La ausencia del gobierno en el debate sobre despenalización de la marihuana que muchos observaron, se diluyó este miércoles cuando el director del Senda, el psiquiatra Mariano Montenegro, entregó los resultados de la última encuesta sobre consumo de drogas. Muy lejos del tono de la discusión dado el día anterior en el parlamento y las redes sociales, la posición del organismo volvió a reducir el problema de las drogas declaradas ilícitas a un problema de ‘aumento del consumo’. En una entrevista dada durante la jornada de hoy, Montenegro comenta que “el problema de la marihuana en Chile es el consumo, no el tráfico ni el delito. Toda la política pública debe ser dirigida a reducir el consumo y este proyecto no contribuye a eso”.
Si en el campo político durante décadas tuvimos al senador Jaime Orpis como principal cruzado antidrogas, en el campo científico chileno, el psiquiatra Mariano Montenegro ha cumplido una función similar operando tanto a nivel institucional, en Conace y Senda, y a nivel de sociedades científicas, a través de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía (Sonepsyn).
En los últimos meses se develó que el senador Orpis era pagado por el grupo Angelini, usando una fundación que había creado para ‘el combate a las drogas’ para lavar dinero proveniente de los grandes grupos económicos para su campaña. A su vez, en el campo médico, resulta ser que entre los principales interesados en mantener la patologización de los usuarios de drogas, aparece la industria de las comunidades terapéuticas. Si al principio del siglo XX, el combate al alcoholismo otorgó una importante clientela a la psiquiatría; desde la década de 1990, mantener el estigma social respecto de los usuarios de drogas declaradas ilícitas, proporciona un vasto campo de intervención a agrupaciones médicas -y hasta evangélicas- que concurren a gestionar desde el paradigma de la abstinencia total los consumos problemáticos de sustancias declaradas ilícitas.
UN PARLAMENTO MÁS PROGRESISTA QUE EL GOBIERNO
Conocido el talante conservador del Parlamento chileno, sorprendió la discusión a través de la cual la Cámara de Diputados aprobó, con 68 votos a favor, 39 en contra y 5 abstenciones, el proyecto que modifica el Código Sanitario y la Ley 20.000. “Llega el momento en que el Gobierno se haga cargo de esta ley. Esperamos dejar atrás una política fracasada y a partir de este cambio enfrentar el problema del consumo de sustancia de manera madura”- sostuvo durante la discusión el presidente de la Cámara, Marco Antonio Núñez.
El proyecto, presentado por un grupo de diputados, busca despenalizar el autocultivo de marihuana, permitiendo tener hasta 6 plantas; permite el porte de hasta 10 gramos de sumidades floridas (cogollos), la tenencia en domicilio de hasta 500 gramos; y condesciende el uso terapéutico por medio de una prescripción médica.
Llama la atención la sensatez de la discusión por parte de los diputados y en las redes sociales. También la forma de tratar la noticia por parte de los medios que antaño contribuyeron fuertemente con la estigmatización de los usuarios de drogas. Una sensatez que parte de la base del fracaso de la actual política represiva, la necesidad de reconocer las virtudes terapéuticas del cannabis y el respeto por los derechos individuales, como es el cultivo y uso recreativo de una planta.
Obviamente no faltaron voces como la del diputado Nicolás Monckeberg (RN), quien sostuvo respecto a la posibilidad de tener seis plantas por domicilio que “es evidente que estas cantidades no están dirigidas a consumo personal, equivale a 4 mil pitos o unidades de marihuana. Es francamente una hipocresía señalar que esta ley busca proveer para consumo personal». Convocando los estigmas clásicos agregó que «es mucho más difícil que los menores de edad no sean consumidores cuando ven que sus padres y abuelos autocultivan y la sociedad acepta como legítima esta droga».
Mas, al final del día se impuso la sensatez. Recordemos que en 2004, tanto la Cámara como el Senado, aprobaron la actual ley de drogas por unanimidad, con la sola excepción del ex senador Nelson Ávila. Era un momento hegemónico del relato patologizante sobre los usuarios de sustancias declaradas ilícitas y la estrategia consensuada era declarar la ‘guerra a las drogas’.
¿CUÁL ES LA POSICIÓN DEL GOBIERNO?
El interés despertado por la noticia provocó que esta mañana el gobierno saliera a marcar su posición al respecto. El vocero Marcelo Díaz, sostuvo a la prensa en el habitual punto de prensa en el palacio de gobierno, que según lo conversado con el ministro del Interior, Jorge Burgos, hay voluntad del gobierno de involucrarse en el debate. “Hay una cierta saturación del enfoque puramente punitivo. Aquí hay un componente que tiene que ver con salud pública. La reflexión que han hecho los diputados que los llevo a aprobar este proyecto ayer es parte de las ideas que tienen que estar sobre la mesa“- sostuvo.
Por primera vez el gobierno reconoce la ‘saturación’ del enfoque punitivo, mas el resto de la frase tiene las ambigüedades características de la política de en la medida de lo posible de la Nueva Mayoría.
Una pista respecto de la posición que va a asumir el gobierno de Bachelet frente al cannabis la dio el subsecretario de Salud Pública, Jaime Burrows, cuando fue invitado a la Comisión de Salud de la Cámara al momento de discutirse el proyecto de ley. En la ocasión Burrows sostuvo que era contrario a despenalizar el autocultivo, el consumo medicinal y recreativo del cannabis. Argumentó su posición diciendo que “en cerebros en desarrollo, sí puede producir daños el consumo de la marihuana y, por lo tanto, es un consumo riesgoso”.
Al igual que en varias otras temáticas reclamadas por la sociedad chilena, en el tema de política de drogas, el gobierno no tiene ni la iniciativa, ni una formulación sólida para gestionar el uso de vehículos de ebriedad. Sus estrategias oscilan entre la criminalización, para así no incomodar a Estados Unidos, principal país promotor de la actual guerra contra las drogas (pese a que a nivel estadual en 16 estados se permite el uso médico del cannabis); y la negación de la eficacia de la reducción de daño como estrategia para enfrentar consumos problemáticos.
LA CAÍDA DEL PARADIGMA PROHIBICIONISTA
La respuesta del Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda), dirigido por Montenegro, fue esperar el fin del debate de la ley para publicar los resultados del Estudio Nacional de Drogas en población general de Chile, realizado en 2014. Las conclusiones del informe acusan un aumento del consumo y una disminución de la percepción de riesgo.
Presentado por Montenegro, el estudio dice que hubo un aumento del consumo de de cannabis entre jóvenes entre los 12 a 18 años, que aumentó respecto de 2012 de un 6,7% a un 13,5% en 2014. También se registró un aumento de 7,1% a 11,3% de consumo de marihuana en el grupo etario entre 19 y 25 años. El psiquiatra argumenta que esto es producto de la disminución de la percepción de riesgo respecto del uso de la planta, que disminuyó en el mismo periodo de un 46,8% a un 34,4%.
El estudio indica también un aumento del consumo de cocaína a un 1,4% en hombres, la mantención del consumo de pasta base en un 0,5% y un aumento fuerte de consumo de alcohol del 40,8% al 48,9% en la población en general.
En una entrevista publicada hoy, Montenegro sostuvo que “en Chile el consumo de marihuana es alto y tenemos que reducirlo. Por ello, todo lo que aumente la disponibilidad, se traduce irremediablemente en más consumo”. Argumentó que en Chile “el 60% de los adolescentes en tratamiento es por consumo de marihuana y que entre los adultos es el 25%. En el otro 75% en tratamiento, que es principalmente cocaína y pasta base, lo acompaña casi en un 80% la marihuana como segunda droga. Es decir, la marihuana genera pacientes y el Estado está gastando más de $ 40 mil millones en tratar de rehabilitar personas con consumo problemático”.
El día anterior la discusión se centraba en las propiedades terapéuticas del cannabis, el fracaso de la prohibición y el derecho al consumo recreativo. El uso de Montenegro de estadística sobre aumento de consumo como procedimiento de verosimilitud da cuenta de una falta de argumentos sólidos para responder a las críticas de la actual prohibición desde los ámbitos de políticas públicas y derechos humanos. También demuestra la ausencia de argumentos científicos serios, reduciendo el problema a que hay más consumo de cannabis, como si el consumo de por sí fuera algo negativo, una caja negra imposible de discutir.
La responsabilidad de la marihuana en los índices de tratamiento acaba siendo otra manipulación estadística. Es de interés que Montenegro transparente las fuentes a partir de las cuales hace esta aseveración. Basta considerar que muchos tratamientos a adolescentes mayores de 16 años motivados por el consumo de cannabis, tiene más que ver con la angustia de sus padres, cuyo estilo de pensamiento está condicionados por la visión patologizadora y estigmatizante, que con consumos problemáticos de personas que comienzan a experimentar moduladores de la sensibilidad. Y un dato no menor es que en la actual ley de drogas, una salida cuando se es procesado por consumidor es acogerse a un tratamiento médico. O sea, la misma ley patologiza a usuarios no problemáticos para abultar las estadísticas.
En Estructura de las Revoluciones científicas, el filósofo e historiador de las ciencias Thomas Kuhn, comentaba que un paradigma científico supera a otro por su eficacia. En el campo del conocimiento durante un tiempo operan un conjunto de normas reconocidas por una comunidad de expertos, las que orientan el desenvolvimiento del campo de saber, definiendo los problemas, los instrumentos a usar y las metodologías válidas. El paradigma significa para los científicos una promesa de éxito. Llevamos más de un siglo de que la psiquiatra medicalizara el uso de vehículos de ebriedad, patologizando su consumo. Hoy se reconoce como fracasado la reducción a un problema médico que desvinculara contextos sociales y el ideal de la abstención como cura. A la par se inventó una guerra a las drogas que terminó siendo una cruzada que estigmatizó usuarios, fomentó el comercio ilegal de las sustancias prohibidas y generó una estela de violencia y corrupción en varias sociedades.
Hoy el paradigma prohibicionista no es capaz de explicar todos los efectos negativos de la política de drogas vigente. Sus retóricas que han reducido la discusión a la entrega de datos estadísticos, ya sea disminución o aumento de consumo, son incapaces de responder a las anomalías generadas por la misma estrategia prohibicionista en las sociedades. Kuhn comentaba que el descubrimiento comienza con la percepción de la anomalía. De esta forma, el cambio se inicia cuando el paradigma vigente no responde a los problemas encontrados. O sea, Montenegro no saca nada con intentar desde guarismos estadísticos convencernos de que la criminalización de la marihuana es la mejor forma gestionar su uso. Asistimos a una mudanza radical que se inicia con el cannabis, pero que con el tiempo va a alcanzar la gestión de todas las drogas. No es sólo una nueva interpretación de los datos de la experiencia tras un siglo de prohibicionismo, se trata de una manera diferente de observar el fenómeno. La respuesta del Senda del día de hoy al avance en la calidad de la discusión respecto del cannabis, da cuenta de que los lentes de Montenegro no están preparados para este cambio. Su retórica es la del paradigma que se cae a pedazos.
¿Estarán preparados los lentes de la presidenta Bachelet?
Mauricio Becerra Rebolledo
@kalidoscop
El Ciudadano
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