Quizás lo más común que por estos días han tenido Lagos e Insulza es que ambos se han escondido tras las condiciones para decidir sobre su candidatura. El ex presidente, por su parte, al no ver cumplidos sus requisitos declinó ser candidato presidencial. El Secretario General de la OEA, no ha querido ser menos y también le ha impuesto sus condiciones a quienes lo apoyan. Sin embargo, este último parece motivado más por el temor de que le pongan precio a su cabeza.
Lagos pedía orden y disciplina, lo que significaba participar del nombramiento de los candidatos de la Concertación al parlamento, eliminar a los díscolos, en definitiva, un poder casi absoluto. Lo que llevó a Sergio Aguiló a decir que “lo que quiere (quería) es que lo coronen”. En ese entonces, Insulza se paseaba coqueto por Chile, mostrándose más disponible y tolerante que su ex jefe y principal obstáculo para convertirse en candidato. Al bajarse Lagos, libera a Insulza de la molestia de tener que ser el candidato subsidiario, por si se cae.
Pero con Lagos fuera del camino, el principal defensor de Pinochet en el exterior no quiso ser menos y también le puso condiciones a su candidatura: quiere ser el candidato del PPS y del PRSD también. Las razones que esboza la prensa sería que busca desmarcarse de la directiva del PS, de su sello. Pero, al parecer, de lo que se está cuidando es de las maniobras de la Directiva.
Es claro: conseguir el apoyo de otros partidos para confirmar su participación en las primarias, más que a una ampliación de la base de apoyo, parece más una estrategia defensiva para que no se produzca un canje a favor de Frei a cambio de unas candidaturas protegidas al parlamento. Ya que la continuidad de la concertación en el ejecutivo corre peligro, muchos deben estar pensando en asegurar el chancho e irse al parlamento para no quedar fuera.
Pero Insulza tiene miedo y motivos tiene, basta ver con lo que le pasó a Ricardo Lagos, cuando se aproximaban las primarias –precisamente- contra Eduardo Frei el año 1993. Con Judas a su espalda “apoyándolo” como jefe de campaña no se mitiga este temor. Por otro lado no es tan buen candidato. Y debe saberlo. La última elección que ganó constaba de 35 electores y ni siquiera, digamos, fue una victoria tan digna pues tuvo que ponerse de rodillas ante Bush. En lo político es más bien funcionario, siempre llevó lo que Frei y Lagos le impusieron y, en su cargo actual, tampoco pudo brillar con luz propia, no tuvo liderazgo. Al contrario de cuando estuvo en el gobierno en que obedecía al presidente, en la OEA sólo se hiso de más patrones. Además, no quita votos en la Derecha, a pesar de sus esfuerzos por encantarla cuando trajo de vuelta a Pinochet y, por lo mismo, no cae bien en la izquierda. Por eso Frei tiene más posibilidades y está concitando más apoyos entre la elite dirigente de la Concertación.
No obstante lo anterior, parecer haber consenso en que la concertación no da para más, no aguanta más renovaciones, que no es más que mero discurso, ni la simbología esperanzadora que representó Bachelet en algún momento (¿qué fue del gobierno ciudadano?), para seguir manteniendo unida a la coalición. La concertación hoy no es más que un conglomerado de centro, porque de izquierda o progresista no tiene nada. Camilo Escalona lo confirmó a propósito del rechazo de algunos Senadores oficialistas en la votación de la LGE: “parece que lo novedoso es disfrazarse de izquierdista”. Pero aún algunos políticos e intelectuales del bloque progresista de la Concertación insisten en torcerle la nariz a la historia y se comportan como los contadores de una empresa que, maquillando los balances, pretenden esconder su insolvencia. La concertación de hoy es insolvente en cuanto a ideas progresistas y de izquierda se trata.