“Yo no quiero ser igual que mi hermano, quiero terminar mis estudios para darle una alegría a mi mamá. Ellos lo han asumido como una forma de vida y andar con pistolas o ‘hechizas’ es casi normal”, asegura Jimmy (23), joven vecino de la población Santa Mónica. La vida en los “barrios bravos” unioninos, parece no ser tan sencilla.
Los últimos enfrentamientos entre pandillas que han tenido lugar en las poblaciones Santa Mónica, Llollelhue y Osvaldo Leal de La Unión, ponen de manifiesto varios problemas que aquejan a la urbe láctea y a la mayoría de las ciudades chilenas, desde hace tiempo.
En muchas poblaciones, el ocio juvenil se muestra como una de las mayores complicaciones ciudadanas de la actualidad, pues a la casi inextinguible práctica de beber, se une ahora un incremento de los hechos violentos. No obstante, estos episodios brutales no son nuevos en las villas; todo aquel que haya salido más de una noche, habrá sido testigo de incidentes entre bandas.
Denunciado desde hace años, el fenómeno de las pandillas juveniles se ha convertido en un auténtico sufrimiento de numerosas familias, pues los ruidos y la violencia que les caracterizan, convierten todos los fines de semana a diferentes zonas unioninas y de la región, en auténticos “far west”. Está comprobado que el fenómeno del alcoholismo es casi invencible y demostrada la ineficacia municipal para ofrecer alternativas efectivas a la juventud. Se hace necesaria una actuación contundente del gobierno que ponga freno a los excesos de los que son víctimas la ciudad y nuestras poblaciones, en las que habita tanta gente inocente que debe convivir a diario en la inseguridad.
El movimiento de pandillas es una manifestación social que se produce en la etapa de juventud como una asociación para el logro de seguridad y la obtención de respeto. Los chicos tienen sus propias reglas internas y normas de comportamiento que deben ser seguidas por el grupo. Con el tiempo éste se convierte en una verdadera familia para quienes lo integran, entregándoles protección. No todos los miembros de una pandilla deben ser considerados delincuentes, muchos son sólo chicos en busca de amigos.
En La Unión, sin embargo, estos grupos tienen preocupados a los vecinos. Según éstos, hay muchos disparos por las noches, asaltos y también han ocurrido muertes. La violencia está a la vuelta de la esquina y andar con las manos vacías en los barrios bravos te deja en la indefensión. Muchos son jóvenes decididos y no preguntan dos veces. Sus edades oscilan entre los 15 y 21 años y son parte de una subcultura que ha sido abandonada por el resto de la sociedad.
TENEMOS MIEDO
Los vecinos están acostumbrados a convivir con los conflictos de las pandillas. Un comerciante del sector dice que ya no hay vuelta con el tema delictivo.
“A mi me han asaltado miles de veces. Una vez vinieron y sacaron trago del negocio. Cuando me enteré fui a hablar con ellos, pero se pusieron ‘choros’ y me dijeron que yo era rico, así que no tenía qué alegar. Acto seguido uno de ellos se levantó, fue a buscar una escopeta hechiza y me apuntó”, asegura el comerciante que prefirió mantener en reserva su identidad.
Otro residente que también optó por el anonimato, afirmó haber sido asaltado en su casa la noche anterior: “Desperté y había 3 jóvenes con escopetas. Decían que andaban buscando plata. Los enfrenté y como vi que no disparaban, sospeché que no tenían tiros. Les arrebaté las armas y con las mismas los comencé a golpear”, asevera el poblador, quien manifestó que no llamó a Carabineros, pues si les avisaba lo llevarían preso a él, por maltrato a menores de edad.
QUÉ MUEVE A LAS PANDILLAS
Existe una infinidad de motivaciones para que los muchachos tengan una conducta delictual: no sólo el robo, sino también “cuentas pendientes”, como líos de faldas o la muerte de un amigo a manos de una pandilla rival. A los pandilleros, les gusta el dinero fácil, andar con plata en los bolsillos, usar zapatillas de marca y ser respetados.
“Aquí los cabros están acostumbrados a robar, les gusta tener plata pa’ su vicio, no están acostumbrados a tener que trabajar como lo hace la mayoría de la gente”, comenta el Sundance. Este último nos narra como le tocó ver la muerte de un conocido, a manos de una pandilla rival.
“Sucedió que una tarde apareció un grupo del otro lado de la línea del tren, los cabros estaban por acá compartiendo un trago… el loco venía llegando de Santiago, le pidieron un cigarro y él se negó. En ese momento, se le tiraron encima y le encajaron mil patadas. Una vez en el suelo, le tiraron piedras en la cabeza y quedó allí tirado”, afirma afligido Sundance, quien no pudo hacer nada frente a este brutal episodio.
LAS ARMAS LAS CARGA EL DIABLO
Para varios de los protagonistas de esta historia, el dispararse entre bandas ha pasado a ser una especie de juego límite, donde si una bala perdida los alcanza, no saben el dolor que dejarán a sus familias.
Escapan por pasajes, se disparan desde autos y, como nos dice desde el patio de su casa otro de nuestros entrevistados, que también reserva su identidad, “con un copete encima, el más choro del grupo igual saca un cañón y pega unos tiros”.
El andar con armas está lejos de ser un juego y, como sigue narrando el hermano de nuestro entrevistado, “hoy día, entre andar con una hechiza y que otro te salga con un cañón, es mejor tener una pistola”. Ellos hablan de la seguridad de su propia persona, de obtener respeto, de una lucha difícil de entender, si no eres parte del ambiente donde imperan códigos de convivencia distintos.
En el mundo de las armas, según el magíster en ciencias militares Juan Ramírez, se estima que cada año se producen más de 10 millones de armas pequeñas y circulan unas 639 millones de unidades (una por cada 10 personas). Lo lamentable es que estos funestos artefactos, aparentemente de menor riesgo, están siendo fabricados por más de mil empresas en a lo menos 98 países, las que facturan una cifra que bordea los 4.000 millones de dólares anuales.” En otras palabras, hacen negocio con la violencia y la muerte, como también lo realizan quienes proveen de municiones a los jóvenes de nuestras poblaciones.
REDIRIGIR LA FUERZA
Hay pandillas “legales” que han existido a lo largo de la historia, que han seguido otros ideales más nobles que la delincuencia. De hecho no robaban ni asaltaban a sus vecinos. Un caso recordado es el de Los Panteras Negras, grupo armado de reivindicación del pueblo negro en Estados Unidos, que procuró influir y hacer cambios a nivel de base, a nivel local, con programas de comida gratis, proporcionando ayuda a la tercera edad, apoyando centros de salud gratuitos y otros proyectos sociales.
Con lo anterior, queremos decir que las pandillas de nuestra región tienen todo un campo de acción, ellos son grupos organizados, pero pocos les abren las puertas para poder dirigir sus fuerzas hacia otro lado. Es el sistema completo el que les da la espalda. La tarea no será fácil, pero también ellos deben poner de su parte.
POLÍTICA ERRADA
“Aquí muchos crecen solos, los papás trabajan todo el día, no te queda nada más que salir a la calle. Los niños chicos ven a los más grandes como a sus papás y empiezan a imitarlos en sus maldades. Se puede decir que aquí reina la maldad, pero el problema es mucho más complejo de todo lo que te pueda contar” comenta Jimmy, amigo del Sundance, de la Santa Mónica.
En Chile los programas enfocados a prevenir la delincuencia están relacionados en su mayoría con políticas de incremento de fuerzas policiales, o con formar organizaciones ciudadanas de prevención, las que nunca cuentan con un respaldo económico adecuado.
La falta de oportunidades azota las poblaciones de nuestras ciudades y las soluciones legislativas no son las mejores. Los municipios tienen pocas atribuciones para el tema, las comisiones de concejales para la seguridad ciudadana hacen sus reuniones alejadas de las poblaciones. En definitiva: no existe solución visible y cercana.
No obstante, en el Presupuesto Nacional para el 2006, se continuará adelante con el “Programa de Seguridad y Participación Ciudadana”, que dispondrá de 12 mil 496 millones de pesos. Estos recursos se destinarán a un sistema participativo de prevención de la delincuencia a nivel comunal y a la implementación de un fondo concursable para financiar proyectos de seguridad vecinal, postulados por organizaciones sociales.
Este programa deberá aplicarse a lo menos en una comuna de cada región del país. Veremos si algo de esas platas llega a La Unión o bien a nuestros vecinos de Paillaco, Lago Ranco y Río Bueno. Valdivia, por tener más de 70 mil habitantes, será beneficiada.
Medidas económicas deben tomarse al margen de los recientes acontecimientos acaecidos en La Unión, como una ayuda que esperamos la autoridad pertinente gestione, no como la solución al problema. La violencia y reiteración de este fenómeno, precisan disposiciones de mayor rango, que requieren la colaboración de todas las instancias encargadas de velar por la seguridad ciudadana y más aún, hacen indispensable la educación en los sectores marginales.
En el caso de los hechos violentos en dichas poblaciones, va siendo hora de escuchar a quienes mejor conocen estos fenómenos. A saber, los vecinos que padecen los enfrentamientos, los padres de los jóvenes, las policías y los mismos involucrados, las pandillas.
Es hora de acciones distintas, reformas que permitan tomar las medidas necesarias, para que las bandas juveniles dejen de ser un problema para la seguridad de la mayoría.
CIFRAS PARA REFLEXIONAR
De los 60.305 causas ingresadas el año pasado en los tribunales de la X Región, 64.179 comprenden delitos, o sea un crecimiento de 14,3% respecto del año anterior.
Siete tipos de delitos concentran el 58,8% del total regional, correspondiendo un 15,7% al hurto simple, seguido por lesiones leves, con un 9,5%; robo en lugar habitado o destinado a la habitación, con un 8,9%; amenazas de atentados contra personas y propiedades, con un 7,3%; daños simples, con un 6,7%; robo en lugar no habitado, con un 5,7% y robos en bienes nacionales de uso público, un 5,0%.
Asimismo, respecto de los delitos de violación y homicidio, que poseen un fuerte impacto en la comunidad, se indicó en la cuenta que el año 2005, se registraron un total de 384 denuncias por delitos de violación y 101 denuncias por delitos de homicidio, incluyendo el infanticidio, el parricidio y el homicidio frustrado.
Equipo Ciudadano