Detrás de las grandes historias se esconden vivencias mínimas. La Unidad Popular y la dictadura de Pinochet son de esos períodos de la memoria de Chile que aún nos tienen guardadas experiencias al borde de la vida. En un fondo aciago de exterminio del pensamiento de izquierda en Chile y de la implantación del modelo neoliberal que aún nos rige, se fueron tejiendo redes de solidaridad y posibilidades de articulación política cuando el miedo paralizaba un país.
Una de esas experiencias es la historia del empresario farmacéutico Jorge Schindler Etchegaray. Militante del Partido Comunista, meses después del golpe de Estado para poder ganarse la vida junto a un amigo abre una farmacia en la Villa México de Maipú. El negocio con los años llegaría a ser una pequeña cadena que detrás de los anaqueles de medicamentos, se fue transformando en una red de protección y empleo para muchos militantes de los partidos de la Unidad Popular perseguidos por la dictadura.
Es la historia que relata el libro La lista del Schindler chileno, escrito por el periodista Manuel Salazar y editado por LOM Ediciones. Salazar fue editor del diario La Época a fines de la dictadura y es autor junto a Ascanio Cavallo y Óscar Sepúlveda de La Historia Oculta del Régimen Militar; Contreras, historia de un intocable y Las Letras del Horror, sobre la DINA y la CNI, entre varios otros libros.
PRIMERA FARMACIA DE URGENCIA EN CONCEPCIÓN
Descendiente de suizos, Jorge Schindler nació en Lebu, provincia de Arauco, zona carbonífera donde su padre era profesor del liceo. La escarchada pobreza de la región y el abuso patronal con los trabajadores del carbón contribuyeron a formar la conciencia política de Jorge, quien le suma “la formación política y humanista que heredé de mis padres”.
Entra a estudiar química industrial en la Universidad Técnica del Estado, carrera que no concluye por problemas económicos y trabaja después como representante de la farmacéutica Bayer en el sur, lo que le instruye en el rubro. Ya con Salvador Allende en el gobierno, Jorge se preocupa del abastecimiento de medicamentos genéricos del Laboratorio Chile (en esa época estatal) en Lota, de crear la primera farmacia de urgencia en Concepción y de trabajar en el Comité Farmacéutico de la Corfo en Santiago. De esa época recuerda: “Como yo venia del área privada por mi trabajo en la Bayer y como dueño de farmacias, no me costó mucho darme cuenta de las falencias y dificultades de toda índole que teníamos. Sufríamos un sabotaje a gran escala, escasez de productos básicos en el mercado como la pasta de dientes y el jabón que acaparaban los comerciantes inescrupulosos, lo que indignaba a la población e incitaban a la sedición”.
En la Corfo lo sorprende el golpe de Estado. En la perspectiva del tiempo hoy reconoce que “el PC pagó un gran costo en vidas y destrucción de su organización, no estábamos preparados para eso y creo que fue un gran error pecando de ingenuidad cuando todo indicaba lo contrario”.
TEJIENDO REDES
Tras el golpe fue despedido de la Corfo y junto a un amigo abre una farmacia en la Villa México de Maipú. A la par que desenvuelve el negocio va rearticulando redes partidarias, constatando el desempleo de sus compañeros, a quienes comienza a integrar en el trabajo de la farmacia. Con los meses se van sumando tres sucursales en Santiago y una en Curacaví. Jorge calcula que trabajaron entre fines de 1973 y 1978 un centenar de perseguidos por la dictadura. Aún hoy una farmacia sigue abierta y es administrada por Quintín Romero, ex detective que fue guardaespalda de Salvador Allende y que estuvo en la Moneda cuando fue bombardeada por la Fuerza Aérea de Chile.
Las rivalidades entre las colectividades de izquierda previas al golpe se esfumaron tras el embate de la represión militar. Por las farmacias circulan militantes del MIR o de otros partidos de izquierda. Jorge recuerda que “en la clandestinidad no podías andar preguntando eres del PC o del MIR o PS cuando tendíamos la mano, en nuestras farmacias trabajaron o dimos cobertura a todos los partidos, aunque era notoria la presencia comunista, por algo éramos comunistas los socios de las farmacias”.
Durante cinco años la cadena sirvió como un eslabón de contacto para el Partido Comunista. Con la DINA pisándoles los talones, sobrevivieron al exterminio de la dirección clandestina del PC en 1976. “Teníamos una estructura creíble y legal. Yo era del rubro farmacéutico y tenia mucha experiencia, nos preocupamos que nuestros empleados mantuvieran la distancia necesaria y no mezclar a los dirigentes camuflados o escondidos con la actividad comercial diaria. Sabíamos bien los riesgos que se corrían”- cuenta Jorge.
Luego del asesinato de varios dirigentes del PC el círculo de la DINA se estrecha. El momento más tenso lo viven cuando un día la policía secreta del mamo Contreras llega a la farmacia preguntando por Jorge. “Llegó la DINA a la Villa México y me buscaban a mí. Iban en 2 ó 3 autos Fiat 125 de los que se bajaron unos 8 tipos con armas en la mano y el que encabezaba el grupo de la DINA era un ex- tira y se encontró con Quintín Romero también ex-colega, a quien conocía. Si no es por Quintín, otro gallo cantaría, fue una gran suerte”.
A la distancia que da el paso de los años, Jorge dice que “me enorgullezco de haber contribuido y colaborar a la reestrucuturación del PC en esas circunstancias tan difíciles y con tan pocos medios”.
En 1978, con la persecución tras sus huellas y un tumor en el labio lo hacen partir para Europa. Hoy está radicado en Alemania. Vive en Frankfurt.
¿Cuál es el rescate que puedes hacer de toda esa experiencia?
– Diría que es necesario que hablen muchos más, que tendrán historias parecidas o similares, la necesidad de hablar por una vez y decirlo todo, hay compañeros trancados y que no le han contado ni siquiera a sus propios hijos lo que les pasó y esto desfraciadamente se repite a miles.
¿Qué piensas del actual mercado de las farmacias en Chile? ¿Un farmacéutico podría hacer lo mismo que hiciste en la situación actual de concentración?
– La actual situación del mercado farmacéutico y la aparición de las cadenas de farmacias ligadas familiarmente a los laboratorios ha hecho que en estos últimos 30 años la concentración y colusión de precios en contra del consumidor sea atroz y sin ningún control de las autoridades. Incluso durante los gobiernos de la Concertación hubo ministros ligados a estos clanes o sociedades como Eduardo Bitran Colodro”.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano