Gustavo Ruz, coordinador del Movimiento por la Asamblea Constituyente: «La constitución de 1980 es antidemocrática y tramposa»

Gustavo Ruz no alcanzó a reunir las firmas necesarias para presentar su candidatura presidencial, no obstante hay algo que lo tiene más tranquilo: la necesidad de una Asamblea Constituyente y Nueva Constitución, está hoy en el centro del debate político nacional

Gustavo Ruz, coordinador del Movimiento por la Asamblea Constituyente: «La constitución de 1980 es antidemocrática y tramposa»

Autor: Wari

Gustavo Ruz no alcanzó a reunir las firmas necesarias para presentar su candidatura presidencial, no obstante hay algo que lo tiene más tranquilo: la necesidad de una Asamblea Constituyente y Nueva Constitución, está hoy en el centro del debate político nacional.

-¿Cómo va la campaña por una Asamblea Constituyente?

-Hoy, la inmensa mayoría de organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, de derechos humanos, ambientalistas, de pueblos originarios, además de las asambleas ciudadanas de diversas ciudades, las comunidades de chilenos en el exilio y los congresos de numerosos partidos políticos, han adoptado la demanda de Asamblea Constituyente como propia.

A resultas de lo anterior, desde septiembre de 2012, cuando presentamos el proyecto de ley sobre Cuarta Urna, los medios de comunicación monopólicos –que antes nos silenciaban- se vieron forzados a abrirse, aunque fuera tan sólo para demonizarnos… Lo bueno es que por cada patada que nos dieron, más y más ciudadanos comprendieron que esta demanda por soberanía popular es un tema principal, que está en el centro de las preocupaciones del grupito que controla el poder.

La correlación de fuerzas ha evolucionado positivamente, pero aún así los poderes fácticos conservan su hegemonía –especialmente en las cúpulas parlamentarias de la Concertación y Alianza por Chile– y todavía tienen múltiples recursos para prolongar la vigencia de la Constitución de 1980, con todo lo que ello implica en términos de concentración de la riqueza, exacerbación de la desigualdad a todo nivel, pérdida del patrimonio nacional a manos extranjeras, destrucción del medio ambiente, control totalitario de los medios de comunicación y, principalmente, nula participación ciudadana de tal modo que las grandes decisiones están en manos de una elite empresarial, militar y parlamentaria que no representa más que al 1% de la población.

-¿Y la participación en las elecciones ayuda, a generar una Asamblea Constituyente?

-En enero de este año el Congreso Nacional de nuestro movimiento resolvió levantar una candidatura independiente para utilizar los mayores espacios de interlocución con la ciudadanía que se abren en un período de elecciones. Y los hechos nos dieron la razón. La ley electoral emana de la Constitución de 1980 y como tal es antidemocrática y tramposa. Está hecha contra los independientes, exigiéndonos una montaña de requisitos para presentar candidaturas. Sin embargo, en tres meses de pre-candidatura tuvimos más prensa, radio y televisión que en siete años. Y varios candidatos, que en el pasado miraban a huevo nuestra lucha, pronto repararon en que la popularidad de la Asamblea Constituyente les reportaría votos, de modo que la incorporaron a sus discursos.

Indiscutiblemente logramos que el tema quedara instalado en la agenda electoral. Pusimos a nuestros detractores a la defensiva. Hasta el Presidente Piñera tuvo que intervenir exigiendo un pronto acuerdo entre las cúpulas de la Concertación y RN-UDI, que patrocinaron sendos proyectos de ley para modificar el sistema electoral binominal, como una forma de “evitar una Asamblea Constituyente”, según reconocieron. Por su parte, los máximos dirigentes de la Confederación de la Producción y el Comercio notificaron a Michelle Bachelet su tajante oposición a una Asamblea Constituyente.

Aunque nos faltó tiempo y recursos financieros para cumplir los requisitos burocrático formales, para inscribir la candidatura antes del 19 de agosto, constatamos la enorme receptividad que nuestro discurso ha alcanzado en la base social.

-¿Y pensaban ganar?

-Nunca nos pasamos películas con grandes victorias electorales. La dominación oligárquica no sólo es económica, sino también cultural e ideológica. Por sexta vez consecutiva, como ha ocurrido desde 1990, las dos candidaturas conservadoras que seguramente pasarán a segunda vuelta dan plenas garantías a los poderes fácticos. Pretenden instalar a perpetuidad en Chile el formato estadounidense de dos partidos -le llaman gobierno vs oposición- que se van rotando en el gobierno bajo el compromiso de respetar los intereses del gran capital. Es el mismo sistema que opera en España y Alemania, que existió largo tiempo en Colombia y Venezuela, entre otros. Nuestro movimiento ha crecido, sin duda, pero aún falta mucho para instalar una Constituyente.

-¿Y cómo continúa el movimiento ahora sin la candidatura presidencial?

-La lucha social no se paraliza con las elecciones. La huelga de Correos, la movilización en Arica y Tocopilla, la gran batalla social y jurídica contra Barrick Gold, el paro de trabajadores de la salud, entre otros, son la esencia de un Proceso Constituyente, que no sólo es charlas y debates sino que se nutre de la experiencia concreta de las reivindicaciones y movilizaciones sociales.

En los tres meses que destinamos a recolectar firmas nunca se paralizó el movimiento. Ahora apoyaremos a los candidatos que postulen como cuestión prioritaria la Asamblea Constituyente y pediremos a todos los electores que marque el voto con la expresión Asamblea Constituyente, pero que permanezcan en la mesa en que votaron para que participen en el recuento de votos y reporten la cantidad final de votos marcados. Incluso a los que votan en blanco, también les pedimos que marquen el voto. Les recuerdo que la ley establece pena de cárcel para el presidente de una mesa que pretenda anular el voto que tenga la marca AC, o Asamblea Constituyente.

-Pero eso lo intentaron en las elecciones anteriores sin grandes resultados.

-Es que ahora han cambiado las cosas. En marzo de 2008 visitamos al director del Servel, Juan Ignacio García, a quien le presentamos un escrito elaborado por 15 juristas y líderes sociales en defensa del derecho a marcar el voto. García nos reconoció que, según el art. 71 de la Ley 18.700 el voto marcado es válido. Sin embargo nunca quiso afirmarlo públicamente. Afortunadamente el general Cheyre, recién asumido su cargo en el Servel, “se fue de lengua” y –con absoluto desconocimiento del tema– dijo que el voto marcado sería nulo. Una vez que fue advertido de su error, rectificó públicamente y confirmó nuestra tesis de que el voto marcado es válido-objetado. Con su rectificación por todos los medios informativos, millones de chilenos tuvieron acceso a la verdad que había ocultado su antecesor, Ignacio García, que hoy goza de una buena jubilación. Habría que agradecerle a Cheyre por esa metida de pata…

-¿Y qué resultado pretenden obtener?

-Hacer ruido, propaganda, mantener la ofensiva ideológica.

Si para el 17 de noviembre de 2013 logramos que todos los partidarios de una Asamblea Constituyente marquen el voto, y organizamos un recuento mesa por mesa, de Arica a Magallanes, habremos dado un gran paso para arrinconar a las cúpulas parlamentarias que hoy impiden que el pueblo sea quien resuelva este asunto. No sería primera vez que la presión social derribe el muro de contención reaccionario. Allende lanzó la nacionalización del cobre con minoría en el parlamento, pero con la presión social se llegó a la aprobación unánime, de todos los sectores.

-¿Por qué tanta resistencia al cambio?¿Qué es lo que está en juego?

-Cuidado que los árboles nos impidan ver el bosque. No debemos caer en la trampa de las leguleyadas y de las consignas.

Chile es uno de los países más ricos del mundo. Y la Asamblea Constituyente –al reorganizar la sociedad y el Estado- significaría que todas y todos pudiéramos descubrir la posibilidad de vivir en la abundancia, protegiendo a la madre tierra, si nos repartiéramos equitativamente la torta. Y podríamos opinar y decidir democráticamente. Si ello ocurre, se acaba el gran negocio del que lucran un puñado de empresas transnacionales y la plutocracia nativa. Por eso es que la elite empresarial-militar-parlamentaria busca fórmulas para impedir que la gente sepa qué es una Constitución y descubra su derecho a formar parte del poder constituyente originario que convoque una Asamblea Constituyente en la que todos tengamos derecho a decidir. Los intereses y proyectos de esa elite van contra la mayoría de los chilenos, por eso es que no pueden lograr sus objetivos en democracia y, por consiguiente, hacen trampas para excluir a la mayoría ciudadana, o derechamente apelan al golpe de Estado.

-¿Cuáles son esas trampas?

-En el siglo 19 era el “voto censitario”, la prohibición del voto femenino que operó hasta 1949, o el sistema de papeletas electorales que permitían el cohecho abierto y formal (hasta 1958); y desde 1990 el régimen binominal, la centralización de la gestión del Estado, la discriminación mapuche, entre otras.

Hoy, la trampa principal es hacerte creer que en 1990 se inició la transición a la democracia. Pinochet vistió traje de civil, muy fino, muy elegante, pero antes de salir del Palacio de La Moneda, como dijo el Almirante Merino, “quedó todo atado y bien atado”. En 23 años continúa vigente la sentencia de Jaime Guzmán, tras el plebiscito fraudulento de 1980: “esta Constitución está tan bien hecha que quien sea que gobierne, tendrá que hacer lo que nosotros haríamos en el gobierno”. El resultado está a la vista: la oligarquía interna y el capital transnacional que sostuvieron la dictadura son hoy mil veces más poderosos que en 1990. Y por eso estamos más lejos de la democracia. Porque son fuerzas que jamás respetarán la soberanía popular y la autodeterminación del pueblo de Chile. Eso explica que “los empresarios aman a Lagos” y la condecoración del Council of Américas, con Rockefeller presente, a la Presidenta Michelle Bachelet. El capital extranjero pasó a controlar dos tercios del Producto Interno Bruto y el 72% de la producción del cobre chileno. Lo demás es espuma, apariencias, marketing, destinado a ocultar la verdad, la conspiración antidemocrática que se impuso entre 1988 y 1990, disfrazada bajo la consigna “La Alegría ya viene”.

-¿Pese a sus críticas, muchos estiman que es una transición exitosa, un modelo a exportar?

-El gran vencedor fue el gran capital transnacional, particularmente el de EEUU, cuyo gobierno financió y coordinó el enroque de Pinochet por Aylwin, el plebiscito del 5 de octubre de 1988 y lo más importante: el plebiscito del 30 de julio de 1989 en que la Concertación y el pinochetismo votaron SÍ, juntitos tomados de la mano, lo que dio legitimidad al Estado de excepción de 17 años y modificó la Constitución pinochetista para peor, elevando los quórums requeridos para su modificación.

-Muy poca gente sabe de eso, ni lo recuerda.

-Porque la conspiración se hizo deliberadamente en el secretismo de la cúpula, para que nadie se resistiera, y para que nadie lo recordara siquiera…

Todo fue muy sórdido. Aquellos que hicieron el pacto antidemocrático de 1989 usurparon la representación del pueblo chileno para someterse a los intereses de la cúpula militar y del gobierno de EEUU. Los que luchamos contra la Dictadura no les otorgamos ese mandato. Entregaron el cobre chileno –que ni Pinochet se atrevió a enajenar- a cambio de cupos y privilegios parlamentarios con impunidad para la cúpula cívico militar culpable del terrorismo de Estado. Por eso se las jugaron por salvar a Pinochet en Londres. Por eso Lagos impuso 50 años de silencio sobre los responsables de crímenes y torturas e indultó al asesino de Tucapel Jiménez. Por eso, de tiempo en tiempo se van destapando atrocidades, abusos, corrupciones, cuya existencia fue sistemáticamente ocultada por las cúpulas que nos gobernaron desde 1990 en adelante. Lo más reciente fue la complicidad de Cheyre con el asesinato del matrimonio Lejderman. Pero vendrán muchos más, que demostrarán el carácter inmoral, antidemocrático y antipatriótico del pacto secreto de la “transición” de 1989.

Los poderes fácticos asignaron a la Concertación la misión histórica de atomizar y domesticar a los movimientos populares, eso tiene un costo, porque para ser creíbles, en el 2012 debieron escuchar las demandas de los de abajo y por eso jugaron a una “apertura”… hacia el cambio de constitución, con una seguidilla de zigzagueos, “patrás padelante”…

No olvidemos que los ex presidentes del Senado, Guido Girardi y Camilo Escalona, junto a 19 senadores presentaron un proyecto de ley, en enero de 2012, según el cual el actual parlamento usurpa la potestad constituyente del pueblo y se arroga el derecho de redactar una nueva Constitución. En 23 años se ha reformado muchas veces esta Constitución, pero sólo en aquellas materias que convienen a la derecha económica, sin tocar jamás lo esencial, como el rol subsidiario del Estado, por ejemplo.

-La ex presidenta Bachelet habla de una vía institucional para cambiar la Constitución…

-“Vía institucional”, en este caso, supone el consenso con los parlamentarios de UDI + RN + buena parte de los parlamentarios concertacionistas que muchas veces son más neoliberales que los de la Alianza por Chile.

Es un eufemismo que implica la permanencia del modelo por los siglos de los siglos. Fíjese usted que Pinochet, al imponer su Constitución, no utilizó la “vía institucional”. Tampoco lo hizo Arturo Alessandri en 1925. Ni Diego Portales en 1833.

La Asamblea Constituyente y la “vía institucional” se repelen como el aceite y el vinagre. En la primera, hay un poder constituyente originario, que somos todas y todos los chilenos, quienes recorremos un camino: el Proceso Constituyente, en el cual fortalecemos nuestra unidad y organización para aislar a los poderes fácticos, y finalmente generamos una Asamblea Constituyente que no es soberana sino mandatada por nosotros, los de abajo, todos los pueblos de Chile. En la segunda en cambio, el pueblo está ausente, queda excluído, porque todo se negocia en la cúpula con RN – UDI y los poderes fácticos.

En el primer escenario, el parlamento debe aceptar un plebiscito vinculante para que el pueblo decida si continuar con la Constitución de 1980. En el segundo, el parlamento binominal decide, como siempre lo ha hecho, a espaldas del pueblo, lo que garantiza reformas cosméticas, a lo gatopardo.

-¿Y para el primer escenario hay fuerzas?

-Sus medios de comunicación disparan misiles. Los nuestros son como pistolas de agua… Pero aquí entran en juego variables políticas, económicas, sociales, culturales y militares. Nadie ha dicho que esto será una taza de leche. Desde luego, opera en favor nuestro la vulnerabilidad del capitalismo chileno respecto de la crisis mundial, que ha derivado en verdaderas estampidas sociales en Europa y América Latina. Chile no puede ser insensible a la tremenda corriente democratizadora, por la soberanía de los pueblos, que avanza especialmente en Sudamérica, en todo nuestro vecindario.

Así las cosas, el gran objetivo de posicionar el tema de la asamblea constituyente en el centro del debate de las elecciones de noviembre, se ha logrado con creces. El paso siguiente es marcar el voto, y el siguiente, después de las elecciones del 17 de noviembre, es configurar una nueva fuerza social y política cuya capacidad de convocatoria, transparencia, pluralidad y organicidad le permita aglutinar al 70% de los chilenos y chilenas, para que saldemos cuentas con los padres fundadores de la República que ya en 1812 reclamaban una Asamblea Constituyente.

El Ciudadano Nº145, agosto 2013

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