La historia lo certifica. Hasta la fecha, ninguno de los bloqueos impuestos por Estados Unidos contra países que ellos consideran sus «enemigos» ha tenido efecto. De hecho, ni siquiera han logrado que el Gobierno del país boicoteado y saboteado salga del poder; pero sí han ocasionado una serie de problemas que deterioran y asfixian la calidad de vida de la población atacada.
Cada vez que Washington busca presionar la salida de un Gobierno que no es ni aliado ni cómplice a sus intereses hegemónicos, el jefe de turno en la Casa Blanca comienza a decretar una serie de medidas coercitivas para tratar de cambiar la realidad política, social, económica, comercial y diplomática del país que está en la mira.
Esas medidas que Washigton califica como «sanciones», no son más que una serie de acciones arbitrarias impuestas para recrudecer el contexto social y la coyuntura política del país asediado, esto con el propósito de desestabilizarlo, generar caos, descontento masivo, miseria, hambre, crisis humanitaria y sobre todo la pérdida generalizada y absoluta de la calidad de vida de sus ciudadanos.
Atacar la dignidad de las personas que habitan en el país asediado, debilitar su moral, sus ideales, sus convicciones políticas y hasta su existencia en ese espacio territorial es parte de la guerra psicológica que aplica Estados Unidos. Toda va incluído en el mismo paquete, que a su vez conjuga acciones reales -denro del país- como el saboteo de los servicios públicos fundamentales: electricidad, educación, salud, agua potable, combustibles, alimentos, medicinas, higiene, entre otros.
Estas «sanciones» -palabra utilizada para colocar a Estados Unidos como el país heroico y justiciero, el defensor del mundo, el bueno y el que tiene la razón por el supuesto «mal accionar» de sus enemigos- son el argumento para que lo consideren el verdugo del planeta, al que nadie le debe reclamar y a quien todos deben darle la razón.
De esas acciones de guerra -como realmente se les debería llamar- han sido víctimas miles de millones de personas alrededor del mundo y en todos los continentes: Corea del Norte, desde 1950; Cuba, desde 1960; Irán, desde 1979; Irak, desde 1990; Birmania, desde 1997; Zimbabue, desde 2002; Bielorrusia, desde 2004; Siria, desde 2004; República Democrática del Congo, desde 2006; Somalia, desde 2010; Libia, en 2011; Yemen, desde 2012; Venezuela, desde 2015; y más recientemente Rusia, Turquía y China.
Bloqueos desencadenan crisis humanitarias
Recientemente, el secretario de Estado, Mike Pompeo, confirmó que Estados Unidos tiene años «fabricando» la crisis humanitaria en Venezuela, y lo mismo lo ha venido haciendo en Siria, Libia, Irak, Afganistán, Yemen, Turquía, Somalia y demás naciones que son víctimas de sus imposiciones guerreristas.
Entonces, no habría que ser un erudito para entender que la crisis que padece actualmente Venezuela es producto de esas estrategias y acciones ejecutadas por Washington y sus actores dentro del país suramericano, para hacerla sufrir las miserias que engloban su situación actual.
Al respecto, el presidente de la encuestadora venezolana Hinterlaces, Oscar Schémel, explicó en su programa televisivo «Análisis Situacional» cómo el bloqueo estadounidense tiene como principal propósito desencadenar una crisis humanitaria total en Venezuela.
«Se trata de desencadenar una crisis humanitaria, sembrar neurosis en la sociedad, romper la alianza cívico-militar, provocar el derrocamiento del presidente (Nicolás) Maduro y el desalojo del chavismo de cualquier espacio de poder, empujar una guerra civil y destruir el Estado-Nación», explicó Schémel tras la oficialización del bloqueo económico total, firmado el lunes 5 de agosto por Donald Trump.
Schémel resaltó que «la escalada de agresiones se acentúa mediante la nueva orden ejecutiva, que impone un embargo económico total y congela todos los activos del Estado venezolano en Estados Unidos».
El impacto negativo de este bloqueo se evidencia en que la medida también «prohíbe la realización de transacciones, operaciones comerciales o negocios con Venezuela», es decir, «ya no sólo a las empresas norteamericanas sino también a cualquier empresa extranjera o países proveedores relacionados con Estados Unidos a riesgo de aplicarles sanciones unilaterales».
La imposición de la medida coercitiva fue antecedida con la decisión de Washington de «quebrantar la cadena internacional de suministros de alimentos para los CLAP (programa social de distribución de alimentos subsidiados por el Estado venezolano); y ahora, quedaría afectado igualmente el suministro de medicinas, equipos y repuestos para servicios públicos como la electricidad, el agua, el transporte, la salud y otros bienes esenciales«.
Por otra parte, el analista venezolano recordó que embargos y bloqueos similares han sido aplicados unilateralmente por EE. UU. a Corea del Norte, Irán, Siria y Cuba, sin que se haya logrado el objetivo del derrocamiento de sus gobiernos.
Agresión masiva a derechos humanos
El titular de Hinterlaces agrega que «todas estas agresiones constituyen una violación masiva de los derechos humanos de los venezolanos y violan los principios del derecho internacional, que establecen claramente la prohibición de cualquier Estado de interferir en los asuntos internos de otros países, quebrantar su sobernaía o promulgar leyes con efectos extraterritoriales».
«En paralelo, el asesor de seguridad nacional norteamericano, John Bolton, afirmó que la paciencia de Estados Unidos se había agotado y reiteró que se acabó el tiempo para el diálogo. Mientras que el enviado especial para Venezuela, Elliott Abrams, recordó que no se descarta la opción militar», añade Schémel.
El analista político agrega que como parte del plan para llevar a Venezuela al borde del extremismo, la Casa Blanca aceleró sus tiempos y se ha planteado «el cambio del Gobierno venezolano antes de la culminación del periodo legislativo del diputado Juan Guaidó» (diciembre de 2019).
Todos estos planes, además, han puesto en amenaza el proceso de diálogo entre el Gobierno venezolano y la oposición extremista.
«El diálogo está amenazado, además del bloqueo económico total (…) pretenden imponer nuevamente la agenda insurreccional, reencausar la participación de la oposición extremista en la mesa de negociaciones y sabotear finalmente el actual proceso de diálogo».
«El diálogo se convierte en una fachada obligada mientras se reajusta la estrategia del derrocamiento y se preparan acciones encubiertas, operaciones paramilitares, conflictos fronterizos y más violencia subversiva que cabalgan sobre el endurecimiento del bloqueo», sostiene Schémel.
Además, otro elemento que subestima la derecha -según Schémel- es «la conciencia bolivariana de las Fuerzas Armadas, entre otras significativas fortalezas», mientras la oposición «sigue desconectada dramáticamente de las expectativas populares, y está muy lejos de convertirse en una alternativa o de garantizar condiciones mínimas de gobernabilidad y estabilidad, por lo que le resultará muy cuesta arriba imponer una restauración conservadora o neoliberal en el país».
«Aunque el enfoque del plan sea fundamentalmente de cerco y asfixia, la evaluación de su ejecución sigue -como tantas veces- subestimando la fuerza social, simbólica y política del chavismo, la considerable y cohesionada base social de apoyo que todavía mantiene hoy la Revolución, su inmensa capacidad de respuesta social y militante para enfrentar una eventual intervención».
Bloqueos acentúan la pérdida de calidad de vida
Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis, también resalta que ningún Gobierno bloqueado por Estados Unidos ha dejado el poder, y lo que ha ocurrido dentro de esos países es empeorar la situación económica y social de la población, al punto de deteriorar aún más la calidad de vida.
A través de su cuenta en Twitter, León enumeró tres características de los países que han sido bloqueados y cómo esta política estadounidense perjudica a la población y no a los gobiernos.
En ese sentido, el titular de Datanálisis agregó que tras la imposición del bloqueo “la probabilidad de que se llegue a un acuerdo en las negociaciones políticas» (entre el Gobierno venezolano y la oposición extremista) «en este momento es muy baja».
Sobre este aspecto, el dirigente opositor Enrique Ochoa Antich -distanciado del sector extremista que representa la ficha de Juan Guaidó- manifestó recientemente en un artículo de opinión titulado «Sanciones, sanciones, sanciones», cómo estas medidas arbitrarias de la administración Trump vienen es a producir en Venezuela una «catástrofe» y en una «hambruna generalizada».
En su artículo, Ochoa Antich habla de la impotencia de la oposición extremista y como han visto fracasar cada uno de sus planes, que comenzaron en 2015, cuando Barack Obama decretó a Venezuela como una «amenaza inusual y extraordinaria a la seguridad» de la primera potencia de guerra en el planeta; y que se radicalizaron en enero de 2019 cuando Guaidó se autoproclamó «presidente interino».
«Por no decir dos décadas, por no decir de 2015 a esta parte, maldice y se queja de estos ¡ocho meses ya! del mantra mágico sin resultas: ni encargaduría de la presidencia, ni ayuda humanitaria, ni operación libertad, ni patético sí o sí, ni golpe militar, ni guerra civil, ni 187-11, ni invasión gringa, ni quiebre alguno. Fracaso, puro fracaso. Entonces se yergue, mira al horizonte desde su ventana, y, como un conjuro frente a tanta derrota, busca en otra parte la fuerza que no tiene, orienta sus ruegos a la meca de Washington, y exclama para que lo escuche el mundo entero: -¡Sanciones, sanciones, sanciones!
Que suman al país en la catástrofe. Que conviertan el hambre en «hambruna generalizada» (quizá así se haga realidad el estúpido diagnóstico de Vargas Llosa). Que colapsen todos los servicios. Que no se pueda exportar ni una gota de petróleo. Que no haya divisas ni para alimentos ni para medicinas. Mientras peor, mejor. Así caerá el gobierno por propio peso, desmoronado por la proverbial incapacidad de sus capitostes».
El dirigente opositor agrega en su artículo que esa postura de más «sanciones» que proclama la oposición extremista contra el país, se traduce «más bien» en depresión para el pueblo «de tanta penuria» y lo induce a dejar «de protestar».
«Más bien huyen del país por millones d los que llenaban las calles. Más bien los más pobres se hacen cada vez más dependientes de las dádivas del Estado. Sanciones que dan a los regímenes autocráticos un discurso para justificarse ante los suyos y exculpar sus propias carencias. Sanciones que ‘legitiman’ los procedimientos represivos que los autócratas aplican a sus opositores.
Pero el extremista no acepta razones, mira para otro lado, y se aferra a la bandera de las barras y las estrellas como de la falda materna. -¡Sanciones, sanciones, sanciones!, se desgañita, y en cada infame gesto termina por perder toda autoridad política y moral… si tuvo alguna. Que caiga sobre esta tierra mancillada todo el castigo imperial».
«Los gringos también se equivocan»
Ochoa Antich también hace referencia al embrutecimiento del sector extremista opositor y la ignorancia que demuestran sobre la historia política. «El extremista, impertérrito, fanático, embrutecido, sigue en sus trece. Sanciones, sanciones, sanciones. No importa que siete décadas de experiencia más bien arrojen montañas de dudas sobre su eficacia. ¿Es que los gringos no se equivocan? Sí, los gringos también se equivocan».
En ese sentido hace mención a los países «sancionados» por Estados Unidos, pero también sobre cómo en algunos de ellos el Pentágono decidió abrir guerras frontales para asesinar a los líderes del Gobierno para concretar el derrocamiento.
En Irak, por ejemplo, Estados Unidos «necesitó apelar …trece años después… a una sangrienta guerra basada en una mentira atroz, requirió ¡500.000 muertos! para cambiar las cosas (y no se sabe si para bien). Lo mismo ocurrió en Libia en 2011 «junto con la intervención militar aérea gringo-europea y la guerra civil que tribalizó a aquel país, casi borrándolo de la faz de la tierra», agrega Ochoa.
La lista de países bloqueados por Estados Unidos es larga. Sin embargo, el común denominador de ellas son las riquezas naturales que ostentan en sectores como energía, minería y producción de drogas ilícitas.
En África hay varios países tomados por sus reservas de petróleo, gas, diamantes, hierro, entre otras riquezas naturales.
En Asia predomina el opio como principal cultivo en países como Birmania, Afganistán, desde donde se pproduce la mayor cantidad de heroína que es distribuida por el narcotráfico en el planeta, y que desde que las tropas estadounidenses están en esos países en calidad de invasores, han aumentado la producción de drogas ilegales.
En Libia y Siria, además de los yacimientos de gas y petróleo, también está el robo de las reservas internacionales de estos países, así como el deterioro de su estilo de vida en áreas fundamentales como vivienda, educación y salud, que eran de primer orden en el mundo. Además, la ubicación geopolítica de estas naciones, las hace fundamentales para el control de Estados Unidos sobre el Oriente Medio.
Venezuela lo tiene todo y ahí la razón fundamental del asedio contra ese pueblo.
«Ahora que aquí, por estos predios venezolanos, el embargo de Trump parece querer sabotear los diálogos noruegos (así me argumenta un alto jerarca del gobierno), toca poner los pies en el piso, abandonar los maximalismos inútiles, construir acuerdos parciales pero posibles, y poner sobre la mesa de negociaciones el levantamiento de las sanciones, de todas las sanciones (que si la AN y la oposición lo exigen, a Washington no le quedaría más remedio que dar marcha atrás). Por el bien del país y de su gente, en particular de los más pobres».
Y que el extremista se quede con su pólvora mojada y sus espejismos. Suficiente ya. Los venezolanos nos merecemos otra cosa».
La historia también revela y certifica que Estados Unidos ha podido asaltar el poder político en algunos países que ha bloqueado previamente, sólo por la vía del asesinato a millones de personas y desplazando otros millones más, dejando heridas físicas, psicológicas e históricas, con crímenes de lesa humanidad perpetrados a mansalva y sin el castigo de nadie. Sin embargo, su triunfo político en esas naciones no termina de ser contundente y en la mayoría de los casos es totalmente inestable.