Chamanes, payasos, filofachas y transeúntes

Vos no tenés una idea del alivio que produce ver en la lista de los hombres (y mujeres) de Piñera a un par de chatos conocidos


Autor: Director

Vos no tenés una idea del alivio que produce ver en la lista de los hombres (y mujeres) de Piñera a un par de chatos conocidos.  Eso ya permite hacerse una idea de para donde vamos y de quién conduce, lo que nos cambia de la plusmarquista de la popularidad femenina, esa que siempre estaba trrraaajando pero no se sabía ni en qué ni para qué. Para quienes sí se sabía, aun cuando esta vez Herman Somerville tiene el detalle de no despedirla con “el amor de los empresarios”.

En fin, que de los hombres de Piñera conozco un par. A Felipe Larraín, flamante ministro de Hacienda, le conocí hace cosa de dos meses en un debate  organizado por la Cámara Alemana de Comercio. Allí contó su chascarro del Chile que crecería a un ritmo del seis por ciento anual durante doce años, creando un millón de empleos y haciendo la felicidad de  moros y cristianos. Me permití decirle que lo suyo era una magnífica demostración de economía chamánica. Esa que funciona con invocaciones, exhortaciones y plegarias, con trucos de hechicero, y sobre todo con el wishful thinking propio a quién sabe que prometer no cuesta nada, en fin, cuesta la saliva que Larraín gastó ese día. Ahora Felipe tiene que  cantar con guitarra. Y servidor, que otras cosas no pero memoria sí tiene, te va a llevar la cuenta en la uña Felipe. Con lo del crecimiento y con lo de los empleos. Cuenta conmigo para eso. Ahora que parece que el millón de empleos era solo una cifra aproximada, como para dar una idea, en fin un chiste.

A Harald Beyer le conocí gracias a desafortunadas declaraciones suyas a la prensa local. Hace ya algunos años quiso pasar, -junto a Alejandro Foxley-, por “experto” del método holandés para terminar con el desempleo. Beyer aseguró, con mas culot que inteligencia, que en Holanda el problema del desempleo se había resuelto y en Chile no porque “allá entienden la flexibilidad laboral y acá no mucho”. Servidor, que sabe leer, consultó los acuerdos de Waasenar, el llamado modelo Polder de los acuerdos tripartitos entre patrones, sindicatos y el gobierno holandés, para enterarse de que el método consistió en eliminar de las estadísticas a 900 mil trabajadores sanos, -un 15% de la población activa-, declarándolos inaptos para el trabajo y haciendo de ellos pensionados de ocasión pagados por el gobierno. Aun así quedaba un 4% de desempleados. Tasa de desempleo real: ¡19%! ¿Te acuerdas Harald? Peor aún, a Harald se le olvidó precisar que Holanda tenía la más alta cifra de empleo precario (un 45%) y el empleo joven peor pagado de la Unión Europea. Gracias a lo cual se disparó el lucro. El presidente de Unilever, gran empresa holandesa, pudo declarar en el año 1999: “No sabemos qué hacer con el dinero”. Nosotros no sabemos qué hacer con Harald Beyer: ¿tratarlo como payaso, como mentiroso o como ignorante? ¿O nombrarlo ministro de Educación?

No, porque esa eminente tarea recayó en Joaquin Lavín, patriota que entró en mis fichas cuando era alcalde del pueblito llamado Las Condes. Embarcados en un taxi con un colega belga, dimos un respingo cuando el coche entró a una calle cuyo nombre no podía dejarnos insensibles: calle del Mariscal Pétain. El infame colaborador que durante la ocupación alemana de Francia le sirvió en bandeja a los nazis la población judía que enviaron a los campos de exterminación, y persiguió y masacró a los resistentes que combatieron junto a De Gaulle. El mismo De Gaulle que rehusó entregar su patria y fue condenado a muerte por ello. ¿Por quién? Por el mismo Mariscal Pétain del que te hablo y que el alcalde Lavín homenajeaba con el nombre de la calle aquella. Se ve que Joaquin Lavín será un buen ministro de Educación. ¿Payaso o ignorante? O peor aún, ¿admirador de Pétain?

Otro conocido es Jaime Ravinet. El “lujo de ministro”, según Larroulet, otro lujo, él. Pasa que en un vuelo de Madrid a París creí reconocerle en un sujeto pelirrojo sentado delante de mí. Lo cortés no quita lo valiente me dije, y fui a saludar al que yo creía alcalde de Santiago. El tipo en cuestión me sacó de mi error: “Siempre nos confunden”, me dijo, “yo soy Adolfo Zaldívar”. Con razón les confunden: ambos son transeúntes. Digo transeúntes para no decir más feo que luego te critican por descalificar a estas lumbreras. O si la juegan en plan intelectual, por lanzar ataques ad hominem.

La primera decisión de un mandatario es nombrar a sus colaboradores. Dicha decisión ya muestra de lo que es capaz, o incapaz. Sr. Piñera, Ud. empieza fuerte. Felicitaciones por su gobierno constituido por chamanes, payasos, filofachas y transeúntes.

Por Luis Casado

El Ciudadano


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