El 19 de noviembre de 2017 la inmensa mayoría de los chilenos tiene la gran oportunidad para castigar a una elite política que lo viene maltratando, martirizando y oprimiendo desde hace ya más de 40 años. En efecto, el 80% de los chilenos tiene un ingreso y un estándar de vida miserable. Ellos ganan un promedio de 500 mil pesos al mes o menos.
Pasan la mayor parte de sus vidas endeudados. Padecen en silencio de un pésimo sistema de salud, donde todos los años mueren miles de ciudadanos pobres esperando una consulta médica especializada. Los hijos de esta inmensa mayoría pobre, reciben una pésima educación, ya sea en dilapidadas escuelas municipales o en colegios semiprivados donde a sus dueños sólo les interesa el lucro. Con este tipo de deficiente educación, no hay ninguna posibilidad de que las nuevas generaciones obtengan una vida menos sacrificada que la de sus padres y abuelos. Los adultos mayores caen también en la categoría de indigentes, ya que el sistema de pensiones sólo está diseñado para hacer ganar fortunas a los dueños de las AFP. El sistema de transporte público parece ser uno de los peores del mundo moderno. Esta es una tortura diaria que se repite como una pesadilla interminable que nunca tiene fin. Servicios básicos como el agua, la electricidad, el alcantarillado, el gas, etc., etc., están a cargo de un corrupto e ineficiente sector privado. Hace unos pocos meses atrás, cayó una nevada en la zona central de Chile y muchos hogares se quedaron sin energía eléctrica por varios días. Las sacrificadas víctimas aún siguen esperando las prometidas compensaciones por la falla en el servicio.
La administración de los bienes y servicios sociales en Chile está en manos de dos grandes grupos de organizaciones. Por un lado está el sector empresarial privado y por el otro está el ineficiente y corrupto sector público. El empresariado chileno es ineficiente y corrupto debido a que sus miembros perdieron el importante concepto católico llamado “nobleza obliga”. Este importante principio ético fue dominante en Chile desde tiempos coloniales y duró hasta la corrupta administración del presidente José Joaquín Pérez en los años 60 del siglo XIX. Antes de esta paradigmática fecha, el ciudadano rico y poderoso tenía la obligación moral de ayudar inteligentemente a sus congéneres menos favorecidos por la fortuna. Esta conducta abruptamente terminó cuando Chile abandonó la ideología conservadora y la reemplazó por la ideología liberal. Desde esa fecha en adelante los empresarios chilenos se dedicaron con fervor a la búsqueda de la ganancia exagerada y al lucro económico. También a gozar integralmente de todos los beneficios que otorga una gran riqueza. El consumo superfluo invadió a todos los rincones de la elite y este fenómeno siguió creciendo hasta nuestros días. Hoy día el empresariado nacional carece de todos los elementos morales y éticos que caracterizan al capitalismo moderno. Los empresarios de verdad -aquellos que fueron analizados en profundidad por Adam Smith, Max Weber, Schumpeter, y luego cientos de académicos estadounidenses y europeos-, en Chile no existen. Y lo que es peor aún, los buenos empresarios extranjeros que llegan a Chile a trabajar en las multinacionales, con inversiones en el país, gradualmente adoptan la misma conducta corrupta de los empresarios locales. La persecución del mérito, el logro, el bien común y el bienestar de la comunidad toda, no son temas relevantes. Lo único que importa es maximizar el lucro y amasar fortuna tan pronto como sea posible, aun cuando esto termine arruinando a todos aquellos ciudadanos que no pertenecen a la elite.
Por su parte, el sector público productor de bienes y servicios, sólo sirve para satisfacer las necesidades de la elite y para dar empleo a los cientos de miles de ciudadanos que han decidido vender su participación política y su voto a cambio de un cargo público bien remunerado. La administración pública chilena está así categorizada como una administración corrupta. A ella se la ha denominado con los nombres de “sistema del pituto”, “sistema de despojo”, “sistema clientelista”, “sistema de patronato”, “sistema de administración patrimonial”, etc., etc. Todo esto significa que los empleados públicos de niveles medios y superiores son reclutados y seleccionados de acuerdo a la cantidad y calidad de servicios electorales que ellos han prestado a los políticos triunfadores en las elecciones que invariablemente se repiten en forma periódica. De esta manera, el funcionario es leal al político que le consiguió trabajo y no tiene ninguna lealtad a su jefe formal inmediato. De esta forma la línea de mando se rompe catastróficamente y la eficiencia burocrática se va al suelo.
Ante este monumental descalabro, no hay ningún servicio público chileno que funcione de acuerdo a los altos estándares de productividad que la ciencia de la administración pública ha discutido y analizado en los últimos doscientos años. Los planes y programas administrativos no existen y cuando ellos se logran construir, estos no se cumplen. Naturalmente las promociones y ascensiones en la escala administrativa no se hacen por mérito, sino que se hacen en función de los servicios prestados al político que le dio el cargo. Todo esto hace que las normas fundamentales y principios que guían el funcionamiento del aparato estatal sean violadas una y otra vez. Los intentos por cambiar el sistema del despojo, no han dado resultado. La creación de la llamada “alta función pública” ha resultado ser un engaño más que la elite le ha hecho al pueblo chileno. Cuando hay nuevas elecciones, los políticos triunfantes ponen en los cargos de alta gestión pública a sus acólitos y protegidos. Ante estas condiciones, la corrupción administrativa es generalizada y las agencias del Estado se han transformado en organizaciones mafiosas que nada benefician al bien público y a mejorar las condiciones de vida de la gran mayoría.
Ante esta extraordinaria situación, los ciudadanos que conforman la inmensa mayoría, o sea, más del 80% de la población nacional, adoptan una conducta de rechazo y resistencia hacia la corrupta elite gobernante. El ciudadano común se convierte en “familista amoral”. Es decir, trata de sobrevivir sólo preocupándose de su familia y de un puñado de amigos. La política y los políticos son algo que se debe evitar como una peligrosa planta venenosa. El ciudadano cae en la apatía política y deja de votar en las elecciones para elegir a las autoridades del Estado. Banfield es un autor que estudia este fenómeno en países del sur de Europa, particularmente Italia y Grecia, viviendo en la primera mitad del siglo XX. ([i]) Luego, Huntington estudia este fenómeno cuando analiza los Estados fallidos de África, Asia y América Latina.([ii]) Finalmente, Fukuyama discute este fenómeno en su monumental obra titulada Orden Político y Decadencia Política, publicado en 2015. ([iii])
De esta forma los dos motores que empujan el desarrollo económico y social en Chile están totalmente averiados e inservibles. Si Chile no tuviese la riqueza de sus recursos naturales sería un país tan pobre como es Haití o los países del África sub sahariana. Si el precio de las materias primas sube, el país sobrevive; si el precio se desploma, el país cae en grave crisis económica.
En las elecciones de noviembre próximo, si gana Piñera, su gobierno va a beneficiar al 20% más rico de la población y naturalmente va a perjudicar a los pobres que son el restante 80%. Si algún candidato antipiñerista gana las elecciones, este político no podrá hacer nada por mejorar el estándar de vida del 80% pobre de los chilenos. La constitución pinochetista actual le amarrará las manos y naturalmente terminará fracasando. En países corruptos como Chile, las elecciones son irrelevantes y la actual estructura estatal actual también es irrelevante. La ciencia política ha analizado a fondo las características principales de una sociedad corrupta y de su Estado fallido. El primer politólogo moderno que estudió este fenómeno fue Maquiavelo. Este llegó a la conclusión que sólo una sucesión de príncipes tiranos podían enderezar el árbol torcido con raíces, troncos y ramas corruptas. En los tiempos actuales, los chinos, los vietnamitas y los cubanos han elaborado e implementado teorías de gobierno que han sido capaces de sacar a sus respectivos pueblos del pantano de la corrupción. Naturalmente que esta empresa dura muchas décadas y también demanda enormes sacrificios.
Es altamente probable que los chilenos, la inmensa mayoría de ellos “familistas amorales”, decidan que por ahora la política es una actividad irrelevante y consecuentemente, en noviembre no votarán. No sería raro que la abstención electoral, el próximo mes, llegue al 70% del electorado.
[i] Banfield, E. The Moral Bases of a Backward Society. Glencoe, Illinois: The Free Press. 1958
[ii] Huntington, Samuel P. “Political Development and Political Decay” en Macridis, R. and Brown, R. Comparative Politics. Illinois: The Dorsey press. 1968
[iii] Fukuyama, Francis Political Order and Political Decay, From the Industrial Revolution to the Globalization Democracy. New York, Farrar, Straus and Giroux, New York, 2015