Las campañas presidenciales de Brasil comenzaron envueltas en un intercambio de acusaciones entre los dos principales candidatos, alegorías religiosas, temores de violencia y un clima de polarización política extrema entre la izquierda y la ultraderecha.
El próximo 2 de octubre, más de 148 millones de ciudadanos están convocados a elegir presidente y vicepresidente, 513 diputados y 27 senadores. Si ninguna de las 12 candidaturas de presidente-vicepresidente que se inscribieron obtiene más del 50 % de los votos, el 30 de octubre habrá una segunda vuelta.
La contienda es protagonizada por Luiz Inácio Lula da Silva, el exmandatario progresista que encabeza las encuestas y lleva como aspirante a la vicepresidencia a su antiguo adversario, Gerardo Alckim, del Partido Socialista Brasileño; y el presidente conservador Jair Bolsonaro, quien eligió al general Walter Souza Braga como su compañero de fórmula.
Por eso, la atención estuvo centrada en sus primeros eventos formales como candidatos. Y ninguno de los dos escatimó acusaciones contra su rival, explica la periodista Cecilia González para RT.
«[Bolsonaro] intenta manipular la buena fe de hombres y mujeres evangélicos que van a la iglesia a hablar de fe y de espiritualidad, les cuenta mentiras sobre Lula, sobre la mujer de Lula, sobre los trabajadores, sobre los indígenas y los afrodescendientes. Si hay alguien poseído por el demonio, ese es Bolsonaro», afirmó Lula durante el primer acto de la sexta campaña presidencial que realiza en su vida.
El exmandatario de 76 años tuvo que hacer cambios de último minuto, ya que el arranque estaba previsto en una fábrica ubicada en el sur de la ciudad de San Pablo, pero la Policía Federal advirtió que no había condiciones suficientes de seguridad, uno de los temas que más preocupan en la campaña ante el temor de que Lula sea víctima de alguna agresión por parte de simpatizantes de Bolsonaro.
De esta forma, el evento fue mudado a la planta de Volkswagen localizada en Sao Bernardo do Campo, en la zona metropolitana de San Pablo, y que tuvo una carga simbólica, ya que fue allí donde Lula comenzó en los años 70 una carrera sindical y política que, décadas más tarde, lo convertiría en presidente.
Durante el evento, Lula insistió en denunciar a Bolsonaro. «Es un creador de mentiras y un negacionista, no derramó una lágrima por los huérfanos que dejó la pandemia. Es un genocida», acusó en un discurso en el que también hizo propuestas concretas en materia de impuestos, empleo, salarios y economía en general.
Plegarias para Brasil
El evento inaugural de la búsqueda de Bolsonaro por la reelección también tuvo un peso simbólico, ya que lo realizó en Juiz de Fora, un municipio en el que fue atacado a cuchilladas en 2018 y en donde dijo que había renacido.
«Sabemos de lucha del bien contra el mal», dijo el presidente al teñir a la campaña de sentido religioso, algo que ha replicado a lo largo de toda su trayectoria política. De hecho, su esposa, Michelle Bolsonaro, encabezó un rezo que calificó como parte de «una oración universal».
Bolsonaro aprovechó para insistir en que, si gana Lula, las iglesias serán cerradas, no se dejarán portar armas y se promoverá la «ideología de género». Además, volvió a rechazar la posibilidad de combatir las «fake news», a sabiendas de que está acusado de ser uno de sus principales difusores.
Por otra parte, reiteró sus ya conocidas posiciones negacionistas al considerar que las medidas decretadas en algunos estados brasileños durante la pandemia de coronavirus fueron «un poquito de dictadura».
La primera jornada oficial de su campaña fue acompañada por la canción en la que se define a Bolsonaro como «el capitán del pueblo que va a vencer de nuevo, que es de Dios, defiende a la familia, no ha existido nadie como él, es el salvador de nuestro Brasil, el que defiende a la patria, tiene nuestra bandera en el corazón, está en nuestras manos, tenemos la oportunidad de nuevo de cuidar a nuestro pueblo y gritar: Brasil por encima de todo, Dios por encima de todos”.
En previsión a una posible derrota, Bolsonaro ha puesto en duda la transparencia de los comicios y ha hablado de «fraudes» anticipados. Por eso, fue el único invitado que no se levantó de su asiento ni aplaudió a Alexandre de Moraes, el nuevo presidente del Tribunal Electoral de Brasil que este miércoles, al asumir en su cargo, defendió el sistema democrático.
«Libertad de expresión no es libertad de agresión ni destrucción la democracia y las instituciones, la dignidad y la honra; no es libertad de propagación de discursos de odio, no permite la propagación de ideas contrarias al orden constitucional y al estado de derecho, incluso en periodos de propaganda electoral», advirtió de Moraes.
Escenario
Las campañas en Brasil iniciaron con encuestas que coinciden en que Lula aventaja con una intenciones de voto que van del 38 % al 45 %, lo que todavía sería insuficiente para ganar en primera vuelta.
Bolsonaro, en tanto, cuenta con preferencias del 32 % al 38 %. En un lejano tercer lugar, con cifras que van del 6 % al 10 %, se ubica Ciro Gomes, candidato del progresista Partido Democrático Laboralista.
Entre los candidatos que no alcanzan un 5 % de intención de voto se encuentran los diputados José María Eymael (Democracia Cristiana); y Roberto Jefferson (Partido Laborista Brasileño) y las senadoras Simone Tebet (Movimiento Democrático Brasileño) y Soraya Thronicke (Unión Brasil).
También se incluyen políticos que hasta ahora no han ocupado ningún cargo público, como Luz Felipe D’Avila (Partido Nuevo); Sofía Manzano (Partido Comunista Brasileño); Leonardo Péricles (Unidad Popular), Pablo Marçal (Partido Republicano del Orden Social) y Vera Lucía (Partido Socialista de los Trabajadores Unificado).
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