Reproducimos, por su vigencia y valor, esta entrevista hecha por Francisco Marín al gran filósofo y biólogo de la Universidad de Chile. Realizada en junio de 2006 fue publicada por La Nación y Proceso (México).
La rebelión de los pingüinos “tiene que ver con un dolor espiritual por la falta de sentido que la educación formal otorga al vivir de los jóvenes”. Eso piensa el biólogo y filósofo chileno Humberto Maturana, quien agrega: “El vivir sin sentido, sin el amparo de una comunidad, es una cosa muy dolorosa. Y eso es lo que le está pasando a los estudiantes chilenos. Es por eso que salen a protestar”.
Comenzó como un movimiento tímido. Pero la “revolución de los pingüinos”, como ha gozado llamándola la prensa latinoamericana, desempolvó la adolescencia. Esta vez los gritos llevaron a la LOCE al paredón. Una figura jurídica que da cuerpo a un sistema educativo que “es concebido como un negocio y donde las personas son tratadas como mercancías”, dice Humberto Maturana (75). Y eso es lo que rechazan los estudiantes “que necesitan sentirse parte de un proyecto común, y que quieren ser útiles a la comunidad a la que pertenecen”.
En entrevista con La Nación, el filósofo y biólogo, creador de textos como “El árbol del conocimiento”, -reconocido en el mundo entero- expone sus visiones acerca de los problemas que afectan a la educación chilena y que quedaron en evidencia con los recientes levantamientos estudiantiles, que han dado origen a la más importante protesta secundaria que se haya registrado en Chile en democracia. “Cuando alguien pide ser escuchado, como hacen los estudiantes, uno se pregunta: ¿Qué es lo que quieren decir y no pueden? Yo creo que este movimiento estudiantil refleja una sensación de no sentirse respetados, de no sentirse invitados a un futuro que les haga sentido en sus vidas”.
-¿Qué le parece que después de tanto tiempo en que una inmensa maquinaria simbólica ha construido estereotipos de la juventud, en los que se realza su carácter superficial e incluso antisocial, sean adolescentes quienes estén promoviendo cambios a la educación?
-Todos nosotros cuando éramos niños en algún momento hacíamos visiones respecto de nuestro futuro. Cuando chico yo iba a ser aviador, iba a ser legionario, aventurero, iba a explorar. Pero esas son todas visiones que en el fondo implican un tipo de presencia desde uno en un mundo que hace sentido. Sin embargo, en la actualidad lo que se hace es empujar a los jóvenes a un espacio mercantil, carente de sentidos. Esos sentidos antes lo proporcionaba la familia, pero también el colegio que tenía una cierta identidad. Pero eso no está en la cultura actual, salvo en los colegios públicos más tradicionales, como el Instituto Nacional, que es justamente donde han comenzado las movilizaciones.
Maturana cree que una de las grandes diferencias de la educación actual con la que él recibió cuando era estudiante, es que en ese tiempo, a pesar de las diferencias de pensamiento, todos querían lograr a través de la educación lo mismo: “Devolverle al país lo que de él habían recibido”. Siguiendo su análisis, existiría un cambio sustantivo entre esto y la situación actual en donde se promueve una visión individualista y competitiva de la educación. “Si uno le preguntase hoy a los jóvenes en el primer año de universidad qué es lo que quieren de sus estudios, yo no creo que mayoritariamente digan: ‘devolverle al país lo que me ha entregado’. ¡Porque el país no les ha entregado nada! ¡Todo lo han tenido que comprar!”.
“Entonces -concluye Maturana-, yo pienso que este movimiento estudiantil responde a la necesidad espiritual de ser parte de un proyecto común, de un proyecto nacional, que les haga sentido, en el que perciban que su actividad es significativa para la comunidad de la que forman parte. Ese proyecto estaba desapareciendo y lo que los estudiantes hacen es intentar reconstruirlo”.
-¿Y cómo cree que ha enfrentado el tema el Gobierno?
-Yo creo que la Presidenta Bachelet está un poco atrapada por su entorno que trata el problema de la educación como un tema económico, como un tema de inversión y producto. Siento que ella no ha podido abrir un espacio donde sea posible abordar lo fundamental, que es el sentido de la educación, el proyecto de país. Y lo que ahora tenemos que hacer es regresar a lo fundamental que es justamente el sentido de la educación y el proyecto de país. Tenemos que construir un proyecto donde todos se sientan partícipes de la creación de un país donde sea deseable, digno y creativo vivir.
El orden tras el golpe
Maturana no sólo busca en la actualidad una respuesta al momento social que vive Chile: “Yo pienso que una de las orientaciones principales de la dictadura militar fue reducir al mínimo el espacio reflexivo del país de modo de destruir los movimientos políticos que tenían como propuesta fundamental el desarrollo de la nación. Las ideologías políticas tienen sus dificultades, sus trampas. Pero esa era una época –la anterior a 1973- en que ser comunista, socialista, democratacristiano o liberal, constituían visiones inspiradoras. Y para acabar con los sueños colectivos, lo que se hizo fue romper las redes de conexiones y conversaciones. ¿Y dónde?: En la juventud, en la educación”.
A partir de este análisis, Maturana infiere que la privatización de la educación “no sólo tuvo un objetivo mercantil, sino que fundamentalmente pretendió romper las tramas de unidad que la educación generaba en el país”. Este sueño compartido se habría perdido con la dictadura y no se ha vuelto a recuperar -estima- “principalmente porque en el proceso de recuperación de la democracia “no hubo suficiente claridad con respecto a la necesidad de construcción de un proyecto nacional”.
Consultado respecto de la importancia que la derecha chilena y la mayor parte de los dueños de colegios otorgan a la “libertad de enseñanza”, Maturana dice que este concepto se utiliza con el objetivo de definir prácticas “que apuntan a disolver todo rastro de proyecto nacional”. Y fundamenta: “Se plantea que tenemos que respetar el espacio que cada colegio debe tener para construir su proyecto educativo. Pero al defender eso, lo que se sostiene en el fondo es que tiene que haber tanta diversidad en la educación como para que no haya espacio para una unidad política fundamental, para un proyecto de país. Porque si cada cual se educa de manera distinta: ¿En qué espacio simbólico se pueden encontrar los estudiantes y demás miembros de la sociedad? Ahí está el meollo de la cuestión: La idea es que no se puedan encontrar. Lo que se está haciendo en el fondo es enfatizar el espacio de lo mercantil y competitivo que te dice: Tu tienes que defender tus intereses. Es un discurso de contradicción entre lo individual y lo social que fomenta la fragmentación”.
Maturana sostiene que éste pensamiento pedagógico y económico es muy distinto al de quienes consiguieron instaurar en Chile la educación laica obligatoria -última parte del siglo XIX-. “Ésta, señala el biólogo, se creó para dar un trasfondo de unidad de pensamiento y reflexión en el lenguaje, en todos los estratos sociales, que tenía como fin dar forma y vida a un país”.
-Y esta disolución del proyecto nacional ¿Es decisiva en la existencia de emprendimientos como Pascua Lama y tantos otros que destruyen y contaminan el mar, ríos y montañas?
-Exactamente. Porque carecemos de una noción de país que esté permeada por un proyecto nacional, en donde la tierra sea concebida como el espacio donde todos estamos viviendo y construyendo un país donde sea digno vivir. Si no existe eso, si son todos casos locales que son analizados con visiones economicistas, tú tienes, en último término, la destrucción de todo, porque has roto la conectividad de pensar y sentir qué constituye al país como unidad.
Las manifestaciones estudiantiles estarían contribuyendo, según Maturana, a revertir una de las peores cosas heredadas del Gobierno militar: “La negación de la reflexión”. Y explica esta aseveración: “Durante la dictadura se reprimieron las conversaciones políticas. Pero esto derivó en que se suspendieran todas las conversaciones. No podíamos hacer conversaciones que tuviesen críticas al Estado. Pero entonces se conversaba de nada. Ni siquiera había conversaciones científicas. Porque cada vez que tú tienes dos o tres personas conversando de su trabajo, de las cosas que son para ellos importantes, pronto aparece la conversación política que tiene que ver con el sentido de lo que están haciendo en el espacio más grande de la comunidad o del país. Entonces sí se suprimen las conversaciones políticas, se suprimen todas las conversaciones. Creas esta ruptura, esta falta de unidad. Entonces cuando los estudiantes se manifiestan es como si sacaran el tapón que tiene las aguas estancadas. Y muchos adultos están contentos por eso porque esto nos abre a todos la posibilidad de conversar: Los estudiantes han permitido que corra el agua de la reflexión”, concluye.
Maturana sigue con sus elucubraciones: “En una comunidad no son los intereses personales los que prevalecen, sino la participación en la creación de un mundo común. En el libre mercado lo que prima son los intereses personales”. Y ahí estaría la gran ceguera de la clase gobernante y las élites chilenas: “Pensar que los jóvenes buscan una solución económica a su vivir. ¡No! Ellos buscan un sentido que darle a sus vidas”.
El pensador estima, en todo caso, que el movimiento estudiantil corre el riesgo de enceguecerse en la búsqueda de sus demandas. De creer que el tema del conflicto es ganarle al Gobierno. Pero: “Lo importante es abrir espacios reflexivos. No quien gana. No tenemos que ganarle al otro, tenemos que conversar, tenemos que abrir la reflexión”.
Maturana cree que la participación de los alumnos en el Consejo Asesor Presidencial es legítimo, necesario, “puesto que hay que abrir el espacio de la conversación”. Sin embargo, expresa el temor de que algunos estudiantes pretendan cruzar esa frontera y convertir las diferencias con el Gobierno en una lucha por saber quien gana. Si eso fuera lo que estuviera ocurriendo, estima que la situación no tendría salida. “Si tu miras, todos los conflictos en último término se resuelven en la mesa de conversaciones”. Agrega: “Lo terrible, por ejemplo, que pasa en Irak, es que esta invasión norteamericana no dejó un espacio para encontrarse con los otros en una mesa de conversación porque lo dominó todo”.
Los secundarios -piensa- tienen que ser muy claros en aceptar una reflexión filosófica sobre lo que se trata el intercambio con el Gobierno: “No estamos luchando con el Gobierno, estamos invitándolo a generar una apertura que transforme el sistema educacional el cual no tiene sentido para nosotros. No queremos ser elementos mercantiles, queremos un sentido nacional, queremos que lo que estudiamos nos haga sentido para la vida futura porque queremos contribuir al mundo en el cual vamos a estar viviendo que es en el fondo el país. Así es como pienso que deberían realizar sus propuestas”.