En la última semana las protestas en Francia se intensificaron hasta el punto de que también el sector energético se sumó a la paralización. Los sindicatos siguen presionando al Gobierno de Françoise Hollande para que retire la controvertida Reforma Laboral. Le acusan de facilitar los despidos, aumentar la jornada laboral y recortar los derechos conquistados por los trabajadores franceses.
Por su parte, el Ejecutivo anunció que no dará marcha atrás y aplica mano dura y represión contra los manifestantes que ya hace casi dos meses que salen a las calles a protestar.
El Ciudadano conversó con el editor de Le Monde Diplomatique de Chile, Víctor Hugo de la Fuente, quien reside en París, para conocer en qué punto está el proceso de movilización y cuáles son los desafíos que enfrenta el movimiento.
¿Cómo está el clima político y social en el país?
Esta semana ha habido la octava jornada laboral de protesta y, efectivamente, hay muchas huelgas parciales, ocupaciones de sitios donde se produce la electricidad, en las refinerías, etc. Esto está afectando a una parte de la población por el transporte.
El clima social está bastante movilizado: manifestaciones, ocupaciones de empresas y también la #NuitDebout, la noche de pie, que ya se acerca a los dos meses de ocupación de la Plaza de la República en París y en otras plazas distintos barrios y ciudades.
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Hay mucha decepción de sectores que votaron por el Gobierno y que quedaron molestos con que intente pasar la Reforma por la fuerza, porque ni siquiera tuvo mayoría en el Parlamento y utilizó un artículo de la ley que permite aprobarla sin debatirla en la Cámara. Es un proyecto que lo quiere a toda costa el Gobierno y los empresarios, pero no los trabajadores. Es difícil saber hasta cuándo la población va a apoyar este movimiento porque empieza a haber problemas de transporte, de bencina para los autos, de electricidad, etc. y esto genera molestia.
Según los últimos sondeos, a pesar de las dificultades para algunos sectores de la población, el 68% de los franceses apoya las movilizaciones y se opone esta ley.
Este miércoles paralizaron 19 centrales nucleares que aseguran el 75% de la electricidad del país. ¿Cree que los sindicatos pueden apretar y presionar suficientemente como para lograr alguna mejora en el proyecto?
Las grandes centrales sindicales francesas han formado un frente común de lucha y han logrado movilizaciones importantes, que no se veían desde hace años. Pareciera que hay varias condiciones que juegan a favor de la movilización.
La crisis junto a la decepción ante las promesas del Gobierno no cumplidas, ha creado un clima social tenso, y crece la idea que sí se puede doblegar al Gobierno. Los propios parlamentarios socialistas se han dividido, algunos apoyan el movimiento sindical y critican al Gobierno. Eso alienta a los trabajadores a seguir la lucha.
Son casi dos meses que el país se moviliza en contra de esta Reforma Laboral. Se dice que la celebración de la Copa de Europa en la capital podría forzar al Gobierno a negociar. ¿Existe esa posibilidad?
La Eurocopa inquieta mucho al Gobierno, que no quiere que haya manifestaciones que puedan complicarlo ni problemas de transporte. Es una posibilidad muy real que ayudaría a resolver la situación antes de que empiece el campeonato, pero el Gobierno está muy firme y dice que no cambiará de posición, mientras que el movimiento sindical se amplía y se radicaliza.
La situación no aparece con una salida clara y pronta.
Si se mantiene el proyecto de ley, hay voces que aseguran que podría interpretarse como el fin de la socialdemocracia francesa. ¿Estaría de acuerdo? ¿Cómo se podría leer esto en clave internacional?
Evidentemente es un golpe muy fuerte a la socialdemocracia. Los objetivos de los manifestantes han sido, a parte de los bancos, las sedes y locales del Partido Socialista. Le rallan el número del decreto, 49-3 que es el que permite aprobar el proyecto sin discutirlo. Eso es considerado por todos como algo antidemocrático.
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Esta reforma favorece a las empresas y perjudica a los trabajadores. Quiere una mayor felixibilización en el contratar a gente y poder despedir más fácil, quiere que las negociaciones se den primero en las empresas, no por rama, cuando en Francia las negociaciones eran por rama. La movilización está muy focalizada en Hollande, el presidente, y el primer ministro, Manuel Valls.
¿Podría la ultraderecha de Maire Le Pen aprovecharse de alguna forma de este malestar?
La ultraderecha, el Frente Nacional, desde luego que intenta aprovecharse. Ya lo hizo con el tema del desempleo mezclándolo con la inmigración y aumentado sus votos con los decepcionados del Gobierno. Ahora está haciendo lo mismo. Es difícil que el Frente Nacional suba más de lo que ya ha subido. Está representando un tercio de los votos, se está acercando a las otras dos fuerzas. Según algunos sondeos hasta podría sobrepasar a la derecha. Esto es un peligro que se ve en Francia y el aumento de la extrema derecha se está dando en toda Europa aprovechando las crisis de la clase política.
¿Cómo se reflejará esta crisis en las elecciones presidenciales del próximo año?
Seguro que tendrá influencia. El Partido Socialista se enfrenta a una situación muy compleja, con muchos simpatizantes que se han alejado. En este contexto de movilización crece la simpatía hacia los sectores a la izquierda de la socialdemocracia, como el Partido de Izquierda (Parti de Gauche) que lleva como candidato a presidente a Jean-Luc Mélenchon, el PCF, sectores trotskistas (NPA) y también fuerzas antisistema. La derecha y la extrema derecha también espera sacar frutos del desprestigio del Gobierno, pero aún es muy pronto para saber las reales incidencias electorales y si será posible que se levante una verdadera fuerza alternativa popular.
Meritxell Freixas