Durante la jornada de ayer, el Contralor General de la República, Ramiro Mendoza, entregó la última cuenta pública acerca de su gestión, señalando una incendiaria frase que cobra sentido a la luz de los últimos acontecimientos vividos en nuestra contingencia: “No podemos cerrar los ojos, la corrupción ha llegado”.
Dentro de su mensaje de despedida, Mendoza señaló además que es imperativo que se fortalezca la voluntad de quienes detentan responsabilidades públicas y que tienen a su cargo “la conducción de grupos humanos, para que velen sin dudarlo por el comportamiento ético de quienes están bajo su supervisión, castiguen las conductas impropias y, en especial, prediquen con el ejemplo, sin temor al golpe anónimo de quien tiene más vocación de crítica que de construcción”
Con este mensaje, el Contralor apunta directamente al clima de inestabilidad política que se vive hoy por hoy en nuestro país. A través de los escandalosos casos Caval y Penta, Mendoza instala la idea de que la sombra negra de la corrupción ha llegado a nuestra realidad y si bien el personero también señala que existe una institucionalidad consistente en nuestro país que podría hacer frente a estas prácticas, “el no atender a esas señales hace que el flagelo de la corrupción comience a encontrar un espacio cómodo en donde asentarse”.
Quizás los juicios de Ramiro Mendoza tengan mucho sentido frente al escenario actual de denuncia o a esta suerte de dimensión de apocalipsis político, sin embargo, las enrarecidas conexiones entre el poder económico y la política son muy antiguas, por lo tanto, la visibilización de estos viciados emparentamientos más que desarmarnos y hacernos perder la fe en el futuro, nos conminan a trabajar y a exigir que el entramado constitucional que es el que finalmente ampara a este tipo de prácticas, finalmente, lo pensemos y lo definamos todos nosotros.