La siguiente entrevista con el profesor Arif Dirlik, sostenida el 26 de diciembre, trata sobre el rol de China en la actual crisis coreana y la posición que ocupa en el Noreste Asiático como una potencia emergente. Arif Dirlik ha sido profesor de Ciencias Sociales (Historia y Antropología) en la Universidad de Oregón, Eugene, EEUU y en la Universidad de Duke, donde enseñó por treinta años. Además, ha ejercido funciones académicas en la Universidad Tsingua de Beijing. Tiene numerosos libros sobre China, el post colonialismo y la globalización. Como tal, es un experto no solamente en temas relativos a China, sino que además en cuanto a temas post coloniales, los cuales están en la raíz de la actual crisis coreana.
Como nos recuerda Dirlik, la visión de los sucesos en Corea en Oriente no es igual a la visión hegemónica en Occidente: creemos, por lo tanto, imprescindible entender el rol de China ante la crisis en perspectiva.
Esperamos con esta entrevista seguir aportando diferentes visiones que permitan un juicio crítico e informado respecto a los cruciales eventos en la peníncula coreana.
¿Cree usted que la actual crisis en Corea pudiera escalar a una guerra total? ¿Cuál sería el rol de China en esta eventualidad?
Primero que nada, no es mi especialidad ni los asuntos diplomáticos ni los militares. Pero juzgando los informes periodísticos, los expertos parecieran estar bastante divididos sobre la manera en que interpretan los eventos de la península coreana, así como sus posibles consecuencias. Por ello más que entrar a especular y a hacer predicciones, considero más útil reflexionar en lo que parece ser el significado a largo plazo del actual problema.
Es posible que las confrontaciones y conflictos locales puedan conllevar, mediante una cierta lógica, a una guerra más amplia. Esto es algo que nadie puede predecir. El actual gobierno de Corea del Sur es más hostil a Corea del Norte que sus predecesores inmediatos, lo cual aumenta las posibilidades de un conflicto. La reciente decisión del gobierno de los EEUU de volver a involucrarse en el Asia Oriental, y también en el Sudeste Asiático, también contribuye a profundizar las divisiones y genera provocaciones que pueden resultar en un conflicto armado.
Por otra parte, está claro que nadie quiere una guerra en la península coreana, aún cuando haya sectores más proclives que otros a arriesgarla. Tanto Corea del Norte como del Sur, sufrirían una enorme destrucción, lo cual difícilmente puede considerarse como un resultado deseable para dos sociedades que tienen suficiente memoria viva de la destrucción durante la última guerra. Los EEUU difícilmente necesitan otra guerra de la cual hacerse cargo. A diferencia del pasado, Rusia pareciera tener una presencia más distante en el Lejano Oriente. China, naturalmente, no desea que su progresa se vea interrumpido por una conflicto militar innecesario. Y tampoco hay muchas señales de que Japón estuviera preparado para azuzar o participar en ninguna clase de conflicto bélico que podría ocasionarle graves problemas internos. De estallar un conflicto militar entre Corea del Sur y del Norte, los EEUU inevitablemente terminarían involucrándose, pero me parece que la República Popular China (RPC), más que participar en el conflicto como hizo en los 1950s, se inclinaría más por involucrarse en las negociaciones para darle un término rápido.
Los EEUU están poniendo bastante presión sobre China para que “controle” a la República Popular Democrática de Corea (RPDC, Corea del Norte), pero es evidente que la relación de China con la RPDC no es una relación de carácter metrópoli-satélite… ¿cuál es el objetivo de esta presión?
No, la RPC obviamente no controla a la RPDC, no más de lo que los EEUU controlan a la República de Corea (ie., del Sur). Pero eso no excluye que exista una relación de dependencia y de interés mutuo. Como lo han aclarado expertos norteamericanos como Bruce Cumings desde hace mucho tiempo, si bien puede que los líderes de Corea del Norte parezcan tener poco gusto al utilizar una fachada socialista para crear algo que cada vez parece más una dinastía monárquica que otra cosa, no son los dementes que retrata la prensa hostil. Parecieran estar decididos a recordar al mundo, periódicamente, de su presencia mediante actos provocadores, algunos bastante trágicos, y si esta es la lógica que hay detrás de sus acciones, ciertamente han tenido éxito. También debemos tener en cuenta que no todo el mundo está convencido, en el Asia Oriental menos que en ninguna otra parte, que las acciones de la RPDC sean gratuitas, que no hayan sido provocadas por ninguna causa evidente. Existe una persistente sospecha en la propia Corea del Sur sobre los resultados de la investigación del gobierno sobre el incidente de Cheonan (ie. una embarcación militar de Corea del Sur que se hundió, pereciendo 46 marinos, hecho del cual culparon al Norte pues supuestamente la causa del hundimiento habría sido un torpedo de la RPDC. Ellos han negado cualquier participación en este hecho). También existe evidencia de que el reciente bombardeo de la isla de Yeonpyeong fue en respuesta a ejercicios de artillería realizados por Corea del Sur más allá de la llamada Linea Límite del Norte, la frontera marítima trazada por la ONU, a instigación de los EEUU, tras la Guerra de Corea.
Tanto la RPC como la RPDC son productos del legado revolucionario del Extremo Oriente, que les da una cierta afinidad. La RPDC requiere a la RPC no solamente para cooperación, sino que además para apoyo moral y, más aún, de propaganda. Tal cual la República de Corea es apoyada por los EEUU, por ponerlo de otra manera, la RPDC puede proclamar el apoyo de otra potencia mundial, una con la que comparte frontera. Esto no significa que exista un apoyo incondicional. La RPC no tiene ningún interés en comenzar un conflicto que pueda salirse de las manos, pero tampoco parece molestarse mucho con ciertos recordatorios, de cuando en vez, sobre la posibilidad de que pudiera ocurrir. Esto debe entenderse en el contexto más amplio de la geopolítica del Asia Oriental, la cual está marcada por muchos posibles conflictos que son legados del pasado, así como de disputas territoriales de significado geopolítico, como por recursos, por ejemplo. Desde el punto de vista de la RPC, la RPDC tiene un rol importante que jugar, como una especie de As bajo la manga, con el cual recordar al mundo que, si bien la paz regional es en el interés de todos, aún quedan problemas regionales por resolver.
En cuanto a la presión de los EEUU sobre China para que controle a la RPDC, esto creo que tiene más relación con mantener el potencial de un conflicto más amplio a raya, lo cual parece un presupuesto razonable, pues aún cuando la RPC no controla a la RPDC, tiene algo de influencia sobre ella, aún cuando no sea sólo como un “hermano mayor”. Debemos tener en mente que la RPDC también tiene un rol de utilidad para los EEUU: su existencia entrega una razón para mantener bases militares en el Asia Oriental aún pese a una enorme oposición popular, muy fuerte en la República de Corea y en Okinawa (Japón). ¿Quién sabe? A lo mejor hasta la RPC encuentra alguna utilidad en la presencia militar de los EEUU como una manera de mantener los conflictos a raya…
Los llamados al diálogo de China han tenido eco principalmente en Pyongyang y Moscú… ¿cree usted que estamos ante un eco distante de los alineamientos de la Guerra Fría en esta crisis?
La cuestión del legado de la Guerra Fría en el presente, es obviamente un tema central. Pero los coreanos jamás dejan de insistir a los extranjeros que hablan del “fin de la Guerra Fría”, que en lo que a ellos les atañe, la Guerra Fría no se ha terminado. Desde su perspectiva, no tiene mucho sentido hablar ni del “Fin de la Guerra Fría”, ni de una “Nueva Guerra Fría”. La división en la península es un recordatorio cotidiano de la Guerra Fría, de la vieja Guerra Fría, algo que es parte de su realidad. Podríamos también sugerir que los problemas del Lejano Oriente, no solamente de la península coreana, son más antiguos que la Guerra Fría, que es posterior a la Segunda Guerra Mundial. Están arraigados en la historia del colonialismo, tanto del imperialismo doméstico como del foráneo, y de las luchas en contra de éste. La Guerra de Corea no solamente fue el resultado del calentamiento de la Guerra Fría, sino que de medio siglo de colonialismo japonés que le antecedió. La división en Corea y la división en China, recordemos que Taiwán aún no es parte de la RPC, son producto de esta larga historia, y de la manera en que este asunto fue resuelto después de la Segunda Guerra Mundial en el contexto de la Guerra Fría, la cual no fue una causa, sino que el contexto en el cual se moldearon las soluciones a problemas pre existentes.
Lo mismo puede decirse de otras disputas, de las disputas entre la RPC y Corea del Sur en torno a territorios del noreste, que ahora son parte de la RPC, pero que los coreanos reclaman como su territorio ancestral. Disputas entre Japón y Rusia sobre las islas Kuriles. Disputas entre Japón y Corea del Sur por las islas Dokdo/Takeshima. Disputas entre la RPC, Taiwán y Japón sobre las islas Diaoyutai/Senkaku. Estos conflictos están asentados en la historia moderna del Asia Oriental. Fueron resueltos de una manera consistente con la configuración del poder tras la Segunda Guerra Mundial. Ahora que esa configuración ha cambiado, o está cambiando, estas disputas emergen nuevamente. Y debemos señalar que la más dramática de estas disputas está en la península coreana, debido a una frontera que divide al país y que fue trazada en un lugar lejano.
En lo relativo a las divisiones en las negociaciones a seis partes, si estas reflejan las divisiones de la Guerra Fría o no, tengo la impresión de que las consideraciones de poder contemporáneas son más importantes que los legados de la Guerra Fría. Después de todo, la RPC y Rusia se habían separado mucho antes del término de la Guerra Fría. A lo mejor los EEUU tienen el mayor interés de mantener las líneas trazadas durante la Guerra Fría en su lugar, pues de ellas emergió como la potencia hegemónica. Sin embargo, las sospechas mutuas, residuales de la Guerra Fría, puede ser que den a estas divisiones tintes ideológicos. Particularmente si tomamos en consideración que los EEUU tienen una obsesión con el tema nuclear en los países que considera “Estados Canallas” (Rogue States).
¿Cree usted que esta crisis se ha convertido en una prueba de fuerzas entre China y los EEUU? ¿Cómo se expresa esta disputa hegemónica?
Hay que tomar en consideración el marco geopolítico más amplio de cambio en los patrones hegemónicos, al cual ya me he referido. Y en este escenario, por supuesto, el surgimiento de la RPC es de un significado crucial. Creo que hay pocas dudas sobre el deseo de la RPC de convertirse en una potencia hegemónica regional, lo cual la empuja contra la hegemonía global de los EEUU. Esto es visible en toda la región del Asia Oriental, además del sudeste asiático, alrededor del Mar de la China Meridional, donde hay conflictos potenciales entre la RPC, Filipinas y la República Democrática de Vietnam. También esto es visible en los esfuerzos de los EEUU por volverse a involucrar en la región después de que su atención virara hacia el Asia Occidental durante el gobierno de Bush. Desde esta perspectiva, la alianza Tokio-Seúl-Washington, pareciera ser un esfuerzo para preservar las alianzas de la Guerra Fría. Y también parecieran demostrarlo los recientes esfuerzos de los EEUU de ganarse un lugar en la Asean. En esta perspectiva, el conflicto en la península coreana es de utilidad para ambos bandos: la preservación de la alianzas de la Guerra Fría por una parte, el desafío contra ellas por otra, pues éste da a la RPC la oportunidad de jugar un rol clave en la resolución del conflicto, lo cual aumentaría su poderío.
Pero al mismo tiempo, sin embargo, la competencia por la hegemonía regional debe ser entendida en el marco de una comunidad de intereses económicos. La relación entre los EEUU y la RPC pareciera estar crecientemente determinada por una interacción dialéctica de la contradicción existente entre sus intereses económicos mutuos, cruciales para ambos, y la lucha por la hegemonía regional, que los divide. Cuál aspecto de esta contradicción se posiciona como primordial, utilizando el análisis maoísta, dependerá de las circunstancias históricas concretas. Me parece que el interés mutuo es en el presente de la mayor importancia para ambos bandos. Tanto la RPC como los EEUU tienen quizás algo que ganar con la persistencia de las tensiones. Los EEUU y Japón, tienen interés de uilizar la ocasión para forzar la agenda de la desnuclearización. Pero es probable que no sean capaces de lograr esto sin la mediación de China, lo cual refuerza su rol en la región, por lo menos como una potencia mediadora, lo que podría traducirse a largo plazo en hegemonía regional. Tengamos en mente que los estados de la región no están preparados para dar a la RPC esta hegemonía regional, pues sospechan que ellos también promoverán de manera agresiva sus intereses nacionales en la región. La relación tributaria de otros días no va más. Por eso es que hay sectores que ven algunos beneficios en la presencia de los EEUU en la región. Por esto es que la RPC debe proceder con precaución.
Su rol como potencia-mediadora puede ser muy valiosa para buscar la ansiada hegemonía, algo que Turquía intenta hacer en el otro extremo de Asia. Esta mañana en las noticias anunciaron que habrá una cumbre de ministros de defensa entre la RPC y Corea del Sur. Esto confirma lo que sugiero en esta entrevista.
Tampoco podemos centrarnos exclusivamente en el conflicto hegemónico. Las partes involucradas tienen un interés, aún mayor, en mantener estas tensiones a raya, sin que devengan en una guerra. Tal vez lo mismo pueda decirse desde la perspectiva de ambas Coreas.
Por José Antonio Gutiérrez D.
El Ciudadano