Jorge Baradit: “El gobierno y la Presidenta se caen a pedazos para apenas mover un poco el timón”

Es el escritor del momento en el país, luego del arrollador éxito que acarreó su propia versión de la historia de Chile. “Yo hablo de los rincones de nuestra historia que están escondidos, tergiversados o literalmente omitidos”, recalca el porteño, sin miedo a politizar su postura y dejando claro que la objetividad no existe.

Jorge Baradit: “El gobierno y la Presidenta se caen a pedazos para apenas mover un poco el timón”

Autor: mauriciomorales

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En un país donde los próceres son santificados desde la niñez y el relato histórico es deformado, la avidez de los chilenos y chilenas por conocer un relato más allá de la versión oficial se ha acumulado. En este contexto, la propuesta del escritor Jorge Baradit tenía motivos de sobra para resultar tan exitosa como ha sido hasta ahora.

Ad portas del lanzamiento oficial de “Historia Secreta de Chile 2”, Baradit también se da un tiempo para analizar el presente: “Yo tengo la impresión de que se perdió la oportunidad y no sólo por el mal manejo de la Nueva Mayoría, sino porque estos gallos no gobiernan solos y el poder de la oligarquía es muy grande”.

-Tus libros hacen mención a una historia secreta de Chile, ¿qué es lo que sientes que hay que develar de nuestra historia y por qué?

-La respuesta tiene hartas patas y me ha ocasionado hartos problemas, porque hay personas que dicen ‘oye, pero si todo lo que tú hablas está en los libros’ y sí, por supuesto. Hay otros que dicen no, esto es una maniobra de marketing para tocar el nervio morboso de las personas y la verdad es que hay una especie de declaración, yo creo. La historia de Chile, casi toda la historia de Chile, es secreta para la mayoría de la gente.

Esto tiene que ver con las dinámicas escolares, como cuando a ti te preguntan quién fue Ramón Freire, no te suena ninguna campana y seguramente es el mismo olvido que te produce cuando te preguntan cómo se resuelve una ecuación de segundo grado o qué era la acetilcolina. Son materias que se aprenden en el colegio pero que no llegan a conectarse con el resto de tus conocimientos y terminan desapareciendo. Entonces, cuando yo hablo de historia secreta, solamente me refiero a este lado B de la historia, que no se cuenta y que queda de lado porque a lo mejor no interesa tanto o no es apropiado que sepamos. Yo hablo de los rincones de nuestra historia que están escondidos, tergiversados o literalmente omitidos.

-¿Quiénes son los que hacen la historia de Chile, quiénes la escriben, y con qué intención u objetivos se nos presenta una versión de la historia desde el colegio y hasta la universidad?

-Yo no le doy ninguna responsabilidad a los historiadores, los historiadores son un conjunto muy amplio y heterogéneo de profesionales que construyen, reconstruyen y arman pasajes de nuestra historia hasta los más mínimos detalles. Son ellos los que sin duda arman lo que la gente común en general entiende por historia oficial. La historia oficial la arma el Estado chileno, con sus programas escolares, donde sí hay intervención y razones políticas para omitir y tergiversar algunas cosas. La arman también los medios de comunicación que son entes interesados, tienen líneas editoriales, y cuando cuentan alguna historia o emiten algún reportaje por televisión, deciden y aplican esas línea editoriales. Al final, ese conjunto de poderes termina formando algo parecido a lo que entendemos por historia oficial.

-Hay una crítica que te hicieron en su momento algunos historiadores que tiene mucho que ver con el tema de la objetividad. En entrevistas has dicho que hay una sobrevaloración de la objetividad, que al final todos tienen sus propias versiones de los hechos.

-Mira, es súper sencillo esto: si tú le muestras a alguien una foto de La Moneda incendiándose, te va a decir: por supuesto, esto es el intervencionismo norteamericano que llevó al desastre un proyecto legitimado por la sociedad. Otra persona te dirá: pero esto es claramente una demostración de cómo cierto tipo de ideología destruye la institucionalidad y los llevó al barranco. Y, ¿quieres que te diga una cosa? Las dos tienen un poco de verdad, ninguna anula a la otra, porque la verdad histórica es algo bien fregado, es la convergencia de muchas opiniones.

-En medio de tu trabajo de desmitificación de héroes o referentes patrióticos, ¿qué lugar ocupan las mujeres en una historia oficial que siempre las ha invisibilizado?

-La sociedad machista de hoy vive y abunda en formas de organización social bien patriarcales, y en medio de eso hay dos cosas que le ha ocurrido a la figura de la mujer: por su confinamiento a la casa y las labores domésticas, que hace que recién durante el siglo XX aparece masivamente en el espacio público.

A mí no me gustaría que en este afán de reivindicarla en el espacio público quedara de lado su labor al interior de las casas, porque finalmente la mujer chilena, esa mamá y dueña de casa, ha sido un elemento aglutinante y estructurante para nuestra sociedad. En esta sociedad donde el hombre es muy inseguro y no muy apegado a ciertas responsabilidades, la mamá con el hijo huacho es una institución. Han sido las mamás y esas dueñas de casas las que han sacado a familias completas adelante en un país donde ocurre con frecuencia el abandono.

Entonces, primero reivindicar esa figura. Y después, claro, hay muchas mujeres durante el siglo XX que han sido escondidas o han sido desactivadas, como el caso de la Gabriela Mistral. Para mí, ese es el gran caso: una mujer de origen pobre, saboteada toda la vida por ser mujer y por manifestar empoderamiento, por su obra, por su opinión. La opinión social, feminista y ambientalista de la Gabriela Mistral, que es súper adelantada para su época, está absolutamente escondida. Y al final te la presentan como una viejita que hace rondas infantiles y es mucho más que eso. Es una lesbiana, política, poetisa, educadora y de corte mundial.

-En cuanto a los héroes o próceres de la historia oficial, se nos enseña a idolatrarlos y disfrazarnos de ellos en ciertas fechas. Bernardo O’Higgins es un gran ejemplo de esas figuras súperpoderosas a las que desmitificas en tus libros, ¿por qué es tan necesario el ejercicio?

-Yo creo que lo que pasa es que es una de las figuras más controversiales de la historia de Chile y existe una tendencia a santificarlo y a demonizarlo. Esas dos intencionalidades son incompletas, cuando santificas, escondes las cosas terribles y cuando demonizas, escondes lo bueno. Entonces eso sólo contribuye a mantener viva la discusión al respecto, pero tengo la impresión de que en este afán de construir identidad -que es una de las labores de la historia entre los escolares- se esconden aspectos que son relevantes de la conducta de O’Higgins que podrían arrojar luces sobre su personalidad completa.

-¿Se le puede llamar libertador?

-No, para nada. Él fue un tipo que participó de la Independencia de Chile, pero el libertador de este país es José de San Martín, eso lo saben en todo el resto de Sudamérica, menos aquí. Ahí hay una tontera, que no es responsabilidad de él, que reconoce a José de San Martín como el libertador de Chile en muchos documentos. Esa es una construcción posterior en este afán de estructurar al país en torno a una idea. Y en el afán que había de construir identidad, por supuesto que era importante que nuestro libertador fuera chileno, pero no fue así.

baradit-2EL INTERÉS POR EL OTRO LADO DE LA HISTORIA

-¿Cómo explicas la avidez de información que está reflejada en el éxito de tus libros? Uno no se imagina a priori que otra versión de la historia de Chile generaría tanto interés.

-Yo creo que los factores de éxito del libro son múltiples, pero yo creo que uno de ellos es el tono. Siempre hay interés por conocer de tu familia y tu país es tu familia. Siempre hay interés por encontrar esos rincones oscuros de tu historia, preguntarle a tu abuela de dónde viene o saber el origen de tu apellido. Creo que lo que no había era un acercamiento amable con las personas. Lo que hay son libros muy técnicos, de pronto son un poco inaccesibles por su lenguaje o estructura.

Y este libro era un libro que buscaba acercar a la gente a la historia, no pretende ser un libro académico, jamás fue su intención, así que los que lo critican desde ahí están equivocados. Creo que el éxito viene por un lado bien puntual: el investigador toma distancia del objeto de estudio. Es lo que hace el historiador, el periodista. Y lo investiga, establece verdades, cifras, datos, porque es un objeto de estudio. En cambio, la labor del narrador es poner a la persona no distanciada, sino en el lugar de los personajes.

A través de ese vínculo emocional que le da la narrativa a los hechos, creo que la gente empatizó mucho más con sus héroes y próceres y con los eventos de la historia, entonces se produjo un acercamiento a través de la emoción.

-El Ejército chileno también es un tema presente en tus libros, ¿cómo ves las últimas revelaciones del caso Caravana de la Muerte y la responsabilidad de Juan Emilio Cheyre? Parece estar más claro que en medio de los años de transición se tejió una historia que tampoco ha sido contada.

-Yo me detengo en la dictadura porque tengo la impresión de que todavía la transición es más materia de estudio del periodismo de investigación que de la historia, pero sin duda que los eventos de hoy confirman que hay constantes históricas, como el uso de las Fuerzas Armadas como herramienta de contención o brazo armado de la oligarquía chilena. Eso les trae un distanciamiento de la gente, la mayoría no siente que Carabineros sea parte de su vida, más bien sienten que son agentes opuestos y enemigos en muchos sentidos.

Es otra la discusión sobre si debieran existir o no, pero si están, debieran ser de todos los chilenos. Es algo que ocurre en los extremos de Chile: en la Patagonia, hay una colaboración de las personas con las Fuerzas Armadas que es muy distinta y en el extremo norte también. Muchos de nuestros héroes son militares y está bien, el problema es que hay un lado oscuro de las Fuerzas Armadas en el control interno del país que nos hace daño y a ellos también.

-Es cierto que el periodismo de investigación trabaja desde hace años en develar los hechos de la transición, pero en adelante será una historia que hay que contar. ¿Cómo crees que será esa versión? Parece algo que todavía no terminamos de procesar como país.

Yo creo que todos tenemos más o menos claro cómo vamos a evaluar la transición. Hay una enseñanza histórica, la principal enseñanza que deja es que no importa las buenas razones que tengas, una traición es una traición. No importa todas las razones que tengas, vas a pasar a la historia como el que pactó con los asesinos de tus padres, como es el caso de algunos candidatos presidenciales. Con todas las razones que quieras, finalmente el juicio de la historia va a ser por los hechos y los hechos son verdaderamente vergonzosos, en algunos casos. Es un grupo político que pactó y transó con los asesinos de sus compañeros y familiares. Ese juicio que es súper rudo va a tener matices, pero el titular va a ser ese, la transición fue una transacción, que permitió que un dictador criminal se mantuviera como Comandante en Jefe y que muriera sin haber visto la cárcel.

-Bueno, sin duda es una historia de la que podrás escribir en unos años.

-Claro, en unos 20 años más, cuando haya bajado el polvo. Yo creo que uno puede entender que, imagínate, Pinochet sacó tropas a la calle durante la transición por unos cheques protestados a su hijo. Imagínate lo que hubiera hecho en otra circunstancia o con otras razones. Yo entiendo esa parte. Creo que la principal responsabilidad de la Concertación es haber contribuido a la despolitización del país, en haberle negado espacios de participación y crítica, cuando dejó morir a la prensa independiente y cuando cerró las casas del No. Porque finalmente la gente sintió que estaba fuera de la política y al despolitizarse se perdió el relato, y cuando hoy tienes una turba de gente indignada ya no puedes dialogar. Son una turba, nada más, se los van a comer y de hecho se los están comiendo.

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-Tus libros se encargan de darle una importancia dentro de la historia a los movimientos sociales. ¿Cómo ves la relación actual entre éstos y el poder, luego de la promesa de la Nueva Mayoría de reformas y cambios profundos?

-Yo tengo la impresión de que se perdió la oportunidad y no sólo por el mal manejo de la Nueva Mayoría sino porque estos gallos no gobiernan solos y el poder de la oligarquía es tan grande y presente que por su puesto que les hicieron zancadillas y no sólo fue la ineptitud de la Nueva Mayoría, sino que también fue la campaña grosera por impedir esos cambios.

A mí me da mucha lata porque el descontento se va a seguir acumulando, la gente ya no está tan desinformada como antes, esta transparencia forzada a la que los están obligando las redes sociales y el acceso a la información permite que se pueda acceder a los correos o información secreta de una persona, está desnudando el asco que hay detrás del poder. Las personas están accediendo a esa información y están acumulando rabia, yo creo que esto tendrá que parar o va a terminar mal, de nuevo.

-¿No ves un poco de esperanza en el camino de quienes se movilizan?

-Sí, yo soy optimista. Me da lata que en este país el poder esté tan concentrado que no bastó que hubiera unanimidad, no bastó que se hubiera elegido a un gobierno por mayoría, no bastó haber tenido mayoría en las dos cámaras del Congreso, no bastó las encuestas que apoyaban algunas reformas con 70%, ni los cientos de miles de personas en la calle. No bastó el apoyo de todo el país a las reformas para que se pudieran llevar adelante y hoy vemos un gobierno y una presidenta que se están cayendo a pedazos para apenas mover un poco el timón.

Eso puede sonar descorazonador. Por otro lado se movió el timón. Hoy nadie se cuestiona que tiene que haber educación gratuita y de calidad, se está cuestionando el cómo. No se consiguió cómo se quería, pero me queda la tranquilidad de que se movió el timón, lento, pero se está avanzando en una dirección, al menos.


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