La reforma política más debatida desde que comenzó la re-democratización en marzo de 1990 es el cambio del sistema electoral conocido como “mayoritario binominal”. Al mismo tiempo (y por la misma razón) se ha convertido en el “enclave autoritario” más duro que la dictadura “heredó” a la democracia. Sin embargo, al transcurrir del tiempo los bloques dominantes y sus élites han entendido y se han convencido que se trata de un sistema que les trae más ventajas que desventajas. Ello, no obstante no desconoce el hecho de que en varias ocasiones la Concertación ha tratado de cambiarlo y no han existido los quórum necesarios.
De ese modo, se ha generado una especie de “oligarquía electoral” que consagra el dominio del sistema político e institucional por parte del duopolio “Concertación-Alianza”. Tres circunstancias han hecho que durante los últimos años este sistema electoral esté generando conflictos y tensiones políticas que no encuentran solución bajo su lógica; ellos son, a) el desmembramiento de la Concertación, b) el desprestigio de la clase política y la política y c) la movilización ciudadana iniciada con mucha fuerza en enero del 2011.
En ese contexto, la reforma política al binominal se ha instalado en el escenario con mucha más fuerza y urgencia que en el pasado. En esa dirección, pongo a disposición de la Opinión Pública un conjunto de artículos y reflexiones que tienen como objetivo mostrar de manera empírica el daño que ese sistema electoral le está generado al sistema político en particular y al país en general.
En esta ocasión quiero analizar de manera empírica no sólo la relación existente entre el binominal y la generación de la “oligarquía duopólica”, sino también cómo ambos pactos se han beneficiado con este sistema electoral.
Para ello, se tiene como referencia histórica, teórica y política las distorsiones que genera el binominal en relación a la voluntad del soberano. La fórmula es simple; contar la cantidad de votos obtenidos y la representación parlamentaria expresada en escaños. La comparación que se hace es con un sistema electoral de tipo proporcional que no sólo genera una relación justa entre votos y escaños, sino también entre cantidad de electores y representantes a elegir.
Al revisar los datos la primera constatación que se puede hacer es que todos los partidos del duopolio político se han beneficiado o perjudicado en una u otra elección con el sistema electoral vigente. Es claro y evidente, que los comunistas, los independientes y otros partidos menores han sido los más perjudicados electoral y políticamente.
En esa dirección las cifras muestran que el “pacto duopólico” entre las elecciones del ´89 y del 2009 nunca han bajado de los 115 diputados. En el ’89 sacan 117 de los 120 en competencia, en el 93’ logran todos (es decir, 120), en el ’97 llegan a los 116, en el 2001 y 2005 a 119 en cada elección y sólo 115 en la últimas del 2009. El binominal permite, por tanto, que siempre tengan sobre-representación. Las cifras muestran que en el ’89 tienen 14 diputados más de que los que les correspondería en un sistema proporcional; esa cifra llega a nueve en el ’93, a doce en el ’97, a nueve en el 2001 y a diez en el 2005 y en el 2009. Números que, sin duda, hubiesen cambiado la historia legislativa del país; sobre todo, si el análisis lo hacemos al interior de cada pacto.
Aquí, por tanto, la primera hipótesis (ampliamente difundida entre políticos y analistas) es que la derecha y la Concertación han sido los grandes beneficiados del sistema binominal. Las cifras son elocuentes a nivel de los diputados. En los senadores el asunto es más brutal. Veamos.
En las parlamentarias del ’89 la Concertación obtiene el 51,5% de los votos logrando 69 escaños; en un sistema proporcional con esa cifra sólo hubiese obtenido 62 diputados. Es decir, un regalo político de 7 diputados. A su vez, la derecha con el 34,2% de los votos logra elegir 48 escaños y no 41 como le hubiese correspondido en un proporcional; también un regalo de siete escaños. Empate. De ese modo, ambos pactos con el 85,7% logran 117 diputados; correspondiéndoles sólo 103. Catorce diputados más; siete para cada uno.
En las parlamentarias del ’93 la Concertación logra tres diputados más. De hecho, con el 55,4% de la votación logra 70 representantes y no 66 como le hubiese correspondido en un orden proporcional. A su vez, la derecha con el 37% de los votos logra 50 escaños y no 44 como le correspondería. Mientras la Concertación se lleva cuatro cupos más; la derecha logra seis más. Gana la derecha. Ambos pactos con el 92,1% logran los 120 cupos en competencia.
En la parlamentarias del ’97 la Concertación llega al 50,5% de las preferencias. Con esa cifra debería tener la mitad del la cámara baja (60 diputados) y no 69 como lo hace. En esta ocasión su regalo político es de nueve diputados. La derecha, nuevamente con el 37% de las preferencias logra 47 diputados; en un sistema proporcional le hubiesen tocado sólo 44 cupos. Gana la Concertación. Ambos pactos con el 86,7 logran los 116 cupos en competencia. Doce más de los que les correspondería en un sistema proporcional.
En las parlamentarias del 2001 la Concertación con el 47,9% de los votos se lleva 62 diputados. De los 58 que debería tener se lleva una diferencia a su favor de cuatro diputados. La derecha con el 44,3% llega a 57 representantes; logrando también cuatro diputados más. Empate. Ambos pactos con el 92,2 logran 119 cupos en competencia. Nueve más de los que les correspondería en un sistema proporcional, que serían 110 diputados.
En el 2005 la Concertación sube al 51,8%. Tiene una diferencia de tres; de los 62 que debería tener, logra llegar a 65 diputados. La derecha logra siete más; tiene 54 y no 47 como sería en un sistema proporcional. Gana la derecha. Ambos pactos con el 90,5 logran nuevamente 119 cupos en competencia. Nueve más de los que les correspondería en un sistema proporcional que serían 109 diputados.
En las parlamentarias del 2009 la Concertación con el 44,4% de las preferencias se lleva 57 diputados. Se lleva cuatro más. La derecha se lleva seis. Obtiene 58 diputados y no los 52 del binominal. Gana la derecha. Ambos pactos con el 87,8 logran 115 cupos en competencia. Diez más de los que les correspondería en un sistema proporcional que serían 105 diputados.
Ambos ganan. Pero, de las seis elecciones hay dos empates (1989 y 2001), un triunfo de la concertación (1997) y tres de la derecha (1993, 2005 y 2009). La derecha es la más beneficiada con el sistema binominal; y la más porfiada para cambiarlo.
Por tanto, de un total de 720 cupos (6 elecciones) sólo en 14 oportunidades se elige un candidato que no pertenece al “duopolio binominal”. Sólo en el 1,9% de las veces se ha elegido un candidato que no pertenece a la Concertación ni a la derecha.
El ahogo ciudadano es brutal. El cambio es urgente. El problema, es que las llaves las tienen los dueños del duopolio.