Es innegable que la protesta ciudadana sí ha sido televisada. Las acampadas y marchas de “la indignación” en el Estado español y el “estamos hasta la madre” del sufrido ciudadanismo que se ha venido manifestando por estas latitudes, han disfrutado de una suspicaz cobertura mediática. Todos los medios, sean impresos o electrónicos, comerciales o alternativos, han dado cuenta puntual de ambas movilizaciones. Pero, definitivamente, éste no es el único paralelismo que podemos establecer entre estas espectaculares protestas. Tras las aparentes diferencias –centradas en las particularidades de las reivindicaciones que dan cuerpo a cada protesta– subyace un discurso común que se esfuerza en liquidar todo intento de elaboración crítica del poder que plantee, de forma radical, la necesaria reformulación de estrategias contra el actual sistema de dominación que desemboquen en luchas reales conducentes a la ruptura definitiva con todo lo existente.
Tanto las romerías de indignados como las procesiones de dolientes –capitaneadas por el poeta Javier Sicilia–, han sabido extinguir de antemano cualquier conato de incendio insurreccional, anteponiendo un pacifismo crónico que revela sus verdaderos objetivos y explica por qué la dominación tolera (y justifica) estas protestas edulcorantes. Ambas algaradas, muestran sus miserias apelando a un interlocutor común: el sistema de dominación. Por eso, circunscriben su actuación al marco de deberes y derechos políticos, pretendiendo ampliar su ejercicio de la mano de un Estado “protector” que interactúe y atienda sus súplicas ciudadanas.
Si oteamos los antecedentes de la indignación ciudadana en el Estado español, conocida hoy como 15M (15 de Mayo), podremos hallar los hilos que la animan. Así encontraremos, en primer lugar, a Democracia Real, Ya!, una agrupación de activistas virtuales que predica el abstencionismo contra el bipartidismo (PP/PSOE), impulsando una “nueva ley electoral proporcional” que beneficie “la participación democrática y el pluralismo a través de las candidaturas ciudadanas y la inclusión de partidos minoritarios” al circo electoral.
En segundo término, nos toparemos con Juventud Sin Futuro, una red de jóvenes “indignados” pretendidamente anticapitalistas, demandantes de “trabajo” que, por alguna negra razón, Toni Negri intenta situar en el entorno de la “izquierda autónoma” y les vincula a Izquierda Unida –haciendo alarde de cierta información privilegiada a partir de los acercamientos “tácticos” entre ese partido electorero y el leninismo posmoderno que integra la nueva formación partidista autodenominada “Izquierda Anticapitalista”–.
En tercera instancia, podemos ubicar a varias asociaciones solicitantes de “vivienda digna”, como la sugestiva “V de Vivienda” y, la plataforma barcelonesa de “hipotecados”.
Por último, dándole cuerpo masivo a la protesta, se halla un conglomerado de ciudadanos “progres” nucleados en torno a la “indignación” ante la nueva crisis capitalista (contra el paro, la precariedad y los bajos sueldos) y la gestión del Estado a merced de la alternancia bipartidista de los últimos años. De más está destacar que este grupo multisectorial es el botín en disputa de los izquierdistas que tratan –contra viento y marea– de acarrearlos hacia las sectas en vías de extinción, los nuevos partidillos “ciudadanos” y el sindicalismo minoritario.
Por su parte, en tierras mexicanas, la protesta del “hartazgo” y la Marcha Nacional “Estamos hasta la madre”, encuentran sus más remotos orígenes en el discurso neo-zapatista y su disposición al diálogo con el Estado en busca de “la paz con justicia y dignidad en la nación” y la elaboración de una “nueva constituyente”. Los motivos más recientes que reaniman la añeja prédica de “paz con justicia y dignidad” y dotan de ilusiones a los reformistas constitucionales, se centran en el hallazgo, el pasado 28 de marzo, de los cadáveres de cinco jóvenes, un ex militar y una mujer, con evidentes rastros de tortura, a las afueras de la ciudad de Cuernavaca, en el estado de Morelos.
Juan Francisco Sicilia, de 24 años de edad, fue uno de los jóvenes ejecutados; hijo del poeta y periodista Javier Sicilia, principal convocante de las movilizaciones contra la violencia y a favor de la paz, efectuadas el día 6 de abril en, al menos, veinte ciudades de la geografía mexicana y otros puntos del planeta. Exigiendo que el gobierno replantee su estrategia de seguridad nacional, Silicia realizó un llamado, afirmando que “Estamos hasta la madre de ustedes […] porque en sus luchas por el poder han desgarrado el tejido de la nación” , al que se sumaron “activistas”, grupos y organizaciones de la denominada “sociedad civil”–donde destaca, con mención de honor, la Otra Campaña neo-zapatista–, incluyendo, la parodia de colectivos “anarquistas”, para acentuar analogías con la “Spanish Revolution”.
Las acampadas de indignados en el Estado español y las marchas y caravanas del “estamos hasta la madre”, son los anhelados cimientos de los nuevos puentes de diálogo con el poder. La ciudadanización de la protesta lleva implícito sus límites. La ponderada “ciudadanía” es la muchedumbre domesticada: la masa subordinada al Estado. Por eso la protesta ciudadana no busca enfrentar al sistema de dominación, mucho menos pretende destruirlo, sólo trata de colaborar en su actualización y reacomodo, de ahí, su obsesiva insistencia en la “participación” y en las reformas. Lo que quiere es maquillar al sistema de dominación. Ayudar a cambiarle el semblante, dotarlo de un rostro más “humano”. La “Democracia Ya” es la transformación cosmética de la “democracia realmente existente”. El “estamos hasta la madre” es la mutación estética del espectáculo que prolonga el simulacro. La “sociedad civil” es el gran artífice de esta farsa. Se impone la sumisión democrática.
Ya no tendrá que ser destruido el Estado-capital sino será socorrido con la participación de todos, siempre y cuando, éste prometa el retorno al añorado Estado benefactor. Todo se reduce a incrementar el desarrollo económico, es decir, conferirnos más capitalismo y a concretar nuevas leyes: controles electorales que propicien “proporcionalidad y pluralismo”, medidas anti-inflacionarias que impidan la carestía, regulaciones salariales que aseguren mejores sueldos, programas de vivienda que doten de casa a los sintecho, fondos de salvación que liberen a los hipotecados, un sistema de salud pública que garantice la gratuidad de sus servicios, estrategias, ordenanzas y códigos penales que pongan fin a la “inseguridad”, terminen con la “delincuencia” y mantengan en sus cuarteles a los soldados hasta nuevo aviso…, en resumen, dotar de mayores poderes al Estado. Pero, por lo visto, no hay de qué preocuparse: ya vamos ganando. De abreviar el camino hacia más capitalismo y al Estado todo poderoso, se encargará el izquierdismo –para ello, cuenta con la bendición del negrismo y el apoyo incondicional de la chomskymanía– auspiciando la quimera triunfalista a través del diálogo y la participación e invitando a la autogestión de la opresión.
La única autogestión posible, en plena temporada de saldos y retrocesos, es la autogestión de la lucha. Cualquier otra propuesta “autogestiva” sólo reafirma el sistema de dominación, sin importar si ésta proviene de la ideología ciudadanista, de la demagogia populista, de la verborrea obrerista o de las trasnochadas recetas que aún se cuecen –para autoconsumo– en nuestras tiendas.
Por Gustavo Rodríguez
San Luis, Potosí, 27 de julio 2011
Texto de autoría externa. Publicado por