Esta semana Haití vive jornadas de huelga de transporte y disturbios, como consecuencia del anuncio del aumento en los precios de los combustibles anunciados por el gobierno del presidente Jovenel Moise. Sin embargo, a pesar que la medida fue suspendida, el tono de la protesta sigue siendo virulenta o más bien vandálica.
Curiosamente, sectores del empresariado y factores políticos de oposición condicionan su apoyo a la institucionalidad haitiana, justo cuando se desarrollan las protestas violentas, dejando entrever que detrás de estas acciones se están manejando intereses políticos y económicos.
Moise, en un país donde no abundan ni vehículos, ni dinero para comprarlos, anunció un aumento del 38% en los precios del combustible, medida fiscal para equilibrar el presupuesto. Esta decisión generó la protesta de manifestantes que incendiaron edificios gubernamentales, hoteles y negocios den la capital, Puerto Príncipe.
“Cancelamos los aumentos de los precios (de los combustibles) y comprendemos por qué la gente está enfadada”, dijo el primer ministro Jack Guy Lafontant, quien señaló que, en los últimos 17 meses, el gobierno de Moise ha hecho “mucho para mejorar la situación de la población”.
Lafontant , Primer Ministro de un gobierno que no llega a dos años en ejercicio, solicitó una investigación sobre las protestas que en pocas horas convirtieron a la capital del país en una zona de guerra.
Manos atadas
A ocho años del terremoto que devasto al país caribeño, más de dos millones de haitianos aún dependen de la ayuda humanitaria. Millones de dólares en ayuda exterior terminaron en manos de la élite local y casi el 90% del financiamiento foráneo se desembolsó a través de agencias de las Naciones Unidas, contratistas privados, agencias civiles y militares extranjeros.
El Estado se encuentra en minusvalía frente a las Organizaciones No Gubernamentales y la clase empresarial que recibe millones de dólares del exterior, monopoliza la producción, distribución y comercialización de alimentos en el país.
Influenciadores
El Instituto de la Paz de Estados Unidos advirtió que si el Ejecutivo haitiano no empezaba a cuidar mejor a sus ciudadanos, «la primera república negra del mundo pasaría de una crisis a otra». De ser así, sería un gran negocio para este tipo de organizaciones interesadas en recibir y administrar fondos humanitarios, los cuales generalmente son desviados o invertidos en negocios turbios.
En plena crisis, el Foro Económico del Sector Privado emitió un comunicado en el que recomendó a Moise solicitar a Lafontant que presente su dimisión “sin demora”, para ofrecer una salida al estancamiento político actual. Esta exhortación coincide con la de los dirigentes del Parlamento nacional.
En este sentido, el presidente de la Cámara de Diputados, Gary Bodeau, afirmó que tanto él como el titular del Senado, Joseph Lambert, instaron a un cambio de Gobierno más inclusivo. En otras palabras: salir del hombre de confianza del Presidente e incluir a otro que les genere confianza, a ellos.
Mientras tanto, el Mandatario convocó a su despacho a ambos parlamentario y el titular de la Corte Suprema, Jules Cantave. Adelantó que discutiría con ellos las medidas a adoptar para “enderezar” la situación, pero el Gobierno no ha ofrecido detalles sobre los resultados del encuentro.
Al final, todo apunta a que esta coyuntura la estarían aprovechando sectores opositores y económicos para nombrar un Primer Ministro que se ajuste a sus intereses. Quien sabe si mañana entonces sea el propio Presidente quien tenga que dimitir en caso de no llenar las expectativas de esta coalición.