Convertir Latinoamérica en una región llena de Gobiernos de derecha, sumisos a sus dictámenes, es una aspiración de Estados Unidos.
Por eso se enfocan, con todas su garras, en derrocar a las administraciones que no se alinean con su políticas: Venezuela, Nicaragua, Cuba y, quizá próximamente, Bolivia.
Este martes, el embajador de Rusia en La Paz, Vladimir Sprinchan, alertó que en la política hegemónica de la Casa Blanca «está primero Venezuela, después Nicaragua y Cuba y es posible que siga Bolivia».
Al concluir una reunión de los embajadores de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), el diplomático llamó a no permitir que Washington, junto a sus aliados en Europa y el Grupo de Lima, violen los tratados internacionales.
Respaldo al Gobierno venezolano
En el encuentro, los representantes diplomáticos de los países miembros del ALBA ratificaron su respaldo al Gobierno venezolano.
«La resistencia que muestra Venezuela contra la injerencia norteamericana es justa y apegada al derecho internacional, pero sobre todo de respeto a los derechos humanos», destacó Sprinchan.
Además, reiteró que como miembro pleno del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Rusia siempre hará «respetar la soberanía de los pueblos y la libre determinación que tienen los Estados», reseñó Prensa Latina.
Dividir la región
A principios de marzo, el presidente de Bolivia, Evo Morales, denunció y alertó a la comunidad internacional «que se pretende una vez más enfrentar a países hermanos, fragmentar nuestra unidad latinoamericana y caribeña”.
El Mandatario mencionó que en la región se oyen “tambores de guerra” y reiteró que su país rechaza la agresión de Estados Unidos contra los pueblos latinoamericanos.
«El multilateralismo es acosado por nuevas formas de intervención, de injerencia, que afectan la convivencia pacífica entre nuestros pueblos, vulnerando la Carta de las Naciones Unidas”, señaló Morales.
En la actualidad, el presidente reelecto de Venezuela, Nicolás Maduro, enfrenta un nuevo intento de golpe de Estado promovido por la Casa Blanca y aliados regionales como Colombia, tras la autojuramentación del líder de la Asamblea Nacional en desacato, Juan Guaidó, como «presidente encargado» del país.
Por otro lado, Nicaragua intenta recuperarse de la crisis que se desató el año pasado por las manifestaciones violentas de la oposición, tras una fallida reforma al sistema de seguridad social, en las que se exigía la renuncia del jefe de Estado, Daniel Ortega.
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