Rodrigo Herrera es el director ejecutivo de Greenpeace Chile, una organización internacional independiente que utiliza el pacifismo activo (acciones no violentas) y la confrontación creativa para exponer y encontrar soluciones a los problemas ambientales globales. Greenpeace nació en 1971 cuando Estados Unidos anunció la realización de ensayos nucleares en la isla de Amchitka, Alaska. Luego, en 1975 inició la campaña para proteger a las ballenas de la caza industrial. La ONG llega a Chile en 1993 y desde entonces ha estado trabajando en campañas destinadas a proteger los recursos naturales y el medioambiente del país. Greenpeace “no es un títere, no es payaso, es una organización que trabaja sus campañas”, sostiene Herrera a El Ciudadano.
Por estos días, el líder ambientalista, busca la fórmula para que se decrete el Santuario Antártico de grandes cetáceos “como una medida que nazca de la Comisión Ballenera Internacional (CBI)”. La CBI se reúne, para debatir sobre delfines y ballenas, desde el 23 de mayo en nuestro país en un clima de controversia entre países conservacionistas (Argentina, Belice, Brasil, Chile, Costa Rica, Ecuador, Guatemala, México, Nicaragua, Panamá, Perú, y Uruguay) y aquellos que históricamente han sido partidarios de reabrir la caza comercial de la ballena, encabezados por Japón, Islandia y Noruega.
-¿En qué consistió el operativo donde ustedes encontraron carne de ballena?
-Durante el verano chileno, uno de los barcos Greenpeace, El Esperanza, estuvo tras la mal denominada ‘caza científica’, intentando parar la caza de ballena. De hecho, logramos que por lo menos en 2 semanas, esta caza no se haya realizado, y volvimos a nuestra oficina con la sensación de que la tarea no estaba totalmente cumplida. Por un tema de capacidad de la organización, de dinero y de apoyo, nos faltaba otro salto que era realmente denunciar in fraganti la cacería de ballenas. Pero más que eso, la comercialización ilegal.
Teníamos antecedentes de eso, entonces se hace una investigación, que dura aproximadamente 5 meses, con un equipo especializado que se dedica a ello. Empiezan a conversar con gente, con los centros de investigación y con personas ligadas con la comercialización de las ballenas y se empieza a desencadenar una línea de contrabando sobre la que nosotros estábamos bien escépticos. Porque como en esto andaba el instituto de investigación japonés, significaba que aquí estaba metido el gobierno hasta las patas.
Entonces al final se comprobó que existían miembros de la tripulación, tripulantes activos, que sacaban la carne de ballena, la blanqueaban y la comercializaban en el mercado japonés, sabiendo que 1 Kg. de ballena costaba alrededor de $50.000. Tomando en consideración que las ballenas pesan toneladas, es fácil calcular la cantidad de plata que hay metida. Se reportó esto. Lo hicimos público y se generó una gran conmoción mundial, porque estamos ad portas de la I.W.C (International Whaling Commission por sus siglas en inglés o Comisión Ballenera Internacional), que es la instancia internacional donde se definen las cuotas de ballenas, donde se habla cerca de los santuarios de ballenas y acerca de los problemas relacionados.
El gobierno japonés se ha comprometido a desarrollar una investigación minuciosa que permita establecer y aclarar estos hechos.
-¿De qué forma participará Greenpeace Chile? ¿Qué rol va a jugar en esta instancia?
-El rol que está teniendo la organización, porque nosotros hablamos como Greenpeace y no tanto como Greenpeace Chile, es apostar a una cosa muy concreta que es decretar el Santuario Antártico (que abarcaría desde Ecuador hasta el paralelo 60 en la Antártica) como una medida que nazca de la Comisión Ballenera Internacional. Existe un encuentro de países donde está metido Argentina, Brasil, Chile que se llama la Convención de Buenos Aires y que es como una “pata aledaña” a la Comisión Ballenera Internacional. Ellos acordaron desarrollar mecanismos de protección a las ballenas. Uno de esos tiene que ser, por ejemplo, crear un santuario en aguas del Pacífico y otro en aguas del Atlántico. El de aguas del Pacífico se votó hace unos 10 años atrás y ahora vamos por uno en aguas del Ártico Sur.
-¿Con cuántos santuarios contamos en el mundo?
-En este momento, aparte de otros que tienen algunos países como Costa Rica, a nivel de la Comisión Ballenera Internacional, tenemos 2 grandes que son el Santuario Pacifico Sur y el Antártico. Falta el que te decía, que estamos nosotros apuntando a que se establezca.
-Sebastián Piñera tiene tierras en Chiloé, como el ParqueTantauco y se ha mostrado interesado en el Santuario ¿Ha existido algún trabajo o conversación con él?
-Ninguna. Lo que pasa es que no hemos tenido trabajo conjunto. Me presenté una vez y fueron pocos los minutos que logré estar con él. Fue el año pasado. O sea nos presentamos, yo le dije en que estábamos trabajando y me cortó. Hay un tema de independencia política de la organización.
«MONOPOLIO ENCABRONADO»
-¿Cuál es la posición de Greenpeace frente al tema nuclear?
-Me atrevería a decir que es una las campañas de Greenpeace con la posición más intransigente. Nuestro argumento es ‘No a la energía nuclear’ por varias razones. La principal tiene que ver con que aún no está solucionado el tema de los desechos. Por lo tanto para nosotros es un tipo de energía insustentable. Uno no puede propiciar una energía, pensando que va a hacer mal a la gente, independientemente que los desechos queden encapsulados a miles de Kms. bajo la tierra…Eso no importa. Por otro lado, nosotros pensamos que es una industria insegura. Mira lo que pasó en Chaitén, no se sabe si van a venir futuras erupciones de volcanes. Entonces es algo realmente ilógico. Se vive una percepción de corto plazo surgida de la mal denominada ‘crisis energética’. En mi opinión, no creo que sea tan así, creo que si bien se cometió un error político a nivel de gobierno en términos de depender de una sola matriz. Creo que hay otras instancias que le pueden hacer el peso.
¿Por qué digo que es una mala política de abrirse a este tipo de energía? Uno, porque se desconoce el potencial que tiene Chile acerca de las energías renovables, que es amplio y extenso y se tiene que estudiar. Y otro porque, comparativamente en términos de costo, hay fuentes naturales que nosotros tenemos y que las estamos desaprovechando. Fíjate que en los mensajes que dio la Presidenta estaba hablando de abrir 2 centros de fuentes energéticas. Uno en Quintero y había otro más, que no recuerdo, pero que serán proyectos que se conectan al sistema interconectado. ¿Para qué queremos más energía? Más energía para una empresa que se llama Endesa que está lucrando con nosotros y tiene el 80 % de los derechos de aguas. Obviamente es el monopolio encabronado y, perdona aquí la expresión. Pero bueno, lo permite la legislación chilena y los políticos.
-Se habla siempre de rencillas entre ONGs y grupos ambientalistas ¿Se ha superado, están más unidos? ¿Qué te gustaría que sucediera en esta fauna?
-Yo no soy muy amigo de las ONGs, en general. Greenpeace tiene una característica que la hace distinguida de las otras ONGs y es que tiene total y absoluta independencia política y económica. Entonces nosotros no dependemos de proyectos para estar funcionando ni de donaciones, menos de los proyectos de la CORFO, ni del gobierno y menos de los partidos políticos. Nosotros tenemos una posición pública, sobre conflictos, de problemas que creemos que la gente debería saber y el gobierno debería solucionar. Creo que hay instancias de trabajo colectivo con las ONGs que están andando bien. Una de ellas es el Consejo de Defensa por la Patagonia, que reúne a más de 40 profesionales ambientalistas que se oponen a las hidrocentrales de Aysén. Creo que ha sido efectivo el trabajo que se ha hecho.
Hay cierta culpa de las mismas ONGs, cada uno tiene algo que aportar y algo que decir y a veces es ahí donde falta definiciones en sus roles. Yo no entiendo al Instituto de Ecología Política. No generan argumentos técnicos como la fundación Terram, no establecen redes de alianza a nivel más político como lo hace Chile Sustentable. Vamos con una propuesta, una solución, vamos siempre con una carta.
Pasa que a lo mejor sus directores no han entendido su rol. Un caso clave es el de Oceana de Marcel Claude. En algún momento, ahí no sé qué pasó, pero parece que no se entendió el rol de Oceana.
-¿Cuál es su trabajo en las regiones del país?
-Tenemos 5 grupos voluntarios. Uno de ellos más activo que otros dependiendo las campañas que tenemos. En estos momentos, estamos en Valparaíso, en Concepción, en Temuco y en Santiago. Y hay un grupo de voluntarios de acuerdo a las disposiciones de la organización y ellos realizan más que nada un trabajo de difusión de nuestras campañas.
-¿Y tienen 6 mil socios?
-6.500
-¿Tienen alguna proyección de aquí al 2010?
-No. No trabajamos con alguna proyección de desarrollo. Pero la verdad es que si me preguntas a mí, me gustaría llegar al doble. Eso se va construyendo de a poco. Con nuestras campañas, con nuestro trabajo, con el equipo. Yo cuando llegué, la organización tenía 4.700 socios.
-Ustedes hacen un trabajo con campañas a nivel internacional. ¿Qué autonomía tiene Greenpeace Chile para llevar a cabo campañas locales?
-Nosotros tenemos la tarea diaria de que las campañas globales aterricen a la realidad nacional. Pero tampoco tan desconectados, es complejo. Hoy se está peleando fuertemente por detener la extinción del oso en los bosques boreales de Canadá. Están todas las organizaciones metidas en eso, pero qué tienen que ver los osos canadienses por acá. Probablemente van a decir ‘bien, buena onda’, pero fue distinto con el tema de las ballenas donde si hemos visto una identificación de las personas con el problema. ¿Qué más estamos haciendo? Estamos trabajando principalmente con el tema de la producción limpia para el sector de la celulosa y el papel. Nosotros vemos que hay un poco de contaminación que llega desde los ríos y que se va directo al mar. Nosotros quisiéramos que hubiera una línea de producción limpia, un cambio de switch, una mentalidad en estas empresas para que pudieran adoptar una producción limpia. ¿Y qué significa producción limpia? Se trata de una declaración de principios donde todos tengamos acuerdo y que todos estemos dispuestos a hacer. Y en fin, llegar acuerdo sobre cuál es la mejor tecnología porque, probablemente, ellos tengan buena tecnología pero que les cuesta muy caro.
-¿Entonces son campañas globales que las tratan de adaptar a nivel local?
-Sí. Las atravesamos a nivel nacional.
-Pero aquí no se manifiestan sobre algunos conflictos locales como Alto Maipo...
-Es un tema que nosotros recibimos a diario. La última es el tema de Chaitén, donde la gente nos preguntaba ‘¿Y ustedes que están haciendo, por qué no agarran a un grupo de personas a tratar de salvar los animales que están en Chaitén? Uno lo primero que tiene que hacer, es pasar esto por el filtro de la organización. ¿Trabajamos con animales domésticos? No. Por lo tanto si ayudamos tendría que ser una ayuda de tipo país, una ayuda humanitaria, una ayuda en la cual nosotros podríamos de alguna manera sumarnos.
Pero me llama la atención que mucha gente quería que Greenpeace fuera arriba de un zodiac, con un cartel a protestar para que sacaran los perros, y no ayudar. Greenpeace no es un títere, eso lo he dejado claro en todas las instancias de discusión. No es un títere, no es payaso, Greenpeace es una organización que trabaja sus campañas. Ahora si podemos ayudar, no hay ningún problema.
Yo sé que la gente del Maipo puede haberse preguntado ‘bueno, y ustedes que están en oposición a las represas en Patagonia ¿qué pasa con lo de acá?’. Nuestra posición es muy simple: Greenpeace no está en contra de todas las hidroeléctricas. Greenpeace no está en contra de las centrales de paso, Greenpeace cree que respetando la biodiversidad se puede generar energía. Ahora el tema es que Greenpeace cree que eso se tiene que hacer bien y de manera sustentable. ¿Cómo? A través de una política de ordenamiento territorial o a través de una política de cuenca. ¿Está en contra de las megacentrales? Sí. ¿Por qué? Porque son megacentrales y su impacto es sustancial.
Margaux Collet, Sebastían Larraín, Bruno Sommer