Quienes me hacen la amabilidad de leer mis paridas saben que suelo usar esta fórmula. Desde la aparición del homo sapiens hemos estado acumulando conocimientos y experiencias, y resulta difícil rajarse con algo nuevo. Sobre todo en el ámbito de la política, y si me apuras un poco, en la esfera de las agresiones a países que no siguen la senda que impone, o le gustaría imponer, a los imperios. Del mismo modo, los errores de quienes pretenden “cambiar el mundo” tienen el gusto algo “faisandé” de los productos cuya fecha límite de consumo expiró hace tiempo. Vamos ahí.
Enconado enemigo de Venezuela, el diario “progresista” español El País anuncia en primera página: “La policía de Maduro detiene al alcalde opositor de Caracas”. Menos mal que es “progresista”. En Chile, el muy reaccionario El Mercurio –del cual sabemos que miente– es más fidedigno, y titula “El edil fue arrestado ayer por orden del Ministerio Público”, o sea por decisión judicial del 6º Juzgado de Caracas. La mentira, esa de la que fue maestro Joseph Goebbels, sigue siendo un arma letal, ahora en manos de la progresía. ¿Dónde está la novedad?
El proceso bolivariano, del cual se puede pensar lo que se quiera, es atacado desde dentro y desde afuera, con el estímulo intelectual y material de Washington y la participación activa de lo más granado del “progresismo” latinoamericano y europeo. Los intentos de diabolización de Hugo Chávez primero, y ahora de Nicolás Maduro, llegan a ser caricaturales. Por pura coincidencia –hace algunos años– participé en Caracas en el lanzamiento de una publicación anti-chavista. En un generoso cocktail ofrecido en el Hotel Hilton en el que me alojaba, y en el que me encontré con el responsable para América Latina del partido socialista francés quién me invitó al jolgorio. Lo más pútrido del empresariado venezolano, encabezado por el sector agrícola, estaba allí. Digo pútrido no porque sea enemigo de los empresarios (yo también lo he sido) sino porque su objetivo declarado era atentar contra la estabilidad del gobierno. Entre los asistentes, patético, obediente, a las órdenes, un fulano que oficiaba de secretario general del PS venezolano. No me lo contaron: lo viví.
Jugar la carta de la desestabilización, financiar plumíferos tarifados… ¿Dónde está la novedad?
Si algo es crítico, sensible y vital para la población, son el pan y el agua. En fin, los alimentos, los productos de primera necesidad. Desde tiempos inmemoriales, cuando se quería disgustar a una determinada población con quienes les dirigían, el suministro de tales productos y sus canales de distribución fueron objeto de la cuidadosa atención de los desestabilizadores. Si logras interrumpir el flujo tienes garantizada una airada reacción de la población. Este procedimiento no tiene nada de novedoso: en los años de la presidencia de Salvador Allende lo vivimos en carne propia. Ahora se usa en Venezuela. ¿Dónde está la novedad?
Algo más atrás en el tiempo, la Revolución Francesa no fue la excepción. Atacada desde dentro y desde fuera, con el concurso y la complicidad de algunos pretendidos “progresistas” pagados por la agonizante monarquía de Louis XVI, el arma del hambre fue esgrimida por sus más enconados enemigos. A tal punto que Robespierre el 2 de diciembre de 1793 se dirigió a la Asamblea Nacional diciendo lo que sigue:
“La escasez actual es una escasez ficticia”… “la libertad de comercio es necesaria hasta que la codicia homicida comienza a abusar de ella…”… “No es necesario que yo pueda comprar lujosas telas; pero tengo que ser suficientemente rico como para comprar pan, para mí y para mis hijos. El negociante bien puede guardar en sus bodegas las mercancías que el lujo y la vanidad desean, hasta encontrar el momento en que pueda venderlas al mejor precio posible; pero ningún hombre tiene el derecho de acumular montañas de trigo al lado de su prójimo que muere de hambre…” “Toda especulación mercantil que se hace al precio de la vida de nuestros semejantes no es comercio, es bandolerismo fratricida.”
Y consciente del efecto que la escasez tendría en la población más modesta, Robespierre exige:
“Que la circulación (de mercancías) en toda la República sea protegida (…) ¿Circula la subsistencia pública cuando los ávidos especuladores la retienen amontonada en sus graneros? ¿Circula cuando al lado de las más abundantes cosechas el ciudadano necesitado languidece, por no poder dar una moneda de oro o un billete de papel suficientemente precioso para obtener una porción?”
Ya ves, nada nuevo bajo el sol, no hemos inventado nada. Pero… ¿Cuál es la solución? Robespierre tenía la suya, y en ella tampoco había ninguna novedad:
“¿Qué límites le pondrían a sus atentados los despiadados vampiros que especulan con la miseria pública, si a todo reclamo opusiéramos las bayonetas y la orden absoluta de creer en la pureza y la benevolencia de los acaparadores? La libertad indefinida no es sino la excusa, la protección de estos abusos. ¿Cómo podría ser el remedio? (…) Yo denuncio a los asesinos del pueblo y Uds. responden “laissez-faire” (deje hacer…). En este sistema todo está contra la sociedad, todo está a favor de los mercaderes de granos (…) Yo no les arrebato ningún beneficio legítimo, ninguna propiedad legítima; no les arrebato sino el derecho de atentar a la de los demás; no destruyo el comercio sino a los bandoleros de los monopolios; sólo les condeno a la pena de dejar vivir a sus semejantes.”
De esto se agarraron algunas almas puras para condenar a Robespierre como a un enemigo de la libertad, en particular de la libertad de especular. Porque para Robespierre la libertad de comercio tiene un límite: el interés general. El interés público. El interés de la inmensa mayoría de la población que no puede dar monedas de oro a cambio de un poco de pan.
En el campo de flores bordado, la asesoría suministrada a la reacción venezolana por los expertos en golpes de Estado de la DC, y el apoyo de Ricardo Lagos al fallido golpe de Estado contra Hugo Chávez, son prolongadas ahora por un insigne “progresista” llamado José Antonio Viera-Gallo, dizque socialista y –como él mismo se presenta– “abogado, ex ministro del Tribunal Constitucional y ex ministro Secretario General de la Presidencia durante el primer gobierno de Michelle Bachelet.”
En el no muy progresista diario La Tercera, el “compañero” Viera-Gallo acusa a Venezuela de mantener en detención arbitraria a un energúmeno golpista llamado Leopoldo López. Digo golpista porque en su momento detectamos movidas abiertamente atentatorias contra la estabilidad institucional de Venezuela, promovidas desde España, y pudimos seguir hasta en Chile las acciones de un agente que buscaba apoyo para tales propósitos.
Detrás de lo que describo estaba José María Aznar, ex presidente del gobierno español, y alguna progresía hispana, cercana al PSOE. De ahí que no sea sorprendente que Viera-Gallo declare:
“A fines de noviembre del año pasado, por encargo de la Internacional Socialista, fui a Caracas para encontrar a López y su familia y con el propósito de dialogar con las autoridades venezolanas para apurar el proceso judicial y obtener al menos su libertad provisional.”
¿A título de qué se permite Viera-Gallo ir a exigirle a un país soberano, más precisamente a su sistema judicial, “apurar” una causa? ¿Acaso aceptaría el “ex ministro secretario general del gobierno de Michelle Bachelet” que un extranjero venga a imponerle a la justicia chilena el ritmo de sus trabajos, por decir algo, en el proceso de la Masacre del Laja, abierto en 1979 y aún no resuelto? Allí hubo 19 muertos, asesinados por civiles y militares que aún gozan de impunidad, entre otros, gracias a la Concertación del Sr. Viera-Gallo.
Pasa que Viera-Gallo insinúa que la detención de Leopoldo López es arbitraria:
“Su familia lo atribuye a que su esposa fue recibida por el Vicepresidente de los EE.UU. y José Miguel Insulza, Secretario General de la OEA.”
En otras palabras… el crimen de Leopoldo López se limita a un encuentro con… José Miguel Insulza, un precursor de Viera-Gallo en esto de buscar la liberación de criminales (¿te acuerdas de un cierto Pinochet en Londres?), y con el vicepresidente de los EEUU, país que financia la oposición política y la desestabilización del gobierno de Venezuela. La nada misma.
Un esbirro tarifado, al servicio de un amo poderoso. ¿Dónde está la novedad?
Tú puedes pensar lo que te de la gana de los bolivarianos.
Pero como ves, los amigos del imperio no han inventado nada…
Luís Casado
Politika – El Ciudadano