En medio de su breve paso por Chile, el investigador social conversó con El Ciudadano, revelando sus apreciaciones sobre el proceso socio político chileno, el rol de los partidos de izquierda, la reciente instalación de una base militar estadounidense al norte de Valparaíso y el desahucio del capitalismo. Propuso, además, el Socialismo del Siglo XXI como alternativa para implementar una democracia más participativa y profunda en la región.
El politólogo argentino Atilio Borón, tuvo un breve paso por Santiago. Invitado a dictar un seminario sobre democracia y autoritarismo en la Región, en el Doctorado en Procesos Sociales y Políticos en América Latina de la Universidad Arcis, el investigador visitó la capital chilena y el puerto de Valparaíso.
A Borón se le puede catalogar como uno de esos investigadores sociales que gusta no sólo de estar entre libros y cátedras, sino también en espacios que promueven un proceso educativo que -en palabras de Paulo Freire-, es y debe ser un acto político. En Chile, las pocas horas de paso, abarrotadas de conferencias sobre los procesos de Bolivia, Venezuela, Ecuador y Cuba, no impidieron olfatear el proceso actual. A contraluz, se dejó entrever un análisis concluyente: existe un triunfo ideológico del neoliberalismo y los funestos legados de la dictadura pinochetista. “Hay una demanda social importante, pude ver mucha insatisfacción. Existe preocupación por el endeudamiento de las familias, por el alza de los precios y la carestía de los servicios de salud. Observé de primera fuente la increíblemente desideologizada campaña municipal. Los afiches, en su mayoría, promovían fotos de los postulantes, su nombre y el número de identificación de su lista, sin mencionar al partido político al cual pertenecían. Sólo por excepción, alguno que otro apelaba al ‘photoshop’ para insertar a su lado la imagen de Michelle Bachelet o Camila Vallejo. No vi ninguno que tuviera la osadía de colocarse junto al rostro sonriente del presidente Sebastián Piñera. En suma: en la mayoría de los casos no había partidos, no había ideología, no había apelación a un sujeto colectivo ni utopía que alcanzar y por la cual luchar”.
-No es primera vez que Chile experimenta elecciones de tipo político-publicitarias. La explosión de movimientos estudiantiles y reivindicaciones indígenas, alcanza a provocar sólo a ciertos sectores políticos.
-Es una sociedad que se moviliza esporádicamente, son unos poquitos sectores. Los estudiantes, básicamente, y con razón, porque son ellos los que tienen la perspectiva de ver un futuro complicado, el costo de la educación sólo se sostiene con altos niveles de endeudamiento. Pero imagínate lo adormecidos que están los chilenos, si enfrentaron con total pasividad la instalación de la base militar de Estados Unidos en el Fuerte Aguayo, en Concón, a pocos kilómetros de Valparaíso. Esa base, que depende del Comando Sur, se especializará en el entrenamiento militar requerido por un programa del Pentágono denominado MOUT (“Operaciones Militares en Terreno Urbano”). Dicho sin eufemismos, entrenamiento de fuerzas especializadas en la represión de la protesta social. Washington y Santiago negociaron ese acuerdo en absoluto silencio. Es increíble que cuando se filtró la noticia en abril, en medio de la visita a Chile del secretario de Defensa de Estados Unidos, León Panetta, no haya existido resistencia popular alguna. En Argentina, cuando se anunció que iban a instalar una base en el Chaco, hubo una reacción fulminante de la gente que masivamente salió a la calle, obligando a abortar el plan. Es importante decir que hoy existen 76 bases militares de EE.UU. en América Latina y el Caribe. En la década de los 60 había dos bases militares, en menos de 50 años ya tienes 76, dime ¿para qué están?
-Parece que en Chile la gente está más acostumbrada a asumir que a protestar. ¿Tendrá que ver con los partidos de izquierda que no toman protagonismo o falta maduración en el movimiento social?
-Las dos cosas. Pero pienso que la responsabilidad principal recae en los partidos políticos de izquierda; no puede ser que cada demanda social existente los tome por sorpresa, y si ocurrió así, entonces es importante que se preparen para el futuro para que no haya nuevas sorpresas. Los movimientos sociales a veces dan cuenta de un ensimismamiento, es decir, tienden a concentrarse en ciertos tipos conflictos, de dinámicas o problemas. Por ejemplo, las demandas estudiantiles, el rechazo a los abusos medioambientales, las causas indígenas, u otros. Esto implica que cuando alguna problemática se escapa de la pantalla de su radar, los partidos tienden a no enfrentarla.
-¿El desafío es articulación política entre movimiento social y política tradicional?
-Sí y sobre todo responder de manera inmediata a las demandas de la calle. En Chile lo que veo es la persistencia de un rasgo tradicional de la política, una híper institucionalización que va en desmedro de potenciar los impulsos espontáneos de la población. Yo siempre juego con esta imagen de lo institucional y la calle, que es algo en lo que Nicolás Maquiavelo insistió mucho durante sus análisis de la República Romana. Él decía que lo que dio grandeza a Roma, fue justamente la dialéctica entre el Senado y la calle. Usando esa analogía, cuando uno mira a Chile, es mucho Senado, mucho Congreso, muchas instituciones y poca calle, salvo cuando salen los estudiantes, pero eso no basta. Y si hay una función clara de los partidos políticos de izquierda, es la de sintetizar una diversidad de demandas sociales que los movimientos tienden a exigir desde su especificidad y confrontarlas con un sistema político económico devastador.
-Existe el debate en algunos partidos de izquierda, de exigir una Asamblea Constituyente para acabar con la institucionalidad añeja.
-Me parece muy positivo; ojalá la clase política tradicional no lo impida. Fíjate que una de las fórmulas en las que la democracia fue fortalecida en Bolivia, Ecuador y Venezuela, fue con reformas constitucionales solicitadas por la población. Los ciudadanos eligieron sus diputados constituyentes, que luego deliberaron y el pueblo fue convocado para aprobar la Constitución redactada. El caso de Chile es bastante excepcional; existen tres constituciones, la de 1833, 1925 y 1980; en ninguna de ellas la población tuvo injerencia alguna. Existe una inercia histórica que tiene una especie de demo fobia, fobia a lo popular, fobia al pueblo, fobia a los plebeyos. Lo que hace falta entonces, es mayor fuerza plebeya para sacudir esta híper institucionalidad asfixiante que impide trazar nuevos rumbos. Eso ayudará a retomar el valor de la política y el ejercicio de los derechos democráticos, que sobre todo los jóvenes menosprecian de manera significativa y preocupante. Me preocupa, porque si hoy existe desprecio a la política, se le hace el juego a la apatía, que es lo que ellos quieren. ¿Por qué? Porque de esa manera, a mayor despolitización, gobiernan más tranquilos. ¿Quién se enteró de la base militar en Concón?
-Incide un servil silencio de los medios de comunicación que pertenecen a grandes holding empresariales. Recientemente el Gobierno convocó a una reunión extraordinaria para liquidar el diario La Nación, único medio impreso de propiedad mayoritariamente estatal. A diferencia de cuando Hugo Chávez no renovó la concesión de Radio Caracas TV, aquí nadie habló de censura.
-Es bueno decir que Chávez no renovó la concesión de Radio Caracas TV porque el canal hizo una abierta apología al golpe de Estado. Esperó cinco años para hacerlo y aún así lo llamaron censura. Hay un mensaje muy claro en los medios de comunicación al no cubrir esas noticias: mal informar a la ciudadanía. En Chile la ciudadanía está mal informada, tanto de los asuntos del país como de los de fuera. Existe una prensa invariablemente tendenciosa que tiende a consagrar la imagen que tienen en el himno nacional: la copia feliz del edén. Eso lejos de ayudar a Chile, ayuda a los grupos dominantes.
-No es extraño que la administración de Sebastián Piñera quiera cercenar los espacios de comunicación de medios comunitarios y públicos.
-Es coherente con la ideología conservadora; es perfectamente comprensible, pues este tipo de medios no van a estar a favor de ellos. Es una manera de ir avanzando -y te lo digo con mucho cuidado- hacia un Estado totalitario. Comunicacionalmente, Chile tiene muchos rasgos de Estado totalitario; basta con mirar la televisión o ver la prensa impresa para darse cuenta de que, por ejemplo, en comparación con países como Uruguay o Argentina, aquí están mucho más cerrados a recibir miradas plurales. Y eso es un grave problema, porque la gestación de valores democráticos, de prácticas inclusivas donde el pueblo tenga que asumir un protagonismo en la construcción de su propio destino, no tiene el anclaje necesario en el espacio público que hoy conforman los medios de comunicación masiva.
SOBRE MARXISMO Y OTRAS HIERBAS
-Ha dicho que el marxismo está más vigente que nunca. ¿Cuál es el desafío de los partidos de raigambre marxista para usar hoy esa teoría como herramienta?
-Es una herramienta extraordinaria de análisis. Hace unos años escribí un libro llamado Tras el Búho de Minerva. Mercado contra democracia en el capitalismo de fin de siglo. En él hay un capítulo dedicado a los 150 años del Manifiesto Comunista de 1848, donde elaboro la tesis de que el marxismo es una de las teorías más vigentes del momento. Cuando uno observa los pronósticos de los grandes economistas del pensamiento liberal burgués desde el siglo XIX en adelante, desde David Ricardo para acá, se puede ver el augurio de un desarrollo capitalista amplio, que provocaría un sistema internacional mucho más armónico y ordenado, donde las ansias del comercio iban a evitar la confrontación de las naciones y a acabar con las guerras. El análisis de Karl Marx, en cambio, plantea que el capitalismo provocará una polarización internacional, además de la creación de un grupo de naciones ricas versus otra de países pobres, potenciando la diferencia de clases al interior de las Estados que conforman ambos grupos. El análisis de Marx no pudo ser más correcto. Eso te da instrumentos para hacer política, te permite tener una capacidad de lectura de la realidad. Hoy el análisis marxista permite a los partidos tener una identificación muy clara de cuáles son los problemas, las alternativas, las alianzas posibles, los amigos y los enemigos. No hablo de dogmas, sino del marxismo como teoría científica de análisis a partir de la cual se puede avanzar en un programa de transformaciones tendientes a superar esto, que se supera por las buenas o se supera por las malas, porque el capitalismo está desahuciado como sistema.
-¿Quiere decir que no hay otra alternativa que el fin del sistema actual?
-El capitalismo es insostenible, ni siquiera en el largo plazo, sino en el mediano plazo, porque a sus contradicciones sociales, que son enormes, se le agrega la contradicción ecológica. O sea, el capitalismo reformó toda la sociedad a su imagen y semejanza, tal como vaticinaron Karl Marx y Friedrich Engels, y ahora desata un ataque feroz contra la naturaleza, sobreexplotando los recursos naturales. La Cordillera de los Andes está volando por los aires desde Colombia hasta Tierra del Fuego, solamente para encontrar oro, cobre y otros metales. ¿Para qué sirve el oro? Más del 80% para fabricar lingotes y ser objeto de especulación del capitalismo financiero mundial. Para lograr eso, estamos destruyendo la Cordillera, la flora, la fauna y envenenando el agua. No me parece que un sistema así pueda ser viable.
-Algo como lo planteado por el filósofo alemán Franz Hinkelammert, sobre el atentado a la naturaleza producido por la totalización del mercado globalizado que provocará el suicidio del hombre.
-Es un suicidio. De ahí la importancia de una nueva corriente dentro del marxismo que es el eco socialismo. Diversos autores han escrito sobre este tema: Michael Löwy, Joan Martínez Aliero, Jeff O’Connor, quien habló sobre la segunda gran contradicción del capitalismo. La primera es capital, trabajo, la que ya conocemos. La segunda, es entre el proceso de acumulación y la naturaleza. El capitalismo empieza a mercantilizar la naturaleza en sus formas clásicas, como la agricultura; luego con la explotación de los bosques, las minas, el agua; sigue con los servicios sociales, la educación, la salud, para terminar mercantilizándolo todo, hasta que para el hombre ya no quede nada. Esta expansión brutal tiene transformaciones traumáticas del medio ambiente. El documental ‘Una verdad incómoda’, de Al Gore, es magistral para mostrar lo devastador del sistema; sólo tiene una equivocación: los culpables del desastre natural no son los hombres, es el capitalismo. Los grandes grupos económicos y los gobiernos son los responsables. En Chile y Argentina el tratado minero es una vergüenza, porque cedemos soberanía y permitimos que hagan lo que quieran con el medio ambiente.
EUROPA NO TIENE NADA QUE ENSEÑAR
-Pero al parecer nuestras sociedades piensan que lo han hecho bien. Existirá una Cumbre entre la Unión Europea y la Celac para compartir planes de trabajo.
–Europa no tiene que dar recetas sobre cómo salir de su crisis, y lo que van a proponer es más neoliberalismo, que es lo que están haciendo en su Continente, enviando a millones de personas a la pobreza, al padecimiento o a la enfermedad y a la muerte. No tienen nada que venir a enseñarnos acá; ellos van a venir a proponer justamente lo que los está matando y que casi nos liquida a nosotros. Habría que organizar una contra-cumbre, sería importante hacer eso.
-Al menos recibieron el Nobel de la Paz.
-Eso es una tomadura de pelo, realmente creo que es una broma sangrienta lo que hizo esa gente, darle el Nobel de la Paz a quienes le han ofrecido la guerra a sus propias poblaciones. Recordemos que la Unión Europea miró para otro lado durante la masacre de Ruanda, miró para otro lado en la masacre de Yugoeslavia, creó un país artificial como Kosovo, participó de las aventuras militares de Irak y Afganistán y está dispuesta a apoyar una guerra contra Irán. También ha participado de las sanciones contra Cuba.
-¿Cuál es la alternativa para una democracia con menos mercado y más participación? ¿El Socialismo del Siglo XXI?
-Si hay algo que califica al Socialismo del Siglo XXI, a diferencia de las experiencias socialistas ocurridas durante el siglo XX -incluso el notable intento de Salvador Allende-, es que avanza en el desmontaje de la institucionalidad burguesa que juega en contra de las demandas populares y empodera efectivamente a la ciudadanía, otorgándole voz en las decisiones fundamentales. Lo ha hecho Venezuela, Ecuador y Bolivia, con referendos revocatorios. De Hugo Chávez se puede decir cualquier cosa menos que es anti democrático; ha convocado 15 elecciones en 13 años, de las cuales ganó 14 y perdió una por el 0,7% de los votos, reconociendo de inmediato los resultados desfavorables. Convocó a un referendo revocatorio de su mandato. ¿Qué presidente de América Latina se expone a un referendo revocatorio? Sólo Rafael Correa, Evo Morales y Hugo Chávez; ni Sebastián Piñera ni Michelle Bachelet, ni ninguno en Argentina, ni ninguno en Uruguay.
A diferencia de lo ocurrido en el Siglo XX, el Socialismo del Siglo XXI ofrece un modelo de gobierno que perfecciona el juego de la institucionalidad democrática, otorgando mayor participación a las bases sociales y una libertad de prensa que roza el libertinaje. Entonces es un socialismo especial, que no cree en la estatización total de la economía, pero sí en un riguroso control de los mercados, porque los mercados tienen una potencia destructiva fenomenal y, aunque pueden producir crecimiento económico, también provocan desigualdad y deslegitiman la democracia. Democracia participativa, economía de las equivalencias, integración supranacional, ésa es la alternativa que ofrece este sistema. Y pienso que los líderes tendrán que revisarlo, pues si se deja que el capitalismo siga su curso, en 50 ó 100 años más, el planeta estalla. O el capitalismo o la humanidad, no hay opción.
Por Javiera Olivares M.
El Ciudadano Nº136, segunda quincena noviembre 2012
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