Las recientes declaraciones realizadas en España de parte del presidente de Argentina, señalando que los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva y los argentinos llegaron de los barcos de Europa, despertó una amplia y transversal crítica por su carácter racista.
Más allá de las disculpas posteriores de Alberto Fernández, al ver la reacción y daño que ocasionaron sus palabras, sobre todo para los 28 pueblos indígenas existentes en Argentina, lo planteado por el primer mandatario no es una simple “torpeza” cómo creerán algunos, sino parte de un discurso colonial histórico, que no solo está presente en sectores de derecha o más reaccionarios, sino en las mismas izquierdas latinoamericanas y progresistas, que siguen viendo a Europa como la cuna y el centro del conocimiento a nivel mundial.
Un buen ejemplo de aquello, es lo que pasa con uno de los intelectuales más leídos, admirados y citados en la actualidad en el campo académico latinoamericano, y con mayor difusión en los medios de información actual, como lo es el filósofo esloveno Slavoj Žižek, quien recientemente publicó en el diario francés Le Monde un breve texto llamado “Un Manifiesto Europeo”, el cual es una verdadera oda al rol supuestamente emancipador de Europa para el mundo.
Planteo esto, ya que revisando lo argumentado ahí, lo que busca Žižek es defender el legado de Europa a través de una verdadera cruzada contra todos aquellos que osen cuestionar el carácter colonial de la modernidad, planteando un discurso negacionista sobre el eurocentrismo, como si fuera un invento de una heterogeneidad de grupos políticos en el mundo, que van desde la extrema derecha europea, colonos sionistas, progresistas latinoamericanos, conservadores árabes, comunistas chinos, entre otros.
En consecuencia, Žižek ve la crítica contra el eurocentrismo como si fuera un discurso anti europeo, como efectivamente plantean miradas fundamentalistas provenientes de sectores neofascistas y nacional-libertarios actuales, los cuales sí quieren destruir cualquier tipo de articulación y colaboración entre pueblos.
El problema es que Žižek no quiere ver que la crítica hacia el eurocentrismo de parte de los distintos movimientos anticoloniales en América Latina y en el mundo, no tienen ninguna relación con planteos esencialistas sobre Europa, sino de un cuestionamiento profundo sobre la idea misma de universalidad de los últimos 500 años, la cual es hija del helenocentrismo, como bien ha señalado Enrique Dussel.
De ahí que el cuestionamiento a la modernidad no es negar los derechos humanos, las libertades individuales, la solidaridad social, la justicia ni mucho menos el feminismo como dice Žižek, sino situarla y entender que ha tenido una cara oculta (colonialidad), la cual ha sido el resultado de un proceso de racialización del mundo llevado por occidente, iniciado con la conquista de Abya Yala por los grandes imperios cristianos europeos, que fueron herederos del Imperio Romano, quien arrasó también, varios siglos antes, a buena parte de la población indígena en los territorios que hoy conocemos como Europa.
Por lo mismo, no tomar en consideración aquello, es no ver cómo procesos políticos europeos, como lo son la Revolución Francesa, la Ilustración y la conformación de Estado-Nación en aquel continente, se pararon desde un lugar de privilegio, de razón y de luz para el resto de los pueblos en el mundo, quienes debían seguir sus pasos para llegar al progreso, desarrollo y ser parte de la llamada civilización occidental.
Pero también el eurocentrismo ha estado fuertemente presente en las distintas izquierdas y en el marxismo propiamente tal, tanto a través de las catastróficas experiencia totalitarias de los socialismo reales, como por la reflexión teórica que ha ido acompañada, como bien han dicho ampliamente sentipensantes como Silvia Rivera Cusicanqui, Fausto Reinaga, Rodolfo Kusch, Arturo Escobar, Boaventura de Sousa Santos, José Carlos Mariátegui, Josef Estermann o Frantz Fanon.
La idea de lucha de clases, socialismo, proletariado, burguesía, plusvalía, superestructura, entre otras, desde el discurso eurocéntrico se sigue suponiendo que se pueden aplicar en cualquier contexto o territorio, como Žižek pensará, despreciando cualquier idea proveniente del Sur Global, como lo pueden ser la plurinacionalidad, derechos de la madre tierra, agroecología, decrecimiento, permacultura, sumak kawsay, suma qamaña, küme mongen, ubuntu, agaciro, agdales, sumud, hurai, kyisei y tantas otras, que también están presenten en Europa.
Por suerte, ese discurso blanco pero con máscaras rojas que sigue impulsando Žižek, tiene cada vez menos adeptos y seguidores en el mundo, tanto en Europa como fuera de él, por lo que solo queda esperar a que el eurocentrismo pase a ser de una vez solo un fantasma sin ningún tipo de injerencia política ni intelectual.
Andrés Kogan Valderrama
Sociólogo en la Municipalidad de Lo Prado
Diplomado en Educación para el Desarrollo Sustentable
Magíster en Comunicación y Cultura Contemporánea
Doctorando en Estudios Sociales de América LatinaIntegrante de Comité Científico de Revista Iberoamérica Social