Pensilvania es uno de los estados clave y en estos comicios podría ser la esperanza de Donald Trump para llegar a la Casa Blanca. Desde 1964 los candidatos que han ganado este estado han logrado llegara a la Presidencia.
A pesar de que las encuestas no le han dado ninguna victoria desde la convención republicana del verano pasado, el republicano ha logrado aglutinar el voto rural y de las zonas siderúrgicas y mineras del oeste del estado, alrededor de Pittsburgh, lo que ha permitido acercar las posibilidades de una victoria republicana, hasta hace poco impensable.
El hecho de que Pensilvania sea uno de los estados del este de los Estados Unidos que aporta más votos electorales (20), sólo superados por los 29 de Nueva York y Florida, agrega influencia a quien sea el vencedor.
Sin embargo, en los suburbios de Filadelfia se acumula una importante cantidad de voto femenino tradicionalmente republicano que esta vez le giró la espalda a Trump tras el escándalo del video en el que el magnate neoyorquino aparece menospreciando y denigrando a las mujeres.
Precisamente, en uno los barrios más periféricos, Berwyn, el candidato republicano envió a su esposa, Melania Trump, el pasado jueves para tratar de suavizar su imagen entre las mujeres blancas urbanas.
Según medios internacionales, se espera que el rango de participación en estas elecciones sea entre el 50 y 60% en este estado.
Si Pensilvania se le escapa y cae en manos demócratas, la alternativa para Trump pasaría por ganar en los estados más pequeños que aún le bailan y le pueden asegurar los delegados necesarios como Nevada y Nuevo Hampshire, uno de los feudos que los demócratas consideran suyos según predicciones de las encuestas.
Si ambas opciones se caen, Trump tendría que sumar sí o sí victorias en los estados más pequeños donde Obama ganó en 2012 pero con mejor predisposición para los republicanos en esta ocasión, como podrían Michigan, Wisconsin, Virginia, Colorado y Nuevo México. Y junto a estos, no olvidar Iowa y/o Nevada.