El pasado 14 de diciembre se desbarrancó uno de los tres colectivos que transportaba a los gendarmes del Destacamento Móvil 5 de Santiago del Estero hacia San Salvador de Jujuy. La movilización de los gendarmes había sido por pedido del gobernador Gerardo Morales por una supuesta situación de violencia en la provincia.
El colectivo no contaba con las condiciones básicas de seguridad, no había una ambulancia reglamentaria que lo escoltara ni tampoco se respetó la prohibición de trasladar a los gendarmes de noche.
Al colectivo le explotó una cubierta cuando atravesaba el puente sobre el rio Balboa, en la ruta nacional 34, a pocos kilómetros de Rosario de la Frontera, en Salta. En el accidente, considerado el peor en la historia de Gendarmería Nacional, fallecieron más de 40 gendarmes. A cinco meses, la fuerza y el Ministerio de Seguridad de Patricia Bullrich siguen sin dar respuestas a los familiares de las víctimas.
Alexis tomaba tereré en la puerta del destacamento, al aire libre, para aliviar el calor del diciembre santiagueño, que no cede con la noche.
Los tres ómnibus se detuvieron delante de él. La orden era clara: debían viajar a Jujuy por pedido del gobernador Gerardo Morales, en abierto conflicto con la Tupac Amaru que comenzaba el acampe de protesta en la Plaza Belgrano.
Morales había dicho que necesitaba refuerzos, que podía haber saqueos y disturbios, y el Gobierno Nacional, bajo la flamante conducción de Mauricio Macri, no dudó en movilizar de urgencia a 150 efectivos. Las autoridades del destacamento tampoco tuvieron reparos en ignorar una orden interna de la Gendarmería que establece que los efectivos no pueden ser trasladados de noche.
El Jefe de Motorizada del destacamento, Ricardo Ernesto Villasanti, hizo caso omiso al chofer designado que se negó a manejar el colectivo 08016 -el del accidente- porque había notado que las cubiertas estaban desgastadas. Días antes, otro conductor de la Gendarmería había transmitido a un encargado de motorizada la misma información, que nunca fue elevada por escrito, como se supone que se debe hacer en los casos en donde hay rupturas en los vehículos.
El chofer fue reemplazado, y el contingente de ómnibus partió hacia Jujuy.
El primero de los tres colectivos fue el que poco tiempo después, cuando explotó la cubierta de la goma delantera, se desbarrancó sobre el puente del río Balboa en el medio de la oscuridad del interior profundo de Salta.
A la hora de salir del destacamento, Alexis se paró y enfiló hacia el colectivo del medio. Su círculo de compañeros más íntimos le gritó:
– ¡Eh, Mauro! Vení con nosotros.
Alexis Mauro Agonil, hijo de una familia trabajadora de Formosa, cadete de la Gendarmería desde hacía tres años, se sonrió y se subió al primero de los colectivos, el 08016.
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“Yo siento que a mi hermano lo pusieron contra un paredón y lo fusilaron”, denuncia Sandra Agonil, hermana de Alexis.
Ambos, Sandra y Alexis, se criaron en Pirané, una ciudad pequeña al sudoeste de Formosa. El padre de Sandra es maestro y también tiene una cooperativa de ladrilleros y carboneros. Alexis trabajó como ladrillero mientras estudiaba para entrar a la Gendarmería hasta que ingresó en 2012. Lo más difícil, dice Sandra, fue encontrar las zapatillas blancas talle 45 que le exigían en la fuerza. Alexis vivía en Santiago del Estero con su pareja y esperaban una hija para abril. Era, como la mayoría de los gendarmes que fallecieron la madrugada del lunes 14 de diciembre, un chico joven: tenía 25 años.
“Por empezar, el colectivo nunca debió haber salido del destacamento. Ese colectivo ya estaba en malas condiciones desde hacía rato”, sostiene Sandra.
La misma versión comparte el abogado defensor de varias familias de las víctimas, Mauricio Arriagada, quien afirmó que el colectivo no era el que exige la ley de tránsito para transportar pasajeros y que no cumplía con la verificación técnica obligatoria.
Está confirmado que el chofer designado para conducir el colectivo que encabezaba la caravana desde Santiago hacia Jujuy se negó a manejar. Es un “secreto a voces” que le informó de las fallas técnicas a Villasanti -quien también perdió a su hijo en el accidente- y que fue ignorado.
El estado del colectivo no fue la única irregularidad grave. Es parte del protocolo de Gendarmería que una ambulancia acompañe el traslado de los efectivos, como así también que viaje junto a ellos una custodia para controlar que el conductor no se distraiga y en caso de que el colectivo sufra cualquier atentado.
Nada de esto se tuvo en cuenta al momento de mandar a los gendarmes en el medio de la noche. Porque, como explica Sandra, “los obligaron a salir de noche”, a pesar de la directiva interna de la Gendarmería, respaldada por el Ministerio de Seguridad de la Nación, que ordena que ningún traslado de tropas se realice en horario nocturno, excepto por cuestiones de emergencia militar.
Los tres colectivos se dirigían hacia San Salvador de Jujuy por demanda del reciente gobernador radical Gerardo Morales, aliado del macrismo, quien había solicitado refuerzos para las fuerzas locales de seguridad por eventuales disturbios en “un acampe en la plaza y adyacencias de Casa de Gobierno y de la Legislatura”.
Morales se refería al acampe que la Red de Organizaciones Sociales, conducido por la Tupac Amaru, comenzaba ese 14 de diciembre en Plaza Belgrano, en protesta por una serie de decisiones tomadas por el nuevo gobierno, y que se extendería de manera pacífica durante 51 días.
A partir de la protesta, la dirigente social Milagro Sala se convertiría en lo que tanto organizaciones de derechos humanos nacionales como internacionales consideran como la primera presa política del macrismo. Hoy todavía continúa detenida y desde la cárcel, en su última carta, denunció al Ministerio de Seguridad por la tragedia de Gendarmería.
Morales declaró al otro día del accidente que Jujuy estaba “muy violento”. Y confirmó las declaraciones de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, quien había informado que los 150 efectivos de la fuerza se trasladaban “por decisiones que está por tomar Gerardo Morales, que tienen que ser respetadas».
“Se supone que iban a haber unos desmanes de Milagro Sala, pero no sé qué tanto iba a hacer esa mujer, qué tanto iban a hacer para que los obligaran a los gendarmes a ir de noche y tan rápido, porque el llamado fue de sorpresa”, dice Sandra y añade que cuando se enteró de la muerte de su hermano, ni siquiera sabía que él estaba siendo trasladado, porque Alexis estaba de licencia.
Ese mismo lunes, de hecho, Alexis iba a sacar el auto del taller mecánico para viajar hasta Pirané, en donde festejaría con su familia una suerte de navidad adelantada, porque el 24 de diciembre le tocaba estar en comisión en Buenos Aires.
El contingente del Destacamento Móvil 5 de Santiago del Estero se trasladó como parte del operativo de seguridad ciudadana “Navidad Feliz”.
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“Lo primero que queremos plantear es un abrazo para toda la familia, decirles que estamos con ellos, y a la institución de la Gendarmería Nacional por su esfuerzo por la patria”, declaró frente a las cámaras Patricia Bullrich desde la ruta 34, la tarde después del accidente.
Vestida con una campera verde militar recorrió los pastizales de las afueras de Rosario de la Frontera y se mostró en la televisión junto con el gobernador de Salta, Juan Manuel Urtubey, y autoridades de la Gendarmería.
Los canales de noticias transmitieron en vivo y en directo la promesa de Bullrich de disponer inmediatamente de un avión Hércules, facilitado por el Ministerio de Defensa, para transportar los cuerpos desde Santiago del Estero hasta los diferentes puntos del país en donde los esperaban las familias.
“No hicieron nada. A todos los que eran del norte los mandaron por tierra”, indica Sandra. “Nos los dejaron como perros, con olor, no se podía estar. Ni siquiera les cambiaron la ropa del accidente”, agrega.
El colectivo se desbarrancó cerca de las dos de la mañana del lunes y el cuerpo de Alexis llegó a Formosa junto al de otro gendarme, Rivera, el martes a las tres de la tarde. En el funeral de Alexis se prendieron sahumerios. Rivera, en cambio, fue llevado directamente al cementerio.
Bullrich tampoco apuntó hacia dentro de la Gendarmería por las responsabilidades de la tragedia, ni hizo declaraciones al respecto. No es de extrañarse, pues no es la primera vez que encubre a los funcionarios de las fuerzas ante situaciones ilegítimas, ilegales o, como mínimo, cuestionables.
Por ejemplo, el 2 de febrero último, efectivos de la Gendarmería reprimieron con balas de plomo y de goma a niños, mujeres y adultos que ensayaban en la murga “Los Reyes del Ritmo” en la Villa 1-11-14 en Capital Federal. En aquella oportunidad, Bullrich se llamó a silencio y se limitó a publicar fotos en Facebook con dos gendarmes heridos, abonando a la versión falsa de que la balacera contra los niños había sido parte de un “enfrentamiento”. Las medidas judiciales fueron tomadas por la Procuraduría de Violencia Institucional (Procuvin).
Para Arriagada, la Gendarmería dejó mucho que desear en el proceso posterior al accidente, sobre todo con respecto a la contención de las familias. Piensa que tal vez la mayor falta de la institución fue que, hasta ahora, no han dado una lista oficial con los nombres, apellidos y cargos de las personas que murieron.
“No fueron 43, fueron más”, sentencia Sandra y da como ejemplo el marido de una chica que murió en el accidente y que no fue reconocido por Gendarmería.
Sandra se entera de todos estos datos porque después de una carta pública que le envió al presidente Macri, otras personas vinculadas a la tragedia se comunicaron con ella y así quedó incluida en los grupos de redes sociales y WhatsApp por donde familiares y amigos de las víctimas se mantienen en contacto. Los 14 de cada mes rinden homenajes para conmemorar a los muertos y para reclamar justicia. Sandra dice que ningún medio nacional se hace eco. Y que están cansados de golpear puertas.
Todavía en los homenajes no pueden contar con la plaqueta en donde se inscriben los nombres de todas las víctimas.
La lista oficial de los fallecidos fue solicitada reiteradas veces por medio de notas y otras vías formales e informales a la Gendarmería. El abogado, los familiares, todos, cinco meses después, tienen todavía la duda de cuántas personas murieron el 14 de diciembre en el puente de Rosario de la Frontera.
Sandra también se pregunta por los sobrevivientes y cuenta que, por lo que ella sabe, es Villasanti quien no deja que realicen declaraciones. Y que, por lo poco que trascendió, los gendarmes que sobrevivieron esperaron horas a que llegara la ambulancia, haciendo fogatas para calmar el frío y la oscuridad.
Según Arriagada, hay mucha información a la cual no se tiene acceso porque la causa que está siendo investigada en el Juzgado N°1 de Salta se encuentra bajo secreto de sumario.
La acusación recae en principio en el Jefe del Destacamento Móvil 5, Comandante Mayor Elio Rafael Méndez, y de ahí hacia abajo en jerarquía a otros cuatro jefes de la Gendarmería. Ninguno de los implicados, hasta la fecha, han sido apartados de su cargo. Ninguno de ellos, tampoco, se acercó a los familiares de las víctimas para darles el pésame.
Al momento de esta entrevista, otro accidente protagonizaba la agenda mediática: el hijo del ex ministro de la Alianza Federico Storani había fallecido en un choque de lanchas.
Sandra comenta: “Hoy hablaba por teléfono con mi mamá y me decía que a la familia de Storani ya le habían puesto psicólogo. ´ ¿Y a nosotros? A nosotros que perdimos todo no nos dieron ni bola. A los que somos del norte no nos dan pelota´, me dijo. Y yo empecé a llorar, de bronca”.