El presidente venezolano concluyó una exitosa gira por el Mercosur. Sin embargo, la situación interna es preocupante, con una derecha ultra beligerante y con un gobierno bolivariano que no logró revertir algunos déficit de la economía y la administración.
Nicolás Maduro emprendió una corta pero exitosa gira por el Mercosur. Primero estuvo en Uruguay, donde fue recibido con mucha calidez por Pepe Mujica, pese al boicot de los partidos Colorado y Blanco, funcionales al Departamento de Estado para aislar a Caracas. Mujica firmó con él varios convenios que tienen como núcleo la cooperación de PDVSA y la local Ancap.
De allí el ex chofer de buses del Metro de Caracas saltó el río de la Plata para verse con Cristina Fernández de Kirchner, emocionada por los recuerdos de los ausentes Néstor Kirchner y Hugo Chávez. Esa contradicción entre la alegría de recibir a un amigo (Maduro) y la nostalgia por otro amigo que ya no podrá venir (Chávez), fue enunciada por la anfitriona. Para realzar el rol de esos fallecidos, el visitante dijo aquellos habían podido realizar el sueño de San Martín -quien no llegó a Caracas- y de Simón Bolívar, que no pisó Buenos Aires.
Como no sólo de buenos sentimientos y discursos viven los países, se suscribieron 12 convenios bilaterales; en su gira el venezolano firmó 51, contando también los suyos con Dilma Rousseff en Brasilia, punto final de la gira mercosuriana.
Paraguay quedó afuera del periplo porque en2012 fue suspendido en su condición de socio del bloque, luego del golpe exprés contra Fernando Lugo. Hubo allí nuevas elecciones, bien que marcadas por las irregularidades que suelen detectarse en los comicios guaraníes y el electo, Horacio Cartes, sería de la partida, rehabilitado, en la inmediata cumbre en Uruguay o en la siguiente de Caracas.
Que la sintonía del proceso bolivariano es fina con Argentina, se comprueba en que fue el único país de los tres visitados donde el viajero hizo un acto con sectores populares. Ocurrió el 8 de mayo en el estadio de All Boys, con más de 10.000 personas y un discurso antiimperialista de Maduro, que no será Chávez, pero es su mejor discípulo.
No hubo ningún fraude
Como la lucha política en tiempos globales se juega adentro y afuera, se entiende mejor que Maduro, frente a la resistencia violenta de la oposición nucleada en la Mesa de Unidad Democrática, encarara la gira por Sudamérica. Con esa estrategia había logrado que su victoria fuera convalidada por los presidentes de la Unasur reunidos en Lima, frente a la “guarimba” de quienes habían perdido los comicios y provocaron 10 muertes y decenas de heridos reclamando contra un fraude que no existió.
Unasur y también la OEA admitieron la victoria de Maduro y su Gran Polo Patriótico, luego que fuera proclamada oficialmente con el Consejo Nacional Electoral. Su diferencia, frente al perdidoso Henrique Capriles, fue de sólo 1.47 por ciento, unos 225.000 votos. Fue una victoria ajustada pero legal y legítima, que el perdedor no admitió. Peor aún, presentó dos recursos de nulidad, uno en general por supuesto fraude y otro en particular contra más de 5.000 mesas que involucran algo más de 2.2 millones de sufragios.
El CNE, que había auditado el 54 por ciento de la votación, decidió hacer otro tanto con el 46 por ciento restante, pero sin revisar voto a voto como había reclamado Capriles. Tal revisión no está prevista por la ley electoral, cuyo sistema se precia de ser de los mejores del mundo, según se comprobó en las últimas dieciocho votaciones (una perdida por el chavismo en 2007). El Centro Carter, del ex presidente estadounidense aseguró que ese sistema electoral es el mejor del mundo. Y algo conoce de la materia, luego de muchos años de fiscalizar elecciones…
Obama que no
A pesar de esas constancias democráticas y legales expedidas por el CNE, la oposición se negó a reconocer al nuevo gobierno y emprendió una cruzada internacional en su contra. En la reciente gira del presidente por Uruguay, Argentina y Brasil, también anduvieron dirigentes de la MUD, como Leopoldo López, buscando “escupirle el asado”. Esos opositores tuvieron cierta prensa y aisladas conferencias con diputados opositores, sin ninguna repercusión popular.
Una de las páginas más vergonzosas la escribió “Gaceta Ganadera” (léase “La Nación”), en su editorial del10 de mayo, titulado “La visita de Maduro al país”. Allí se lee: “Resulta condenable haber recibido con honores a quien está denunciado de fraude electoral y de apañar los ataques a la oposición política venezolana. El todavía para muchos ilegítimo presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, acaba de visitar nuestro país. Lo ha hecho urgido por apuntalar su cada vez más controvertida legitimidad como presidente y, más aún, para disimular la mañosa auditoría de los resultados electorales que está llevando a cabo el Consejo Nacional Electoral de su país”.
Todos estos ataques a la administración bolivariana están inspirados desde Washington. Primero el secretario John Kerry, luego Barack Obama y finalmente el vicepresidente Joe Biden, hicieron declaraciones adversas a Venezuela, dudando de que allí haya habido elecciones libres y de que existan libertades.
Kerry precisó ante una comisión del Senado que EE UU no reconoce al gobierno de Maduro. Ya la relación bilateral venía muy deteriorada, sin representación recíproca a nivel de embajadores sino rebajada al de encargado de negocios y con expulsiones en marzo pasado de dos asesores militares estadounidenses implicados en conspiraciones golpistas.
Ese no reconocimiento norteamericano no va a cambiar en lo inmediato. Es la apreciación que tiene Maduro, quien declaró días atrás que no piensa pedirle a Obama que revise su error. “No va a rectificar, será inútil pedirle”, manifestó a Telesur. Se nota el retroceso del afroamericano desde la participación suya en la Cumbre de las Américas de Trinidad y Tobago en 2009, cuando Chávez le regaló un ejemplar de “Las venas abiertas de América Latina”.
El morocho quiere que continúe ese saqueo y ataca a Venezuela, un gran obstáculo que ya en 2005 mandó a pique el estratégico proyecto neoliberal del ALCA.
El petróleo no lo puede todo
Se sabe de las extraordinarias reservas petroleras de Venezuela, las mayores del planeta que hayan sido certificadas. La política de nacionalización de la empresa PDVSA llevada adelante por Chávez luego de derrotar el boicot y lock out de sus líneas gerenciales a fines de 2002 y principios de 2003, está en la base de los logros bolivarianos.
Allí radica buena parte del balance positivo que estos días enunció Maduro, al comentar que el producto bruto cuando asumió Chávez era de 90.000 millones de dólares anuales y hoy supera los 350.000 millones.
Sin embargo el petróleo no lo puede todo. No puede resolver por sí que haya una administración de gobierno eficiente y honrada, ni que se dote el país de una industria más variada y sustentable, con una inflación razonable. Las reservas del Orinoco no son una varita mágica que elimine la dramática inseguridad.
Lo importante es que el presidente Maduro tiene bien identificados los problemas. Y apenas asumió el 19 de abril empezó a tomar medidas en esos campos; que sean las correctas y logren los resultados apetecidos, eso requerirá un tiempo de comprobación.
Lo cierto es que está buscando un mayor contacto con la población, con las asambleas obreras y sus recorridas por todos los estados y la Capital, para discutir con la población los temas de salud, educación, vivienda, poder popular y seguridad. Ese diálogo lo bautizó “gobierno en la calle” y comenzó las recorridas el 22 de abril pasado, tres días después de asumir.
El jefe de Estado dijo al país desde Miraflores: “vamos a la calle, al encuentro con el pueblo y vamos a hacer un Gobierno que vaya de lo general del Plan Nacional Simón Bolívar a los locales, concreto y regional”. Parece un buen método para subsanar los serios problemas de burocratismo que tantos votos propios alejaron el 14 de abril.
Ayer empezaba el plan de seguridad “Patria Segura”, que desplegará 3.000 efectivos militares en la Gran Caracas, que se suman a los de la Guardia Bolivariana en la Capital y en Miranda, gobernado por Capriles. Si sólo se tratara de medidas policiales y militares cabría dudar de su utilidad para superar la inseguridad y violencia (16.000 muertes violentas en 2012), pero con el trasfondo de los programas sociales para erradicar la pobreza, se debe abrirles un crédito.
Otro drama es la alta inflación, que en abril fue del 4,3 por ciento y amaga con superar el 30 por ciento anual. Esto se combina con el desabastecimiento y especulaciones de las empresas privadas, como la alimentaria Polar, cuyo presidente Lorenzo Mendoza fue citado por Maduro a una reunión que se hará hoy. “Tráigase todo su tren gerencial para que le explique al gobierno por qué usted ha reducido la producción y por qué está desabasteciendo el mercado nacional de productos que le toca producir a usted. Queremos ver sus responsabilidad en la producción de harina de maíz precocida y otros rubros que usted sabe ya no están en el mercado”, tronó el mandatario.
Torcerles el brazo a esos monopolios será tanto o más difícil que obligar a Capriles aceptar el 14 de abril.
Por Emilio Marín