La historia de la Comunidad Autónoma de Temucuicui es la historia de muchas de las comunidades del territorio mapuche. Una historia que se remonta a un territorio antiguo, en el que nuestros abuelos criaban animales en grandes extensiones, en el que existía abundancia y buen vivir, en armonía con la tierra y todo su entorno, y en el que se ejercía por parte de nuestras autoridades ancestrales un efectivo control territorial, que se mantuvo incólume hasta el ingreso del ejército chileno en la mal llamada ‘Pacificación de la Araucanía’ y la posterior invasión de colonos a nuestras tierras.
A nosotros, las actuales familias mapuche de la Comunidad Autónoma de Temucuicui, nos llegó todo ese proceso de usurpaciones y muerte a través de los relatos traspasados de generación en generación por nuestros antiguos. De ellos nos llegó una memoria que hablaba de los deslindes ancestrales de nuestro territorio, de nuestra pertenencia a las tierras aledañas a la comunidad, y del despojo que fuimos objeto por el proceso de colonización, proceso encabezado por el Estado chileno y en el que se favoreció a colonos extranjeros, entregándoles nuestras tierras.
A partir de mediados de la década de 1970, en plena dictadura militar, tenemos una nueva invasión: la invasión forestal. Parte de nuestras tierras antiguas, el fundo Alaska, pasa a ser propiedad de la Forestal Mininco, provocando consecuencias nefastas para nuestras familias, secando nuestras aguas, destruyendo la naturaleza, contaminando nuestros huertos y reducidos espacios territoriales, haciendo imposible la sobrevivencia de nuestra gente. Si ya estábamos mal, con la forestal estábamos peor.
Es por ello que las familias del lof Temucuicui -a fines de la década de 1990- decidimos recuperar el fundo Alaska, en una acción que ya habían realizado nuestros padres a fines de la década del 60, en el proceso de reforma agraria, y que luego del golpe militar de 1973 fueron nuevamente expulsados.
Hubieron de pasar más de 10 años de lucha y de resistencia, hubieron de pasar muchos de nuestros familiares y peñi en la cárcel y en clandestinidad, hasta que en el invierno del año 2002 la comunidad recupera el dominio total del fundo Alaska.
Sin embargo, el proceso no se detendría aquí, no obstante que con la recuperación del fundo Alaska dábamos un paso importante, en la medida que serviría como apoyo económico para nuestras familias, y también en la medida que serviría para continuar en el proceso de luchas por la restitución de nuestros derechos que le asiste al pueblo nación mapuche, especialmente la recuperación territorial.
Es en este momento que decidimos dar forma a la Comunidad Autónoma de Temucuicui, la que tendrá como sustento y lineamiento básico la reconstrucción de la organización ancestral, el respeto a las autoridades tradicionales, la autodeterminación y el control territorial, demanda, defensa y promoción de todos los derechos que le asisten al pueblo nación mapuche.
Como primera medida para llevar a la práctica nuestros principios tomamos la decisión colectiva de recuperar las tierras que continuaban en manos de los colonos.
Una vez tomada la decisión, en el invierno del año 2003 la comunidad procedió a la demarcación del territorio antiguo y se puso en conocimiento a los particulares que ocupaban nuestras tierras (Martin Ruff, Seitz y Badilla, fundo Milantraro; Valenzuela, fundo Miramar; Barrientos y Jara, partes del fundo Poluco; y Urban, fundo Nilontraro), al Estado y a la opinión pública en general del proceso que iniciábamos, firme y responsablemente.
En una segunda etapa, se desarrollaron en los predios en proceso de recuperación diferentes actividades religiosas y culturales: en un primer momento a través de un juego de Palin, a fin de marcar presencia y dejar una ‘marca’ territorial, y luego (2 años después) la celebración de un Ngillatun, para fortalecer el proceso que estaba llevando la comunidad y vincularse de esta manera con los espíritus que habitan el territorio, como lo hacían los antiguos.
Luego, y tomando en cuenta el avance irreversible del proceso, se decide levantar pequeñas viviendas en puntos estratégicos de los predios, para fortalecer el proceso de ocupación y elevar los niveles de presión tanto a los particulares como a los organismos del Estado.
El desgaste de nuestra gente, personal y económico, causado por la lucha cotidiana, las constantes presiones, allanamientos, persecuciones, detenciones, e interminables procesos judiciales, se hace presente, y con él también se hace necesario enfrentarlo. Es por ello que la comunidad decide utilizar otra estrategia e iniciar un proceso de recuperación productiva en los predios que ocupábamos temporalmente, para lo cual se sembró trigo y avena, sustento principal del mapuche. Con el temor de los resultados que ésta pudiera tener, y que en la práctica significó un gran éxito, en todos los ámbitos, la recuperación productiva se mantiene hasta nuestros días. Con nuestra gente alimentada, estábamos además logrando una ocupación y presión permanente en las tierras de nuestros antiguos, ya no simbólica, haciendo efectivo el control territorial mediante esta nueva forma de luchar y controlar las tierras.
Finalmente, y en la claridad de que este un proceso largo y en el cual día a día avanzamos, a partir de los veranos de 2012, 2013 y 2014 decidimos realizar comunitariamente la construcción definitiva de viviendas y apoyar el traslado total de familias mapuches a las tierras en proceso de recuperación, junto con nuestros animales, actividad que continuaremos desarrollando.
Hoy, después de largos, dolorosos y fortalecedores años de lucha y resistencia, contamos con orgullo que varias de nuestras familias se encuentran viviendo, definitivamente, en las tierras que el Estado, los colonos y particulares chilenos arrebataron mediante la fuerza y la violencia a nuestros abuelos, en lo que constituye para nosotros un camino sin retorno. Habían pasado 100 años de usurpaciones y vejámenes, y nosotros tenemos la alegría de ser testigos y actores principales de momentos históricos que vive nuestra comunidad, de que no echaremos pie atrás en nuestras legitimas demandas y en nuestro actuar cotidiano, que un título de dominio no es obstáculo para ocupar lo que legítimamente nos pertenece y que ahora, 100 años después del despojo y de estar estas tierra en poder de WINKA, tenemos en nuestras manos.
marrichiweu