En esta cuarta entrega sobre el movimiento libertario en Chile y continuando con el homenaje a Daniel Barret (Rafael Spósito) -quien falleció el pasado 24 de agosto- les ofrecemos extractos de un texto suyo que apareció a comienzos de 2007 en Caosmosis: «El mapa del despertar anarquista: su expresión latinoamericana. Listado de nucleamientos, presencias y actividades anarquistas».
A Sergio Terenzi (Urubú) de Argentina, a Claudia López Benaiges de Chile, a Nicolás Neira de Colombia, a los muchachos presos ayer en Guadalajara y hoy en Oaxaca y a aquella sangre joven todavía en grado de ebullición sobre la cual se edifica el movimiento anarquista latinoamericano de nuestros días y de los días por venir. Y a Bradley Will, por supuesto, porque “anarchy” quiere decir “anarquía” y “libertad” también puede pronunciarse “freedom”.
Un objetivo, un deseo o quizás un anhelo básico, apremiante, de urgida palpitación y que tiende a volverse obsesivo, ha animado la confección del listado y de las reflexiones que aquí se presentarán: ofrecer el sustrato informativo y conceptual mínimo e imprescindible para el establecimiento de redes de relación libertarias en América Latina; una tarea que, en algún futuro impreciso y sin embargo preferiblemente próximo nos gustaría extender a aquellos países del continente cuyas lenguas oficiales o extra-oficiales no son de origen latino, pero cuentan en cambio con una proximidad geográfica que los vuelve tentadores compañeros de ruta.
Este listado, entonces, puede y debe ser leído e interpretado como el mapa regional, seguramente incompleto, tentativo y algo más que provisorio, de ese despertar; y también como la guía actualmente disponible de aquellas referencias básicas a través de las cuales esa exigencia de renovación y puesta a punto busca los soportes de carne y hueso, individuales y colectivos, que le den respuesta y satisfacción.
En Los sediciosos despertares de la anarquía nos manejamos con una convicción básica: el anarquismo como propuesta revolucionaria radical experimenta un resurgimiento fuerte que fue incubándose de diferentes modos a lo largo de la década de los 90 y que “oficializa” ese espontáneo e inesperado auge, a los ojos del mundo y del propio movimiento que lo encarna, fundamentalmente a partir de las grandes movilizaciones de Seattle, a fines de 1999 y en ocasión de la reunión de la Organización Mundial de Comercio; algo que tal vez encuentre su equivalencia latinoamericana en el entrañable grito de “¡que se vayan todos!” que distinguió al levantamiento popular argentino de diciembre de 2001.
Sin embargo, la percepción de este nuevo repunte, de este sedicioso despertar, no debería agotarse en su mera constatación triunfalista sino que reclama distinguir y destacar algunos elementos que es necesario atender.
En primer lugar, este resurgimiento dista de ser homogéneo y no se presenta con la misma fuerza ni los mismos rasgos en las distintas regiones del mundo; el fenómeno no se expresa de idéntica forma en Europa continental, en los países anglosajones, en América Latina o en África y Asia -lugares, estos dos últimos, donde parece, por razones casi obvias, ser considerablemente más débil o presentar, en algún país, el carácter de novedad histórica absoluta.
En segundo término, nuestro despertar se manifiesta a través de múltiples ejes y no todos los agrupamientos surgen y evolucionan a partir de entendimientos comunes sino que, antes bien, parecen adoptar siluetas diversas luego de haber afirmado su lejano origen compartido.
Por último, la propia configuración de este nuevo florecimiento está planteando implícitamente una ardua labor de comprensión y acercamiento que permita re-elaborar el sustento teórico-ideológico que lo justifica y que, a su vez, habilite darle al mismo desarrollo y profundidad.
El establecimiento de un denso tejido conectivo, de múltiples redes provisorias, superpuestas y de prioridades intercambiables, que potencien y amplifiquen nuestras posibilidades, que liberen las capacidades de diálogo y entendimiento, que abran espacios de actuación conjunta, parece ser la herramienta más apropiada a nuestro escenario histórico.
El objetivo de este trabajo, entonces, será también producir una primera o segunda aproximación a las condiciones materiales de esa posibilidad, de esa necesidad y de esa urgencia, ciñéndonos estrictamente a los mensajes que ya es factible descifrar en el espacio latinoamericano.
En tanto ésa es la idea básica, nos hemos permitido aprovecharnos, a nuestro modo y según nuestras propias intenciones, de un esfuerzo, de unos años de indagación empírica y de unos resultados que no nos pertenecen y que son un mérito exclusivo de los compañeros venezolanos de la Comisión de Relaciones Anarquistas (CRA); especialmente de Nelson Méndez y Alfredo Vallota, que ya ofrecieran valiosos anticipos parciales en la misma dirección contenidos en las sucesivas versiones de su Bitácora de la Utopía, en la posterior lista de Enlaces web anarquistas y afines en castellano emprendida por Méndez en solitario y de cuya persistencia y reorientación surgió luego un fermental directorio anarquista latinoamericano constituido ahora en material de referencia imprescindible sobre el tópico.
CHILE
Se presume que se remontan a 1897 los primeros registros de una presencia anarquista de invocación expresa y colectivamente organizada en Chile, luego de un período formativo de influencia mutualista y tolstoiana. Es al calor de aquellas primeras publicaciones que irá produciéndose en los medios obreros un desplazamiento desde el mutualismo a las prácticas de resistencia.
Los anarquistas chilenos aparecen consustanciados con grandes movimientos huelguísticos a principios de siglo: en 1903, en Valparaíso; en la Semana Roja de 1905 o en la tragedia de Santa María de Iquique, a finales de 1907.
Luego, en setiembre de 1919, se funda la Federación Obrera de Chile, en cuyo seno se expresarán minoritariamente sectores libertarios, los que se agruparán sobre todo, apenas unos meses después, como sección local de los Industrial Workers of the World.
Más tarde, en 1925, la IWW sufre una escisión de sus sindicatos más fuertes y dan lugar a la formación de la Federación Obrera Regional Chilena.
En 1931, languideciendo ya la influencia anarco-sindicalista, fuertemente golpeada por la represión del régimen militar de Ibáñez, se constituye la Confederación General de Trabajadores; la que, a diferencia de su predecesora, opta por una organización de base regional antes que por las federaciones de industria características de la IWW.
Con posterioridad a esta fecha, se mantiene en Chile una presencia atenuada y de baja organicidad pero real de todos modos.
Una presencia que va acrecentándose en los tramos finales de la lucha contra la dictadura pinochetista hasta la actual situación de exuberante despertar; una situación de la cual seguramente su mejor emblema es la joven compañera Claudia López Benaiges, asesinada por los cuerpos represivos el 11 de setiembre de 1998.
Entre los actuales nucleamientos anarco-sindicalistas podemos ubicar a Solidaridad Obrera de Concepción, vinculado a la AIT, y al Grupo Anarquista Germinal, de la localidad de Penco.
Mayor desarrollo parecen tener los grupos “especificistas”: la Organización Comunista Libertaria, el Colectivo Agitación Libertaria de Arica, el Movimiento Libertario Joaquín Murieta de Temuco, el Frente de Estudiantes Libertarios y la revista Hombre y Sociedad.
En principio, a falta de mayor información, estaríamos dispuestos a suponer que la orientación de tales nucleamientos se halla en casi todos los casos más próxima a las posiciones que hemos caracterizado como “plataformistas” que a las propias de las federaciones “de síntesis”.
Mientras tanto, también encontramos en Chile algunos espacios que encajan perfectamente en la categoría correspondiente a aquellos grupos cuya naturaleza se define básicamente por el atesoramiento, la reproducción y la difusión de materiales formativos e informativos: el Instituto de Estudios Anarquistas, la Editorial Espíritu Libertario, la página web Anarquía.cl, el Colectivo Anticopyright y el Centro Social Anarquista Claudia López.
Seguramente, aunque el colectivo en sí no tiene una definición propiamente anarquista, también deberíamos incluir aquí a los libertarios que forman parte del Colectivo Autónomo de Contrainformación Hommodolars.
Una vez más, también en el caso chileno encontraremos que la categoría más nutrida es la de aquellos grupos de acción contracultural: la distribuidora y sello Desobediencia, las Ediciones DSOBDC, el fanzine Akción Direkta, el Kolectivo Anarco Punk en Lucha de Valparaíso, la banda Malgobierno, los también punks de Terapia Radial, la Orgánica Anarquista La Idea, el Colectivo Libertario Maldita Cruz, Intoxicación, Ruido Libertario de Copiapó, Ñuñoa Rebelde y Libertaria, Anarquía y una rosa, Bomber, Colectivo Proyecto Urbano Anarquista de Antofagasta, el zine Nuevo Extremo y la web Subversión.
Tal como lo hemos hecho en otros casos, agruparemos también aquí a dos colectivos feministas: Mujeres Creativas y Amazonas al Choke.
En el plano de actuación propio de aquellos nucleamientos cuyo principal centro de interés está constituido por las instituciones específicamente represivas del Estado mencionaremos a los grupos antimilitaristas GOKE y Ni Casco ni Uniforme así como al grupo de prisioneros políticos Kamina Libre.
Por su parte, entre los grupos “autónomos”, hemos conseguido relevar al menos los siguientes: Colectivo Esperanza Libertaria de la Comuna de Puente Alto, Bandera Negra de Santiago, Senda Libertaria de La Serena, Organización Libertaria ¡J@!, Coordinadora de Jóvenes Libertarios, Kolectivo de Acción Antifascista, Red Anarquista del Sur y Corriente Revolución Anarquista.
Finalmente, a diferencia del relevamiento anterior, no hemos podido constatar actividad actualizada del grupo feminista Las Clorindas, de la Coordinadora de Acción Libertaria Rizoma, del colectivo Zoociedad Anarkista y de los zines Nueva Era y La Otra Visión.
por Daniel Barret