Carolina Tohá (PPD) o Patricia Morales (PRO) por Santiago, Helia Molina (PPD) por Nuñoa, Evelyn Matthei (UDI) por Providencia, María Soledad Barriga (PS) por Puente Alto, Nora Cuevas (UDI) en San Bernardo; en regiones, Karen Rojo (IND – pro Chile Vamos) en Antofagasta, o Virginia Reginato (UDI) por Viña del Mar; y también en las listas de los partidos emergentes la encabezada por Claudia Mix (Poder) en Maipú. Son algunas de las candidatas a la alcaldía que en las próximas elecciones del 24 de octubre disputarán espacios de poder político en las comunas más grandes del país.
Según los datos del Servel publicados en El Mostrador, en total serán 230 candidatas a alcaldesa las que competirán para dirigir sus comunas en las municipales. Un dato que se acerca bastante al que publicó el pasado mes de agosto la Asociación de Municipalidades de Chile (Amunch), quien cifró en 207 las candidaturas de mujeres frente a las 874 de hombres, representando un 19% (cuatro puntos porcentuales más que en la última elección) y un 81% del total, respectivamente. Por regiones, Magallanes y Valparaíso se sitúan entre las que más mujeres postulan al cargo, frente al Bío Bío y Los Lagos, que registran las que menos.
Ante estos datos, se evidencia un esfuerzo por parte de los partidos políticos por nominar más candidatas a alcaldesa que en oportunidades anteriores. De hecho, según los datos del Servel, las 230 mujeres que se presentan superan el máximo anterior de 215 candidatas, en 2008, que alcanzó un 18% del total. En otras citas electorales los porcentajes fueron aún menores: el 17% en 2004, o el 15% en 2012.
Sin embargo, a pesar del aumento del número de candidaturas, hay dos datos que, según los datos analizados del Servicio Electoral, tendrían que despertar preocupación entre la ciudadanía. En 202 comunas, un 59% del total del país, ninguna mujer fue nominada por un partido, movimiento o coalición política, es decir, los votantes no tendrán opción de votar por una mujer. Eso, considerando además que en esta convocatoria electoral el número de comunas en las que hay al menos una candidata ha bajado de 175 en 2008 a 168 en 2016.
Por otra parte, la presencia de mujeres en la carrera electoral local es tan mínima que aún si todas las candidatas resultaran electas –situación que evidentemente no sucederá–, el porcentaje de mujeres alcaldesas no alcanzaría a representar la proporción de mujeres en el país.
Ante esta realidad, Arlette Martínez, cientista política de la Corporación Humanas y autora de la columna publicada en El Mostrador que esgrime los datos del Servel, aseguró a El Ciudadano que «las mujeres estamos muy subvaloradas en la política». Según los datos que ella misma analizó, «la tendencia desde 2004 es que las mujeres compiten en comunas donde ya gobernaba una mujer porque las mujeres tienen más probabilidades de ganar donde hay una alcaldesa que se presenta a una reelección«. En este sentido critica que «los partidos mandan a las mujeres a competir con otras mujeres porque creen que es la única posibilidad de ganarles porque parten del imaginario que las mujeres no les pueden ganar a los hombres«. A partir de esta lógica, se dan efectos evidentes como que el número de comunas gobernadas por mujeres no ha variado mucho desde 2004.
Por eso, es enfática en afirmar que «no sacamos nada con tener gran cantidad de mujeres concentradas en un sólo municipio porque ahí la posibilidad de ganar es sólo de un escaño». Y concluye: «La idea es repartirlas a lo largo del país porque al menos en todas las comunas los votantes tengan la posibilidad de votar por una mujer».
Romper barreras
Entre los principales obstáculos que una mujer que quiere entrar en política tiene que superar hay las responsabilidades que se les asigna culturalmente (que no se asocian a los hombres), la precarización del empleo femenino, las dificultades de obtener recursos para una campaña o para ser escuchadas dentro de los propios partidos.
«La política chilena siempre ha tenido un alto nivel de misoginia», indicó la candidata por Nuñoa Helia Molina a El Ciudadano. Algo que se da también «en la política en general» y que «está empezando a cambiar», según la abanderada de la Nueva Mayoría. Molina considera que «el hecho de que en 2006 tuvieramos la primera presidenta abrió una puerta a la entrada de más mujeres en la política y también de ministras, como mi caso«. Y recuerda: «Yo fui la tercera ministra mujer en un país donde hay muchos médicas y académicas destacadas, sin embargo, en el siglo XXI yo fui la tercera ministra mujer». «Es algo increíble», afirmó.
Que Michelle Bachelet sea, según ONU Mujeres, una de las 11 mujeres jefas de Estado que existen a nivel mundial, sin duda coloca a Chile en una posición no tan lejana como otros países respecto a la participación de mujeres en política. Además tiene también un efecto en la sociedad, apunta la candidata a concejal por Santiago Iraci Hassler (PC), quien entrevistada por este medio, dijo al respecto que «las niñas de nuestro país pueden pensar que sí pueden llegar a ser presidentas, o a ser rectoras de universidad porque también hemos derribado la barrera de tener la primera rectora de una U estatal».
Para la militante de las JJCC, la necesidad de tener mujeres en la política permitirá abrir temas que hoy quedan excluidos de la política «como la posibilidad de desarrollarse sin violencia, la independencia económica de la mujer, tener salas cuna o jardines infantiles no sólo desde la mirada al derecho de la educación temprana, sino también desde la mirada de las mamás, para que puedan estudiar, trabajar y desarrollarse políticamente».
Efecto de la Ley de Cuotas
Una de las fórmulas que desde las instancias políticas se han puesto sobre la mesa para facilitar la participación de mujeres en el Congreso y el Senado es la Ley de Cuotas que debutará por primera vez en Chile en noviembre de 2017, obligando a los partidos a tener, al menos, un 40% de mujeres en sus listas. Una medida que todavía no se implementa para las elecciones municipales y que según Martínez «replicaría» el mismo sistema que para las elecciones legislativas. Para ella, pero, «esto no tiene por que ser una medida para siempre, sino que sería útil para ir acostumbrando a la sociedad a pensar que las mujeres podemos participar en este espacio y hacernos un poco más fácil la entrada», señaló la experta.
Una opinión compartida por Helia Molina, quien indicó que «cuando la cosa cultural es tan lenta y la injusticia en términos de igualdad de género todavía persiste, a pesar de todos los avances, este tipo de medidas son elementos que pueden forzar un cambio cultural necesario en la gente y en los políticos».
De forma muy similar lo concibe Hassler: «La ley de cuotas no es una solución en sí, sino un avance». «Ayuda a empujar un cambio que tiene que ser cultural y en eso lo refuerza porque permiten cambiar una lógica que está instalada desde hace mucho tiempo», agregó la aspirante al Consejo Municipal.
Una visión un poco más critica sostuvo la candidata por Santiago, Patricia Morales, quien calificó de «incompleta» la medida porque -dice- a pesar de tener el 40% de candidatas, «éstas no tienen por que ser electas». Y añadió: «Los que resultan electos son los hombres porque pueden hacer más campaña».
Además la abanderada del PRO sostuvo que «esta ley va a ser difícil de cumplir ya en las legislativas si no se acompaña de un financiamiento específico o de un subsidio a las mujeres». Para ella, una forma de rebajar la barrera de entrada sería «disponer de financiamiento político únicamnete para las candidatas mujeres para facilitar su postulación, entre otras cosas, porque a las mujeres les cuesta mucho más obtener financiamiento para sus campañas».
Resistir la discriminación
La discriminación no se da sólo en el acceso a un cargo público, sino que también está presente dentro de la actividad política. Hace unos días, la presidenta Michelle Bachelet se refirió al sexismo al que se deben enfrentar las mujeres en la política y afirmó que incluso ella era catalogada como «la gorda» durante las elecciones.
Otro caso de machismo al interior del propio sistema político -que no puede obviarse que permea con la cultura patriarcal global-, lo mencionó Arlette Martínez, quien recuperó el episodio del pasado mes de marzo en que el presidente de la Cámara de Diputados, Marco Antonio Núñez (PPD), respondió a la intervención de la diputada por Atacama Daniella Cicardini «Muchas gracias, diputada Ricardini».
Para Patricia Morales, «el nivel de exposición en Chile es muy alto y hay un machismo que sigue evaluando a las mujeres primero sobre cómo se visten o cómo se ven y luego sobre lo que dicen». En su opinión, eso tiene que ver con un aspecto generacional: «Las mujeres jóvenes estamos conviviendo, en política, con hombres de 70 o 80 años que tienen otra visión del rol de las mujeres». Y agregó: «Comentar como viste Camila Vallejo ya te dice mucho del nivel de discusión de los parlamentarios hombres». «Habla del desfaz que tenemos», cerró Morales.
Todas las voces femeninas preguntadas por este medio coinciden en plantear pronósticos favorables para las mujeres en el ámbito político. Avances lentos, eso sí, pero que, según las entrevistadas, se van a dar gracias a la lucha que las mismas mujeres están llevando a cabo para ocupar cada vez más espacios públicos y de toma de decisiones. ¿Llegó la hora de dejar de ver a las mujeres como una amenaza política?
Meritxell Freixas
@MeritxellFr