Vicente Durán, nombre de pila del rapero conocido como Subverso, se va de Chile.
El que creció en Detroit, Michigan, Estados Unidos, llevará a su compañera y a sus niños a conocer la tierra, el barrio, en el que dio sus primeros pasos. La fecha de retorno es indefinida.
Pero como Subverso no quería dejar Chile sin despedirse, el próximo viernes y sábado se subirá al escenario del histórico Teatro Cariola junto a varios amigos, raperos y no raperos, para dar vida a dos conciertos que prometen sorpresas y emoción (ver afiche con toda la información al final).
Desde hace por lo menos un par de años, el mensaje de Subverso fue masificándose poco a poco, a punta de un trabajo audiovisual colgado en Youtube, en el que, basándose en la contingencia, construyó videoclips con un montaje prolijo, a la par que espontáneo y efectivo, a pesar del carácter autodidacta en el manejo de ese lenguaje.
Los temas verseados fueron las últimas elecciones presidenciales, el jarro de agua arrojado a la ex Ministra de Educación por la estudiante Música Sepúlveda, el Bicentenario, la lucha del pueblo mapuche y su represión por el Estado chileno, la Teletón y Don Francisco, Bachelet, una necesaria desacralización del fallecido General Bernales y, en general, el develamiento de toda la red que une a empresarios-políticos, y su ideología económica y política, en busca de enemigos internos que no perturben el orden del fundo que administran.
Pero antes de aparecer como Subverso, en 2004/2005 dio vida a CoN$PiRaZioN junto a Skapo, dúo que con el disco “¡Apaga la Tele!” (descargue aquí), remeció con su carga lúcidamente combativa el panorama hip hop nacional, reconocido a nivel radial y de las grandes discográficas por nulos o ambiguos intentos de politización.
El lunes pasado nos juntamos en la Librería Proyección, lugar donde hoy tiene habilitado un pequeño estudio donde se encuentra grabando canciones antes de partir. Caminamos hasta una fuente de soda y mantuvimos una rápida e intensa conversación.
-Hoy, a días de partir, ¿Cómo recuerdas el panorama hip hop hace algunos años en Chile?
-Yo venía desde Estados Unidos con la idea de conocer más del hip hop de acá. Cuando llegué a mediados de los ’90 había todo un mundo que estaba floreciendo, en todas las poblaciones había un grupo de raperos; ahí empecé a conocer gente y empecé a poner música a las poesías que escribía. Fue justo en el boom de Tiro de Gracia, Makiza, que estaban al nivel de las grandes discográficas, pero por abajo había mucho movimiento. Los lugares donde tocaba, al principio, eran actividades de organizaciones sociales, luego en las movilizaciones de los secundarios, de los universitarios, de trabajadores.
En ese mundo yo me fui moviendo, haciendo un puente entre el hip hop, el rap y las organizaciones sociales.
-¿Y cómo describirías el desarrollo de la movida hip hop de la que has participado estos años?
-Yo miro, por un lado, que ha sido un largo camino, con unos pocos grupos, piños, que cantaban, bailaban, hacían graffitis, desde el principio con mensaje contestatario, crítico, ácido, sobre la realidad de los barrios marginales. Luego se diversificó, buscó distintas corrientes…. Como en todo el mundo, Pero ese origen ligado a la realidad social es el que algunos seguimos. La realidad está llena de injusticias sociales, y frente a eso, nosotros damos una respuesta y una propuesta.
En primer lugar, las letras de rap, el contenido comunitario, generoso y solidario frente a un mundo que propone el individualismo, el egoísmo, ese tipo de valores; y luego, una propuesta de organización que se va desarrollando con el tiempo, con experiencias como Hiphología (de la que me tocó participar) a inicios de la década pasada, donde se utilizaron los talleres de hip hop como un espacio de encuentro, identidad y auto-educación, donde se hablaba de música, a la vez que de nuestras realidades y sueños. Esos talleres fueron dando nacimiento a nuevas organizaciones, colectivos, actividades territoriales de hip hop, transformándose en una propuesta social y política. Esa corriente a través de los años ha seguido fortaleciéndose, lo mismo que el desarrollo artístico de los grupos de rap.
-Es interesante cómo estos espacios de auto-educación y reflexión logran devolver de a poco al hip hop su sentido original (social, crítico), considerando la recuperación que el rap sufre en manos de la Industria Cultural: Gangster, joyas, mujeres, drogas, armas, imponiendo valores ligados y funcionales a la cultura dominante…
–En todo el mundo el hip hop está vivo en la medida que se relaciona desde abajo, manteniendo raíces vivas con las comunidades urbanas marginales, ya sea en poblaciones, guettos, favelas… El tema es que, como tú señalas, hay una música que traspasó las fronteras y que fue tomada por la industria global como una forma de ganar dinero, y no sólo eso, sino como una forma de alienar, de imponer ciertos patrones culturales y negar otros, fomentar el machismo, el consumismo, el individualismo, la competencia, creando la sensación de que estos fueran los valores del hip hop… que, originalmente, son todo lo contrario.
Pero más allá de lo que ocurre en Estados Unidos y algunos países de Europa (en los que hay menos inmigrantes), en África, Asia, en Latinoamérica, el hip hop es una herramienta potente que posibilita a los jóvenes, especialmente, poder expresarse y mostrar su realidad.
En Chile hay distintos tipos, hip hop que habla de distintas cosas y desde distintas realidades también, pero nosotros creemos que el hip hop es una herramienta que apoya el objetivo de lograr la transformación social, la denuncia de la realidad y la propuesta de cambio, por eso dentro de eso nos encontramos mucho más cercanos a alguien que está organizando desde la población una actividad por el derecho a la vivienda, a la educación, a la salud, que de un rapero que habla de otras cosas o en sus letras no refleja estas realidades.
El hip hop va de la mano con el movimiento social, con las luchas de los pueblos, ese es el hip hop que yo sigo y el que creo que es un aporte. Este hip hop sigue una antigua tradición en Chile, como es la del arte ligado y comprometido con las luchas sociales, lo que ocurrió en todas las épocas, antes y después de la dictadura.
-En cuanto al trabajo artístico que has realizado, ¿cómo y por qué das el paso desde el puro sonido al audiovisual, con esa especie de “raperiodismo” de contingencia, cifras y datos?
-Hay muchos raperos en el mundo que le ponen la cuota de realismo, de datos, de recopilación e interpretación de lo que está pasando; a mí me gusta ese tipo de rap que habla de las cosas bien concretas.
En cuanto al audiovisual, son dos cosas. Uno, como señalas, lo audiovisual es una herramienta que impacta, que es mucho más efectiva y completa que una canción, un poema, etcétera. Pero por otro lado, tiene que ver con mis ganas de conocer y aprender autodidactamente lo que era el audiovisual, para ocupar las herramientas y ponerlas al servicio de las organizaciones sociales. Hice 10 ó 15 videos con pobladores, estudiantes, antes de hacer un clip con mis temas, para que pudiesen mostrar en su entorno, en sus espacios lo que estaban haciendo; eso les servía de herramienta muy potente….
-No deja de ser sorprendentemente dialéctico que mientras con Con$pirazión decían “¡Apaga la tele!”, negándola, por otro lado, estabas incursionando y desarrollando material audiovisual, superando ese rechazo…
-¡Claro! (risas). Es que era el enfrentamiento, desarrollar lo que algunos llaman contra-información, comunicación popular, comunicación alternativa o crítica, que son formas de contrarestar el duopolio/oligopolio de los medios “informativos” (algo que para mí ha sido una temática permanente), donde los mismos empresarios se compran entre ellos. Hoy tenemos a Luksic en Canal 13, Piñera que tenía Chilevisión (ahora de una transnacional)… La información en Chile está muy manejada, hay un consenso muy grande que se genera, desde los temas más noticiosos hasta los sentidos comunes, los gustos; hay un montón de cosas homogéneas que se imponen desde la pauta de la televisión y los diarios porque no hay alternativas.
Espacios como El Ciudadano son de las pocas alternativas que hoy van creciendo. Esperemos que siga creciendo y que crezcan muchas más, pero desafiar lo que existe es complicado desde la precariedad o, mejor dicho, desde la inmensidad de recursos con la que ellos cuentan.
Entonces, sí, era usar el audiovisual para contrarestar el efecto de la tele y de la radio, en el sentido de lo que impone como gusto musical. Y también difundir más masivamente el mensaje, porque yo no creo en el mensaje marginalizado, solo para los convencidos: Si queremos cambiar cosas, hay que sumar, difundir masivamente e instalarlo en el debate. Hay que debatir con los grandes medios, con los políticos, con la elite, con el colegio y su rigidez y estructura, con todo lo que nos mantiene oprimidos. Hay que entrar a ese debate, manteniendo una postura firme, con argumentos claros, con capacidad de coherencia y organización.
(…)
Yo creo que la mayoría de la gente sabe cuán explotada vive, cuán precaria es su situación, su vida misma, pero el tema es cómo solucionamos eso, si las decisiones siempre están en manos de otros… Con unidad, organización, y con la claridad de ver cuáles son los temas importantes.
-¿Cómo explicas el actual inmovilismo de la sociedad chilena, en general, frente a las numerosas injusticias y ataques que recibe de parte de la clase dominante? ¿Miedo, indiferencia, apatía?
-Aunque hay expresiones de rechazo, a 40 años del Golpe y luego de la dictadura, y también de los años de la Concertación (donde se paralizó muy efectivamente al movimiento social) el efecto todavía es fuerte. Son varios los elementos que nos mantienen pasivos frente a grandes injusticias: Una es el miedo, y no sólo a la cosa física, sino el miedo cotidiano, el miedo al patrón, el miedo al ridículo, el miedo a ser diferente…
Y, claro, lo otro son las distracciones y las desviaciones, los momentos que el sistema entrega para evadir los problemas, porque no se enfrentan, sino que se sobrellevan los problemas, evadiéndolos.
Por otro lado, ese convencimiento súper profundo de que no somos capaces de trasformar las cosas, de que esta situación es casi natural, y que no tenemos la fuerza de hacer cambiar las cosas. Ahí hay un tema que tiene que ver con la historia, con un quiebre grande con nuestra memoria, porque en esta tierra siempre fuimos capaces de llevar adelante grandes posibilidades de transformación, de generar organizaciones que funcionaran y fueran combativas, pero esa historia está borrada, dormida, y esa es la historia que tenemos que recuperar, todas esas experiencias de un pueblo organizado y que se levanta. Entonces, acordarse de esto y analizar también el porqué de nuestros fracasos, porque en los momentos decisivos hubo situaciones en que confiamos en quien no debimos confiar nunca: La clase política, los militares… Nos falta creer en nosotros mismos, cuando nos unimos, y que fue lo que pasó en los ’80 y que terminó botando la dictadura. Claro, se cayó, pero ahí vino el problema: Confiamos y nos quedamos en la casita, una vez más confiamos, siempre confiando en el que el dirigente, el partido…. y terminamos desmovilizados. Ya no creemos en ellos, pero ya no creemos en nadie, ni en ellos ni en nosotros. Tenemos que volver a creer en nosotros, creo yo.
-¿Y cómo son tus expectativas frente al panorama actual?
-Está difícil, hay harto trabajo que hacer, harto que sembrar, unirse. Una de las grandes debilidades de los que sí cuestionamos y somos capaces de ver la realidad como es, los que sabemos que para cambiar las cosas hay que luchar, es que estamos divididos. Tenemos tanto pequeño grupo que piensa que el grupo de allá es el problema, cuando en realidad todos somos partes de un mismo frente que busca la transformación. Ahí hay una gran tarea de construir la voluntad, lo que hoy es muy difícil porque tenemos metida la desconfianza, la arrogancia, la estrechez ideológica…. Porque yo tengo mi posición, muchos la tienen, pero hay que poder mirar más allá y saber que si no construimos la unidad no podremos avanzar. A veces, trabajar juntos no es fácil, pero la voluntad es lo fundamental.
Hay que recordar el movimiento obrero de Clotario Blest, lo que hicieron los secundarios hace unos años, lo que ocurrió hace poco en Magallanes, no te pueden pasar a llevar si estás unido… Lo que está pasando en Medio Oriente, independiente de la salida que tenga, es un ejemplo de que si tú te paras en la plaza 30 días, el Gobierno cae, porque los gobiernos son así de frágiles. La gente tiene ese poder, lo olvida, pero en ciertos momentos se acuerda, cuando se rebalsa el vaso y dice ¡no más!
Subverso se despide este viernes y sábado en el Teatro Cariola. La información en el afiche.
Por Cristóbal Cornejo
El Ciudadano
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