En su reciente libro, ‘A la sombra de las dictadura’ (FCE), quien es considerado uno de los analistas más pertinentes sobre el papel de los militares en la historia de la región, se dedica a revisar la calidad de los regímenes representativos en la región, en un contexto en que la institucionalidad es herencia de las mismas dictaduras o sus representantes son aún prisioneros de los bandos militares. Pese a la pesada mochila, Alain Rouquié no deja de tener una visión positiva de Latinoamérica.
Su capacidad de análisis se lo dejó el paso durante 18 años como embajador de Francia en cinco países diferentes, 4 de ellos latinoamericanos como Brasil y México. Además nutrió su carrera con un Master de investigación en Ciencias Políticas y un doctorado en Literatura.
Publicó los libros ‘El Estado militar en América Latina’ (1982); ‘América Latina: introducción al extremo occidente’ (1987), ‘Guerras y paz en América Central’ (1992), y ‘Brasil en el siglo XXI’ (Fayard 2006). Actualmente es Presidente de la Casa de América Latina en Paris.
¿En qué sentido les afectan a las nuevas generaciones de América Latina la idea que usted describe de una sombra dictatorial?
– Es cierto que la sombra de las dictaduras no es eterna. Sobre todo cuando los gobiernos democráticos han hecho los esfuerzos necesarios para dar a conocer la verdad sobre lo que pasó en tiempo del autoritarismo. Pero tampoco la desaparición de la herencia dictatorial es un problema de generación. Las nuevas generaciones viven en una sociedad moldeada o deformada por las dictaduras. Muy a menudo con leyes y formas de organización que la democracia no ha podido reformar. El caso de la educación en Chile es bastante significativo sobre este punto. La sombra no es solo lo vivido, sino lo heredado y el temor o la impotencia de las generaciones anteriores.
¿No queda acaso como sombra de las democracias la impunidad en las violaciones a los derechos humanos que fue acordada en Chile para salir de la dictadura, en Brasil a través de acuerdos intra elite o en Uruguay por medio de un plebiscito?
– Cada país maneja el problema del pasado autoritario en función de su historia, del trauma sufrido, del poder de los actores de la dictadura: la solución puede ser el castigo, la verdad o el olvido. Personalmente creo que el olvido no es ninguna solución. Por supuesto que es necesario darle vuelta cuento antes a esta pagina siniestra de la historia nacional, pero antes es preciso haberla leído para que no se repita.
EL CLASISMO QUE PESA EN AMÉRICA LATINA
El explorador Von Humboldt en los primeros años del siglo XIX observó que en las sociedades latinoamericanas es el color de la piel el que determina la posición social. Siglos después en América Latino eso persiste ¿qué efectos tiene aquella estructura para el buen desenvolvimiento de una democracia plena?
– La estratificación social en los países del continente sigue basada en el color de la piel. Pero la erradicación de la pobreza, la difusión de la educación, el mejoramiento de la salud contribuyen a reducir la transmisión inter-generacional de los estatuos heredados. Esta es el tema prioritaria de los gobiernos democráticos.
También en su libro advierte sobre la informalidad laboral como problema para las democracias ¿de qué manera las instancias de representación pueden hacer variar esto considerando que las decisiones económicas cada vez están fuera de sus manos?
– Informalidad laboral y marginalidad social van juntas y debilitan el edificio democrático. La ciudadanía es el “derecho de tener derechos”. Quien no los tiene no se identifica con los valores del régimen democrático.
En un mundo que rehace sus equilibrios y su arquitectura ¿qué rol cree que podría tener América Latina en un futuro cercano?
– América Latina tiene que jugar un papel más asertivo en el mundo de hoy, como un conjunto de naciones democráticas, pacificas que defiende “valores” éticos que otros continentes no comparten. Creo que la concertación política en el marco de UNASUR va en la dirección adecuada.
PARTIDOS POLÍTICOS Y SALIDAS A LA CRISIS
La democracia chilena ha estado dominada por un bipartidismo desde la salida de la dictadura. ¿Qué podemos aprender de experiencias anteriores de bipartidismo como el caso de Colombia o Venezuela durante el siglo XX?
– Creo que el bipartismo nace de la ley electoral heredada de la dictadura y que favorece le derecha. Todos los enclaves autoritarios no han sido suprimidos todavía.
En Chile se puede aplicar la sentencia de Franco de dejar todo estaba atado y bien atado para que se mantuviera la institucionalidad inaugurada por Pinochet. Hoy todo eso es defendido como el respeto por las instituciones y una apariencia de una modernidad parlamentaria, la que ha sido asediada por las movilizaciones sociales del último año ¿qué salidas ve a esta crisis?
– Aparece una nueva generación que no ha conocido la dictadura, y que no tiene miedo a denunciar la herencia autoritaria. Tardó mucho y costó mucho. Eso no hay que olvidarlo y tiene como horizonte el terminar con algunas de los más inaceptables medidas institucionales impuestas por el dictador, quien hasta 1998 era comandante en jefe del Ejército.
En una entrevista usted señala que cuando estuvo en Chile observó que aún quedaba una narrativa nacional de la dictadura para explicar la crisis de 1973 ¿cómo afecta esto a procesos de democratización ya que de alguna forma dichas narrativas validan salidas extrainstitucionales para resolver conflictos?
– De a poco Chile se quita de encima la narrativa de la dictadura que justifica todo desde el 11 de septiembre hasta hoy. Las “comisiones de la verdad” han mostrado el otro lado de la moneda y lo injustificable. La transparencia es la base de una democracia estable. Pero las nuevas generaciones tienen que entender que los gobiernos democráticos, los de la Concertación, en Chile han gobernado en un contexto de grandes limitaciones y de peligrosas trampas. Por esto su prioridad fue consolidar la democracia y ante todo impedir una posible regresión autoritaria que muchos factores hacían posible: la presencia de los mismos actores militares y civiles, el apoyo del 40% de los electores al plebiscito del régimen autoritario y la simpatía de la mayoría de los empresarios por el modelo económico, inaugurado por Pinochet.
¿Cuál es la importancia de los partidos políticos para que las democracias funcionen?
– No hay democracia sin partidos políticos. Los partidos son las únicas instituciones que pueden agregar las demandas sociales y transformarlas en programa de gobierno. Tal vez no son suficientes pero son imprescindibles.
Pero en Chile hay un desprestigio hacia los partidos que integran las coaliciones que han gobernado los últimos años (derecha y Concertación) ¿qué problemas visualiza cuando esta desconfianza alcance la mayoría de las formas de representación política?
– El desprestigio de los partidos no es propio de Chile. Aparece en todos las democracias hoy. Se debe a muchas causas que proceden de las transformaciones en curso en el mundo globalizado: la fuerza de los mercados y de las instituciones financieras, la limitación del poder del Estado-nación, la impresión de impotencia que dan los políticos. Los últimos desarrollos de la crisis del euro en Grecia e Italia son un ejemplo de este contagio general que pone en peligro las bases de la convivencia democrática.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano