Los resultados de las elecciones generales de septiembre pasado, daban casi por sentado que la canciller Angela Merkel lograría conformar un gobierno -ya sin los socialdemócratas que resultaron derrotados y que rechazaron participar de una coalición en minoría- con los liberales y verdes.
Pero a dos meses de los comicios el escenario se ha vuelto muy complejo para la líder alemana, ya que no ha podido llegar a acuerdo con las fuerzas políticas. De hecho, este fin de semana los liberales reunidos en el Partido Democrático Libre (FDP) se retiraron de la mesa de negociación aludiendo que, según palabras del líder de la organización, Christian Lindner, «las partes no tienen una visión común para la modernización del país ni una base de confianza». Además, recalcó tajante: «es mejor no gobernar, que gobernar mal».
De esta forma, la opción de concretar un acuerdo de gobierno en Alemania se reduce a la mínima posibilidad y las primeras consecuencias se sienten en Europa. Primero, por la inestabilidad que genera en su moneda común -el Euro- y, segundo, por la inestabilidad política que se provocaría en la región por el freno al plan «refundacional» preparado por Angela Merkel y su par francés, Emmanuel Macron.
Ante este escenario se vislumbran dos caminos: extender la negociación con los partidos, e incluso buscar convencer a los socialdemócratas de sumarse al nuevo gobierno, o bien convocar a nuevas elecciones. Ambos, con incierto destino.
Nuevas negociaciones o nuevas elecciones
Esta semana -se supone- debiera destrabarse la formación del nuevo gobierno. Ante el fracaso de las negociaciones entre la CDU de Merkel, los verdes y liberales, el presidente alemán Frank-Walter Steinmeier abogó por llevar adelante las conversaciones entre los democratacristianos y socialdemócratas, a pesar de la negativa inicial de su líder Martin Schulz.
La posición de los socialdemócratas, agrupados en el SDP, se debe a que sostienen que su derrota histórica en las pasadas elecciones -el peor resultado desde 1949- responde a un cierto castigo de sus electores por participar en el actual gobierno conservador encabezado por Merkel. Pero la caída del pacto entre conservadores, liberales y verdes, giró el escenario y volvió a poner sus luces sobre la alianza entre la Canciller y Schulz.
Ahora, con la estabilidad alemana en juego, la presión para concretar un acuerdo aumenta considerablemente. Esto, sin embargo, no matiza la posición de los socialdemócratas, que consideran que este nuevo proceso significa un «ya veremos», y que sentarse a negociar no se traduce necesariamente en avanzar hacia una gran alianza con la CDU.
Otro elemento que se ha valorado, es la posibilidad de convocar a nuevos comicios, aunque aparece como una última alternativa, en caso de que las conversaciones no lleguen a buen puerto. No obstante, fue descartado de plano por Merkel, quien el fin de semana sostuvo que “hemos recibido un mandato de los votantes. Decirle a la gente que vaya a votar de nuevo, sería un error».
Europa se come las uñas
La situación política alemana repercute de inmediato en el continente europeo, que se encuentra expectante de la resolución de la crisis que vive el llamado «motor» del viejo continente.
De hecho, una de las primeras consecuencias es que el euro se depreció en 0,6% en los mercados asiáticos por la incertidumbre. Junto con eso, las acciones políticas previstas para relanzar a la Unión Europea quedan en nada.
Esto, porque si bien hasta ahora Alemania -siendo la economía más fuerte de la región- sostenía el curso de Europa y en este período cabía la opción de reforzar la alianza con Francia, para reimpulsar la Eurozona este plan queda en dudas ante la crisis germana.
“Durante cinco años el motor alemán funcionaba a pleno rendimiento y el francés estaba casi parado. Ahora hay dudas sobre el motor alemán justo cuando el francés se enciende con Macron”, señaló el eurodiputado conservador Alain Lamassoure.
En la misma línea, la directora adjunta del centro de estudios europeos Bruegel, Maria Demertezis, declaró a EFE que “sin Alemania veo difícil que Macron pueda impulsar esto (…) sería imposible unir diferentes visiones”.