Desde que se instaló el Transantiago en la capital todo ha ido de mal en peor, empezando por el alza en las tarifas y el colapso del metro. Sin embargo, los recorridos nocturnos son el único ítem positivo del transporte santiaguino, ya que han democratizado el carrete del fin de semana para quienes viven lejos de los principales barrios bohemios. En ese sentido, los 60 recorridos nocturnos conforman la alternativa para salir de rumba sin tener que ahorrar en copete para un colectivo, caminar kilómetros o pernoctar en casa de algún amigo. En ese contexto, la 210, se ha transformado en la micro del carrete y en la salvación de curagüillas y familias que ven en ella, la opción de carretear los viernes por la noche sin gastar de más.
¿Por qué micro Zombie? Bueno, es cosa de subirse un viernes o sábado en la madrugada para entenderlo. La experiencia 210 es palpable sólo por la noche cuando en ella abunda el olor a chela y las mezclas de humos que ascienden desde los últimos asientos. La mayoría de los que duermen o pasa la caña con ojos cerrados, va con su gorro puesto, como si fueran monjes franciscanos. Los que se equilibran agarrados de los fierros se mueven al compás de sus conversaciones en lengua traposa, pero ellos siempre van en grupo. Las parejas se abrazan, como blindándose de amor. Los más tranquilos se sientan en los asientos naranjos dispuestos al revés y los zombies, endurecidos con quizás qué van parados junto a la puerta, apoyados en las ventanas, con la mirada perdida. De vez en cuando se sube una turba que quiere carterear a los Pavarotti y colgar a los Vivaldi. Porque claro, si te picai a choro te puede salir el tiro por la culata.
Me gusta pero me asusta
Para algunos, la 210 es el after del carrete, el escenario donde pasa de todo, la micro donde algunos prenden sus puchos o cañitos para amenizar el viaje. Citando mi infancia, es el “autobús mágico” que te transporta hasta tu casa, no sin antes, adentrarte en la dimensión más cruda de la movida santiaguina. En la doh-dieh se puede subir sin pagar, fumar, tomar, bailar y hasta presenciar luchas sangrientas entre punkis y skinheads, todo esto en los albores del amanecer. De noche todos los gatos son negros y a la luz del día, las anécdotas de la 210 son las mismas que en el resto de las micros: cartereos, peleas con los choferes y multas por no pagar un pasaje que en la práctica equivale a más del 15% del sueldo mínimo. {destacado-1}
Dicen que si te duermes y te olvidas de tu cuerpo, te pueden robar hasta dejarte en pelota. Que si no vas vivo el ojo, te cuelgan en Departamental o que si te agarras con un grupo de malandras puedes terminar con un smile en la guata. La 210 ha sido postulada en algunos foros como la micro más brígida del Transantiago, como la hija predilecta de vilipendiado sistema de transporte público y como la cromi con más onda de la comarca. Lo cierto es que ya es todo un concepto, un escenario de fiesta y peligro, el Caleuche santiaguino o a micro carretera que uno siempre soñó de púber. ¿Qué historia tienes tú en la 210?