Es uno de los voceros con más visibilidad en la movilización aisenina. Hace años que planteó la necesidad de crear un frente común en la Región; nadie lo escuchó. Ahora, todos están unidos en las demandas territoriales y sociales. Creció en una familia campesina que vivió por décadas la discriminación del Estado chileno con las regiones apartadas. Si bien no pertenece a ningún partido político, señala que este país debe cambiar la forma de hacer las cosas y que la ciudadanía se cansó de esperar, para comenzar a exigir. Insiste en que el movimiento no busca desestabilizar al Gobierno sino que persigue justicia para su región; “la humildad va a ser siempre más grande”, responde a la indiferencia con que son tratados por parte del Ejecutivo. “La prepotencia nunca nos ha conducido a algo bueno”, sentencia.
En el año 2000, cuando Iván Fuentes asumió la dirigencia del sindicato de pescadores artesanales de Puerto Aysén, se le ocurrió proponer ante un grupo de trabajadores “hacer un frente regional del campo hasta el mar”. Y cuando dijo la palabra “frente”, la gente allí presente ni siquiera escuchó el resto y se escandalizó. “Porque, claro -dice ahora, doce años después-, en una región tranquila, que uno venga a hablar de ‘frente’, por supuesto no cayó bien”.
Cuando el descontento de los ayseninos era cada vez más evidente y la protesta social comenzaba a organizarse, Fuentes propuso nuevamente la idea, pero esta vez nadie se escandalizó. “Bajó gente en caballo desde las montañas, bajaron gauchos a marchar a la plaza, llegó gente de distintos lados, y de manera simbólica me regalaron un caballo que representaría la unión entre la gente del campo y del mar. Se generó algo lindo… así se armó este movimiento, que es totalmente transversal”.
Iván Fuentes se crió en el campo junto a sus once hermanos, hasta que un día dos profesores, Misael y Lucía -quien falleció el año pasado- lo adoptaron y lo llevaron a la escuela. Años más tarde, trabajó en las “faenas duras de la pesca artesanal”. En aquellos tiempos, que fueron para este pescador los más difíciles de su vida, reconoce que “sólo conocía algunos pasajes de la política”.
En el plebiscito de 1988, votó por el NO. Recuerda que en tiempos de la dictadura, cuando decían que había que apretarse el cinturón, “los que se lo apretaban era la gente humilde”. Enfatiza que “comíamos un vez a la semana y la gente se podrá acordar que había que echarle dos platos de harinilla y uno de harina para hacer el pan, porque eran tiempos de necesidades. Así de duro era”.
El 14 de diciembre de 1989, dio su voto al ex Presidente Patricio Aylwin y de ahí en adelante siempre votó por la Concertación. “Le debía un agradecimiento enorme, porque cuando era chico crecí en medio de la dictadura. Y si bien no sufrimos atropellos, porque vivíamos en el campo, sí la pasamos muy mal y fueron años muy duros”.
SE JUGÓ AL OLVIDO DE LA PATAGONIA
-20 años después ¿Cuál es la crítica que le hace a la Concertación?
-Tuvo la oportunidad de haber hecho las cosas, y no las hizo. Cuando asumieron, los jóvenes ochenteros como yo (ahora tengo 44 años), tuvimos mucha esperanza. Se dieron pasos importantes, sí. Pero se jugó al olvido con la Patagonia, y por eso perdieron el Gobierno. La gente humilde aguanta, pero la cobra. La forma de cobrarla es con el voto.
-Eso se tradujo en el inmenso apoyo que tuvo Sebastián Piñera en la Región. ¿Usted votó por él?
-Yo no voté por él, pero sí, aquí Piñera ganó por pateadura, ganó lejos. Yo creo que ese tirón de orejas fue un voto de castigo a la Concerta.
-¿Desde cuándo se arrastran las demandas de los pobladores de la zona austral?
-Desde antes de la Concertación hubo gente como Baldemar Carrasco -ex diputado electo por Aysén en 1969-, que durante muchos años luchó por lo que nosotros exigimos ahora. Pero luego, estas demandas fueron quedando en el camino. La Anef [Agrupación Nacional de Empleados Fiscales], la CUT, los pescadores artesanales y también los camioneros, no pudieron sostenerlas en el tiempo, porque cada uno lo hacía desde su trinchera, desde su perspectiva. En cambio, ahora juntamos las molestias de cada sector y el sentimiento de la Patagonia se vio representado en 11 demandas.
-¿Sienten que el Gobierno los están tomando en serio?
-A ratos sentimos que no, porque de las personas que estamos discutiendo en Aysén, se ve una clara intención de resolver el problema, pero pareciera que el Gobierno no pretende lo mismo. Lo que yo puedo considerar como un avance, es que hemos podido tener una relación más amigable con la gente con la que nos hemos estado entendiendo. Pero hay una falta de coordinación entre lo que hacemos nosotros acá, al mensaje que envía el propio Gobierno al país.
-¿En qué se refleja eso?
-En las palabras de Jaime Mañalich [ministro de Salud], por ejemplo. Yo valoré su visita a Aysén, pero después salió criticándonos. Luego el Gobierno amenazó con aplicar la Ley de Seguridad del Estado, cuando nosotros hemos dado señales claras de que queremos conversar.
-El Gobierno dice lo mismo…
-Si el Estado de Chile, mediante su forma de gobernar, entiende que aquellos que salen a la calle son poco menos que violentistas o revolucionarios que hay que exterminar de la tierra, yo creo que están equivocados. Hay otro tipo de formas de hacer violencia. La violencia del desdén. La violencia del olvido. La violencia de que los recursos de Chile se los lleven cuatro o cinco familias. Eso sí que es violencia.
-Además, se plantea que sus demandas son “desmedidas”…
-Cómo va a ser desmedido. Nosotros no estamos pidiendo ni salud gratuita ni educación gratuita. Estamos pidiendo -entre otras demandas- tener hospitales con sus especialistas y una universidad con cuatro o cinco carreras que tengan que ver con nuestros potenciales, con la madera, la pesca, con nuestros campos, para que nuestros cabros sean profesionales acá. Los pescadores artesanales en Chile están cada día sucumbiendo en la pobreza. Somos la región que hace 25 años y más estamos reclamando las mismas cosas.
UN LLAMADO DE ATENCIÓN
-El Gobierno asegura que hay activistas políticos de izquierda detrás del movimiento.
-Están en un grave error. Todavía no saben lo que ha pasado, no lo logran comprender. Aquí hay un movimiento social transversal que tiene graves críticas respecto al esquema político actual. El país se manifiesta hoy día en contra del sistema. No de los políticos. La gente quiere votar por personas, y no por los candidatos de un partido determinado. Entonces, esto tiene que ser un llamado de atención para la política en Chile. La política chilena está enferma y hay que sanarla.
-¿Se siente representado por algún partido político?
-Yo no estoy en ningún partido político, y este movimiento tampoco es político. Las demandas representan un profundo sentimiento social y transversal. ¡Mi compañero –Misael Ruiz– es de derecha! y militante de Renovación Nacional. Yo no soy militante de ningún partido, pero mi trabajo es social. Queremos que la gente recupere la fe en la política, en nuestra forma de hacer política, valorando a la gente que se dedica a hacer cosas porque le nacen. Esas personas que no tienen ni un sueldo ni un título, que trabajan de corazón y que son capaces de dar, de dejar a sus hijos y ponerse a trabajar por la comunidad, esos son los líderes.
“LA MENTIRA DURA HASTA QUE LA VERDAD LLEGA”
-Si las demandas vienen desde hace tanto tiempo ¿Por qué no se movilizaron antes?
-Yo he dicho claramente que el Presidente Piñera tuvo la mala suerte de enfrentar un terremoto, lo que pasó con los 33 mineros, la desgracia -que sentimos mucho-, de la muerte de Camiroaga y del equipo humano de Levantemos Chile. Son cosas terribles que le ha pasado a este país y las enfrentó el Presidente. Nosotros queremos que le vaya bien, si en definitiva, cuando le va bien al Presidente, le va bien a Chile, con eso te lo digo todo. Pero el levantamiento se produjo ahora, y si hubiese salido (Eduardo) Frei, le hubiese tocado igual. Esto iba a llegar, porque la política en general no estaba dando más.
-Cuando se trabaron las conversaciones, hubo un gallito con el Gobierno y decidieron desbloquear los caminos ¿Cedieron porque no les quedaba otra alternativa?
-No fue una muestra de debilidad, fue una muestra de grandeza de alma, de voluntad, de humildad. Nosotros no somos quiénes para querer doblarle la mano al Gobierno. Nosotros simplemente queremos que nuestras demandas se cumplan. El Gobierno dijo tener todas las cosas resueltas pero que no podía mostrarnos las soluciones que tenían porque teníamos las calles tomadas. Nos costó poder convencer a la gente que estaba en las calles de que había que soltarlas. Pero lo logramos, y pudimos decirle al Gobierno: “Ahí están todas las calles funcionales, está pasando el petróleo, los víveres, la harina, el gas, las empresas volvieron a funcionar. Entonces ahora, señores, muéstrenme las soluciones que dijeron tener guardadas y que no podían mostrar”.
-¿Y qué pasó?
-Desde aquel día hasta ahora, ha pasado más de una semana. La mentira dura hasta que la verdad llega. Nosotros hemos hablado siempre con la verdad.
-¿No se arrepiente de no haber insistido en mantener el bloqueo de los caminos?
-No, porque la humildad va a ser siempre más grande. La prepotencia nunca nos ha conducido a algo bueno. No puede ser que tengamos que entendernos a golpes: ellos con las Fuerzas Especiales y nosotros en la calle, con piedras. No quiero tener dos o tres personas más que pierdan la vista. Ya me va a marcar el hecho de que no puedan ver, imagínate si alguien muriese… sería terrible.
-Lo dice con cierto pesar… ¿Se siente responsable como cabecilla del movimiento?
-No me siento responsable, pero siento la pena por eso. Igual teníamos que hacerlo, si no, nunca habríamos tenido la oportunidad de que Chile sepa que la Patagonia existe.
SANTIAGO: CAPITAL DE HERMANOS
-¿Qué le dice a usted la frase “Santiago es Chile”?
-Me dice que ha habido un centralismo inserto desde hace muchos años. La gran ciudad es como la ciudad de las oportunidades, pero hay que salir afuera a buscarla. Queremos que las regiones sean más partícipes. Punta Arenas quiere ser más independiente. Está bien, cada Región tiene su fórmula, y el Estado puede seguir recibiendo todos los bienes que las regiones generan. Pero Santiago no puede ser Chile, tiene que ser la capital de Chile: una capital de hermanos que reparta mejor.
-¿Cómo advirtió que vive en uno de los mejores ejemplos de la centralización de este país?
-Mi propia vida va de la mano con lo que representan las 11 demandas del movimiento. Tengo cinco hijos chicos y quiero que vayan a la universidad, pero tendrán que irse a Temuco o a Valparaíso. Si alguien se enferma, lo tienes que sacar con un avión de la isla Puerto Aguirre. Si es de día, bien; pero si es de noche, que te pille bendecido, porque estamos hablando de un viaje de mínimo seis horas. Me da una profunda tristeza ver que gente de 65 ó 70 años, viven con 75 lucas mensuales. Y una boleta de agua te reporta 35 lucas. Pagamos el agua más cara de Chile y donde mires hay una cascada. Pagamos la luz más cara de Chile, y en esta región llueve nueve meses en el año. El kilo de pescado, 800 pesos. La bencina te cuesta 1.130 pesos el litro. Todas esas cosas van golpeándote el alma.
-¿Usted sabe quién fija el precio del combustible y cómo se hace?
-¡No! no sé quién lo fija. Lo único que sé, es que cada vez que voy a llenar el estanque para un colectivo, para un camionero, para un pescador artesanal, sientes un chicotazo en las manos porque de la noche a la mañana te cambia el precio del combustible; se te encarece la vida, pero el sueldo no te cambia.
-¿Le gustaría que la lucha por bajar el precio del combustible desbordara las fronteras de Aysén?
-El Gobierno nos contestó que nos íbamos a ver más favorecidos que la gente de Santiago o de otras ciudades -si subsidian de manera directa los precios de los combustibles-. Entonces, si el Gobierno está pensando en Chile entero, bueno, eliminemos el impuesto específico de una, y hagámoslo para todos y mejor aún. Pero eso no está en nuestras manos. Nosotros estamos haciendo una demanda desde la Patagonia, desde nuestro aislamiento, desde nuestras necesidades.
-Entonces ¿por dónde habría que partir?
-El Estado de Chile debe saber repartir mejor. Estamos pidiendo que se elimine el impuesto específico y las grandes industrias no pagan impuesto específico. Una persona común y corriente tiene un bote con motor, sale a borda y tiene que pagar impuesto específico cada vez que ocupa bencina, y las grandes industrias, que tienen la plata para hacerlo, que tienen muchas más lucas, no pagan. Eso es un atropello. El que quiere ganar buenas lucas, que gane buenas lucas. Pero tiene que haber un Estado, padre de todos los chilenos, que tiene que saber repartir; no le puede dar todo a unos pocos, y a otros dejarlos en el más triste abandono.
CANSADOS, PERO NO DESGASTADOS
-¿En qué se refleja que el Estado favorece a los empresarios y no al ciudadano común?
-No puede ser que en el extremo norte la gente ya no pueda sacar agua de un pozo con un balde, porque queda tan poca agua en el pozo que tiene que llenar con un jarro el balde para poder sacar agua para beber. ¿Por qué? Porque kilómetros más arriba hay un gran capitalista que se adueñó del agua. ¿Y qué hacemos con nuestros campesinos? Se tienen que ir. ¿A dónde? A la gran ciudad. Se van a un mundo de cemento, con sus hijos chicos, y se empiezan a perder en la periferia, porque la persona que va pobre a la ciudad no puede vivir en el centro. Y ese campesino era el que hacía los quesos de cabra, era el que sembraba los granos, y esos granos eran los que llegaban a la ciudad.
-¿Usted está consciente de que las 11 demandas apuntan a un cambio profundo del sistema?
-Cuando nosotros salimos a buscar nuestras demandas, no pensábamos en eso. Ahora, si cobra sentido político, qué bueno que pudiera el mundo capitalista renovar su política de trabajo y el mundo político, renovar la forma de hacer política. La única manera de cambiar esto es que los grandes capitalistas de Chile hagan una política más hermanable y colaboren a los gobiernos para que estos puedan invertir más.
-Entonces, el cambio tendría que empezar por quienes tienen el poder económico.
-Cuando le pisamos los cayos a los capitalistas, se mueve todo el mundo. Antes de la protesta, fueron los primeros en llamar al Gobierno y decirles: “Oye, viejo, saca a esos tipos que están hinchando aquí”. Ellos no están pensando en la solución, están pensando en el poder. Nosotros estamos hablando desde la humildad. Les decimos: “Si usted está ganando plata, invierta en su entorno”. No atropellemos la dignidad de la gente, porque ahí nos convertimos en una gran mandada y nos protegemos mutuamente y cobramos tanto poder como ellos. Ellos tienen el poder de las lucas. Nosotros tenemos el poder de juntarnos y unirnos.
-¿Cómo aseguran que la estrategia de apostar por el cansancio no le resulte al Gobierno?
-Nos ha costado mucho. Si fuera por mí, por Iván Fuentes, me corto un pedazo de tronco de un árbol y me siento a esperar. Pero no depende de mí. Yo represento la vocería de un grupo humano que está ansioso, sediento, esperanzado de justicia. No estamos desgastados, pero sí estamos cansados. Sin embargo, tengo fe. Espero que el Gobierno en algún minuto le ponga ganas. Esta historia la podemos hacer juntos. El presidente Piñera tiene la oportunidad de hacer las cosas que otros no hicieron.
Por Esteban Acuña Venegas
El Ciudadano Nº121, segunda quincena marzo 2012