Impredecible y complejo, el reacomodo de las fuerzas políticas y económicas a escala global, sugiere la necesidad de apuntalar las conquistas alcanzadas. Por consiguiente, triunfos electorales como los de Brasil, Bolivia y Uruguay ameritarían ponderaciones menos mezquinas que su aparente carácter pírrico. A más de otros procesos similares que asoman en el horizonte (Venezuela, Ecuador, Argentina), que podrían entrar en una etapa de amesetamiento a causa de la crisis económica mundial.
Pero lo inusitado radica en las potencialidades emancipadoras de los procesos que, desde América del Sur, transmiten fuertes mensajes democráticos a los más castigados de México y América Central.Cuadro multicolor, en suma, que empieza a dar cuenta de multifacéticas realidades sociales, y de alianzas políticas dispuestas a encauzar reclamos, reivindicaciones y derechos soterrados en 200 años de frustraciones republicanas.
En el campo contrario, el viejo orden conservador, que ayer criticaba el escaso talante democrático de las representaciones de los pueblos en lucha, y hoy deplora que con sus propias reglas alcancen, democráticamente, espacios de poder. Fenómeno que en ciertas izquierdas académicas (empecinadas en marcar las diferencias entre revolución y reformismo, y en cambiar el mundo, pero totalmente inútiles para cambiar un simple plan de estudios) también son causa de mal humor, desconcierto y fastidio.
En algunas páginas insurgentes de la web, esas izquierdas (¿está bien dicho vigesimonónicas?) que anuncian el fin del ciclo progresista o la inminente llegada de la revolución anticapitalista subyace un modo de ver las cosas que, paradójicamente, subestima a las fuerzas vivas del viejo orden sistémico. Orden que sin discurso y sin proyecto cuenta aún con inteligencia y poder para restaurar su poderío. Y que para lograrlo aglutina informalmente un entramado de medios de comunicación, consultorías políticas, el llamado crimen organizado y empresas de mercenarios, pandillas y sicarios que se reclutan en los pantanos del modelo neoliberal. Veamos algunos casos que calzan al hilo.
A escala continental (y fuera de las izquierdas) ningún adalid de la ética y la moral republicana tomó distancia de las declaraciones de Mario Vargas Llosa cuando de plano incitó al ajusticiamiento del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro (entrevista con el periodista Jorge Ramos, 22 de septiembre de 2014). Declaración que asusta menos que el silencio de los que aseguran no coincidir, pero que el marqués tiene derecho a pensar distinto.
En Ecuador, el joven Mauricio Rodas (quien llegó a la alcaldía de Quito con el apoyo de no pocos izquierdistas enemigos del presidente Rafael Correa) empezó a perder prestigio luego de que su presunto consultor, el mexicano Luis Ignacio Muñoz Orozco, fue acusado en Estados Unidos de lavar de dinero para el cártel de Sinaloa. Rodas es bien conocido en México, y resulta harto interesante revisar la nómina de mexicanos que integran la Fundación Ethos, que en su página de Internet se presenta como laboratorio de ideas ( Proceso, número 1983, 2/11/14).
En Argentina, el periodista Jorge Lanata (mascarón de proa del otrora progresista diario Clarín, salpicado hoy con sangre de los torturados y desaparecidos de la dictadura militar) causó conmoción al humillar al niño Casey Wander (11 años) por haber manifestado en una entrevista casual su apoyo al kirchnerismo, con precisión y entusiasmo. El video fue subido a la red, convirtiéndose en viral. Entonces Lanata (conductor de un programa de televisión de alto rating) lo injurió públicamente diciéndole que sus padres lo estaban cagando. Sobra recordar que Clarín y Lanata son las víctimas preferidas de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que en sus reuniones semestrales condena de oficio la ausencia de libertad de expresión en Argentina.
Y en Chile, el ex capitán del ejército Augusto Pinochet (Molina), nieto del dictador, anunció la creación de un partido que espera consolidar como una nueva alternativa (sic) en la política del país andino, y que llevaría por nombre Orden Republicana mi Patria (sic), entidad patriótica, libertaria e integradora que califica de hechos puntuales (sic) las violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1973 y 1990.
Según Pinochet Molina, “…la idea es plantear una nueva opción (sic); una derecha más derecha, sin ninguna vergüenza de lo que somos”. La página web de Avanzada Nacional asegura que el año pasado se reunieron más de 20 mil firmas para registrar el nuevo partido político en la región del Biobío.
Fuente: La Jornada visto en Red Digital