—–Chile ha sido objeto en los últimos cinco años de explosiones provenientes de artefactos con manufactura artesanal apuntando a cajeros automáticos de dinero, bancos, embajadas, restaurantes, que han tenido destrozos y heridos de levedad. El registro público señala que han sido cerca de cien los episodios de hacer explotar artefactos rudimentarios ocurridos en espacios de poca circulación y en horas de la noche.
Esta vez no. Sucedió en una hora de intenso tráfico y el dispositivo que explotó – un extintor con pólvora negra y mecanismo de reloj- estaba ubicado en un receptáculo para basura en un lugar de alto tránsito de gente con cafés y pequeños restaurantes muy cerca de la estación del Metro.
El dispositivo en si era más sofisticado.
El pasado lunes 8 de septiembre la explosión de una bomba en un local de comidas ubicado cerca de la estación del metro Escuela Militar en Santiago, capital chilena en las horas del almuerzo, dejó catorce personas heridas, dos con lesiones graves incluyendo la amputación de un dedo de la mano.
La hora registrada de la explosión fue 14.04 en una fase del día de alta circulación y cercano a un lugar como la Escuela Militar que funcionó como uno de los cuarteles militares de la dictadura después del golpe de estado del 11 de septiembre de 1973.
La presidenta Michelle Bachelet, declaró que se trataba de un “un hecho claramente terrorista”.
El debate por las reformas propuestas por el nuevo gobierno recién instalado el pasado marzo, de pronto pareció detenerse.
Se encontraba de nuevo a un país con profundas reminiscencias de violencias que se ven lejanas en el tiempo, pero muy cerca de la piel del ciudadano, sea por vivencia propia, o por el traspaso generacional.
Son muy pocos los chilenos que no hayan sido afectados por la violencia del terrorismo de estado aplicado por una de las dictaduras militares más feroces que hayan existido en América Latina. Sin embargo, más allá del drama humano de las personas con lesiones graves y del pánico generalizado, la última explosión es un indicador que expone la gravedad de una situación más profunda y que la describe el periodista Osciel Moya:
“En el análisis post atentado en la estación de metro Escuela Militar, no se puede soslayar el rol de los medios de comunicación en el clima de inestabilidad que viene creando la derecha para impedir las reformas, en el área tributaria y en educación que impulsando el gobierno. El titular de la portada del vespertino La Segunda, que pertenece al grupo de El Mercurio, medio instigador del golpe de estado de 1973, fue insidioso e hizo recordar esa historia pasada de rupturas institucionales agitadas desde la tribuna mediática: “El retorno del miedo”.
Es la vieja práctica de una prensa golpista a la que se suma el reportaje del Canal de Televisión 13, de propiedad de una de las fortunas más grandes de Chile, que vincula a los posibles hechores tipificados como “encapuchados” y anarquistas, con el movimiento estudiantil. Es un eslabón más del escenario creado por la oposición derechista que hace reflotar la aplicación de la Ley Antiterrorista, cuestionada por organismos internacionales de derechos humanos que han visitado Chile. Esta acción mediática, es parte de lo que se denomina “la estrategia de distracción” de Sylvain Timsit, que consiste en “desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las elites políticas y económicas…”.
Hace un mes atrás, una antigua funcionaria del estado, me comenta que los últimos episodios de detonaciones de explosivos para causar alarma y pánico, contribuían a crear un ambiente muy similar al del período que antecede al golpe en 1973. Me sentí incómodo, porque en principio uno piensa que en Chile un golpe de estado, al menos como el de 1973, es casi imposible.
Sin embargo cuando se observa que en la región ha habido en los últimos 10 años golpes de estado en Paraguay, Honduras, Venezuela, e intentos desestabilizadores en Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Brasil, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Venezuela, también surge la idea de por qué no en Chile también.
En el mundo que se rige por el tipo de capitalismo inducido a la fuerza, a espaldas de la gente y del verdadero liberalismo en la década de 1980 y que se le denomina erróneamente de neoliberal porque es neoconservador, se está agudizando la doble crisis política y económica. Es así que no es extraño que la tendencia de protección del capital, no como una entidad abstracta sino en la encarnación de los propietarios del capital, derive en generar pánico y caos en la población para aplicar más conservadurismo aún, como forma de proteger el sistema vigente.
El actual gobierno de una coalición de centro izquierda, que encabeza en forma estoica y con mucha sapiencia la presidenta Michelle Bachelet, ha hecho enormes esfuerzos para contener y domesticar una derecha anclada en el pinochetismo que mientras más se expresa políticamente en los políticos que lo representan, más primitivo se le ve.
Hay mucha forma de practicar el terrorismo político. La peor forma es la que observamos diariamente con Israel y su violencia hacia los palestinos, o la actividad terrorista que intenta derrocar al gobierno Sirio. En Chile se practicó el terrorismo de estado durante la dictadura de Pinochet. Dejó un legado en cultura y actividad terrorista la cual adiestró y enlistó a un contingente de funcionarios civiles y militares con el objetivo de erradicar ideas insurreccionales que afecten el desarrollo normal del capitalismo.
Ese legado está vigente en Chile y tomando como referencia la violencia despiadada en las violaciones a los derechos humanos entre el 11 de septiembre de 1973 y el fin de la dictadura el 11 de marzo de 1990, es perfectamente posible para la derecha más troglodita, recurrir a esa reserva de personal adiestrado para la actividad terrorista y desestabilizar un gobierno. Si bien este gobierno no ataca sustancialmente sus intereses, le complica el panorama por cuatro años para continuar la senda de adquisición de nuevos poderes y más recursos económicos.
Esa senda ha sido interrumpida por el triunfo de una figura política como Michelle Bachelet, que con un extraordinario carisma y una especial sensibilidad para conectarse con la gente, continua siendo el gran escollo de la derecha en Chile.
Chile no está “al borde del miedo” como dice el Diario La Segunda. Chile está al borde del terrorismo político creado por ese ejército de reserva reaccionaria que en Chile no disminuye. Parece revitalizado con los atentados de los últimos meses. Tiene que haber un plan, no sabemos cómo y cuándo terminará.