Mientras la Organización para las Naciones Unidas (ONU) sirve de plataforma para promover e incentivar, junto a la mediática corporativa internacional, conflictos armados de origen político, ideológico y religioso en distintos países con el falso argumento de atender “crisis humanitarias”; los integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) -seno de las potencias hegemónicas de la industria militar mundial- se frotan las manos, y no precisamente por nerviosismo o ansiedad, todo lo contrario, por los altos dividendos que se generan en sus arcas con cada nuevo escenario bélico.
Lo primero es generar el conflicto interno en cada país, preferiblemente en aquellos que no son serviles a los intereses de Washington, pues representan una amenaza para su hegemonía.
Una vez se obtiene la inestabilidad política, social y económica en el país que tienen en la mira, se procede a intensificar campañas de desprestigio y de imposición de matrices de opinión, la mayoría de las veces fundamentadas en noticias falsas y/o -en el mejor de los casos- manipuladas, contra el gobierno que lidera el país en cuestión.
Todo esto se ejecuta con base en una línea editorial bien trazada que es viralizada a través del aparato mediático que ofrecen las empresas transnacionales de la comunicación, siempre aliadas a los intereses de la Casa Blanca y sus aliados en el eje hegemónico.
Así se van tejiendo los «argumentos» que le permite en primer término a la ONU a tomar «decisiones» dentro de su Consejo de Seguridad y en la Secretaría de Derechos Humanos, sobre si intervenir directamente en el país que tienen en la mira. De esa manera se comienza a romper y vulnerar la soberanía, la autodeterminación e independencia de cada país; incluso todo lo concerniente al respeto del derecho internacional.
Una vez abierta esta opción que permite a la ONU ingresar al país determinado con tropas armadas extranjeras, conocidas como los «Cascos Azules», grupos que cuentan con un historial malsano que incluye extensas violaciones a los derechos humanos en los países donde actúan y han intervenido, como por ejemplo, abusos sexuales contra mujeres, niños y adolescentes, por sólo nombrar uno; se da paso también a que el conflicto inoculado -en principio- se enquiste definitivamente en la cotidianidad de la nación ultrajada.
De igual forma se van reproduciendo campos de concentración para lo que la ONU cataloga como «refugiados» de la «crisis humanitaria» que producto de la incapacidad del gobierno de ese país para resolverla, ocasiona que el organismo tenga que actuar también con los llamados «cascos blancos», una especie de civiles que integran paramédicos, médicos, enfermeros, entre otros tipos de profesionales relacionados al trabajo «humanitario», que sirven como recolectores de pruebas y de las historias catastróficas que terminan por vivir las personas del país en conflicto y que justo antes de ella, tenían una vida tranquila, sin armas ni violencia, en paz.
El escenario perfecto para la entrada de la OTAN
Una vez se enquista el conflicto en el país señalado por la cúpula de la ONU, en cumplimiento del interés de EEUU, se gesta el escenario perfecto para que ejerza el protagonismo la OTAN.
Así comienza un nuevo capítulo de guerra, en el que las armas son vendidas principalmente por empresas estadounidenses, alemanas, francesas, belgas y del Reino Unido -todos miembros de la OTAN-. Hasta 2016, el gasto militar combinado de esta organización fue de 76% del total mundial.
En los conflictos donde interviene el poder armamentista de esta alianza militar, se comienzan a «formar» grupos terroristas, bajo el velo de «rebeldes» o «ejércitos democráticos», mismos que terminan siendo apoyados, financiados y abastecidos con las armas que proporcionan los miembros de la OTAN.
Mientras se incrementan los ingresos de las empresas armamentistas, las intervenciones armadas se ejecutan con el objetivo derrocar a los gobiernos que EEUU y sus aliados califican de «regímenes dictatoriales», «enemigos» e incluso «promotores» y «protectores del terrorismo», pero que en realidad son países con grandes riquezas naturales y energéticas.
Un artículo escrito por Augusto Zamora y publicado por en el portal web Rebelión titulado «La OTAN como amenaza a la paz mundial», explica: «El Atlantic Council, un think tank próximo a la OTAN, publicó un alarmante informe, titulado Arming for Deterrence, sobre la posible invasión de Polonia por Rusia. También hacía especulaciones sobre la ocupación rusa de los países bálticos en menos de 48 horas».
«Para prevenir tales amenazas, los autores del informe pedían un drástico despliegue de tropas de la OTAN en esos países y un aumento destacado del gasto militar. El único inconveniente con ese informe es que no existe ninguna amenaza rusa ni hay nadie en Moscú pensando en ocupar Polonia. Se trata, más bien, de un informe más dirigido a crear alarma para justificar la existencia de la OTAN, el gasto militar, la militarización de Europa y la omnipresente presencia militar de EEUU», cita el texto.
Con base en ese informe, la OTAN actualmente mantiene un operativo constante para el supuesto resguardo a los países bálticos por la amenaza que representa Rusia para Europa y Asia. Sin embargo, el interés real es mantener cercada a Rusia a través de las instalaciones de misiles antiaéreos y la colocación de miles de tropas en los países fronterizos.
En medio de ese operativo, la OTAN mantiene fuerzas militares armadas activas en de Albania, Estonia, Letonia, Lituania, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia y Polonia, con presencia de militares de Canadá, España, Italia, Reino Unido, Alemania y Estados Unidos.
Un ejemplo de la actividad belicista en la zona franca rusa es el masivo despliegue que ejecuta la Policía Aérea del Báltico, definida como una misión de defensa aérea de la OTAN para proteger el espacio aéreo de los tres países bálticos: Estonia, Letonia y Lituania.
Las labores «policiales» en esa zona son ejecutadas por aviones de combate de la OTAN de los países que integran la alianza.
Control pleno del eje euroasiático
Agusto Zamora explica también que durante los gobiernos de Bill Clinton y George Bush Jr., «se aplicaron a fondo a ejecutar las políticas para establecer ‘el nuevo siglo americano’. Las sucesivas guerras tardo-imperialistas en Yugoslavia (1999), Afganistán (2002) e Iraq (2003)», obedecieron a la lógica del «grupo de presión estadounidense» denominado ‘Project For a New American Century (PNAC)’, «cuyo fin era promover la hegemonía de EEUU en el siglo XXI, aprovechando el enorme vacío de poder dejado por la Unión Soviética».
Agrega Zamora: «Con Yugoslavia se aseguraron el control de Europa del Este (ingreso de Polonia, Hungría y Chequia en la OTAN) y la sumisión de la Unión Europea, que abandona sus proyectos de autonomía (creación del Euroejército y política exterior propia), para plegarse a EEUU. La guerra en Afganistán -dirigida a establecer el dominio de EEUU en Asia Central- ofrece el marco para el ingreso en la Alianza Atlántica, en 2004, de Bulgaria, Rumania, Eslovaquia y las repúblicas bálticas».
«En 1998 el ex consejero de Seguridad Nacional, Zbigniew Brzezinski, afirma que ‘la Alianza Atlántica inserta la influencia y el poder militar estadounidense directamente en el continente euroasiático… cualquier expansión del ámbito europeo automáticamente conlleva una expansión del área de influencia directa estadounidense», cita el texto.
En ese orden, explica Zamora, «el siguiente paso era la militarización de Europa, desde las fronteras con Rusia hasta España, así como el ingreso en la OTAN de Estados exiguos, sin relevancia alguna, como Montenegro, para no dejar cabos ni espacios sueltos. Aplicando esa política, no han dejado de crearse nuevas bases y establecimientos militares estadounidenses, desde Rota a Estonia, pasando por Polonia, Bulgaria y Rumania. El resultado está a la vista, para los que deseen ver: Europa del Este se está convirtiendo en una enorme base militar, en la que Alemania empieza a jugar el papel de Estado-gendarme, abandonando las políticas de amistad y conciliación con Rusia».
En una entrevista publicada el 20 de julio de 2018 por el portal Gerente.com, el actual secretario general de la OTAN y ex primer ministro noruego, Jens Stoltenberg, confirma que la alianza militar ha desplegado tropas por todo el Este de Europa para evitar la «amenaza» rusa.
«La OTAN está lista para defender y proteger a todos sus aliados de cualquier amenaza. Y por eso hemos desplegado tropas en el Este. Ha sido una propuesta proporcionada y defensiva tras lo que pasó en Ucrania y que manda la señal necesaria. España forma parte de ese contingente en Letonia y también participa en las patrullas aéreas en el Báltico, por cierto», explica Stoltenberg.
Generar riquezas a costa de los pueblos de África, Asia y Oriente Medio
La primera prueba de la OTAN fue Yugoslavia en 1999. Lograron acabar con el gobierno de Slobodan Milosevic, un dirigente marcado como comunista y por ende un «virus» que EEUU y sus aliados debían erradicar por completo de la Europa que «renacía» tras la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS).
Fue el macartismo -término que engloba la persecución y erradicación de comunistas y socialistas- lo que en principio unió a los países de la OTAN; sin embargo, al ver lo generoso que significaba hacer la guerra y los dividendos que traía a sus creadores, se decidió continuar con la organización como un ente «defensor» de las democracias.
Es así como desde que los países de la OTAN, principalmente EEUU, decidieron generar conflictos bélicos en Asia, África y Medio Oriente, los pueblos de Siria, Libia, Afganistán, Irak, Palestina, Pakistán, Sudán, Yemen, Chad, entre otros, viven en medio de guerras incentivadas y propiciadas desde el extranjero que durante la última década han dejado enormes riquezas a los países aliados y millones de muertos, torturados y desplazados, la gran mayoría de ellos niños.
Hasta enero de 2015, por ejemplo, en Siria ya habían muerto 220.000 personas como consecuencia directa de acciones de guerra, según cifras de la Organización Mundial de la Salud.
De igual forma, datos del Centro de Documentación de Violaciones de Siria (VCD) publicados en 2015 relataban que al menos 852 niños habían sido asesinados durante el conflicto, algunos de ellos tras sufrir torturas por las tropas ocupantes
Ese estudio, que contó con aportes de universidades de Bélgica, Reino Unido, EEUU y Líbano, se centra en víctimas civiles muertas a consecuencia directa de las armas, no por causas indirectas como desabastecimiento de bienes de primera necesidad, desplazamientos, entre otras.
Por ejemplo, de los 1.783 centros de salud que había en Siria antes de la guerra, para 2015 ya solo la mitad funcionaban normalidad y el 59% de los hospitales públicos no estaban operativos. Los suministros de agua se habían reducido 50% respecto a los niveles anteriores al conflicto y las condiciones de vida insalubres para los desplazados provocaron brotes de enfermedades como la leishmaniosis, hepatitis A, fiebre tifoidea y otras dolencias que hasta 2011 eran difíciles de encontrar en la población.
Para la OTAN los millones de dólares valen más que la vida
Según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), las ventas de los mayores fabricantes de armas han crecido exponencialmente, siendo las compañías estadounidenses las que acaparan más de la mitad de las ventas globales, seguidas por las empresas europeas.
El informe publicado en el portal eldiario.es, detalla que en 2016, cuando el mapa del mundo estaba salpicado por decenas de conflictos armados creados por la OTAN y con la complicidad de la ONU, la cifra de personas desplazadas volvió a alcanzar un «máximo sin precedentes» de 65,6 millones.
«Ese mismo año, las ventas de los mayores fabricantes de armas repuntaron por primera vez después de seis años de descenso», agrega el informe, que explica que este incremento se produjo debido a que al menos la mitad de las guerras propiciadas por EEUU y sus aliados, se habían enquistado e intensificado.
«En total, las 100 compañías más importantes del sector vendieron equipos militares y armamento por valor de 374.800 millones de dólares, un 2% más que en 2015», explica el estudio.
Cita la nota que de acuerdo al estudio el ránking de empresas con más ingresos «lo lidera el gigante estadounidense Lockheed Martin. Y se debe, sobre todo, al alto volumen de aviones de combate F-35 que entregó en 2016. Se trata de uno de los mayores proveedores de armamento del Departamento de Defensa de EEUU y, además de aviones de guerra, comercializa misiles, helicópteros y tecnología espacial. En 2016 las ventas del mayor fabricante del mundo crecieron un 10,7% y alcanzaron los 40.830 millones de dólares».
«Así, la renovación de los arsenales militares con armamento de última generación, como los caza F-35 de Lockheed Martin, explican gran parte del primer incremento mundial de las ventas desde 2010», agrega.
Después de Lockheed Martin, la segunda empresa más poderosa de armamento es la también estadounidense Boeing, que hasta 2007 lideró la lista anual del SIPRI. Durante 2016, la división de defensa de la compañía facturó 29.510 millones de dólares, sobre todo por la venta de aviones de combate. Le sigue Raytheon, otra de las principales corporaciones de EEUU y líder mundial en fabricación de misiles, explica el referido portal.
En total, las empresas armamentísticas del país norteamericano concentran más de la mitad de las ventas totales, casi el 58%. Se debe, explica el SIPRI, a las operaciones militares de EEUU fuera del país y a las compras de armamento por parte de terceros países.
Entre los 10 gigantes del negocio mundial de las armas figuran otras tres compañías estadounidenses más: Northrop Grumman, que comercializa aviones de guerra; General Dynamics, fabricante de aeronaves y tanques, y L-3 Communications, proveedor de sistemas de vigilancia y comunicación.
Explica el estudio de SIPRO que el cuarto mayor fabricante de armas del mundo es la compañía británica Bae Systems, productor de aviones, buques de guerra y municiones, con unas ventas que alcanzan casi los 23.000 millones de dólares. La división militar del consorcio europeo Airbus, dedicado al negocio de la aviación, se encuentra en séptimo lugar.
La novena posición es para la empresa italiana Leonardo, fabricante de helicópteros. La única corporación española, Navantia, se encuentra en el puesto 98 de la lista. En 2016, las ventas de las principales compañías europeas de armamento se mantuvieron estables, en unos 91.600 millones de dólares.
Trump, Colombia y la mirada de la OTAN sobre Latinoamérica
Los negocios de las potencias militares pretenden incrementarse en Medio Oriente, África y Asia, y también en el Este de Europa. Tal y como lo vienen haciendo, no sólo para mejorar sus ingresos por la industria de la guerra sino también para apoderarse del control sobre sus inmensos recursos energéticos, naturales y minerales, que también generar riquezas cuantiosas.
De igual forma sus ansias de expandirse hacia el continente americano, territorio al que aspiran intervenir desde la crisis de los misiles con Cuba, en plena guerra fría con la URSS, se han vuelto palpables luego que el gobierno de Juan Manuel Santos en Colombia negociara la incorporación de ese país a la OTAN, bajo la calificación de «socio global».
Y es que Colombia tiene una posición geopolítica estratégica, pues le permite a los países de la OTAN tener acceso pleno sobre el Caribe, Centroamérica y Suramérica, especialmente para atacar a gobiernos «enemigos» a Washington y sus aliados europeos, como son los gobiernos de Nicaragua, Venezuela y Bolivia.
El negocio armamentista para EEUU, que ha dicho abiertamente desde que llegó Donald Trump al poder, su interés de intervenir militar y directamente sobre Venezuela para «acabar con la dictadura de Nicolás Maduro», según datos oficiales registró en 2017 uno de sus mejores ingresos.
De acuerdo con datos del Departamento de Estado de EEUU, la industria armamentista vendió durante el año 2017 armas por un valor superior a los 41.930 millones de dólares, equivalente a un crecimiento de 25% en relación con 2016.
En un artículo publicado en mayo de 2018 por Camilo Rengifo Marín en Rebelión y titulado «Colombia, brazo armado de la OTAN en Latinoamérica», explica como la adhesión de la nación neogranadina a esta alianza militar condiciona la declaración de zona de paz en la región que decreto la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
«No hay que olvidar que Colombia es el principal productor de cocaína del mundo, y también el principal desestabilizador del gobierno bolivariano (Venezuela). Tras cinco décadas de conflicto interno, se firmó una paz con las FARC, que no ha sido respetado por el gobierno de Santos. Mientras, renacen las bandas paramilitares y de traficantes, que han colaborado en el saldo de ocho millones de víctimas entre muertos, desaparecidos y desplazados. Lejos está Colombia, lamentablemente, de ser zona de paz», explica Rengifo.
Al respecto recuerda que el anuncio del expresidente Santos, se dio «luego de sendas visitas del entonces secretario de Estado estadounidense Rex Tillerson y del vicepresidente Mike Pence».
Los socios globales de la OTAN «desarrollan cooperación con la OTAN en áreas de interés mutuo, incluidos los desafíos de seguridad emergentes, y algunos contribuyen activamente a las operaciones de la OTAN, ya sea militarmente o de alguna otra manera «, indica la organización en su página web en la que ya aparece reflejada la adhesión de Colombia.
Otros ocho países forman parte de esta misma categoría: Afganistán, Australia, Irak, Japón, Corea del Sur, Mongolia, Nueva Zelanda y Pakistán.
Recientemente el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, se unió a la postura estadounidense, al manifestarse de acuerdo a que se ejecute una intervención militar contra Venezuela. Tal declaración fue rechazada por la mayoría de los países de la región, incluso por países aliados a Washington, sólo Colombia, Canadá y Guyana apoyaron las palabras de Almagro.
Todo esto se da en medio de recientes visitas realizadas en Suramérica por el ministro de defensa estadounidense, James Mattis, del vicepresidente Mike Pence y con declaraciones del nuevo presidente de Colombia, Iván Duque, que ha ratificado el perfil belicista pro-estadounidense y ha dicho que su gobierno se dedicará a la salida del «régimen dictatorial» del Presidente, Nicolás Maduro.
A esta plataforma belicista se ha unido también la nueva secretaria de derechos humanos de la ONU, Michel Bachelet, quien con los antecedentes de los antiguos secretarios generales que la antecedieron tiene el compromiso de actuar bajo la misma línea belicista estadounidense que beneficia a la OTAN, o dar un paso al frente y deslastrarse del pasado para dar un giro hacia el pacifismo y el rechazo a la instalación de una guerra que provocaría la convulsión de todo el continente americano.
Paralelamente a los prontuarios que la ONU y los organismos multilaterales van armando contra Venezuela, Nicaragua, Irán, entre otros, las tensiones bélicas apuntan también al «gigante asiático», China, que durante los últimos meses lucha en una guerra comercial que le ha impuesto EEUU con el propósito de debilitar su economía, un proceso que el gobierno chino ha sabido enfrentar y que durante la última semana tuvo incluso un incidente de tipo militar en el Mar de China Meridional.
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