Cuando ganó el No, en el plebiscito de 1988, muchas personas pensamos que la consigna “Chile, la alegría ya viene” se iba a plasmar, pero quedamos frustrados. Recordemos que hoy, hace 25 años, asume la dirección del país el democratacristiano Patricio Aylwin Azócar luego de que el dictador Augusto Pinochet fuera derrotado en la consulta popular.
Pero ¿Por qué la alegría no ha llegado a Chile? Porque, básicamente, no hay justicia ni reconciliación. Por ello, la trama social todavía está dañada. Ejemplo de esto son las consecuencias que sufrieron los padres y madres, y las generaciones posteriores, afectad@s por la Dictadura. Además, hay responsables que aún no han pagado con cárcel por delitos de lesa humanidad. De a poco han sido atrapados por la justicia, pero falta. También hay impunidad, prueba de ello son los casos del ex DINA Cristián Labbé y el diputado RN, Rosauro Martínez, entre otros. Asimismo, no olvidemos que Pinochet logró burlar a la justicia.
Un dato que apoya nuestro argumento: en agosto de 2011, la Comisión Valech presentó un informe que sumadas las causas de presos políticos, torturados, ejecutados y detenidos desaparecidos daba un resultado que superaba las 40 mil víctimas. El documento, cuestionado por sectores de izquierda y derecha, indica que de tal cifra 3 mil están muertas o desaparecidas entre septiembre del 73 y marzo del 90.
Tampoco creemos que todo este proceso ha sido cien por ciento negativo. Hoy el pueblo se moviliza para luchar para mejorar sus condiciones; hay reformas que no son como las que debieran ser: por ejemplo, la tributaria, la de Educación. En fin, vemos cambios pequeños. No obstante, y como hemos insistido, para nosotros un giro concreto sería una construir una nueva Constitución a través de una Asamblea Constituyente. De ahí para delante podríamos entrar a dialogar sobre si llega la alegría, ya que llevamos 25 años esperándola.
Por Mauricio San Cristóbal
El Ciudadano