Muy al estilo gringo y sus apoteósicos eventos publicitarios, las calles de EEUU han sido invadidas por la obamanía. Era que no, si hoy asume el primer stars president del siglo XXI. En las afueras de la estación del metro L’Efant Plaza, Washington, puedes comprar tres camisas con el rostro de Obama por diez dólares. O si eres tan sofisticado como Michelle Obama puedes adquirir una sola por el mismo precio. También hay para los regalones afiches, gorros, botones, camisas, tasas, calcetines, ropa interior, banderas o platos que exhiben el rostro del primer presidente afroestadounidense.
El rostro de Obama hasta está en los boletos del metro.
Hasta te puedes fumar un porro con un matacola que tiene su rostro y, como confesó que sí había aspirado la yerba que Clinton sólo alcanzó a tener en la boca, resulta chic exhibir el aparato. Claro que no esperemos un cambio en las políticas de drogas, sostén de intervenciones militares en el extranjero de Brooklyn o de Latinoamérica. Sería pedir demasiado.
Pero para los cuatro millones de personas que en estos momentos se agolpan en más de 20 cuadras cercanas al Capitolio, Obama es una esperanza. No por nada, una encuesta de CNN dice que 69 por ciento de los afroestadunidenses cree que con Obama en la Casa Blanca la visión de Martin Luther King se ha cumplido.
Como buen canuto integrado (profesa la Trinity United Church of Christ) y negro –perdón, persona de color- descafeinado, Obama participó en las horas previas a poner sus posaderas en el sillón de Lincoln en una ‘Jornada de servicio’ en honor del Día de Martin Luther King. Visitó a soldados convalecientes de la guerra de Irak, estuvo con grupos de asistencia para indigentes y sin techo y habló en una escuela secundaria. Muy al estilo del Hogar de Cristo o Un Techo Para Chile.
Junto a su esposa participaron en la mañana en un oficio religioso en la iglesia Saint John en Washington. Llegaron, como buena pareja hétero, de la mano. Es que tenían que prepararse mental y anímicamente porque después se tuvieron que tomar un café con George W. Bush, y su esposa, Laura, en la Casa Blanca.
Cuando ya Bush sea sólo un mal recuerdo en los muros de la Casa Blanca, Obama Biden, su familia y los congresistas almorzarán un menú muy del gusto de Lincoln: sopa de mariscos, faisán y pastel de manzana.
Luego hay que ver a la plebe. Habrá un desfile encabezado por la limusina de Obama por la avenida Pennsylvania. Participarán más de 90 bandas de música, carrozas y grupos comunitarios. A esta hora Aretha Franklin interpreta My Country Tis of Thee.
Pero como son muy patriotas y en EEUU la amenaza tiene que ser constante (indios, traficantes colombianos, marcianos, nazis, pilotos árabes, la cosa, terroristas, zombies, Freddy Krueger, etc.) esta vez no podía faltar el miedo. Ahora le tocó al ministro de Defensa, Robert Gates, funcionario de Bush que queda en el gabinete, no estará en la ceremonia sino que en un lugar secreto. En caso de un atentado, es el sucesor del presidente.
Claro que hubiese sido muy difícil para algún Lee Harvey Oswald. 45 mil agentes secretos, policías y militares resguardaron el evento. No por nada es el cambio de mando más caro del mundo. Con las medidas de seguridad y todos los festejos el costo de la ceremonia asciende a 150 millones de dólares. Pero hay que tirar la casa por la ventana antes que lleguen los tiempos difíciles.
UN AÑO DE GRACIA
La tarea no será fácil para Obama. Los ocho años de administración de George W. Bush, le dejan una crisis económica que ha devastado las finanzas de EEUU, una pésima imagen de sus compatriotas en el mundo, producto de las invasiones militares a Irak y Afganistán, y la anunciada pérdida de esta guerra.
Obama tendrá un año de gracia para exhibir sus capacidades como gobernante.
Las guerras en Irak y Afganistán, vueltas incontrolables para los norteamericanos, les han matado más de cuatro mil soldados y ha desangrado las arcas del tesoro.
Pero la crisis económica del neoliberalismo ha sido más catastrófica. No en vano este miércoles Obama se reúne con su equipo económico para zanjar su plan de inversión de US$ 825 mil millones provenientes de fondos públicos.
Además de salvar a los bancos, el plan contempla recursos para inversiones en energías renovables y gastos sociales.
El monto, de ser aprobado por el Congreso, se sumará a la liberación de los US$ 350 mil millones restantes del plan de rescate financiero de US$ 700 mil millones, propuesto por G. W. Bush.
Otra cosa es cómo retirarse de Irak sin que parezca un nuevo Vietnam. Se comenta que en los próximos 16 meses los soldados vuelven a casa. Claro que también Obama prometió enviar más tropas a Afganistán.
Otra promesa fue la de cerrar la prisión militar de Guantánamo en Cuba. “Es mucho más difícil de lo que mucha gente cree”- dijo recientemente en una entrevista con la televisora ABC, en la que también admitió que muchas de sus ideas no podrán aplicarse en los primeros 100 días de gobierno.
También se espera que Obama redacte un decreto presidencial para prohibir las técnicas de interrogación abusivas a prisioneros por parte de oficiales de la CIA. Un primer paso fue designar como nuevo director de la Agencia a Leon Panetta, un crítico a la política de torturas a prisioneros.
Así las cosas no hay grandes esperanzas del cambio prometido. Sobre todo a la hora de revisar a los funcionarios que lo acompañarán en su gobierno, en su mayoría asesores del presidente William Clinton.
Y le toca luego dar respuesta a las demandas de quienes confiaron en él. Ya para mañana miércoles migrantes guatemaltecos en EEUU anunciaron una marcha hacia la Casa Blanca para pedir por una reforma migratoria integral y detener las persecuciones y deportaciones.
EL ADIOS A BUSH
Bush pasará a la historia como el presidente más repudiado por sus compatriotas al momento de abandonar el poder. Y el título no es porque los gringos sean unos malagradecidos.
En uno de sus últimos actos como presidente, conmutó las condenas de dos agentes de la Patrulla Fronteriza que en 2005 dispararon e hirieron a un mexicano sospechoso de transportar marihuana. Ignacio Ramos y José Compean fueron sentenciados a 10 años de cárcel, condena que Bush consideró excesiva, por lo que la conmutó. Así, los polis saldrán libres en un par de meses, luego de cumplir unos dos años en prisión.
Esta mañana en el parque de Dupont Circle, un muñeco inflado de unos 5 metros de alto con la figura de Bush se desinfla a cada rato por la andanada de zapatos que le llegan. Es vuelto a inflar y los zapatos vuelven a volar por el cielo norteamericano.
Un organizador del acto, José Jorge Rodríguez, contó al periódico mexicano La Jornada que forma parte de una iniciativa para arrestar a Bush. “Lo que queremos es hacer justicia para sus víctimas. En este país hay una ley para la gente pobre y otra para los poderosos, y por eso, si podemos arrestarlo ya cambiaría algo eso; es necesario que Bush rinda cuentas por todo lo que hizo”- sentenció.
En tanto que su vicepresidente, Dick Cheney, asistió esta mañana a la ceremonia en silla de ruedas: Se lesionó la espalda mientras levantaba una caja con sus pertenencias durante la mudanza. No escapaba, sólo era una mudanza.
Ni Bush ni Cheney temen que a algún ‘desquiciado terrorista’ pro Derechos Humanos se le llegue a ocurrir la idea de pedirles una rendición de cuentas frente a la justicia por las atrocidades cometidas en su gobierno. Menos los hará Obama, quien como Carter a Nixon, ya le concedió a Bush la amnistía.
Mauricio Becerra R.
El Ciudadano