La huelga general que sacudió a Paraguay

La huelga general realizada en Paraguay el pasado 26 de marzo marca un hito en la historia de ese país, no solo porque la misma significa expresión multitudinaria de descontento de diversos sectores sino porque ella habilita una alianza obrero-campesina sin precedentes.

La huelga general que sacudió a Paraguay

Autor: Francisco

HuelgaParaguay

Docentes, estudiantes, campesinos y campesinas, comerciantes, empleados administrativos, indígenas, gays, lesbianas, entre otras manifestaron su repudio por las políticas neoliberales encarnadas por el gobierno de Horacio Cartes, con un desarrollo del sistema privatizador; rechazaron el avance de la economía agroexportadora que en territorio oprime a las comunidades indígenas y campesinas, y repudiaron la continuidad de un sistema represivo que se sostiene en una matriz intacta que viene desde el stronismo y que criminaliza a los sectores más vulnerables de la población.

Uno de los puntos más importantes de demanda fue el pedido de derogación de la ley de Alianza Público Privada (APP), que, en líneas generales, lo que hace es habilitar la cesión de recursos del Estado a empresas privadas. Otro de los puntos relevantes fue el pedido por la libertad de los campesinos/as presos políticos por la Masacre de Curuguaty. El reclamo por esa masacre, que a estas alturas representa un emblema de la lucha campesina, estuvo presente todo el tiempo en las distintas voces que participaron de la huelga, y se empalmó con los más de 40 días de huelga de hambre que en ese momento llevaban los presos políticos en pedido del justicia en la investigación del caso y por la declaración por parte de la Corte suprema de que las tierras de Marina Kue (Curuguaty) pertenecen al Estado paraguayo.

Hace unos veinte años que no se da en el Paraguay una huelga con estas características: una alianza de sectores diversos y una adhesión casi absoluta. El nivel de acatamiento y el impacto de la huelga general fueron muy altos. Ya en los días previos diferentes grupos comenzaron su marcha hacia la capital paraguaya, con distintas formas de expresión y manifestación. Se calcula que hubo 40 puntos de movilización en todo el país, que se suman a los apoyos expresados desde Argentina, Brasil, Uruguay, España e Italia, entre otros países.

Por todos los medios, el gobierno y las oligarquías nacionales intentaron evitar la realización de la organización colectiva. Para ello utilizaron conocidas estrategias de amenaza, amedrentamiento, estigmatización y declaraciones de ilegalidad. El gobierno de Horacio Cartes realizó una persistente campaña de agresión y boicot hacia la medida de fuerza, pero sus intentos fueron totalmente infructíferos. El gobierno no pudo impedir que a primera hora del día una gruesa columna del campesinado pobre arribara al centro de Asunción. Ya para el mediodía unas 15 mil personas se congregaron en la plaza central en el contexto de una ciudad silenciosa, vacía, de comercios cerrados.

Todo esto representa otro punto de inflexión: los manifestantes no se dejaron doblegar por el miedo, en un país marcado por las frescas memorias de la larga dictadura stronista, el Marzo paraguayo y más recientemente la Masacre de Curuguaty, episodios de la historia reciente que muestran que para las elites de la oligarquía la vida humana «vale menos que la de las bestias», al decir del escritor Carlos Pastore en el año 1940.

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La huelga representa un éxito porque el gobierno nacional fue obligado a tener que reconocer la magnitud del reclamo popular y mostrarse en una actitud negociadora. En palabras de la dirigenta feminista y socialista del partido Kuña Pyrenda: «Después de semanas de discursos agresivos y amenazantes, de operar con los sindicatos del sector público para dejarlos en posición despreciable ante sus compañeros de clase, de propaganda pagada llamando a desactivar la huelga, de amenazas de violencia e inventos de conspiraciones, entre ayer y hoy Cartes y sus voceros tuvieron que agachar la cabeza, pedir negociación y hasta alabar la huelga. Hoy, a Cartes no le queda otra que entender que sus medidas de empresario prepotente e incapaz de comprender el valor de lo colectivo hartan a la gente. Y que puede ir por ahí favoreciendo a los amigos poderosos y pisoteando los derechos de las mayorías, pero difícilmente el silencio y la resignación sean la respuesta de toda la gente. Así que a cambiar el rumbo, porque este no es un barco privado, sino un país del que somos dueñas todas las personas que habitamos el Paraguay».

En el Chaco paraguayo, un territorio «lejano» (dependiendo desde donde se lo mire) y ciertamente hostil (por sus características climáticas pero también por las enormes desigualdades sociales que se manifiestan en el atropello sistemático de los muchos indígenas que allí habitan), Eddie Ramírez, comunicador social que trabaja con las comunidades de la zona, señaló que también allí hubo expresiones de protesta: «verdaderamente hubo mucha movilización y de calidad, a pesar del desgaste mediático de la propuesta de las organizaciones, se ha demostrado una gran capacidad de organización. Por ser una huelga que se viene después de más de una década, tenemos que calificarla como una conquista de las organizaciones de diferentes niveles, tipos y tamaños. De mujeres y hombres que han sumado sus esfuerzos para lograr una gran protesta y un mensaje bastante claro a la administración Cartes. Se abren nuevos capítulos ahora. Creo que en ese sentido hay conciencia de parte de los/las referentes: la mesa de diálogo y lo que dice que será, ya forma parte de la post huelga, que sin embargo, por lo que ha sido esta experiencia, no tomará de brazos cruzados a las organizaciones» señaló Ramírez.

Por donde se lo mire, el gobierno de Horacio Cartes tiene limitaciones para proporcionar bienestar general y cumplir con las expectativas de la gente. Si observamos su trayectoria y sus ejes de trabajo entendemos que su proyecto está destinado al fracaso, pues no hace más que promover la concentración de la renta en un país que ya se caracteriza por ser uno de los más desiguales del mundo, con aproximadamente el 60 por ciento de su población bajo la línea de la pobreza. Su perfil de «exitoso» empresario (aunque las bases de ese éxito sean bien dudosas) y la plataforma sobre la que se erige, el mafioso y conservador Partido Colorado, lo colocan en las antípodas de las necesidades populares. Si bien en un principio algunos analistas temían que Cartes pudiera encarar hábilmente un proceso populista de derecha y neoliberal-eficientista, a estas alturas queda demostrado que la inteligencia y la diplomacia no son características del mandatario y de su gobierno. Expresiones poco felices se oyen de boca del presidente paraguayo, como que la frase dicha por Cartes a una periodista española: «el Paraguay tiene que ser como esa mujer linda y fácil» o la ya célebre «usen y abusen del Paraguay», en una reunión que el presidente paraguayo mantuvo en el Brasil. 


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