La consultora en comunicación estratégica Imaginacción, vinculada “profesionalmente” a los casos Penta de Délano y Lavín y Soquimich de Julio Ponce Lerou, pauteó este sábado las ediciones impresas de los medios del duopolio que controla la circulación periodística nacional los fines de semana.
Los periódicos capitalinos La Tercera y El Mercurio publicaron sendas entrevistas concertadas en la rúbrica política a dos connotados estrategas de la Nueva Mayoría y asesores de imagen en casos de corrupción política-empresarial. Juan Carvajal, en el primero, de propiedad de COPESA del magnate financiero Alvaro Saieh, cercano a la DC, y Enrique Correa en El Mercurio. Este último, tradicional portavoz de la derecha rancia, controlado por la férrea mano de Agustín Edwards Eastman, golpista civil en 1973, hombre de Nixon/Kissinger, la CIA y el Pentágono y expulsado hace recientemente del Colegio de Periodistas. ¿Habrá que recordarlo siempre? La memoria pierde su efectividad política si deviene una simple facultad que olvida.
Ambos intervienen justo después de la entrevista al Fiscal Nacional Sabas Chahuán (1) en la revista conservadora Capital donde éste afirmó, en lo que puede ser considerado como un regalo tranquilizante para la casta política empresarial implicada en transacciones corruptas, lo que sigue: “Los delitos que estamos investigando, en abstracto, no tienen una pena muy alta. Si a eso agregamos que la mayoría de los imputados tienen una atenuante, irreprochable conducta anterior, y en otros casos pueden tener otra, y lo unimos a que la pena es baja, es muy posible que en varios casos no haya pena de cárcel”.
Si bien la entrevista (2) al “experto” y ex asesor de Bachelet Juan Carvajal es larga, con mucho volador de luces e incluso desliza algunas crítica (“un eslógan —realismo sin renuncias— con chapita no resuelve los problemas del gobierno”), su objetivo es reiterar que es normal que las campañas se hagan con plata empresarial (tal como lo afirmaba cínicamente el operador y recaudador de la pre campaña de Bachelet, Giorgio Martelli). Y no sería ilegal, afirma el empleado de Correa, porque como “La Presidenta explicó que había un vacío legal sobre esto de las llamadas boletas ideológicamente falsas. Como el nombre lo dice (vacío legal) no hay clara sanción por un hecho.”
Por supuesto, sería un “vacío legal” que la NM hizo uso abusivo para recaudar, ser elegida gobierno y obtener sus mayorías parlamentarias (es lo que repetirá a su manera a El Mercurio Enrique Correa para justificar a Peñailillo). Pero no se quedan ahí, de paso, Carvajal y el periodista de La Tercera retoman las declaraciones del Fiscal Nacional para que se lean así: “Por lo tanto, hay hechos que están involucrando a actores políticos desde la derecha hasta la Nueva Mayoría que pueden terminar con que ninguno sea culpado o condenado”.
Lo que nos lleva en términos profanos a hacernos las siguientes preguntas: ¿Es posible que el Fiscal Nacional Sabas Chahuán se adelante al curso de las investigaciones de los fiscales y a sus resultados? ¿Es compartida la opinión del Fiscal Nacional por el resto de los fiscales en las causas Penta, SQM y otras? ¿Habrá comenzado una nueva campaña motivada por la profunda crisis de legitimidad de la casta político-empresarial y cuyo objetivo táctico es bajar las expectativas ciudadanas de limpieza y probidad al sostener que no habrá cárcel para los poderosos y sus servidores políticos porque no se configura delito?
La intervención de Correa (3) es estrictamente política. Duramente criticado por sus declaraciones a Carmen Gloria Quintana en los albores de la postdictadura, la entrevista de El Mercurio busca reponerlo en escena como un hombre con un poder de influencia intacto. A Enrique Correa, cuestionado por su rol en la transición pactada con la dictadura y su relación íntima con Pinochet y sus generales, le gusta ser presentado como un analista político serio e informado. Sin embargo, el título del artículo del diario de Edwards, una frase del mismo Correa donde dice “Probablemente pasemos de un liderato más carismático a uno más transaccional”, no corresponde al mensaje clave de la entrevista. De lo que se desprende que acusa los golpes a su propia imagen cuando en un recuadro se titula con una de sus expresiones que reza: “Hay una caricatura de que la transición la condujo un conjunto de cobardones neoliberales”. Touché.
Es evidente que aquí no estamos en presencia del género periodístico que busca entregar información pertinente y donde el periodista argumenta, objeta y retruca al entrevistado como lo hacía la finada Raquel Correa, sino que vemos en obra una operación de comunicación política donde, como siempre en estos casos, lo que está en juego es el dominio y control de la interpretación política de una situación exasperada.
Los diarios del duopolio no están informando sino que junto con Imaginacción están monitoreando una campaña destinada a influir en la opinión pública, en la membresía de la NM, en el ministerio Público y sus fiscales y, por supuesto, en la opinión pública en general. Están construyendo un clima de opinión y una interpretación de la crisis.
Correa parte fundamentando la relación de continuidad entre el primer gabinete de Bachelet dirigido, por la dupla del PPD Rodrigo Peñailillo y el PS Alberto Arenas, con el segundo capitaneado por la troika Burgos DC, Eyzaguirre PPD, Valdés PPD. El hecho de que Peñailillo y Arenas, hayan sido sacrificados como chivos expiatorios, no debe hacernos olvidar que el rol político del primero fue clave, nos está diciendo el dueño de Imaginacción.
Hoy sabemos que los artífices de la vuelta de Bachelet de la ONU fueron Peñailillo y Arenas con la ayuda de Martelli, Rosenblut y los empresarios que aportaron para la pre-campaña de Michelle Bachelet. Aquí, el fin justifica los medios. Es la política realista donde no hay moral ni ética en cuestión. Hecho manifiesto en el discurso de Correa. Tampoco hay pregunta de fondo del periodista sobre el tema que sacude a la casta político-empresarial.
Fue la dupla Peñailillo-Arenas, dice Correa, quienes hicieron la primera parte de la pega: “Ellos llevaron a cabo, a veces bien, a veces no tan bien, como siempre ocurre en todos los gabinetes, reformas por las que el país votó, que constituyeron un programa con el que la coalición gobernante ganó la mayoría en las elecciones parlamentarias. Ahora, probablemente tuvieron que hacerse cargo de un cierto espíritu refundacional que de alguna manera dominó la escena el año pasado y que naturalmente constituyó un error de proporciones, porque refundar sobre la base de una experiencia exitosa de la coalición de la que son herederos no tiene sentido”.
El tono íntimo y el trato amistoso en el texto a “Rodrigo” (el sin apellido es posible únicamente con la complicidad del periodista que transcribe el texto) busca restaurar la imagen de un político, ex ministro del Interior que cometió errores, que acepta la lección que le dan los viejos y que volvió al redil bajo el manto protector de Correa. Una parte de la maniobra es consumada.
Pero lo más importante es la insistencia en la continuidad política entre el primer gabinete con el segundo y entre la Concertación y la Nueva Mayoría. De aquí se desprende un espíritu y la lógica de un orden tácito que ahí rige que permite exabruptos, pero cuya columna vertebral debe expresarse conforme a “reformas” o ajustes que deben ser aceptados por los detentores del poder real mediante mecanismos de consenso y negociación propios de la casta política y la oligarquía empresarial. Los mismos diseñados ad hoc para la transición pactada, de la cual el mismo Correa es su emblema.
Lo importante era el Plan A (exitoso visto desde la lógica continuista y de reconquista del gobierno y del aparato del Estado que provee trabajo a los partidos de la NM) llevado a cabo por el primer gabinete hasta el Plan B, que en manos de Valdés, Eyzaguirre y Burgos retoma naturalmente el orden consensual y el rumbo, donde de acuerdo a la mentada experiencia se pacta, transa y hacen compromisos, siempre. Es la premisa de base para gobernar con exclusión del pueblo ciudadano.
Si ahí, en el primer paso, Peñailillo y Arenas se fueron a pique, fue porque según Correa, “al tener que hacerse cargo de un cierto espíritu refundacional (nota: que no era otro que el que toda la NM le había insuflado a la campaña con el PC, el MAS y RD incluidos) cometieron un error de proporciones […] al haber intentado danzar con la música de fondo del 2014 que fue la refundación y giro de la sociedad a la izquierda”.
Hoy con certeza retroespectiva sabemos que no fue tanto por querer refundar un proyecto ni bailar mal sino que por haber sido incompetentes en el plano técnico y además haberse dejado sorprender en prácticas que caen en el ámbito de la corrupción política en un contexto de una ciudadanía empoderada, crítica y con movimientos sociales activos que Peñaiilillo y Arenas están en la picota. De ahí el evidente interés de Correa por caracterizar a la sociedad chilena del 2015 como “una sociedad de clase media socialmente exigente y políticamente moderada”. En otras palabras, una sociedad de consumidores de mercancías, de símbolos y de política.
Manifiestamente, esto último es una proyección de los deseos del estratega conservador que no se corresponden con la realidad política que Correa nos quiere hacer olvidar. Esta está marcada por una crisis política de legitimidad institucional, de ruptura de los lazos de confianza entre gobernantes y gobernados, de pérdida de influencia de una casta política atravesada por la corrupción, de ofensiva empresarial con vistas a mantener intacta su capacidad de explotación de los trabajadores y de obstrucción a una convocatoria de cambios significativos al régimen políticos por medio de una AC.
Hemos visto como los partidos de la NM y sus operadores en el movimiento social aceptan de buen grado dividir a los movimientos sociales y sindicales para desactivar las demandas sociales y económicas e impedir su articulación en un movimiento socio-político autónomo que se proyecte al futuro.
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