Blockupy cumple su tercer –y puede que más importante– año de recorrido en 2014. En algún momento de finales de otoño, el Banco Central Europeo (BCE) inaugurará sus nuevas oficinas en las vistosas y simbólicas ‛Torres Gemelas’ de Frankfurt. El BCE y los jefes de Estado de la UE volverán a aprovechar la ocasión para intentar convencer al público alemán y del resto de Europa de que “la crisis ha llegado a su fin” y de que el modelo neoliberal de gobernanza económica europea es su gran resultado. La alianza Blockupy prevé movilizar a decenas de miles de personas para que lleguen a Frankfurt y participen en una serie de protestas, entre las cuales varias manifestaciones y acciones de desobediencia civil, con el fin de neutralizar esta narrativa de autocomplacencia.
Como sabemos, ‛la crisis’ está muy lejos de su fin. La crisis no ha terminado ni para las personas que están cargando con sus repercusiones económicas, sociales y políticas; ni para el tejido de la infraestructura social y democrática;1 ni, desde el punto de vista económico, en lo que respecta a la deuda, la especulación financiera y los desequilibrios estructurales.2 Vista en retrospectiva, la crisis parece haberse usado como una vía para darle un nuevo impulso a la reestructuración neoliberal del capitalismo y las relaciones sociales capitalistas, del trabajo y los mercados, y de la democracia y la toma de decisiones en la Eurozona, con todas las consecuencias que se derivan de ello.3
Blockupy comenzó su andadura en 2012 (y continuó en 2013), con su punto de mira puesto en el distrito financiero de Frankfurt para denunciar el carácter sistémico de la crisis y las relaciones de poder dentro de la Eurozona. El bloqueo del distrito financiero y la ocupación de plazas en el centro de la ciudad de Frankfurt estaban concebidos como un momento de resistencia internacionalista en ‛el corazón de la bestia’ del sistema económico europeo.
Sin embargo, Blockupy es algo más que una protesta necesaria en los centros de poder. Lo que en un principio surgió como un doble dilema para las fuerzas progresistas alemanas (cómo abordar políticamente ‛el papel de Alemania’ en la crisis europea y cómo movilizarse en torno a la cuestión), se ha convertido en el transcurso de estos tres años en un espacio para realinear la izquierda en Alemania, en un punto potencial para la confluencia de aquellas fuerzas –aún minoritarias– que se oponen a la ‛gran coalición’ social y política. Y debido a su misma naturaleza, Blockupy también se ha convertido en parte de un proceso de reconstrucción de los movimientos europeos y de creación de estrategias comunes; un espacio para articular la disparidad necesaria de los conflictos sociales y las luchas en una Europa en crisis, con el afán de encontrar puntos comunes, diferencias y prácticas, sobre todo en las calles. Blockupy se ha convertido, en definitiva, en un nuevo espacio en Europa, en contra de la Europa actual y por una Europa desde abajo.
La crisis de los movimientos del Norte dentro de la ‛Eurocrisis’
Reflexionemos por un instante sobre los dilemas –la otra crisis– a los que se han visto enfrentadas las fuerzas de izquierda y progresistas en Alemania (y otros países en el norte de Europa) en el contexto de la crisis europea, y especialmente frente a las nefastas políticas impuestas en el sur del continente por la Troika, el BCE, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea.
El primer dilema al que deben hacer frente quienes se oponen a la Troika es que una coalición integrada por las grandes fuerzas políticas ha conseguido integrar la opinión de la mayoría de la población en las líneas de la Troika y el papel protagonista del Gobierno alemán en ella. Aunque se han dado excepciones –sobre todo entre algunos sindicatos y el partido de izquierdas Die Linke–, existía ya una especie de ‛gran coalición’ en la sociedad más general antes de que la gran coalición entre democratacristianos y socialdemócratas (con el apoyo de las mayores secciones de los sindicatos) se convirtiera en una realidad política en septiembre de 2013. No es que no se sintiera compasión por el pueblo griego ni que no se palpara el empobrecimiento y la creciente brecha en las rentas y las relaciones de clase en la misma Alemania.4 Sin embargo, como volvió a ponerse de manifiesto en las elecciones europeas de mayo de 2014, la mayoría tiende a creer que Angela Merkel –y la gran coalición– sirve a sus intereses, especialmente con respecto a la industria exportadora y el sector bancario, y que protege a ‛la economía alemana’ de una situación peor.
En este contexto, la forma de organizar protestas contra las políticas de la Troika, incluido el papel de Alemania en ellas, se convirtió en una cuestión cada vez más crucial. Especialmente con el surgimiento de las grandes rebeliones populares y los movimientos de las plazas en el sur de Europa, la vinculación de esas luchas en toda Europa y la participación en estos movimientos europeos contra la austeridad era algo complicado. Para la izquierda alemana, llamar simplemente a la ocupación de las plazas públicas, en la misma línea de lo que sucedía en España, Grecia y Portugal, no solo habría resultado embarazoso, sino que también habría provocado un efecto desmovilizador desde el punto de vista político.5 Por lo tanto, se necesitaba otra estrategia; una estrategia que no estuviera necesariamente orientada hacia la participación en masa, pero que apuntara a un blanco con una alta carga simbólica (el distrito financiero de Frankfurt y el BCE), acompañada de una forma de acción basada en el conflicto (el bloqueo) que permitiera desarrollar una forma reconocible de intervención progresista. Uno de los efectos secundarios más significativos de esta exitosa estrategia de acción (junto con la publicidad generada por los ataques policiales contra el movimiento)6 fue la creación de un alianza de izquierdas y progresista, estable, comprometida y con un interesante modelo para la cooperación entre distintas formas de acción política. En estos momentos, la alianza alemana Blockupy está formada por activistas de diversos grupos y organizaciones por el cambio, como la Izquierda Intervencionista, Attac y Occupy Frankfurt, organizaciones juveniles y estudiantiles, Die Linke, la alianza anticapitalista Ums Ganze y activistas de los movimientos de personas desempleadas, pacifistas y otros ámbitos. Puede que la decisión de apostar por la acción directa radical en Frankfurt con una alianza estable y comprometida significara renunciar a convertirse en una coalición de masas (véase arriba). Sin embargo, Blockupy, pese a ser minoría, podría llegar a ser lo bastante elocuente como para atraer a quienes cuestionan las políticas de la gran coalición.
El segundo dilema está relacionado con la cuestión de la nacionalidad y la transnacionalidad; es decir, la conciencia de que, para luchar contra la clase capitalista mundial y el carácter capitalista de la crisis y sus soluciones, nuestras luchas y movimientos deben ser tanto nacionales como transnacionales. No obstante, teniendo en cuenta la articulación desigual y jerárquica de la crisis dentro de Europa, y la consiguiente disparidad de las luchas sociales en el continente (y de hecho, en todo el mundo), esto supone un gran desafío. ¿Cómo podemos crear movimientos transnacionales y construir alternativas (‛Europa desde abajo’, como se suele decir), mientras que se dan condiciones tan diversas para luchar, para construir nuevas alianzas entre sociedades, para reconstruir alternativas y para encontrar diferentes puntos comunes de conflicto? ¿Cómo podemos definir puntos de confluencia significativos (donde ‛significativo’ quiere decir que tiene sentido, desde el punto de vista estratégico, que un movimiento se sume a ese evento, aunque suponga más trabajo, recursos y ningún efecto inmediato para la propia lucha)?
Por supuesto, el carácter intervencionista de Blockupy es solo una respuesta al desafío que afrontan los movimientos en el Norte y su necesidad internacionalista de combatir desde ‛el corazón de la bestia’. Sin embargo, al mirar en retrospectiva el proceso de Blockupy –de Blockupy Frankfurt a Blockupy Internacional–, y tomar en serio el valor simbólico de Blockupy en muchos movimientos similares de toda Europa, parece que vale la pena detenerse unos instantes en analizar las lecciones que ha conseguido ofrecernos.
Lecciones de Blockupy para construir un proceso paneuropeo
Comprender la disparidad de las luchas en toda Europa es el primer requisito para la construcción de un proceso común con potencial para crear ‛una Europa de resistencia’ contra la austeridad, la Troika y más allá. No es solo una cuestión de respetar la diversidad de luchas y conflictos, puntos fundamentales y objetivos políticos, formas y estrategias, sino de construir sobre esa variedad, diferencias y experiencias. Solo si compartimos y analizamos nuestras experiencias, reflexiones políticas y potencialidades en nuestras respectivas constelaciones podremos aprender e integrar nuevos conocimientos en los marcos existentes.
Pero no solo necesitamos debates y discusiones en profundidad, sino que también debemos establecer vínculos a través de la práctica coordinada. El ‛mayo de solidaridad’ que surgió del espacio de organización de Blockupy –pero que fue más allá de la alianza– puede verse como un intento significativo de coordinar unos días de acción paneuropeos a través de varias redes progresistas en todo el continente contra las políticas de la Troika y sus consecuencias, encontrando un lema común (“Solidaridad más allá de las fronteras: construyendo democracia desde abajo”), integrando cuestiones y redes específicas y regionales, elaborando puntos comunes a escala transnacional y presentando todo esto como una iniciativa conjunta y un paso fundamental en un proceso que trasciende la acción coordinada en sí.7
Sin embargo, el hecho de que Blockupy esté siendo asumido por diversos movimientos, redes organizadas y otros grupos plantea la cuestión –e incluso añadiría la necesidad– de acordar espacios centrales y comunes, decididos estratégicamente, en las calles. A través de ellos, podemos experimentar qué significa enfrentarse al poder entre todos y todas,8 experimentar un espacio transnacional físico y dinámico, y trabajar para alcanzar objetivos a medio plazo. Eso no significa volver a la política de ‛saltar’ de un evento o campaña a la siguiente sin mirar atrás ni sin analizar los recursos que exige este tipo de política. Pero significa que sí, que es importante compartir espacios físicos en las confrontaciones que se dan en las calles y las plazas. También es importante porque, dado el carácter transnacional del Estado y el poder corporativo, uno de nuestros principales objetivos debería ser volver a incluir en la agenda las crisis que supuestamente están solucionadas, ya sea en las calles de Turín para denunciar la farsa de la lucha contra el desempleo de la UE9 o en la ciudad de Frankfurt en otoño. Lo importante es intercambiar reflexiones sobre las distintas constelaciones de fuerzas y las condiciones regionales para construir alianzas estables en varias formas de acción política y trascendiendo la acción actual, para pensar en las movilizaciones como pasos en un proceso, y por supuesto, para echar por tierra la imagen de triunfo que presenta la UE, mediante la confrontación, la intervención y ‛una Europea diferente’.
Esto no quiere decir que el proceso de ‛Blockupy y más allá’ sea el único relevante ni suficiente. Esta serie del TNI sobre los movimientos en Europa da pruebas de ello, así como de lo necesarias que son todas esas movilizaciones, rebeliones y movimientos ‛nacionales’ desde abajo.10 Los últimos años han demostrado que la Europa de la crisis es también un campo en el que podemos desarrollar nuevas estrategias de confrontación contra la reestructuración capitalista de Europa y la democracia, y reconstituir, potencialmente, espacios sociales alternativos que superan lo nacional. Sin embargo, para conseguir estos objetivos se debe generar un impulso muy potente. Por lo tanto, depende de nosotros y nosotras llegar a otras redes organizadas, alianzas europeas y procesos desde abajo, así como a más regiones europeas (sobre todo en Europa oriental) con el fin intensificar políticamente este proceso y encontrar esos puntos fundamentales para enfrentar con eficacia el régimen de crisis de la UE, con su modelo consolidado de gobernanza económica neoliberal, que ha sido, de hecho, el motor de ‛la crisis’. Parece claro que, mientras ellos quieren un capitalismo sin democracia y continuarán persiguiendo ese propósito con afán, nosotros y nosotras aspiramos a una democracia sin capitalismo.
¡Nos vemos en las calles de Frankfurt! Sigamos adelante con este proceso y utilicemos Blockupy para ir más allá de Blockupy.
Corinna Genschel
* Esta es el tercer artículo de la nueva serie de TNI: En la encrucijada: los movimientos europeos responden
NOTAS:
1. Véanse las potentes, diversas y contundentes declaraciones de las personas que presentaron testimonio en el ‛Tribunal popular sobre la gobernanza económica de la UE y la Troika’, celebrado en mayo de 2014 en Bruselas: http://www.tni.org/multimedia/video-peoples-tribunal-hearing
2. Véase Ellmers/Hulova (2013) “The new debt vulnerabilities”: http://www.eurodad.org/Entries/view/1546060/2013/11/11/The-new-debt-vuln…
3. Véanse los exhaustivos estudios de Corporate Europe Observatory: http://corporateeurope.org/economy-finance. Véase también el trabajo de Naomi Klein sobre ‛la doctrina del shock’, que analiza la aplicación sistemática de las políticas de ‛libre mercado’ a través de lo que ella denomina ‛el capitalismo del desastre’: http://www.naomiklein.org/shock-doctrine
4.Incluso los medios de comunicación predominantes informan de una creciente brecha en los ingresos, los salarios y la propiedad en Alemania. De hecho, Alemania está a la cabeza de Europa en este sentido. También va en aumento el número de trabajadores y trabajadoras pobres, y se registran altas tasas de pobreza, especialmente entre los niños y niñas y las familias monoparentales. (Véase el testimonio alemán en el ‛Tribunal popular sobre la gobernanza económica de la UE y la Troika’, celebrado en mayo de 2014 en Bruselas: http://www.tni.org/multimedia/video-peoples-tribunal-hearing). Aunque esta situación se derive de la reforma social y laboral de corte neoliberal que los socialdemócratas pusieron en marcha a principios del milenio –conocida como Agenda 2010–, dando un curioso giro esto se entiende ahora como ‛los deberes que ya hicimos’ para conseguir que la economía alemana fuera competitiva en el mercado global. Véanse los varios estudios de centros de estudio sindicales alemanes, como Unger, Brigitte/Bispinck, Reinhard/Pusch, Toralf/Seils, Eric/Spannagel, Dorothee, “Verteilungsbericht 2013 – Trendwende noch nicht erreicht”, publicado como WSI Report, No. 10, noviembre de 2013: http://www.boeckler.de/pdf/p_wsi_report_10_2013
5. Por supuesto, las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales participaron en el creciente movimiento europeo contra la Troika desde el principio de la crisis. Sin embargo, las manifestaciones anuales organizadas bajo el lema de “No pagaremos vuestra crisis” para 2011 habían llegado a un punto muerto en cuanto a movilizar a un mayor número de personas. El movimiento Occupy sí protagonizó algunos intentos de ocupar plazas en Alemania, pero estas acciones se vieron muy limitadas en lo que se refiere a participantes y perspectiva.
6. En 2012, la policía respondió a la convocatoria de Blockupy Frankfurt prohibiendo todas las manifestaciones en la ciudad durante los días de acción previstos. En 2013, la represión policial se centró en una marcha en la que participaron entre 10.000 y 15.000 personas, ‛encapsulando’ (rodeando en argot policial) a casi de 1.000 manifestantes durante ocho horas. A pesar de ello, en ambos casos, la alianza se mantuvo unida (incluso con más firmeza que antes). Para más información sobre las acciones y la reacción policial: http://17to19m.blogsport.eu/ y http://blockupy.org/en/call-for-action/
7. Para saber más sobre las acciones, la convocatoria común y las reflexiones finales: www.mayofsolidarity.org
8. Aunque deberíamos ser conscientes de que estamos muy lejos de hacer frente ‛realmente’ a la fuente del poder.
9. El 11 de julio de 2014, la UE se reunirá en la ciudad italiana de Turín para una cumbre que, en teoría, persigue luchar contra el desempleo juvenil. Es evidente que en ella no se discutirán las causas de base, sino cómo rebajar las normas legales y sociales en los Estados miembros como medida para combatir el desempleo. Movimientos sociales, sindicatos y otros grupos en Italia, además de Blockupy Internacional, se movilizarán para contrarrestar esa narrativa. Véase también: http://www.globalproject.info/it/tags/englishversion/desk [Nota del editor: El gobierno italiano ha decidido posponer el evento a Septiembre.]
10. Y la necesidad de que los movimientos del Norte también piensen en el apoyo que necesitan los movimientos del Sur para sobrevivir y generar cambios. Esto será crucial, por ejemplo, en el momento en que Syriza y la población griega vote por una ruptura radical y ‛Europa’ se niegue a que eso suceda.