La muerte del cantante de rap y activista de izquierda Pavlo Fissas por parte de grupos de ultraderecha, además de los múltiples ataques a grupos comunistas y de las conexiones de grupos nazis con la policía griega, ha puesto a Grecia nuevamente en el centro de atención, mostrándonos que los efectos políticos de la crisis es algo lejos de encontrarse en el pasado. El fascismo, a decir verdad el nacionalismo griego, es un problema que dejó de ser marginal y se está transformando en una alarma en la región, donde los inmigrantes (en su mayoría provenientes de Albania y África) y dirigentes de izquierda han sido los principales afectados.
CONTEXTO: CRISIS Y LA HIPOCRESÍA DE LA TROIKA
Año 2010, día 23 de abril, el gobierno de Papandreou pide el préstamo a la Unión Europea para paliar la deuda que por buena cantidad de años se logró esconder a través de una descarada falsificación de datos macroeconómicos. Con esto se daba comienzo a una época de recortes que no tendría fin, ni después de la dimisión del propio Papandreou.
Así se inicia oficialmente la ola de medidas de disminución de gasto público en Europa, extendida sobre todo en Irlanda, España, Portugal, y ahora recientemente Chipre, los cuales le sucederían como piezas de dominó. Con no poca ironía actores financieros británicos en 2011 los agruparon a los países en crisis bajo la poco glamorosa sigla Pi(i)gs (cerdos): Portugal, Irlanda, (Italia), Grecia, Spain.
Pero bien, la deuda soberana del Estado griego se haría insostenible, la cual llegó a alcanzar un déficit de un 15,6% del PIB el 2009, seguido de un 10,7% en 2010, siendo esta deuda sin embargo solo la expresión de un largo desfalco presupuestario que se viene arrastrando desde hace más de 40 años. Las causas de la crisis por supuesto son producto de la mezcla de corrupción, un descontrolado déficit fiscal, una mediocre tasa de crecimiento, maquillaje estadístico (p. ej. en datos reales de deuda en los informes periódicos a la UE), etc., todas variantes hechas insostenibles a partir de la crisis global del 2008.
Sin embargo, no debemos olvidar que en último término las causas no se reducen al descontrol interno de la economía griega, sino que éstas vienen dadas por las condiciones productivas desproporcionadas en los países de la Unión Europea, donde el goloso Estado alemán ha sabido llevarse las tajadas más grandes. Sin embargo, en este escrito no enfatizamos los billones de euros filtrados de la irresponsable deuda helénica, sino los impactos que tienen en la llamada economía real, es decir en cómo la crisis se traduce en déficit del sector público en pos del pago a holdings y creditores bancarios.
La mochila de deuda se convierte, por supuesto, en un incremento de los problemas para la clase trabajadora. La Troika (Banco Mundial, FMI y Unión Europea) ha puesto condiciones crediticias a fin de asegurar el pago de las cuotas en los años venideros. En castellano, esto ha significado el recorte del 15% promedio de las pensiones además del aumento de la edad de jubilación a 67 años; a eso hay que sumarle que el ahorro de dinero para pagar la deuda de sectores básicos como educación o salud, privatización del sector público (servicios, agua, sector portuario, manufactura, etc.), que supondrá un ahorro de €50 bn a 2020, ha comportado una drástica pérdida de poder por parte del Estado a manos de nuevas corporaciones.
Actualmente la tasa de desempleo llega al 27% y supera el 64% en caso de los jóvenes. Por otro lado, se ha más que triplicado la tasa de suicidio a contar del año 2010. La recesión y su política de ahorro ahoga a su clase más desprotegida, la cual tiene que finalmente pagar los costos de los paquetes de rescate. Asimismo, la hipocresía de la política alemana, que ha proyectado la narrativa de una supuesta economía prudente, esconde a un mismo tiempo su enorme saco de deuda y el hecho de que los bancos alemanes hayan amasado sobre US$704 bn de los Pi(i)gs, mucho más que lo que han aportado los mismos bancos germanos a su propio Estado.
La construcción de una historia coherente de crisis, donde las causas de ésta se localizan en la corrupción y prácticamente atribuyen a una inherente improductividad griega (siendo que tienen un 50% más de horas laborales que los alemanes), se contradice con el hecho de que los tratos económicos entre estados involucrados estén beneficiando no solo la mega industria, sino que estas corporaciones, como el emblemático caso de Siemens, sean las mismas localizadas que han hecho explotar los casos de corrupción. La industria armamentista es quizás el mejor ejemplo del cinismo europeo, donde directos beneficiados son USA (42%), Alemania (22,7%) y Francia (12,5%), estos últimos dos quienes con una mano presionan a aceptar las medidas de austeridad al sector público, mientras que con la otra tratan de sacar un millonario lucro de la venta de armas a la nación helénica.
La crisis griega no es meramente una crisis bancaria, sino una crisis de acumulación de capital, una crisis de circulación y especulación financiera, donde “el modo de política de regulación como tal es una consecuencia de la dinámica de acumulación capitalista”(*). La Troika ha permitido la privatización de las aguas, la venta de recursos mineros (p. ej. el bullado caso de la empresa minera canadiense Eldorado en Chalkidiki), el desarme del aparato público y, aún más importante, el empobrecimiento progresivo de la población, efectos que ya se están ramificando en otros países de la Unión Europea. La crisis es una crisis de sistema especulativo y acumulación de capital.
ALBA DORADA: EL SEGUNDO AIRE DEL FASCISMO
La teoría liberal tiene la tendencia de naturalizar la crisis. Se entiende como una especie de limpieza y nuevo aire para el modo de circulación de capital. Los actores financieros truecan roles y le dan dinamismo a la macroeconomía, con supuestos beneficios a la economía real. Sin embargo, las crisis en período de crisis son también políticas, las confianzas en la política tradicional disminuyen, el descontento aumenta y la desilusión se transforma en rabia y en acción directa. De esta manera, las protestas tienen lugar de manera regular en ciudades como Atenas o Salónica, seguidas del paro de los trabajadores de universidades, los maestros y el sector público.
Este escenario es terreno fértil para el castigo de la masa obrera a los partidos políticos. El Pasok, quien ganó en las elecciones pasadas del 2009 con un no despreciable 43,92%. ha sido desplazado a un vergonzoso quinto puesto en la arena política con un mero 8% de aprobación, incluyendo al ahora impopular Papandreou dentro de su estadística. Aprovechando este escenario el partido comunista griego (KKE) y Syriza han sabido tomar nuevos aires en sus discursos, aunque sin antes suavizarlos a fin de captar más cupos parlamentarios y, en la medida de lo posible, el sillón presidencial.
Sin embargo, lo que queremos remarcar es, dentro de este escenario, el florecimiento del neo-nazismo en Grecia, fenómeno que los ha hecho alcanzar 18 escaños en el parlamento y pasando a tener una peligrosa relevancia política. Alba Dorada, nacionalsocialista, ha logrado captar votos y simpatía de una masa descontenta de la politiquería griega. Han logrado entrar por primera vez en el parlamento con un discurso rascista, antisemita y segregador. Impresentable.
Sobre todo cuando Grecia es un país que presenta una alta tasa de inmigrantes (aproximadamente 1,5 millones); el motivo de este alto número de extranjeros se debe a la permanencia de aquellos que, después de atravesar Turquía, no logran superar las barreras a fin de arribar a los países del norte europeo (más prósperos económicamente). En este contexto, la situación financiera hizo que el panorama para los inmigrantes pasara de difícil a una color de hormiga. Las condiciones laborales para ellos han llegado a niveles vergonzosos; los latifundistas y empresarios, conscientes de la falta de reglamentación al respecto, les pagan con sueldos miserables a fin de abaratar costos y saltar pagos impositivos.
Todo esto ha hecho que parceladamente la mirada se vuelque a ellos y que los integrantes de Alba Dorada debuten en la arena política con una violencia inusitada y criminalidad oficializada. En este sentido la crisis es el detonante, pero no el argumento del resurgimiento del fascismo. Alba Dorada, crítico con las medidas de austeridad, poco y nada de importancia ha especulado sobre la misma crisis, trasladando de manera populista el problema a la masa de extranjeros en el país. Ejerciendo periódicamente desde 2010 actos de violencia por toda Grecia, pero por sobre todo en Atenas, ciudad que congrega a un impresionante contingente de extranjeros. Ataques a grupos políticos, segregación a minorías y homicidios se vuelven rápidamente la tónica de sus actos.
Que Alba Dorada se mueva en un dodoso marco legal deja ya de ser un hecho marginal y se convierte en un efecto directo de la crisis, donde la misma izquierda no ha sabido responder sino de forma tibia al problema. Gran parte de su éxito se ha ido construyendo con la entrega de alimentos y menesteres a familias de escasos recursos generando un simpatía en la población griega más necesitada. Este acto acompañado siempre del discurso de una ‘Grecia para los griegos’.
En este concurso por dar con el voto populista, el actual gobierno conservador de Samaras no lo hace nada mal. La muerte de Pavlo Fissas en la madrugada del 17 de septiembre no es un evento aislado, sino que responde a la ola de criminalidad que azota a Grecia; es solamente la expresión de hasta qué punto está ganando terreno el fascismo en la región a través de mercaderías, golosinas y un discurso facilista.
La izquierda tiene la responsabilidad de deterner estos actos, de dar cara a estos hechos y evitar que esto derive en terrorismo a gran escala. Alba Dorada es la expresión griega de un nivel de violencia que, sin ánimo de exageración, puede tomar ribetes más serios en Europa; actualmente es la tercera fuerza, solo detrás de Syriza y Nea Dimokratia (ND), con una alta intención de voto, aún después de conocidos los ataques. En el pasado ya vimos que organizaciones de extrema derecha han alcanzado importantes cuotas de poder; es tiempo de tomar prevenciones al respecto e impedir que este tipo de organizaciones logre alcanzar mayores cuotas de poder.
Para eso en las grandes ciudades ya han salido los griegos a manifestarse en contra de ello; veremos si la Conferencia Internacional Antifascista el 5 y 6 de octubre en Atenas nos muestra si la respuesta a la ultraderecha tiene el contrapeso justo por parte de la izquierda y población griega.
Por Pablo Pulgar Moya
Doctorando en filosofía, Universidad de Heidelberg.
NOTA
(*) Sandleben, G. Finanzmarktkrise – Mythos und Wirklichkeit. Proletarische Texte. Norderstedt, 2011, p. 73