Los casos Penta y Caval están reconfigurando como nunca antes la política chilena. Al dar luces sobre la transversalidad política de una relación ya carnal entre políticos y empresarios, caen las máscaras que evidencian los verdaderos articuladores de la transición chilena. Si el accionista principal de la UDI era el Carlos Alberto Délano, el grupo Luksic más que ser el financista de los negocios inmobiliarios del hijo de la presidenta, ha sido el gran padrino de la Concertación desde la campaña del No.
Recién se está armando el rompecabezas. El caso Penta provocó que la prensa de derecha destapara el caso Caval. Después viene la caída de la baraja completa. ¿Quien financió la millonaria campaña del senador Guido Girardi? ¿qué empresario pone las fichas en Felipe Harboe? ¿quién se puso con Andrés Allamand? ¿quién le pasa lucas a los Walker?
Si las instituciones funcionan en el estilo de pensamiento de Ricardo Lagos (no en su decir, que eso era para quedar de estadista) van a tratar de parar la caída del mazo. La gobernabilidad está en juego cuando se hunden desde la derecha hasta la Nueva Mayoría. Y lo peor, se están hundiendo por una práctica que era habitual para la autodenominada ‘clase política’ chilena. Las primeras palabras con que el gobierno salió a despejar cuestionamientos tras divulgarse el caso Caval fueron que se trataba de “un asunto entre privados”.
La frase es una muy buena fotografía al sentido común de la presidenta Bachelet hasta hace poco más de un mes. Varios columnistas (hasta Yerko Puchento) dan cuenta del asunto como un golpe bajo dado por Dávalos a su madre, como si la presidenta no hubiese estado enterada de las andanzas de su hijo o de que Natalia Compagnon solía presentarse en sus reuniones de negocios como la nuera de la presidenta.
El caso Caval da cuenta de algo más, quizás sea el destape de la fragilidad del proyecto político de Bachelet. Una caída de máscaras. En esa semana de silencio recluida en el lago Caburga junto a su hijo y nuera, Bachelet no fue capaz de sopesar las dimensiones del caso con que festinaban los medios. Tal vez pensó que iría a pasar rápido por la frágil memoria del pueblo, al no haber fraude al fisco tal vez pensó que el tema se hundiría pronto. Quien sabe. Lo que sí es evidente es que en su fuero íntimo consideraba, y alineó al gobierno tras esa estrategia para sortear la crisis, que el enriquecimiento de su hijo era “un asunto entre privados”.
La frase da luces sobre el universo cognitivo de Bachelet y su coalición de gobierno. Para la presidenta nunca fueron problemas los negocios de su hijo. Como tampoco nunca fueron problema los negocios de sus ministros o el enroque entre ministerios y directorios de empresa tan habitual entre sus asesores.
Si bien hay algo en la biografía de la presidenta que tiende a uno pensarla más próxima a una ética pública, recordemos que Bachelet emergió en la política chilena de la mano de dinosaurios como Ricardo Lagos, hábiles expertos en conseguir fondos pasando el sombrero entre los grupos económicos chilenos e inversores de Estados Unidos, cuando no directamente a la USAID.
El ideal de separación entre las funciones públicas y el mundo de negocios privados se desdibujó hace rato. Bachelet fue domesticada en esas veladas para inversionistas de campaña, en esos encuentros allá lejos en la hacienda Rupanco o en un yate en las frías aguas de Nueva York. En esos clubes alejados del gran público en los cuales el gran empresariado entre copas y canapés le da unos minutos a los candidatos, quienes les aseguran que su programa de gobierno -sea ‘ciudadano’ o de ‘nueva mayoría’, da lo mismo- no interferiría sus negocios. En esos eventos en que se les ofrecía mejorar sus ‘oportunidades de inversión’ y conversaban sobre cuál es el mejor rumbo que puede tomar el país. Esas reuniones promiscuas que servían para conocerse, mucho más allá de sus programas, de sus electores, del escrutinio público o de sus promesas de campaña.
Bachelet se formó como política en esas lides, aprendió a hacer política en el gabinete de Lagos, cuando decir iniciativa público privada o privatizaciones estaba de moda y nadie miraba con suspicacias. Antes fue médica, hija de un general leal con Allende asesinado por la dictadura, mujer torturada, exiliada, médica dedicada a los familiares de las víctimas de la dictadura, una carrera que quizás jamás pensó la llevaría a la presidencia. Pero eso fue antes.
Tal vez la mejor forma de evaluar los verdaderos beneficiarios de una gestión presidencial son los empleos posteriores de los ex presidentes. En el caso de Bachelet, como sabe premiar muy bien Estados Unidos, el premio fue el cargo de ONU Mujer. Paradójicamente desde los gobiernos socialistas que Estados Unidos es quien pensiona a los ex presidentes chilenos (con la excepción de Piñera que se pensiona solo). Y, sobre todo tras la crisis de legitimidad del modelo neoliberal iniciado por los estudiantes en 2011, se necesitaban de personajes como ella para volver a apaciguar al país convertido en modelo de las políticas del consenso de Washington.
En eso estaba de acuerdo tanto Estados Unidos como el gran empresariado chileno. No sabían como explicarlo, pero el gobierno de Piñera estiró tanto el elástico que terminó por romperse. Había consenso en que para restaurar el orden del país laboratorio del neoliberalismo era necesario el concurso del carisma de Bachelet. Si hasta la corredora de bolsas Larraín Vial, redactó un informe de coyuntura poco tiempo antes de la elección en el que clarifica que la candidata no representa ningún peligro para el sector.
El analista Felipe Lagos comenta acertadamente que el gobierno de la Nueva Mayoría tiene como objetivo asegurar la gobernabilidad, o sea, frenar los movimientos de protestas y viabilizar el funcionamiento del capital, realizando las modificaciones a los elementos más insostenibles del modelo neoliberal.
Recordemos que la reforma tributaria contó con el apoyo del gobierno y la prensa tras un viaje de largas horas a Estados Unidos que juntó a la presidenta Bachelet con los dueños de Chile, Roberto Angelini, Bernardo Larraín Matte y Andrónico Luksic Craig
EL PADRINO DE LA NUEVA MAYORÍA
El caso Caval también da luces sobre la relación entre el grupo Luksic y el gobierno de la Nueva Mayoría. Algo ya conocido, pero que nunca pensamos que sería tan filial. El dueño del Canal 13 y de CCU, entre varias otras empresas, ha mantenido una estrecha relación con los gobiernos concertacionistas. Desde el financiamiento de la campaña del NO, cuando el patriarca de los Luksic mostró su fino olfato para los negocios en la ruleta política del país, que dicho grupo económico viene sustentando los gobiernos de la Concertación.
Las manos también han ido en devolución. En oro y especies. Basta recordar el préstamo dado por el Banco Estado, cuando Jaime Estévez era presidente de la entidad estatal, que permitió al grupo Luksic tomar control del Banco de Chile y a Estévez ganarse una silla en el directorio del banco privado. O revisar también las concesiones mineras y la nula fiscalización ambiental a los proyectos desarrollados por el grupo en las últimas décadas.
Desde que se hizo dueño de Canal 13, Andrónico Luksic uso el directorio de la estación para establecer contactos con la Nueva Mayoría. Nicolás Eyzaguirre fue director y presidente del canal, seguido por el actual ministro de Hacienda Alberto Arenas. Antes de Eyzaguirre fue director el ex ministro de Transportes del primer gobierno de Bachelet, el DC René Cortazar.
Tales promiscuidades quizás expliquen la continuidad de la política de los acuerdos para mantener el modelo de un Estado famélico y un país licitado a los grandes grupos económicos. En ausencia de una derecha sólida, el trato directo es entre el empresariado y el gobierno. Así fue pergeñada la reforma tributaria, consensuada en las alturas del avión presidencial camino a Estados Unidos entre la presidenta y los empresarios. Tales promiscuidades quizás también explican el apoyo del ministro de Energía, Máximo Pacheco a los proyectos hidroeléctricos de AES Gener y Antofagasta Minerals. O que Cristián Franz Thorud, actual superintendente de Medio Ambiente es “asesor” de Barrick Gold, Agrosuper y las mineras de los Luksic.
O también permitan entender el apoyo grosero a la minera Pelambres del grupo Luksic por parte del gobierno en la insólita situación de que la minera no acata un fallo de la Corte Suprema y el gobierno manda a reprimir a los habitantes que exigen que se cumpla la ley.
La relación entre dinero y política nunca fue algo mal visto por Bachelet. Quizás por eso no le prestó mucha atención a los negocios de su hijo.
Mauricio Becerra R.
@kalidoscop
El Ciudadano
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