Con un presupuesto de 1.2 billones de pesos, el Ejército, la Armada y las FACH mantienen un alto poder de fuego que incluye el establecimiento de unidades flexibles y de gran movilidad que pueden enfrentar una eventual “guerra interna”. Ex altos mandos representan a la derecha en diversos ámbitos y se mantienen temores por el rol deliberativo de los cuerpos armados.
Son muchos los secretos que se guardan en los archivos de las Fuerzas Armadas. Pero hay también informaciones que permiten establecer características e intenciones de los cuerpos militares chilenos (Ejército, Armada y Fuerza Aérea) que no dejan de estar en la mira de la opinión pública por diversidad de situaciones.
Las FF.AA. chilenas están integradas por 71 mil uniformados (40 mil el Ejército, 20 mil la Armada y 11 mil la FACH) y de acuerdo a informes oficiales y de entidades académicas, tiene un presupuesto de 1.2 billones de pesos que equivale a alrededor del 3.5% del Producto Interno Bruto nacional. Según el Instituto Libertad y Desarrollo, el presupuesto de los militares subió un 2.2% en 2012 respecto al 2011. Chile está entre los países que más gasta en Defensa a nivel de América Latina y El Caribe.
Según la Constitución, las FF.AA. “existen para la defensa de la patria y son esenciales para la seguridad nacional”, concepto este último que a lo largo de la historia reciente se ha prestado para interpretaciones que llegan al punto de situar en los cuerpos militares la posibilidad de intervenir en situaciones sociales y política internas. Un ejemplo reciente fue el uso de avión de transporte militar de la FACH utilizado para el traslado de personal y vehículos de las Fuerzas Especiales de Carabineros que iban a reprimir huelgas de trabajadores.
El poder de fuego de los militares chilenos están dado por la capacidad de artillería, infantería, “caballería”, fuerzas especiales y de otro tipo de las 6 Divisiones del Ejército; los aviones de combate F-16 y F-5E, helicópteros Bell UH-14 y otros, de las FACH desplazada en 5 Brigadas aéreas en todo el país; y por 5 submarinos, 7 lanchas misileras, 8 fragatas de diverso tipo y buques de guerra de la Armada.
ACONDICIONAMIENTO ÚTIL PARA “GUERRAS INTERNAS”
La Defensa de Chile tuvo en las últimas dos décadas varias transformaciones, sobre todo destinadas a comprimir, re/situar, potenciar, transformar y reducir las divisiones, cuerpos armados, brigadas, unidades, de tal manera de pasar a un concepto “territorial” y extendido de la fuerza, a uno más dúctil, operativo, pequeño, de fácil desplazamiento, que es más apropiado al tipo de guerra que se desarrolla en la actualidad donde, entre otras cosas, se usa una alta tecnología, aparatos y armamento sofisticado, con operaciones informatizadas y pequeños grupos de militares que actúan como comandos multifacéticos.
Lo peligroso de ello, según varios escritos de analistas, es que esa forma de estructuración y operación de las Fuerzas Armadas, permite el fácil desarrollo de “las guerras internas” y de ataque a “enemigos internos” que en Latinoamérica suelen ser los pueblos indígenas, fuerzas insurgentes, movimientos sociales y sindicales y cualquier “grupo desestabilizador”.
Esa modalidad, y en la perspectiva señalada, es seguida por las fuerzas militares en Israel y Colombia, países paradigmáticos en las “guerras internas” y contrainsurgentes y cuyos altos mandos tienen fluidas y amistosas relaciones con los Oficiales chilenos y, en este años, con el Presidente de la República y el Ministro de Defensa.
El mejor ejemplo de cómo llegan a la actualidad las FF.AA. chilenas es el Plan Alcázar, ideado y materializado por el Capitán General Augusto Pinochet, cuando todavía –y gracias al peculiar proceso de transición pactada ocurrida en Chile en los años posdictadura- era Comandante en Jefe del Ejército.
Ese proyecto, terminado recién el año pasado (hasta en esto hay continuidad de “la herencia de la dictadura”), definió no crear más Divisiones del Ejército (como la que se instalaría en Temuco), fusionar unidades y Divisiones, flexibilizar la estructura de esta rama de las FF.AA., preparar el contingente militar para diversidad de situaciones que incluyen problemas dentro del territorio nacional, concentrar las unidades, garantizar la movilidad, etc.
La idea fue además “lograr un Ejército…debidamente integrado al quehacer de la sociedad y participativo en la gestión del Estado, capaz de producir efectiva disuasión y estar preparado para enfrentar distintas situaciones de riesgo en las mejores condiciones”.
Junto a eso, tanto el Ejército como la Armada y la FACH potenciaron sus unidades de fuerzas especiales y comandos, que son las óptimas para operaciones bélicas rápidas, eficaces, con alto poder de fuego, y que resultan de mucha utilidad en espacios dentro del territorio nacional sobre todo, por ejemplo, para atacar grupos insurgentes o de revoltosos armados. De ahí que, por ejemplo, legisladores y organizaciones civiles criticaran la base militar extranjera hegemonizada por militares estadounidenses en Con Con, Región de Valparaíso, porque se preparan unidades pequeñas de comandos con características contrainsurgentes; no fue menor ver a carabineros adiestrándose allí.
PARTICIPACIÓN POLÍTICA
Desde el punto de vista doctrinario, prevalece en el ámbito del análisis, las percepciones y los temores, el carácter finalmente deliberativo de las FF.AA. chilena que está presente en toda la historia del país, pero con especial énfasis en los sucesos ocurridos a partir de septiembre de 1973.
Un punto de inflexión en ello fue el seminario organizado por el sucesor de Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército, general Ricardo Izurieta, bajo el título “El Ejército de Chile y la Política Nacional: Las Últimas Décadas”, destinado a adiestrar a oficiales y miembros de esa institución en la realidad política chilena. Eventos análogos, aunque quizá de menor alcance y hasta más informales, se produjeron en la Armada y la FACH.
En los más de 20 años de democracia formal en el país, varios ex comandantes en jefe de las FF.AA. se convirtieron en senadores representando a los partidos de la derecha, jefes de áreas académicas de universidades conservadoras, comentaristas y analistas políticos (donde destacaron las críticas a la ex Mandataria socialista Michelle Bachelet) y hubo situaciones como que el ex jefe del Ejército, Oscar Izurieta, asumiera como subsecretario del Ministerio de Defensa del gobierno de l derechista Sebastián Piñera.
Aunque la mayoría no son públicos, se sabe que los textos de estudio y la doctrina que se imparte en las ramas militares chilenas tiene un carácter conservador, anticomunista, contrainsurgente, de prevalencia de la religión católica, y de concepciones estratégicas y tácticas que incluyen la defensa del país, en lo que se consideran a “los enemigos internos”.-
Por Hugo Guzmán
El Ciudadano
Publicado en El Ciudadano nº 127, segunda quincena de junio 2012