigos relataron que su delito fue no gritar ¡gol!, sino ¡va a caer! ¡va a caer! Por este motivo carabineros lo acribilló a balazos.

Ya no lo volví a ver más con vida. A los pocos días lo entregaron en un ataúd. En el cementerio los carabineros no nos dejaban avanzar, estaba todo rodeado de policías y lleno de bombas lacrimógenas.

Dentro de nuestro dolor, al regresar del cementerio nos pusimos a reflexionar. El local en el que nos reuníamos hasta ese entonces no tenía nombre. Esa misma noche decidimos bautizar a este local Centro de Encuentro y Formación Pedro Mariqueo. Un nombre con sentido, en la línea de pensamiento de Pedro Mariqueo: ¡unidad, unidad, unidad!

Esto es lo que le da sentido, desde sus inicios hasta hoy en día, al Centro de Encuentro y Formación Pedro Mariqueo; unidad en la diversidad y las diferencias de nuestras historias y pensamientos. Este es el legado intransable que queremos dejar a nuestros jóvenes. Es por esto que el Centro Pedro Mariqueo, al igual como lo ha venido haciendo desde hace treinta años, seguirá acompañando y alentando a las organizaciones sociales que luchan a favor de los anhelos de nuestro pueblo.

https://www.lemondediplomatique.cl/Una-historia-de-amor-solidario.html

También se puede ver: Fondo Archivístico Mujer y Género: Testimonio mujer y participación social


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