Todos hablamos de globalización, pero primero pensamos en términos económicos y financieros, en industrias o tecnologías, y de las consecuencias que genera esta carrera.
No obstante, pocos nos fijamos en otros agentes que están involucrados en la implantación de estos ideales en la sociedad, lo que implica un aguante mínimo o cero a los cambios.
Si miramos hacia atrás, vemos que quien maneja las ideologías o modelos mentales de una sociedad es quien señala el camino de ésta: San Agustín para el cristianismo, Hitler para los nazis; Proudhon de la pequeña burguesía, entre otros.
Ellos incitaban a ver el mundo de una manera determinada que viene a ser idealizada y apetecida. En contrapunto, quienes se oponen a la actitud generada por esta conducta, son juzgados como rebeldes, casi a un paso de ser peligrosos.
Los medios de comunicación como la prensa oral y escrita, cumplen su rol básico y fugaz: describir la realidad social. Así los ciudadanos se informan de manera objetiva y expedita de la contingencia nacional e internacional que rodea sus vidas. El individuo entra en una interacción de ideas y al llamado que hacen los medios a sus sentidos, lo que permite que la acción mediática sea rápida y eficaz…
La función de los medios es atraer e influenciar la opinión individual y colectiva aunque ello conlleve dejar de lado la veracidad. En este sentido el juego de lo fugaz y la problemática de la objetividad, intentan modelar la opinión publica y la mayoría de las veces tienen éxito.
Lo fugaz se renueva por medio de mínimas diferencias o con más cobertura de la información en días sucesivos. Los conglomerados mediáticos –en la televisión por cable- abarrotan con la misma noticia para influir simultáneamente la opinión en los lugares más recónditos.
La objetividad es parcelada, ya que está fijada por la línea de una elite o del propio periodista. Las informaciones que nos llegan por los distintos soportes mediáticos no exponen el suceso, sino que lo transforman para cumplir con una meta determinada, la política, no siempre clara para el receptor.
Hollywood difunde el “estilo de vida” norteamericano a través de valores globales como la libertad del individuo, la probabilidad de enriquecerse y la “buena onda” de ayudar raudamente al necesitado u oprimido.
Con esta dinámica se infieren dos cosas: las ganas de conseguir estos valores y la defensa de ellos. En el inconsciente colectivo, esa protección está fuertemente ligada a la idea de que el yanqui es el único que puede realizarla.
Por medio de la exposición repetida de este tipo de situaciones, en nuestro inconsciente se generan aseveraciones estereotipadas. Por ejemplo: el protagonista de la película, si ha sido un rebelde social o un mal modelo, muere al terminar el film. La primera imagen que se me viene a la mente es el final de “Busco mi destino” (Easy Rider) y “Caracortada” (Scarface).
Los villanos o indeseables de la historia han ido evolucionando a través de los tiempos según las necesidades yanquis, tales como los indios, mexicanos, italianos e irlandeses. En la ideología global fueron los nazis, fascistas italianos y japoneses. Luego los vietnamitas y después los soviéticos y cubanos. Más tarde aparecieron los latinos o más bien los colombianos y por estos días figuran los árabes.
La intervención mediática consiste en que siempre hay un norteamericano o muchos que ayudan a los desprotegidos a luchar en contra de los villanos. Así se acentúa la necesidad de dependencia del mundo de las fuerzas militares de Estados Unidos.
Ellos son el Mesías, son portadores de la verdad, la bondad y la potestad de escarmentar como un dios. Estas situaciones se reiteran diariamente en la televisión y el cine que potencian los golpes noticiosos provenientes de la radio, la prensa escrita e internet.
Los conglomerados mediáticos controlan la mayoría de los medios del mundo. Quieren la uniformidad y se preocupan del producto nacional sólo cuando éste acapara la atención de la audiencia local, para transformarlo o suspenderlo y que no se mantenga el patrón.
TIRANOS MEDIÁTICOS
Nueve empresas globales de la comunicación (ocho de ellas yanquis) controlan la mayor parte de los satélites, las telecomunicaciones, la televisión, la radio, Internet, el acceso a la información, la industria cultural y el entretenimiento en todo el mundo.
Algunos estudios señalan que la economía del libre mercado y los medios de comunicación, principales fuerzas de la globalización, imponen patrones de consumo y formas de vida en todo el mundo.
El neoliberalismo abrió a los intereses transnacionales en casi todas las naciones la propiedad de la prensa escrita, radios, la televisión por cable, digital y satelital.
El mercado mediático global acabó por ser dominado por 8 conglomerados transnacionales que rigen los medios de EE.UU: ATT/Liberty Media, Disney, Time Warner, Sony, News Corporation, Viacom y Seagram, además del gigante alemán Bertelsman.
Hay 50 empresas que participan del mercado mediático global. La mitad de estas firmas son –para variar- estadounidenses; el resto, europeas y japonesas. Las del país del norte: Dow Jones, Gannett, Knight-Ridder, Hearst and Advance Publications. Las europeas: Kirch Group, Havas, Mediaset, Hachette, Prisa, Canal Plus, Pearson, Reuters y Reed Elsevier. Las japonesas, aparte de Sony, son productoras locales.
DESIGUALDAD INFORMATIVA
No es novedosa la existencia de una desigualdad en el consumo de información. Las clases medias y altas son consumidoras y/o emisoras de los nuevos medios (cable, antenas parabólicas y tv digital, internet, telefonía celular), en cambio los desposeídos del sector urbano y rural quedan excluidos de los medios en sus países, donde sólo son presentados como noticia (en tragedias o conflictos), casi nunca son emisores.
El acontecer capitalino y el de las grandes ciudades -por banal que sea- ocupa la agenda del día como sucesos del ámbito nacional en función de su rentabilidad económica; el interior sólo merece una líneas de acuerdo a la trascendencia del hecho o se excluye de la agenda.
Estos códigos coloniales son trasladados desde otras grandes urbes y se hacen carne en las capitales y alrededores y son reproducidas y enviadas hacia el interior, siendo de esta forma colonizado por estos códigos de vida que poco tienen que ver con las realidades, identidades y símbolos provinciales o regionales.
El colonialismo informativo es esencial para dominar, porque la politización de la clase dominante implica la despolitización de las clases dominadas. No pensar, no intervenir, no vivir.
Muchos países han ajustado su legislación permitiendo el acceso a los medios a empresas extranjeras; en algunos casos se ha permitido la privatización de los mismos. En otros hay una corriente de pensamiento que sostiene la necesidad de medios no comerciales.
En los países pobres, la privatización y la apertura nacional a los capitales trasnacionales fueron normas impuestas indirectamente por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de Comercio al condicionar la ayuda a la aplicación de recortes en gastos públicos, subsidios y a la comercialización de todas las actividades.
Sin embargo, la desigualdad se mantiene, pues para acceder a la internet es indispensable tener dinero y aún hay muchos pueblos donde hay un flagelo dominante: el hambre, incluso en yanquilandia.
Esa diferencia económica contribuye a la uniformidad, porque la imagen del mundo que se presenta a la gente no tiene la más mínima relación con la realidad, ya que la verdad sobre cada asunto queda sepultada bajo montañas de mentiras.
Cuando éstas no funcionan y la permisividad falla, gana terreno la censura ya sea impuesta en forma vertical, desde los gobiernos a los medios o la autocensura. En el primer caso, las noticias pasan por un filtro que indica qué y cómo publicar; en el segundo, existen sobreentendidos sobre lo que es conveniente dejar de lado.
TRINCHERA DE COMBATE
El periodista debe tener la capacidad de insertar los hechos de los que es testigo en su contexto histórico, social, cultural y político.
En las grandes rebeliones sociales de los últimos años, la comunicación entendida como coordinación del comportamiento jugó un papel decisivo. Los medios alternativos y lo que Umberto Eco define como “guerrilla semiológica” a una serie de intervenciones y actuaciones producidas no desde el sitio de partida del mensaje, sino en el lugar al que llega, induciendo a los usuarios a discutirlo, a criticarlo, a no recibirlo pasivamente. Es decir, son las formas que se generan para combatir la potencialidad de controlar ‘el mensaje’ y’ejercer influencia sobre la opinión de los usuarios y hasta directamente moldear su conciencia’.
He ahí la importancia que reviste el desarrollo de los medios alternativos, como trincheras de combate en una guerra de guerrillas semiológicas contra la dictadura de los medios de comunicación masivos.
Por Mauricio San Cristóbal
El Ciudadano